Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

jueves, 21 de abril de 2011

Dos poetas hijos del Damují

  El río Damují, uno de los más caudalosos de la vertiente sur del centro del país, desemboca en la bahía de Cienfuegos. Su nombre, utilizado como símbolo de cubanía, ha estado asociado con los ideales independentistas de los patriotas de la región.
  Quizás por esa misma razón nadie extrañaría que Cienfuegos, la Perla del Sur o la Linda Ciudad del Mar, como también suele llamársele, haya dado a luz a un hijo del Damují, en la figura del bardo Antonio Hurtado del Valle; y a una hija del Damují, en la de la poetisa Clotilde del Carmen Rodríguez, a los cuales se les han consagrado sendos bustos en el parque Martí, ubicado en el Centro Histórico de la capital provincial, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, desde el 2005.
EL HIJO DEL DAMIJÍ 
 
  Antonio Hurtado del Valle nació en Cienfuegos el 9 de febrero de 1841. Recibió la primera enseñanza en una escuela gratuita. Durante la Guerra del 1868 alcanzó el grado de Capitán del Ejército Libertador, fue diputado a la Cámara de Representantes de Guáimaro y secretario de Estado en diciembre de 1873.
  Su labor literaria comenzó en los años que antecedieron el estallido de la Guerra de los Diez Años (iniciada el 10 de octubre de 1868). Fue director de publicaciones locales, como El Fomento y fundador de El Damují. Colaboró con otros periódicos como El Correo (Trinidad), La Hoja Económica (Cienfuegos), El Central (Santa Clara), El Siglo, Cuba Literaria y La Moda Industrial (Cádiz) y trabajó como corresponsal de La Aurora (Madrid).
  Hurtado del Valle es el autor del vibrante Himno de Las Villas, donde una de sus estrofas dice así:

Alzad un himno que al éter suba
y que surcando rápido el mar
al mundo enseñe que sabe Cuba
a sus tiranos avasallar.

  En 1864 apareció el libro Producciones de Antonio Hurtado del Valle, en el cual había una recopilación de sus versos líricos:

A las olas

¡Ah! Bajaré a la arena
que besa el mar en plácida armonía,
allí la voz del mundo no resuena,
iré a buscar en su ribera amena
la dulce paz que mi corazón ansía.

  Al respecto, el crítico José Manuel Carbonell apuntó: "El poeta fue en la composición revolucionaria exaltado y soberbio, mas en lo hondo de su ser gemía la nota doliente". Como puede apreciarse en los fragmentos aquí citados.
  José Martí, nuestro Héroe Nacional, apreció el quehacer político y patriótico del bardo cienfueguero, por lo que incluyó una muestra de sus obras en el volumen Los poetas de la guerra, que prologara y publicara Patria en 1893. Allí lo define como "el pulcro y tierno Hurtado".
  Los versos de El hijo del Damují -fallecido en un campamento insurgente en las cercanías de La Sacra, Camagüey, el 7 de junio de 1875- alcanzaron popularidad y formaron parte de la literatura de campaña con la que los mambises amenizaban sus charlas. Radicaba ahí el valor de sus estrofas:

A la muerte de Ignacio Agramonte

Muerto estaba,
y le temieron
y temblando y pavorosos
en llamas se sumergieron:
así sus restos gloriosos
a cenizas redujeron.

  En 1885 fue publicado en Cienfuegos su cuaderno Obsequios, un homenaje póstumo que le realizara su ciudad natal.

LA HIJA DEL DAMUJÍ

   De Clotilde del Carmen Rodríguez López no se conocen muchos datos. Nació en Cienfuegos y aquí murió el 4 de abril de 1880.
  La destacada poetisa cienfueguera es considerada la primera maestra de instrucción pública en esta ciudad, que de forma espontánea demostró su amor al progreso del terruño en el que vio la luz. Impartió la enseñanza primaria de forma gratuita. Dominó los idiomas inglés y francés y sobresalió en las artes plásticas, fundamentalmente en la pintura y el dibujo. Pero fue la poesía la que cautivó a esta mujer por completo. A ella le cabe el honor de ser identificada como la primera en cultivar el género en el territorio sureño.
  Nunca estuvo de acuerdo en publicar sus manuscritos, y si varios de ellos salieron a la luz pública se debió a que muchos de sus admiradores los dieron a la publicidad, aún sin el consentimiento de la propia autora.
  Fue colaboradora del Diario de Cienfuegos y otras publicaciones de la época, en las cuales siempre utilizó el seudónimo de La hija del Damují. Y al decir de muchos se le consideraba como "la primera poetisa digna de este título que vio la luz en Cienfuegos".
  De la importancia y el renombre alcanzado por doña Clotilde -como se le llamara- da cuenta el Diccionario Biográfico Cubano, el cual incluye una reseña sobre ella.
  Entre sus composiciones sobresalen: A orillas del Jibacoa, Un socorro tardío, Melancolía, Las nubes, La tarde y Efusiones del alma, que junto a otras, reunió en una colección para repartir entre sus allegados. También se incluyen varias comedias en prosa y en verso, que denotaron su ternura y delicadeza en la literatura. Piezas de su repertorio son: Fe, Esperanza y Caridad; Aprieta, pero no ahoga; Una noche en el campo y El velorio de la Caridad. Estas dos últimas obras son costumbristas y de un apreciable sabor cubano.
  A la vena lírica unió un amor profundo por su tierra y por la libertad, y es ante todo con esa doble condición de patriota y poetisa que se le recuerda en su tierra natal. De sus manos nació la bandera de Cienfuegos, que la pintó y bordó para que la enarbolara el patriota cienfueguero Germán Barrio Howar, cuando este se lanzó a la insurrección el 7 de febrero de 1869. La misma enseña que todavía hoy identifica a nuestra ciudad.

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