Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

jueves, 20 de junio de 2013

El "Moncada" en versos y melodías

A propósito del 60 aniversario de los asaltos a los cuarteles Moncada (en Santiago de Cuba) y Carlos Manuel de Céspedes (en Bayamo)


Varias son las canciones y poemas que dedicaron los cubanos a la gesta del Moncada. Inspirados en aquel centenar de hombres y mujeres que se alistaron para darle una lección al tirano, surgieron los más emocionantes versos y las más hermosas melodías.
  Desde Raúl Gómez García, integrante de aquel movimiento revolucionario y quien antes de morir dejó a Cuba sus versos, hasta los jóvenes de la nueva trova, he aquí una pequeña selección de los temas y poesías que más se cantan y declaman en la Isla.


Raúl Gómez García (El poeta del Moncada)

  Entre los asaltantes asesinados durante aquellos sucesos se encontraba Raúl Gómez García, quien no solo redactó el Manifiesto a la Nación previo a los actos del 26 de julio, sino además un poema de su autoría que también quedó en la historia.
  Decidió escribir el poema. Sería quizá un himno. No hay gesta sin himno, pensó, tal cual le sucedía cada vez que algún gran sentimiento se le atravesaba entre el corazón y el cerebro. Era como un dolor incontenible, atizado por una fuerza suprema, que le cortaba la respiración, y solo cedía cuando lograba verter el alma en el papel. Sentía que moría con cada nuevo poema, y al instante comenzaba otra vez a vivir.
 
Ahora, sin embargo, en este julio de definiciones, se desataba en él por primera vez el conflicto entre el poeta y el periodista culpable —aunque no confeso— que también era. Acaba de recibir de Fidel Castro la tarea más importante de su vida revolucionaria: redactar el Manifiesto a la Nación, aquella proclama que, en nombre de la Generación del Centenario, sería dada a conocer al pueblo de Cuba, cuando por fin tuviera lugar la primera gran acción del movimiento.
  Era la oportunidad que todos estaban esperando, desde el momento mismo cuando comprendieron que a Batista había que sacarlo a tiros del poder. El conflicto estaba en el tiempo. Postergar un minuto la redacción del documento, poner en riesgo cualquier misión del Movimiento, podía significar el final de su pertenencia a aquel grupo de valerosos jóvenes, que soñaba con cambiar el destino de la Patria. La disciplina impuesta por el jefe, y acatada por todos ellos, no dejaba alternativas: cumples, o te vas.
  El manifiesto solicitado por Fidel estaría a tiempo. No obstante, el poema, el himno, o lo que fuera, también estaría listo para el día del combate.

Ya estamos en combate

Ya estamos en combate
Por defender la idea de todos los que han muerto.
Para arrojar a los malos del histórico Templo
Por el heroico gesto de Maceo,
Por la dulce memoria de Martí.
(…)
Por nuestro honor de hombres ya estamos en combate
Pongamos en ridículo la actitud egoísta del Tirano
Luchemos hoy o nunca por una Cuba sin esclavos
Sintamos en lo hondo la sed enfebrecida de la patria
Pongamos en la cima del Turquino la Estrella Solitaria.

Jesús Orta Ruiz (el Indio Naborí)

 

 Otro de los poemas más conocidos sobre aquella epopeya es Era la mañana de la Santa Ana, de Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, el cual cuenta cómo, a pesar del tiempo transcurrido, el corazón aún le palpita y cada 26 de julio su lira vibra con más fuerza.
  El poema circulaba en la sangre del Maestro. Cuando viajaba a Viena para participar en el VII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en 1959, lo hizo público en un acto que impactó a los delegados del cónclave.
  "Ahora me resulta más gigantesco, más cercano, porque enaltecer héroes —dijo Martí— hace héroes. El poema brotó tal y como lo sentí, pero ahora a 50 años de la gesta heroica dirigida por el Comandante en Jefe, encuentra una atmósfera propicia para su vigencia", afirmó Naborí.

Era la mañana de la Santa Ana...

Era la mañana
de la Santa Ana,
mañana de julio pintada de rosa.
Nadie presentía que saldría el Sol
por la silenciosa
granja de Tizol.
Santiago el Apóstol, marchito, dormía
como derribado por la algarabía
de conga y charanga, locura y alcohol.
(…)
Caliente sangre de vidas
rotas por el heroísmo
cuando traición y cinismo
bailaban sobre un calvario...
¡Oh, rocío necesario
a la flor del patriotismo!...

Carilda Oliver Labra

 

   “Aquellos de la Generación del Centenario eran profetas que, salidos de las entrañas de nuestra tierra, vestían de ilusión al pueblo”.
  Carilda Oliver Labra, escritora matancera, se inspiró también en aquella gesta para escribir su Canto al Moncada, cuyos fragmentos dejo a su consideración:

Sonó el viril alegato
entre bayonetas fieras.
¡Con qué vuelo de banderas
apoyaban su arrebato!
Desde el perfil al zapato
criollo como el yarey.
(…)
(Ya lo escuchaba la Sierra,
aún escuchándolo está)
Y hubo otro ¡no! en Baraguá
cuando patético y puro
dijo con fe en el futuro:
¡La historia me absolverá!

  Así conversó Carilda Oliver con Abel Santamaría; así conversó con aquel que ya no tenía ojos, con aquel cuyas cuencas habían quedado vacías de color y llenas de desgarramiento:

Conversación con Abel Santamaría

Miras, Abel,
sin ojos en la tierra.
Tu mirada viene de lo que no abandona la belleza.
Aquí está derramada
como cuidando el sesgo de tu isla,
la lucha del mar por sostenerla;
ayuda al balanceo de las palmas,
agrede nuestro miedo.
(…)
Tú eres el único que ahora ve en las tinieblas,
porque aquí ya todos somos ciegos.
Danos tu mirada.
Es fuerte como la primavera del milagro.
Ampáranos con tu: ten mis ojos, Cuba.

 Igualmente Carilda, escribió a Fidel uno de sus versos más conocidos.

Canto a Fidel

No voy a nombrar a Oriente,
no voy a nombrar la Sierra,
no voy a nombrar la guerra
–penosa luz diferente–,
no voy a nombrar la frente,
la frente sin un cordel,
la frente para el laurel,
la frente de plomo y uva:
voy a nombrar toda Cuba:
voy a nombrar a Fidel.
Ése que para en la tierra
aunque la luna lo hinca,
ese de sangre que brinca
y esperanza que se aferra;
ese clavel en la guerra,
ese que en valor se baña,
ese que allá en la montaña
es un tigre repetido
y dondequiera ha crecido
como si fuese de caña.
Ese Fidel insurrecto
respetado por las piñas,
novio de todas las niñas
que tienen el sueño recto.
Ese Fidel –sol directo
sobre el café y las palmeras–;
ese Fidel con ojeras
vigilante en el Turquino
como un ciclón repentino,
como un montón de banderas.
(…)
Gracias por ser de verdad,
gracias por hacernos hombres,
gracias por cuidar los nombres
que tiene la libertad.
Gracias por tu dignidad,
gracias por tu rifle fiel,
por tu pluma y tu papel,
por tu ingle de varón.
Gracias por tu corazón.
Gracias por todo, Fidel.        

  De melodías también está hecha la Patria y la Revolución cubanas. Algunas de las más trascendentales surgidas en el fragor de la lucha insurreccional, otras al calor de historias de hombres y mujeres cuyas vidas iluminaron el futuro.
  De esas que surgieron por los asaltantes al Moncada disfrutamos en los 60 años apasionados desde aquellos sucesos.
  Pasiones que quedaron en la melodía de estos cantos de lucha.

  Marcha del 26 de julio

 

Compuesta por Agustín Díaz Cartaya a petición de Fidel, el Himno del 26 de Julio es un canto entonado o tarareado por varias generaciones de cubanos.
  Surgió con el propósito de acompañar a los asaltantes de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes el 26 de julio de 1953 y luego se convirtió en un himno para los revolucionarios.
  Después de los asaltos, y prisionero junto a compañeros de ideas y armas, Díaz Cartaya le cambió una estrofa a partir de la observación de Fidel Castro, quien escribió en una nota a Thompson (seudónimo del autor) que recuerde la sangre derramada.
  Por la sugerencia, compuso entonces: La sangre que en Oriente se derramó / nosotros no debemos olvidar / por eso unidos hemos de estar / recordando a aquellos que muertos están; y sustituyó una de las partes originales.
  Años posteriores, al ser musicalizado por Carlos Faxas y otros compañeros en la emisora Radio Cadena Habana, en febrero de 1957, el Himno del 26 de Julio tuvo otra modificación, testimonió su creador.
  La palabra Oriente (de la estrofa mencionada) fue sustituida por la de Cuba para evitar regionalizarlo, señaló el también padre de la Marcha de América Latina.
  De acuerdo con destacados revolucionarios, este himno estuvo presente en las cárceles, acciones clandestinas, combates e infinitos episodios de heroísmo.
  Quizás el más recordado es aquel cuando en una visita de Batista al Presidio Modelo de Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud), los llamados moncadistas lo entonaron con fuerza para que al tirano le fuera imposible no escucharlo.
  Desde el nacimiento de la emisora Radio Rebelde, creada por el legendario guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara el 24 de febrero de 1958 en la Sierra Maestra, el himno estuvo entre sus trasmisiones.
  Traducido a varios idiomas, entre ellos, ruso, inglés, francés, chino y alemán, se convirtió también después del triunfo revolucionario en canto de multitudes a nivel nacional e internacional.
  La letra del Himno, como se cantaba en la cárcel de Boniato y se tarareaba en el juicio:

Marchando, vamos hacia un ideal
sabiendo que hemos de triunfar
en aras de paz y prosperidad
lucharemos todos por la libertad.
(…)
El pueblo de Cuba...
sumido en su dolor se siente herido
y se ha decidido...
hallar sin tregua una solución
que sirva de ejemplo
a ésos que no tienen compasión
y arriesgaremos decididos
por esa causa hasta la vida
¡que viva la Revolución!

 

Importante fue la inspiración que causó Haydée en los jóvenes que cultivaron la nueva trova cubana. Silvio Rodríguez, Pablo Milanés  y Noel Nicola, se inspiraron en los relatos de la heroína para componer varias de sus canciones. 
  En 1969 lanzaron el fonograma colectivo, “26 de julio: los nuevos héroes", cuyas canciones ponemos a su disposición.
  Todo el mundo tiene su Moncada o (Existen) de Silvio Rodríguez, inspirado en el asalto al cuartel Moncada y compuesto para un aniversario del mismo. Fue Haydée Santamaría quien le explicó la gesta revolucionaria:

Menos mal que existen
los que no tienen nada que perder,
ni siquiera la muerte.
(…)
Menos mal que existen
los que no dejan de buscarse a sí
ni siquiera en la muerte
de buscarse así.

Canción del elegido (dedicado a Abel Santamaría)

 Silvio contaría que: “Haydée hablaba de Abel y de todos con tanta poesía, que eso fue lo que inspiró la Canción del elegido. Después se me ha querido dar mérito por el lenguaje de esa canción, y yo creo que en gran medida se debe a la forma en que hablaba Yeyé. Y es muy satisfactorio para mí que esa canción sea tan conocida en tantos pueblos, sobre todo, en los pueblos de Nuestra América, porque es una canción que en gran medida es ella, que amaba tanto a los pueblos y a sus luchas”.

Siempre que se hace una historia
se habla de un viejo, de un niño o de sí,
pero mi historia es difícil:
no voy a hablarles de un hombre común.
Haré la historia de un ser de otro mundo,
de un animal de galaxia.
Es una historia que tiene que ver
con el curso de la Vía Láctea.
Es una historia enterrada.
Es sobre un ser de la nada.
Nació de una tormenta
en el sol de una noche,
el penúltimo mes. (2)
(…)
La última vez lo vi irse
entre el humo y metralla,
contento y desnudo:
iba matando canallas
con su cañón de futuro.

  Pablo Milanés también recibió inspiración a sus canciones de la compañía y relatos de Haydée Santamaría. Así lo expresó el día que se le confirió la medalla con el nombre de la heroína.
  “Haydée fue como un rayo que iluminó mi vida para siempre, Haydée fue una flor herida como la de Rosstgard para la sensibilidad y la tolerancia, una espina clavada en el mal gusto y en el oportunismo, de quien pretendiera interrumpir lo que estábamos haciendo, no la música, sino la revolución, y así me persigue y la recuerdo en cada desafío cotidiano y lo constataré más con esta medalla en mi pecho de la que ella, naturalmente, estaría orgullosa”.
  Su canción Moncada fue un homenaje a aquellos jóvenes que dieron su vida por la Patria y acompañaron a Haydée en aquellos días de julio de 1953.

Del último amanecer sin alba quiero hablar,
no sé tendré palabras para decir.
Se dejaron de dar besos,
dejó de mirarse un árbol,
se iba buscando en el tiempo
que era largo.
(…)
Del último amanecer sin alba quiero hablar,
no sé tendré palabras para decir.
Después de mucho anochecer
siete gigantes aún por caer,
una verdad,
mil mentiras,
se hizo el día.

Hay un almanaque de 26 (o 26), Noel Nicola

¿Cuestión de julios?
Más o menos siempre es julio.
¿Cuestión de hombres más o menos?
Por ahí andan.
(…)
¿Cuestión de esquemas y valores?
No lo dudo.
¿Cuestión de haber nacido a tiempo?
Puede ser.
¿Cuestión de mostrarse similares?
Siempre hay tiempo:
hay un almanaque lleno de días 26.
Amanece.

Qué hay (o Qué hay delante, detrás, al lado), Noel Nicola

¿Qué hay delante de la vida,
por detrás de la muerte,
al lado del amor?
¿Qué hay, qué hay en una sonrisa,
qué hay en una hoja escrita,
qué hay en un reloj?
Lo cotidiano se agiganta ante los ojos,
o es que los ojos se hacen grandes para verlo,
de los participantes en la historia,
de los que tuvieron la acción entre los dedos.
La gente como yo que por entonces
no vivía aún, o que era niña o niño aún,
quiere saber qué olor tenía la ropa limpia,
qué se sintió en los dientes y cómo se sudó.


(Esta ha sido una colaboración de Glenda Bouza, de la AIN para http://guanarocadelsur.blogspot.com/)

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...