Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

viernes, 3 de junio de 2011

Él también pudo ser Jacques Daguerre

El fotógrafo va como si fuera 
una mano de Dios, un elegido. 
Impávido. Inclemente. No se altera (…).
El fotógrafo sabe que lo espera
la soledad, la risa o el olvido.
Y una mujer con ojos de madera. 
Y un espejo de vidrio envilecido.

Alexis Díaz-Pimienta

Hay calma detrás de sus manos. Una calma que sube hasta los hombros y se acomoda, lúcida, a descansar sobre el pelo. Luego baja por las cejas, e intranquilamente se detiene en el centro del iris. Hay magia encima de sus ojos, debajo de los párpados, delante de la piel. Hay una suerte de caballero andante que hace de sus molinos los gigantes más pródigos, y de su lanza, la más perfecta de las construcciones. Hay misterios repartidos entre sus poros, hay enigmas, seguridades, desaciertos; y después están esas estrellas, en punta sobre la cien, y los cometas, las nubes, las alas de cucarachas, el pedacito de azúcar, la carretera, el café, la colilla de cigarro, el casco, los horizontes…
  Ismael Francisco González Arceo parece un hombre común. Lleva pegado al cuerpo una cámara y varios lentes. Bajo el obturador guarda, disfrazado de sonrisa, el momento exacto; entonces va, sin permiso, a robarse las realidades. Cuando las devuelve, ya nada es igual. Llegó a la fotografía, más que por azar, por un tropezón del destino; y al destino le sangró el dedo pequeño del pie, y le subieron calambres durante el resto del día.  La silla es demasiado estática para soportar la intranquilidad de su frente. Entonces tiene que moverse hacia la derecha, detener el paso en seco, y a la izquierda, y volver a girar, y a la inversa… Las primeras palabras interrumpen la poca brisa de las paredes, y hacen que las gotas de sudor bajen más despacio. Ahora la vista se extravía. Reclina el asiento. Digo Bayamo, para desgarrar el reposo del tiempo; y las emociones saltan impacientes desde su garganta.
- “Es la familia, la raíz. Pocos amigos. A veces uno pierde la continuidad y no sabe bien de dónde es, porque dices que eres de Bayamo y cuando caminas por sus calles nadie te conoce; y en La Habana te sientes un oriental. Pero la familia siempre queda: los tíos, las tías, los abuelos, los padres; eso es Bayamo”.
- ¿Eres el artista de la familia?
- “¿En la familia?, ¿artista?, sí, el único; bueno, mi papá y yo, porque él también es fotógrafo. Hay un ingeniero, y los demás son casi todos cuentapropistas”.
- Algún pasaje de tu niñez que haya influido en tu sensibilidad como artista visual.
- “Recuerdo cuando tenía 8 o 9 años, mi papá fue a Angola por primera vez a trabajar como fotógrafo. Me trajo de regalo una foto: una niña con una muñeca en la espalda. Mi primer recuerdo de comunicación con una imagen fue esa foto, siempre la tengo en la mente, la he querido mucho”.
- Antes que tu papá te regalara la primera cámara, ¿ya pensabas en la fotografía?
- “Pensaba en la fotografía…mira, no sé, jugaba con las cámaras, lo recuerdo bien, las tenía como juguetes; pero prefería el rodeo y los toros más que una cámara”.
- ¿Qué semejanzas existen entre querer ser vaquero y ser fotógrafo?
- “La realidad es que siempre busco apoyo en el rodeo. De niño me alejé de las vacas y los toros porque tenía miedo, pero ahora, después que soy fotógrafo, he regresado hasta ellos y me he expuesto más que antes. Es algo muy interesante, porque tengo que estar pendiente del trabajo y de la protección de mi vida. Eso me ayuda, y lo hago con frecuencia”.
- La primera fotografía que publicas es precisamente de un rodeo. ¿Cuánto de frustración y realización hubo en ese hecho?
- “Cuando esa primera fotografía yo tenía 10 años, la tomé en el Parque Lenin, donde se desarrollaba la quinta temporada nacional de rodeo. Yo quería ser vaquero. No podía; pero recorrí toda la Isla siendo una especie de mascota del equipo Orientales. Era un vaquero más, pero no montaba toros. Mi papá no me dejaba llevar la cámara a los recorridos, pero al Parque Lenin sí. Entonces me fui con Raúl López, un fotógrafo, y mientras él estaba subido en una cerca, yo, haciéndome el hombrecito, entré a la pista y tomé fotos allí. Esas fotografías para mí tienen un valor increíble. Y sí, fue frustrante desde el punto de vista que admiraba a esos hombres, su valentía, pero tuve que refugiarme en la cámara para poder estar ahí”.
- ¿Crees que un fotógrafo nace o se crea? ¿Cuánto de una y otra cosa?
- “Yo creo que nace y se crea. Las dos cosas, porque se puede nacer fotógrafo y llegar hasta un punto donde eso ya no es suficiente, y entonces necesitas hacerte fotógrafo. Es como alcanzar la mayoría de edad. Hay que respetar la fotografía, y respetarla ya es un poco más que nacer con ella, hay que estudiarla, hay que prepararse”.

La vida en el lente
 

Está moviendo los pies de manera incesante, pero el suelo lo recibe con agrado. La mano traspasa la densidad del aire, y los ojos buscan lo que hay más allá de las realidades. La silla dobla ahora una esquina. Se recupera. Se tambalea. Se equilibra… 
- Comienzas a trabajar apenas con 17 años en el diario Granma, pero no precisamente como fotógrafo.
- “Comienzo a trabajar de ayudante de impresora. Yo tenía que limpiar la tinta de las rotativas y dejar todo listo cuando se acabara la tirada del periódico. Aquellas rotativas tenían tres pisos de altura, y yo me llenaba de tinta, de churre, de grasa. También calibraba los rodillos, y después me costaba mucho trabajo quitarme la tinta negra y roja de Granma de la piel. Ahí empecé, y empecé a conocer ese mundo, y a amar la profesión de impresor.
  “Tener 17 años y trabajar con personas de tanta experiencia, disciplina laboral y pasión por el oficio, me ayudó sobremanera. En aquella época, para un impresor o un periodista, lo más importante del mundo era que el periódico saliera. Y Granma era un diario, y las máquinas llegaron a tirar 1 millón de ejemplares, y empezabas a trabajar a las 10 de la noche y terminabas al otro día a las 5 de la tarde. Aquello fue despampanante”.
- ¿Fue esa una de las épocas más difíciles de tu vida?
- “Sí, fue una época muy difícil, pero fue una época bonita. Difícil porque dejé todo lo que hasta ese momento había sido para mí una utopía, y empecé a darle un rumbo a mi vida. Luego de un año, salí de las máquinas y comencé a trabajar como aprendiz de laboratorio de fotografía, pero sin salario, porque no había plaza. Fue complicado. Me molestaba mucho trabajar los domingos, en esa época me molestaba muchísimo, además en Granma no había almuerzo los domingos. Eso fue muy duro, era un castigo doble”.
  Sus carcajadas contagian. Tiene el poder de enmendar las tristezas y siempre intenta ver en colores la vida. Quizás haya encontrado el secreto que muchos desconocen; tal vez por eso no puede dejar de reír. Ismael sabe que el Capitán Mendoza, como él lo llama, le enseñó mucho más que a vivir. Sabe que la tinta de las rotativas fue la mejor savia, el perfecto abono; entonces despertó. Dos años más, sin salario, trabajando bajo toda exigencia, le valió la genuflexión del Jefe de aquel barco: estudiar periodismo, y una plaza como laboratorista de fotografía, fueron el premio. Ismael también sabe que los retos nunca han sabido a gloria, y que a golpes se moldea el acero. Entonces el Capitán le dio la última tarea: incorporarse a una microbrigada, sin derecho a casa, y a la construcción de las obras de los panamericanos. Todo lo hizo al mismo tiempo. 

-¿Cómo fue tu primera experiencia como reportero durante los Juegos Panamericanos de La Habana, 1991?
- “Para mí fue un gran reconocimiento que me acreditaran para los Juegos Panamericanos sin ser todavía fotoreportero. Y aunque tuve que hacer doble el trabajo, no me importó, para mí fue la gloria. Los juegos fueron una locura. Empezaba a trabajar a las 8 de la mañana, terminaba a las 6 de la tarde, y a las 7 comenzaba mi turno de laboratorio, que se extendía hasta las 2 o las 3 de la madrugada.
  “Asistí a muchas fiestas y comidas, incluido el primer día. Fue curioso: todos los fotógrafos acreditados estaban en la inauguración, y llamaron urgente al periódico porque necesitaban un reportero en el Bucán para cubrir una cena oficial que ofrecían a Fidel. El único que no estaba en la inauguración, porque hacía mi turno de laboratorio, era yo. Liborio me dio su cámara y me envió para allá. Allí estaba Fidel Castro, Mario Vázquez Raña, ex presidente de la organización deportiva panamericana, Juan Antonio Samaranch, Presidente del Comité Olímpico Internacional, estaba Ted Turner, fundador de la cadena de televisión CNN, Jane Fonda…. Fue una experiencia muy bonita y enriquecedora”.
- La crisis de los balseros, el regreso de los restos del Che…
- “Ojalá esos sucesos ocurrieran ahora. No creo que hiciera las cosas mal, pero sí pude haber hecho mucho más. El año 1994 fue muy convulso. Uno no estaba ajeno a la realidad que vivía, y de una forma u otra, afectó aquel estrés, y la crudeza de los acontecimientos. Pienso que fue un privilegio salir a trabajar cuando la apertura del Mariel, hay fotos que yo las miro ahora y todavía me dan miedo. Pero en aquel tiempo yo aún no tenía un dominio técnico bien formado para enfrentar esas situaciones, lo hice como pude. Me hubiera gustado haber tenido un poco más de preparación.
  “El Che, 1997. Ya en ese año tenía un poco más de experiencia. No te digo que no me sorprendió la cobertura del regreso de los restos del Che, es que todo fue una sorpresa. No se sabía lo que iba a pasar, no había organización de ningún tipo, y todo ocurrió sobre la marcha. Los compañeros que fueron conmigo no pudieron descender del avión, incluido Ramiro Valdés. Yo salí solo, a enfrentarme a lo que viniera y tuve que hacer mis fotos. No sé cuántos periodistas habían en un pedacito de calle, por encima de mí volaba el dinero, volaban grabadoras, volaban cámaras, pagaban 100 y 200 pesos por una foto. Yo estaba en una posición favorable, pero fotografiaba entre dos policías antimotines, y entre sus escudos y las motos. Lo más complicado fue volver al avión. Tuve un encuentro muy fuerte con la policía en plena pista porque no me querían dejar subir. Eso estaba previsto de todas maneras. Estaba previsto que yo no pudiera regresar en ese vuelo y tuviera que volver a La Paz para tomar otro a La Habana. Pero yo quería llegar a Cuba junto con el Che, y lo conseguí.
  “Recuerdo que cuando llegamos a la base de San Antonio, allí estaba Fidel. Yo quería estar presente en el acto, pero no estaba acreditado. Lo estaba para Bolivia, pero no para La Habana, y no, no pude entrar. Yo vine con el Che en el avión, pero no pude ver a Fidel. Eso me dolió mucho. Pero aquella fue una experiencia increíble, y ese año fue muy definitorio para mí desde el punto de vista de alcanzar confianza y respeto. Me busqué muchos problemas con los veteranos por ir a Bolivia, yo estoy convencido que ellos también se merecían ir, que todos los cubanos se merecían estar en Bolivia. Solo traté de hacer mi trabajo lo mejor que pude”.
- Tuviste la oportunidad de exponer junto a los fotógrafos más destacados de la Isla, ¿cuánto te aportó en lo personal y profesional esa cercanía con figuras como Korda, Liborio, Salas y Corrales?
- “Todo partió de un primero de mayo dedicado al Che. Cuando terminó el desfile, nos pidieron una fotografía a cada uno de los fotógrafos que habíamos estado allí. Yo envié la mía, pero no tenía idea de qué se trataba. Sucedía que Liborio, Korda, Corrales y Salas iban a hacer una exposición sobre el Che, y a seleccionar la mejor imagen de los que habíamos estado en la Plaza aquel día. Finalmente escogieron mi foto, y participé en esa primera muestra en el memorial José Martí. Fue un honor grandísimo. A partir de ahí, la curadora de la exposición me localizó, y me pidió alrededor de 10 fotografías mías para exponer junto con Liborio, Salas, Korda y Corrales en Londres, por espacio de un año, en una galería fija. Fue algo trascendental, me aportó muchísimo y marcó mi carrera”.
- ¿Cuáles han sido los momentos más difíciles de fotografiar tanto dentro como fuera de Cuba?
- “Los más difíciles han sido los que encierran desgracias humanas. Eso siempre me ha golpeado. 1998 en Nicaragua fue desastroso. El huracán Mitch allí acabó. Yo tomé algunas fotografías que después de procesadas, no he vuelto a mirar, fue espeluznante. Me marcó mucho. Los huracanes aquí en Cuba también. La Isla de la Juventud me traumatizó, fue muy deprimente. Esas son el tipo de fotos que aunque muchos crean que uno se siente estimulado al hacerlas, no es así. Es muy difícil, porque uno no sabe hasta qué punto una persona que está pasando por un momento tan crítico, asimile las fotos como un gesto de solidaridad, o como una burla. A veces se crean unos silencios espantosos: las personas te miran y no dicen nada, y tú fotografiando, y no sabes cómo romper el hielo, cómo actuar, qué decir. Es muy, muy, muy difícil establecer algún tipo de diálogo, más uno que no llega con una teja, ni con un pedazo de pan. También me resultan difíciles las cosas de «rosca», las que uno hace porque tiene que hacerlas. Por eso siempre trato de salirme de la «rosca», inventar, me es muy complicado trabajar por mandato”.
-¿Y los más felices?
- “Yo recuerdo mi primera cobertura internacional como un momento muy feliz. Éramos un grupo de jóvenes muy sanos y todo fue muy lindo. Y aunque no tenía la trascendencia de los restos del Che, y no fue algo que te marcara desde el punto de vista histórico, fue muy significativo desde el humano; por la solidaridad, por el ambiente tan feliz que se logró en esa aventura a México. Otro momento feliz fue trabajar junto a mi padre en la cobertura del 26 de julio en Guantánamo, año 1995. Fue muy lindo, porque no se me había dado nunca, y creo que hicimos un buen equipo. Fue algo feliz, fue así”.
- ¿Cuánto te aportó trabajar junto a tu padre?
- “Lo que más me aportó es que el viejo es mi principal crítico, el mayor, y eso me encanta. Todas las tardes cuando llegábamos a casa nos sentábamos en el patio para hacer un resumen del trabajo del día. Entonces yo le contaba las fotos que había hecho, y él sin mirarlas me hacía los señalamientos. Era increíble. Y nunca me hizo creerme que era bueno, ni me dio ningún tipo de privilegio, nada”.
  A veces uno descubre caminos ocultos en la soberbia de la noche. Y uno avanza, con miedo, pero avanza; porque uno también sabe que tanta luz, quema. Eso lo aprendió Ismael. Por eso se fue a transitar por otros senderos. En el año 2000 deja de trabajar en Granma y encuentra nuevas luces como fotógrafo en Prensa Latina.

Los otros colores del horizonte

 

La silla ya conoce sus movimientos, y se desliza antes que él lo haga. Entonces lo espera en la otra esquina, y luego lo regresa por la misma senda, la de las huellas. Aún los pies se entrechocan con la mesa, con el suelo; y aún su mirada busca en las ventanas los pliegues de la vida. Se levanta, dejando a medias las palabras, hace aparecer al fuego, enciende un cigarro, ya conocido, se toma el humo, y lo devuelve entre las sílabas que faltaron.
- En el año 2007 obtienes la mención en el concurso mundial de fotografía de agencias de noticias en Estepona, España… ¿qué valor tienen los premios para ti?, ¿son el estímulo para enfrentar el trabajo con más rigor?
- “Te soy sincero: creo que los premios tienen más reconocimiento para la gente que para uno mismo. Yo lo veo así, para mí no tienen ningún valor. Y es que solo cuando las personas saben que tú ganaste un premio, te miran y se fijan en tu trabajo. Por eso no me gusta participar en concursos, mi concurso y mi premio es publicar y que vean mis fotos. Me gusta más estudiar los concursos, soy un ratón, siempre miro lo que la gente envía a los certámenes. Eso sí lo disfruto muchísimo, no es criticar al jurado, no es ser jurado, sino descubrir lo que la gente entiende que es bueno o malo.
  “Lo de Estepona sucedió porque mi ex­presidente me dijo un día: - Ismael necesito que en diez minutos envíes tres fotos a esta dirección de correo electrónico, yo mañana estoy saliendo para España y no puedo llegar sin fotos de Prensa Latina. Yo me senté en la computadora y las tres primeras fotos que encontré fueron las tres primeras fotos que mandé para Estepona. Me olvidé totalmente de aquello, y a la semana recibí la noticia del premio. Y más que sentirme elogiado me dediqué a buscar los criterios, y el por qué mi fotografía había ganado. Encontré razonamientos muy interesantes, y descubrí que el premio estaba encaminado a encontrar la belleza en la fotografía de prensa. A partir de ahí me propuse, ya de manera más conciente, embellecer la noticia. Ese fue el mayor premio que alcancé en ese concurso: darme cuenta de qué estaba pasando y qué debía hacer. Desde entonces creo que mis fotografías han cambiado bastante”.
- Dime tres fotografías tuyas que te vengan a la mente ahora mismo.
- “Hay fotos que no se me escapan de la mente. Una es la de dos niños en la Isla de la Juventud luego de un huracán; estaban sentados en una cama, y la casa estaba sin techo. Eso me partió el alma. Otra es una fotografía que le hice a mi abuelo cuando cumplió 100 años. Mi abuelo me enseñó a jugar pelota, estuvo muy vinculado conmigo, y yo siempre quise hacerle un retrato de verdad y no había podido, lo logré a sus 100 años. Y la tercera es una que le tomé a Fidel Castro con el machete de Antonio Maceo en Santiago de Cuba, el 1ero de enero de 1995”.
- ¿Lo que te falta por fotografiar?
- “Hay sucesos que ocurren y despiertan en uno muchos deseos de trabajar. El año pasado fue para mí decepcionante desde ese punto de vista. Yo estaba alistado para salir para Honduras cuando el golpe de estado, y finalmente no me autorizaron a ir. A mí me hubiera gustado estar allí. Sentí necesidad de denunciar lo que pasaba, y quería hacerlo. Con Haití me sucedió igual, estaba todo listo, y tampoco pudo ser. Entonces creo que me falta una no, muchísimas fotos por hacer; además porque considero que todo es importante, y todo merece la pena ser fotografiado”.
- ¿Qué es fotografía para ti?
- “Placer. Honestamente. Lo que siento al fotografiar es placer; aunque haya cosas duras de fotografiar, para mí es un placer”.
- ¿Cómo te ves en una fotografía?
- “¿Que cómo me veo en una fotografía?: horrible”.
- ¿La vida es más fácil detrás o delante del lente?
- “¿La vida?, yo creo que es más fácil delante del lente. Creo”.
- ¿Tu fotógrafo?, ¿tu foto?
- “Hay varios fotógrafos, respeto y sigo el trabajo de algunos que considero que son realmente clásicos. Extranjeros: Oded Balilty, Ramón Espinosa y Javier Galeano. Y en Cuba: los ya jubilados Fernando Lezcano y Pedro Beruvides, y el fallecido Ahmed Velásquez.
  “¿Mi foto?: el Pulitzer de Balilty. Esa foto la hubiera querido hacer yo, es lo más grade que he visto en expresión, ¡está todo tan bien puesto en esa imagen! Para mí es mágica”.
- ¿Cuánto lleva una fotografía de intuición, cuánto de conocimiento técnico y cuánto de casualidad?
- “Tiene de todo. Y yo diría que más que intuición debe tener preparación. Un fotógrafo de prensa que no sepa qué está pasando en el mundo, qué es noticia de su país en el mundo, y salga para la calle sin conocer esas cosas, puede perder muchas fotografías. Por tanto, es muy necesaria la preparación, la información y el dominio técnico, pues uno puede tener millones de ideas, y no poder hacer nada. Eso es frustrante.
  “Creo que hay muchas personas, con carencias técnicas haciendo fotografía de prensa, con bastantes carencias técnicas. Entonces se lanzan a hacer fotos que a veces quedan bien, y a veces mal. Un fotógrafo de prensa sale a trabajar a como de lugar, y si la posición que alcanzó fue a contraluz, eso no puede ser un impedimento para lograr la imagen. Hay que estar preparado para hacer la mejor fotografía en las peores condiciones”.
- ¿La fórmula para una buena fotografía?
- “Trabajar”.
- ¿Crees que el espectador agradece, o le da valor a tus fotos?
-  “Creo que la gente sí lo agradece, y aunque muchas veces no llegue a saber lo que piensan, creo que sí, le dan valor. Pero para mí es mucho más importante que las personas tengan la posibilidad de ver mi trabajo; yo estoy tranquilo cuando traspaso la barrera mediática y me posiciono”.
- ¿Qué debe poseer un profesional, además de talento, para sobresalir?
- “Un profesional debe estudiar todos los días, y de la fotografía, tiene que ver fotos todos los días. Yo estoy seguro que si hacemos una encuesta desde Guantánamo hasta Pinar del Río, pocos fotógrafos saben cuáles fueron las 25 mejores fotos de prensa de ayer en el mundo. Simplemente porque no les interesa, no les interesa”.
- Se dice que el genio hace lo que puede y el talento lo que quiere. ¿Qué hace Ismael, lo que puede o lo que quiere?
- “Ismael trata de hacer lo que puede, y muchas veces hace lo que quiere. Pero otras veces ni hace lo que puede, ni hace lo que quiere. Pero me siento un fotógrafo muy libre, privilegiado, con la autonomía total para hacer las cosas que yo quiera. Eso me satisface mucho”.
- Según Martín Keene, “un fotógrafo tiene una butaca de primera fila en la historia. La cámara puede ser testigo de una Revolución que afecte a un país- incluso al mundo- o consignando las ideas y venidas de una comunidad local”. ¿Qué significa haber estado presente en tantos momentos trascendentales del país?
- “Ha sido una escuela, una enseñanza diaria. ¡Nosotros somos tan privilegiados!, lo mismo podemos estar hoy en un evento científico donde se discuten cosas muy trascendentales, o con el hombre que mejor cosecha los ajos en este país, o con el amor de otro que tiene un proyecto comunitario en las montañas. Lo que intento explicarte es que es un privilegio poder participar en cosas así, y ver de todo. Es haber participado en momentos grandes de la pelota, en instantes decisivos de la Revolución, en elecciones, y en disímiles lugares que uno a veces no se imagina. Creo que de todo sale una enseñanza, una ayuda, una reflexión. Y te digo, los periodistas de medios nacionales, y sobre todo los fotorreporteros, tienen un gran privilegio. Estar y estar, no es estar aislado de la realidad, y de lo que está pasando, sino estar y estar”.
- Fotografiar a Fidel
- “Fidel siempre me dio confianza, me sentía confiado cerca de él. Nunca tuve miedo al diálogo, pues mucha gente se acobardaba y tenían pánico si él les hablaba. Siempre dije que nunca le iba a mentir, y cada vez que me preguntó, respondí lo que pensaba. Y me preguntó cosas simples, por ejemplo: si tenía hambre, y le dije que sí, y es que era verdad que tenía hambre. Nunca me presioné, no sé bien por qué, tuve la virtud de alcanzar lo que en mi criterio es una de las claves para el éxito de cualquier profesional: nivel de concentración en el trabajo. En ese momento yo no estoy ni para tomar café, ni para el chiste, ni para reírme del que está al lado mío, en ese momento concentro mis cinco sentidos en fotografiarlo y lograr lo que yo quiero en momentos determinados”.
  “Estudié su personalidad ampliamente, llegué a reconocer cuando estaba molesto, cuando estaba feliz, cuando no estaba en el lugar, cuando le estaba importando poco lo que estaba pasando. Pero nunca me sentí nervioso, al contrario, me agradaba que él llegara, que me sorprendiera en una actividad, eso para mí no era un problema. Sucede también que yo desde niño estaba viendo a Fidel, y eso fue muy importante. Yo me crié en Granma, y Fidel visitaba casi diario el periódico, lo vi muchas veces, hablé con él, para mí no era un extraño. Desde que tengo uso de razón, tengo recuerdos de Fidel”.

Deteniendo el vuelo de la luz

  Ya sé de la genialidad de sus ojos, de la precisión de su mano; ya sé que sus instantáneas enamoran, que te obligan a soñar, a creer en la magia de lo cotidiano, y a saber que la gloria se puede alcanzar con solo presionar el obturador. Ya sé que sus fotos besan tan suavemente el iris, y que luego te sumergen en un mar de adicciones. Ya lo sé. Pero Ismael es mucho más que ínfulas, mucho más que los después, mucho más que los mañanas.
- ¿Cómo valora la foto de prensa actual en los medios nacionales?
- “Para mí la fotografía de prensa en los medios nacionales no existe, así de fácil, porque no existe la prensa. Entonces: ¿dónde tú vas a desarrollar la fotografía si no tienes periódico?, ¿en dos periódicos diarios que hacen lo mismo, que cubren las mismas cosas, que además tienen ocho páginas y son en blanco y negro? Creo que podríamos mejorar muchísimo si aunáramos fuerzas y papel, y a Granma, Trabajadores y Juventud Rebelde lo hiciéramos un solo periódico donde se pudiesen desarrollar muchas más cosas, incluida la fotografía”.
- Angulación, planos fotográficos, encuadre, composición, iluminación, connotación, denotación…
- “Pienso que todo eso viene en la mente, y en la capacidad que tenga el fotógrafo para desarrollarla de manera visual. Es necesario tener conocimientos técnicos, pero es necesario incorporarlos al pensamiento, después, un fotógrafo podrá entonces empezar a desarrollar planos, angulación, enfoque, desenfoque. Y eso se logra, entre otras cosas, mirando fotos, y buscándole intencionalidad a las imágenes, empezando a querer decir cosas con la fotografía. Mientras que el fotógrafo no intente mostrar algo salido de su mente y no de la cámara, no va a lograr efecto”.
-¿Cuál considera que sea el mayor fracaso para un fotógrafo?
- “Andar sin cámara”.
- ¿Qué temas prefieres fotografiar?
- “Me gusta todo, me gusta fotografiarlo todo. Soy enemigo de la especialización. Necesito, profesionalmente, no hacer las mismas cosas todos los días, porque entonces se me crea un conflicto”.
- El defecto imperdonable
- “La envidia.”
- ¿Cree en la inspiración?
- “Sí, creo en la inspiración”.
- Tus niñas…
- “Mis amigas”.
- Un consejo para aquellos que se inician.
- “Estudiar. No caer en la autocomplacencia de creerse el mejor del mundo. Tener paciencia. Arrimarse a los que saben. Y con mucha modestia tratar de llegar, y saber por qué se llegó”.
- ¿Cómo te gustaría que trascendiera tu obra?
- “No, no me gustaría, porque eso me parece que va a ser después de muerto”.
- Un epitafio
- “Yo no pido más, que ser un buen recuerdo alguna vez”. 

  Es un privilegio imantado por la solidez de sus pensamientos. Y uno va hipnotizándose mientras ve la silla rodar, el humo subir, el cigarro gastarse, a sus manos dirigir las genuflexiones del aire; uno no sabe que el tiempo pasa, porque el tiempo a su lado no tiene sentido.
  Ismael es mucho más que un nombre que va de pie en algunas fotos, es mucho más que un hombre que logra admirar con una fotografía, es mucho más que una mano salvadora, o una mente amiga. Es tanto, que a veces uno también se pierde entre sus Islas; pero naufragar allí no es desgracia. ¡Qué nunca aparezcan las tablas!

3 comentarios :

  1. Hola

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  2. Interesante la entrevista.
    Saludos Mercedes.

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