Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

jueves, 14 de abril de 2011

Historias paralelas de embrujo y mar

IRÁN MILLÁN CUÉTARA Y SU URBE AMADA: CIENFUEGOS

Irán Millán Cuétara.
 No es rara la serenidad que expresa su semblante, pues manifiesta la limpieza de quien está en paz consigo mismo y su ciudad, ésa que le ha embrujado para siempre con una tibia caricia, y le hace aguardar el alba para reverenciar el mar que la corteja.
  Y es que la ciudad de Cienfuegos o la Perla del Sur, con le han llamado poetas y cantores, fulgura por su esplendor. Un halo señorial merodea sus calles y forma parte de su magia, recuelo de historias y leyendas que conforman su memoria poética.
  Cuando Irán Millán Cuétara, director de la Oficina del Conservador de la Ciudad, habla de todo aquello que ha acontecido en su vida dentro de esta “urbe amada” como suele decir, no le cabe la mirada en los ojos de tanto observar en derredor, y su forma de sonreír denota a un hombre inteligente y apasionado por lo que hace.
  El parque José Martí, ese que tantos desvelos le ha traído, sirvió de escenario para el encuentro. Desde el lugar en que estábamos sentados divisábamos un entorno espléndido que invitaba a tertulia.  “Jagua -explica mi interlocutor-, significa en lengua aborigen: riqueza, mina, manantial y según las tradiciones de los primeros pobladores, esta fue la deidad que les enseñó las artes de pesca, la caza y la agricultura. Era también el nombre de un árbol muy abundante en los alrededores de esta bahía. 
  Cuentan que el sitio de esta demarcación es uno de los que tuvo el honor de ser visitado por Cristóbal Colón. Por otra parte el famoso historiador Enrique Edo agrega que en los escritos del bojeo a Cuba por Sebastián de Ocampo se lee: ‘...entré por un brazo de mar, en un puerto espacioso y bello, situado en una comarca que sus nativos llamaron Jagua’”.

Vista aérea del Parque José Martí.
Va contando la historia que se sabe de memoria; mientras una hoja del árbol que nos ampara del sol, cae sobre sus hombros. “La genealogía de este lugar data de la época de los primeros descubrimientos de América. En 1817 Fernando VII decretó en real orden, que se poblaran las costas de la isla de Cuba y el francés Don Luis Declouet, hosco, gruñón, adulador, enérgico y emprendedor, pidió al capitán general de la isla José Cienfuegos, el permiso y el dinero necesarios para fundar una colonia en el puerto. No podría decirse que tuviera lo que se llama madera de gobernante. Hay que reconocer, en cambio, que lo acompañaban buenas intenciones y una noble ambición que, hoy, 192 años después, debemos bendecirle.
  “Así surgió el 22 de abril de 1819 la villa Fernandina de Jagua, con colonos que trajo Declouet, de Filadelfia y Burdeos. Era jueves y dicen que había sol limpio aquel día, cuando el buen señor, en uniforme de gala, leyó el acta de fundación en nombre del Rey de España. Luego el militar galo formó una cruz con dos trozos de baría cortados por él mismo, agarró par de palomas, más blancas que el hábito de una monja, puso a volar la hembra y le cortó el cuello al macho, cuyas alas colocó en la cruz, puesta cual suerte de estandarte a la entrada de su tienda de campaña. Después, la más perjudicada de las aves, pasó a formar parte de un caldo, una especie de rito observado con posterioridad por todos los colonos.

Colegio San Lorenzo.
“Allí, en derredor de una majagua, Luis y unos pocos hombres trazaron los planes de edificación de la ciudad. No hay que decir que el robusto árbol se encontraba en un potrero en medio del monte, sitio que hubiera alejado el menor ánimo constructivo de cualquiera”, explica.   Un amante redomado de la historia local como Irán sostiene que “pese a las malas pulgas y los posibles defectos del padre de la villa, aquello fue un acto de luz fraguado por un visionario. Hoy, cuando el Centro Histórico de la Ciudad ha sido proclamado Patrimonio Cultural de la Humanidad, se comprende, una vez más, la razón del aserto”.
  En el plano arquitectónico, Cienfuegos fraguó un estilo ecléctico, pero con una indeleble herencia neoclásica por su aire de modernidad. El 7 de febrero de 1881 le concedieron los honores y el título de ciudad y se crearon aquí en esa fecha diversas sociedades, que una vez finalizada la guerra con España se integraron para conformar la colonia española, primera de su tipo en el país.
  La fascinación que mi interlocutor ejerce no viene únicamente de la capacidad que tiene para atraparme entre los vericuetos de su amena charla, sino del hombre que hay en él, celoso a no más por la ciudad que lo acogió con toda esa belleza. Pero, ¿cómo llega Irán a Cienfuegos y de dónde le viene esa pasión por la bien llamada Perla del Sur?

Palacio Ferrer.
“Yo nací en Mariel cuando pertenecía a la provincia de Pinar del Río, por lo tanto más que habanero me siento pinareño. Mi padre comenzó sus labores como albañil y progresivamente fue mejorando sus condiciones laborales hasta que llegó a maestro de obra. Eso motivó que tuviéramos que desplazarnos rápidamente. Vivimos en San Cristóbal, en Artemisa. Mi padre trabajaba con una compañía norteamericana que laboraba en el Oasis de Varadero.
  “Al triunfo de la Revolución le encargan la superintendencia general de la INPUD en Santa Clara. Y es, entonces, en el año 1964 que le encargan laborar en la termoeléctrica de Cienfuegos. Es cuando nos trasladarnos a Cienfuegos, por suerte. Desde enero de 1965 llegué a esta Perla que nos atrapó a todos.
  “Dicen que es una ciudad embrujada…, te absorbe inmediatamente..., atrapa a todo el que llega. Es como un regalo de los dioses que todavía deambulan por algún lugar. Mis hermanos comentan que son cienfuegueros, pero es por el orgullo de haber vivido en esta urbe. Mis padres regresan a La Habana un tiempo después, al igual que mis hermanos. Yo no pude hacerlo, creo que tomé el agua de estos cuatro bellos ríos que desembocan en la Bahía de Jagua.

Catedral y Restaurante Polinesio.
Irán es de esos hombres que no admiten la mediocridad, ni puede convivir con ella, ni con la vulgaridad, la hipocresía, la envidia, por eso le ha entregado tanta de su sapiencia a esta ciudad a la que le agradece y a sus hombres, mujeres, niños, jóvenes y ancianos. “Es el pueblo el protagonista de todo lo que se ha logrado, siempre decimos que somos simples depositarios de algo que está hecho y lo único que hemos realizado es un poco que aglutinar voluntades y encauzar  los deseos de muchos, pero la obra está ahí.
  “Esta ciudad, la cual no era mía por nacimiento -pero los cienfuegueros han tenido la delicadeza de permitirme entrar, vivir, pasear por sus calles, avenidas, apreciarla en toda su grandeza escultórica, y como sus gentes tienen una sensibilidad increíble desde su propio acto fundacional-, ha acogido en su tierra a todo aquel que viene a hacer el bien en ella. Pienso que así me vieron y así me recibieron. Por lo tanto lo único que he hecho es amarla, llevo casi 30 años adorándola, no podía hacer otra cosa sino reciprocar tanta bondad”.
  El Centro Histórico, donde bulle la vida cultural de Cienfuegos y están enclavadas sus principales instituciones de este tipo y su parque Martí, antigua Plaza de Ramírez y luego de Armas, fue y será anfitrión de hermosos momentos del devenir del proceso revolucionario. También el entorno adecuado donde, a la sombra de sus árboles centenarios, comenzara el “había una vez” de bellos cuentos de amores reales, de finales felices y también desdichados.
 
Biblioteca Roberto García Valdés.
Si bien esta ciudad tiene edificios puntuales -el colegio San Lorenzo, la Biblioteca y el Obispado dentro de su entramado ortogonal, simétrico, de retícula perfecta, adscrito a los cánones geométricos del neoclásico- lo que la identifica es esa tira de fachadas marcada por la similitud de sus puntales, conformando un estilo arquitectónico muy homogéneo.
  “Cienfuegos está íntegro, no hay nada erigido en su centro fuera de tono, por ende el conjunto ha permanecido sin modificaciones traumáticas que destruyan el modelo original. Las manzanas forman bloques compactos de portales y líneas de fachada corridos. El desarrollo de la vivienda y de la historia incluso se subordinó al entorno, sin afectar los valores tradicionales”.
  Tres características técnicas centrales definieron la inserción del Centro Histórico de la ciudad en la preciada lista de lugares declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad, poniéndola automáticamente de tú a tú con la Gran Muralla China, la Estatua de la Libertad, Machu Picchu, el Cuzco, las pirámides de Egipto o los palacios de Versalles y el Vaticano, por citar algunos de sus nuevos parientes en tan selecta familia.
  Estas son su valor universal, su autenticidad, integridad y seguridad en su conservación. En torno a la última se detiene Irán Millán; quien considera que además de las leyes I y II promulgadas por la Asamblea Nacional a favor de la protección del patrimonio, Cienfuegos ha tenido la fortuna de sentir el respaldo de regulaciones y ordenanzas propias aprobadas por las asambleas provincial y municipal del Poder Popular.
 
Fachadas de la avenida del Prado.
Entonces evocó con gratitud en ese momento a Declouet, el fundador; a Agustín de Santa Cruz, quien donara para el empeño inicial las tierras de la Península de la Majagua; a Pedro Modesto Hernández, que organizara los faustos por el centenario de la ciudad, en 1919, en recordaciones que si algo valioso trajeron consigo fue la publicación de obras literarias de corte histórico imprescindibles para adentrarnos en nuestras memorias; a los desvelos del viejo historiador de Cienfuegos, Florentino Morales e Inés Suao, quien diera los primeros pasos en este largo camino hasta nombrar al Centro Histórico Patrimonio Cultural de la Humanidad.
  Para el 23 de octubre la Perla del Sur estará celebrando un nuevo aniversario de la inclusión del Centro Histórico de la ciudad en la lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad, formando parte de las 33 urbes declaradas ya por la UNESCO. Ubicada en el centro-sur de Cuba y conocida oficialmente como Colonia Fernandina de Jagua, nos coloca como un excepcional ejemplo arquitectónico de las ideas de modernidad y orden en el planeamiento urbano desarrollado en América en el 1800.
   Incólume, favorecida por el tiempo se yergue la “Ciudad del Mar”. Sus olas, rayos centelleantes devienen presagios eternos de la magnificencia de su gente.

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