Homenaje a Ignacio Jacinto Villa y Fernández, más conocido por Bola de Nieve, por el centenario de su natalicio. En este trabajo, síntesis biográfica y opiniones de figuras relevantes de las artes.
Cantó, y de qué manera… ni él mismo supo cómo se atrevió a hacerlo en México -aquella primera vez en público, para suplir un vacío en el espectáculo. Cantó para bien del mundo. Cantó para dejarnos por siempre esa voz, que le sale redonda como su sobrenombre, una voz visceral e irrepetible.
Cantó vestido de frac, a risa suelta. Cantaba a su antojo, moldeaba la canción entre las ventanas de su diálogo, sus inflexiones y su voz ronca (de "vendedor de duraznos y ciruelas", como solía decir), y siempre dejaba una nota irónica y humana. Cantó sin voz, arrancando aplausos, en idiomas de cuatro continentes. Con su desmesurada sonrisa, rompió el empaque de la gala teatral. Impuso una expresión que envolvía hiriente sátira, inocente bonhomía...
La amabilidad del gesto y la sonrisa, la elegancia impecable, la media voz y las melódicas armonizaciones sobre la tosca figura, el timbre áspero y la vitalidad agreste de los ritmos criollos fascinaron a todos aquellos quienes apreciaron su arte.
La amabilidad del gesto y la sonrisa, la elegancia impecable, la media voz y las melódicas armonizaciones sobre la tosca figura, el timbre áspero y la vitalidad agreste de los ritmos criollos fascinaron a todos aquellos quienes apreciaron su arte.
Este hombre, este músico, este artista, este cubano universal de piel negra y brillante, de cara redonda y voz áspera, pequeño de estatura, regordete, con algo o mucho de güije y chicherekú; este hombre leyenda, de oído despierto para juntar en su sensibilidad dos tradiciones: los grandes clásicos de la música occidental y la savia de los cantos y los toques de los cabildos y solares. Beethoven con Yemayá, Verdi más los rezos a Ochún. El mito de Sikán en las volutas de las catedrales góticas; nació el 11 de septiembre de 1911, en Guanabacoa, La Habana, para quedar por siempre entre nosotros.
Sobre sus composiciones también llovieron los elogios, pero son composiciones que sólo él podía y podría cantar, en una extraña y subyugante simbiosis.
"Yo no creo que soy un compositor ni me respeto como tal. Yo no creo en Bola de Nieve compositor. De las cosas que así me salieron, cancioncitas de esas baratas que yo hago, hay algunas que han gustado. Creo que lo mejor que me califica es mi personalidad de intérprete. No soy exactamente un cantante, sino alguien que dice las canciones, que les otorga un sentido especial, una significación propia, utilizando la música para subrayar la interpretación (...). Cuando interpreto una canción ajena no la siento así. La hago mía. Yo soy la canción que canto; sea cual fuere su compositor. Por eso, cuando no siento profundamente una canción, prefiero no cantarla. Si yo canto una canción porque está de moda, pero no la siento, entonces no la puedo trasmitir, no le puedo dar nada a quien me escucha. Yo entiendo por arte dar las cosas como uno las siente, poniendo al servicio del autor la propia personalidad, y establecer esa corriente que hace que el público ría o llore, o guarde silencio".
Así era de humilde. Lo cierto es que Edith Piaf se sorprendía porque nadie podía interpretar como él su canción La vie en Rose, y Andrés Segovia afirmaba que escucharlo era como asistir al nacimiento de la palabra y la música.
Poseedor de los misterios de la técnica musical, gozó además de una cristalina personalidad y una mezcla encantadora de alta cultura y sencillez de pueblo. No creía en la improvisación y decía que no había trabajado en teatro por hobby ni por récord, sino por aquello de que había que comer y hay que trabajar.
Ignacio Jacinto Villa fue un singular fenómeno artístico que pasaría a la historia de la música cubana e internacional como Bola de Nieve, hablaba así en una entrevista concedida pocos días antes de su muerte, en 1971:
"Yo no sé si me inicié en el arte o si me iniciaron, no pude decir: quiero ser. Yo era un aspirante a la universidad, cuando vino una revolución en Cuba. Fue en la época de Machado (años 30) y yo tocaba el piano, sabía música, tenía nociones de lo que era hacer música popular, que es la que siempre he hecho. Pero entonces hubo que comer y me dediqué a tocar el piano en un cine, acompañando a una cantante". Y continuaba: "...nunca tuve el plan de iniciarme para vivir del arte. En eso tuve la suerte de conocer a una de nuestras más relevantes figuras del teatro en aquella época. Se llamaba Rita Montaner".
Y, según contaba Ignacio, a Rita Montaner le hizo gracia verlo rapado y tan negro, y en público lo llamó Bola de Nieve. A la gente presente le gustó el apodo y fue suficiente para perpetuarlo. "Fui acompañante de Rita porque no había otro que lo hiciera en ese momento, sin ninguna idea de que fuera a ser solista ni mucho menos. Todo esto sin que nadie me conociera, sin saber si era bueno, malo, regular...si era artista o no. Era el pianista de Rita Montaner única y exclusivamente. Y fuimos a México y en México seguí siendo su pianista y ahí el mote de Bola de Nieve se popularizó".
Seguía narrando el Bola que Rita, en determinado momento, por cuestiones de clima, comodidad y cansancio, regresó a Cuba y quedó él en México acompañando a otros cantantes en una revista teatral. Así (otros dicen que ocurrió un día en que la artista estaba indispuesta) una noche lo empujaron al escenario y le dijeron: "¿por qué no haces para el público eso que haces para jugar y divertirnos?
Aturdido, nervioso, sin saber qué hacer, cantó Vito Manué, tú no sabe inglé, de Grenet y Nicolás Guillén. El resultado fue la ovación cerrada de más de cuatro mil personas que llenaban el Politeama de México. El Bola afirmaba que México era su segunda patria, porque esa noche nació por segunda vez. Tenía entonces 22 años. Corría 1933 y aunque era popular en tierra azteca, nadie le conocía en Cuba.
Ese paso lo daría tras encontrarse con Ernesto Lecuona (autor de Siboney, Andalucía, Malagueña y otras), quien gustó mucho de las actuaciones de Bola y le habló de traerlo a la isla. "Llegué a Cuba y debuté, y me tocó la suerte de que no me tiraran hollejos de naranja y piedras, ni nada, me aguantaron. Yo seguí abusando de la gente y hasta hoy estoy trabajando en eso", contaba humildemente el carismático artista en 1971.
Sobre su apodo
Por aquellas irregularidades de la historia, en la cual se mezclan siempre leyendas, cuentos populares y las pesquisas de críticos y musicógrafos, hay una contradicción en cuanto al surgimiento del apodo de Bola de Nieve. Para muchos, lo creó Rita Montaner en una noche de actuación en el hotel habanero Sevilla en el año 30 o 31, ocasión en que la acompañó al piano en El Manisero y Siboney. Para otros, fue idea de un médico del barrio. Estos últimos cuentan que a Ignacio le mortificaba el apodo ya en la época en que aún no era famoso y esperaba en el portal de un teatro de la vecindad para canjear su arte por un peso cuando faltaba el pianista de la función, o cuando acompañaba filmes silentes en el cercano cine Carral. Los chicos del barrio, en burla, le gritaban "Bola de Fango" y "Bola de Trapo".
Eso sí, no hay dudas de que fue gracias a Rita que se hizo famoso aquel incisivo mote. Cuentan que, llegados ambos a México, la gran cantante hizo que pusieran en el cartel de presentación: "Rita Montaner y Bola de Nieve".
Lo que piensan de él tres relevantes hombres de las artes:
Harold Gramatges: "Su auténtica musicalidad, su amplia cultura y una gracia sin medida hacen de él un personaje singular dentro del arte que cultiva [...]. Por eso es universal nuestro cubanísimo Bola."
Pablo Neruda: "Bola de Nieve se casó con la música y vive con ella en esa intimidad de pianos y cascabeles, tirándose por la cabeza los teclados del cielo. ¡Viva su alegría terrestre! ¡Salud a su corazón sonoro!"
Alejo Carpentier: "Bola de Nieve nos pone a todos de acuerdo, evidentemente. Pero ha tenido, por encima de eso, el talento necesario para ponerse de acuerdo con todos los pueblos del mundo."
Andrés Segovia: "...Escuchar a Bola es asistir al nacimiento conjunto de la palabra y la música". A Bola de Nieve, más que impresionar, le interesó expresar, tocar la sensibilidad del que escucha, y en eso, quizás, se encierra el misterio de su arte, su magisterio artístico."
Roberto Fernández Retamar: "Se recuerda la primera vez que uno oyó a Bola de Nieve como un cubano recuerda la primera vez que vio la nieve; como algo natural y misterioso que daba alegría y, desde luego, un poco de tristeza; que uno sabía que iba a contar después. Pertenezco a la estirpe feliz de gentes que han oído a Bola de Nieve".
La música cubana y el Bola por el mundo
Vestido de impecable etiqueta, elegante, Bola de Nieve expresó el espíritu de la música popular cubana. En pianos de cola, en fastuosas salas de concierto, siempre salían de sus manos sobre el teclado, y de su voz, los aires del cajón sonado en las calles de su Guanabacoa natal.
El Bola no creó, sino que fue él mismo, un estilo único, tal vez irrepetible. Llevaba en sí esencias ancestrales que fundió en una expresión singular. Su voz, su manera de tocar el piano, sus gestos teatrales y su forma de interpretar las creaciones propias o de autores nacionales y extranjeros le dieron un sello atractivo y original que llevó por todo el planeta. Por todas partes anduvo más de una vez, y siempre le pedían que regresara.
Desde su debut en México de los años treinta, paseó sus simpatías y su arte por Buenos Aires, donde, de la mano de Lecuona (pertenecía a la compañía del gran músico), compartió en 1936 con Esther Borja; Santiago de Chile, Montreal, Lima (cuna de Chabuca Granda, de quien interpretaba magistralmente Flor de Canela); Bogotá; Caracas (en Maracaibo se abraza con Libertad Lamarque); Río de Janeiro (donde gana el acento brasileño en las sambas de Ary Barroso o en los cantos marineros de Dourival Caymi)...Estados Unidos, donde deja su huella y una constelación de aplausos en el Hall de la Fama, el Carnegie Hall de New York (donde lo llamaron nueve veces a escenario y el New York Times lo comparó con luminarias como Nat King Cole y Maurice Chevalier), en la Academy of Music de Filadelfia... Allí, el tenor Paul Robenson lo oye en Café Society y le retribuye cantándole en el camerino...
En Europa, el Bola se hace conocido en París, Cannes, Niza, Florencia, Copenhague, Milán..."Un día tenía un hambre de tres varas y media y hacía cualquier cosa...canté en italiano, bromeando. Me contrataron para Eurovisión y me cansé de volar entre Milán y Roma"...Moscú, Leningrado, Praga, Sofía, Bucarest...Y también Asia: Beijing, Pyongyang...
Pero, a pesar de toda su fama y sus éxitos en tantas latitudes, siempre regresaba a Cuba y como todos los grandes hombres cubanos sentenciaba: "Me siento eminentemente latinoamericano, tan latinoamericano que no tengo nacionalidad cuando de continente se trata". Su felicidad máxima fue, como dijo él mismo, haberse entendido con su pueblo.
Bola de Nieve padecía de diabetes y asma y en enero de 1969 se le descubrió una cardiopatía arteroesclerótica. A pesar de un infarto que sufrió en 1970, declaraba: "los trastornos que me está ocasionando la diabetes no me incapacitan para continuar martirizando al piano y a mi público".
Partió entonces a México, escala hacia Lima, y allí murió a las 5 de la madrugada del 2 de octubre de 1971. Fallecía, curiosamente, en la misma ciudad en que había nacido para el mundo del arte como Bola de Nieve. Según un periodista mexicano, al llegar al Distrito Federal "traía su sonrisa de siempre y nadie podía percatarse de que no vería el sábado mexicano, ni actuaría el domingo en Lima, ni jamás miraría a su Cuba, ni cantaría a su Habana"...El día antes de su muerte, Bola recorrió la capital mexicana, realizó visitas a artistas y admiradores...Se veía alegre, bromeaba, contaba anécdotas.
Su última actuación fue el 20 de agosto de 1971 en el teatro Amadeo Roldán, durante un homenaje a Rita Montaner. Apareció en la televisión por última vez en el programa musical "Álbum de Cuba", un día después de haber cumplido 60 años. Chabuca Granda junto a amigos y admiradores le preparaban un homenaje en Perú.
Mucho más sobre el Bola
Ignacio Villa Fernández nació en la villa de Guanabacoa, cuna de arraigadas tradiciones musicales y folklóricas. Sus padres fueron Inés Fernández, ama de casa, y Domingo Villa, cocinero de una fonda. Ignacio tuvo doce hermanos y aunque las condiciones económicas en que vivían no fueron las más favorables, sí participaban en el ambiente festivo criollo de la villa, lo cual marcó la personalidad creadora, la bohemia y la alegría del artista.
Se matriculó en el conservatorio Mateu a los ocho años y en 1923 comenzó a estudiar solfeo y teoría musical. Su aspiración era ser doctor en Pedagogía y en Filosofía y Letras, pero cuando se matriculó en 1927 en la Academia Normal para Maestros, la crisis que provocó la dictadura de Gerardo Machado le hizo dedicarse a la música para vivir.
Carrera musical
Inició su carrera como pianista de filmes silentes en el cine Carral de Guanabacoa; posteriormente fue pianista de la Orquesta de Gilberto Valdés que se presentaba en el cabaret La Verbena. Trabajó con la soprano Zoila Gálvez, y acompañó por vez primera a Rita Montaner en el Roof del Hotel Sevilla, donde esta cantó El manisero de Moisés Simons y Canto siboney de Ernesto Lecuona.
El 19 de enero de 1933 viajó a Yucatán, México, como pianista acompañante de Rita Montaner; allí actuaron en un espectáculo de variedades, y se dio a conocer como Bola de Nieve. En febrero fueron contratados por la compañía del empresario Campillo para presentarse en Ciudad de México, en la Revista Cuba-México, en el teatro Iris; luego trabajaron en el teatro Politeama. En este teatro Bola de Nieve comenzó su carrera artística como solista, cantando Vito Manué, tú no sabe inglé, música de Emilio Grenet y letra de Nicolás Guillén; después fue contratado por la radioemisora XW para mantener un programa de una hora diaria.
De México viajó a Estados Unidos en compañía de Rita Montaner, Pedro Vargas, las hermanas Campos, Enriqueta Faubert y Juan Martínez Casado. De vuelta a México, actuó el 30 de abril de 1934 en el cine Máximo con Ernesto Lecuona y con las sopranos Margot Alvariño y Luisa María Morales.
En 1935 regresó a Cuba, y fue contratado para trabajar en la Compañía de Ernesto Lecuona, con la que se presentó el 18 de enero en los teatros Campoamor y en el Principal de la Comedia; allí Bola y Lecuona ejecutaron a dos pianos El cabildo de María la O y Arrullo de palmas, ambas de Lecuona.
En 1936 realizó su primer viaje a Argentina, como parte del elenco de la Compañía de Lecuona, integrada también por Esther Borja, la pianista y compositora Ernestina Lecuona, la bailarina María Cristina Antinea, y Mapy Cortés, bailarina, cantante y actriz. Bola, además, hizo varios programas por Radio Esplendid y Radio Mundo, de Buenos Aires, y participó en el filme Adiós, Buenos Aires, en el que asimismo intervinieron Ernesto y Ernestina Lecuona, así como Esther Borja.
En 1937 hizo una gira por Buenos Aires, Chile y Perú; en este último país se presentó en el Teatro Municipal. En 1941 volvió a la Argentina, y fue aplaudido en la revista de Ernesto Lecuona, La Habana en Buenos Aires, en el teatro Avenida; en 1943 actuó en el Conservatorio Nacional de Buenos Aires.
En 1947 Bola de Nieve fue contratado por la Compañía de Conchita Piquer, con la que participó en una revista de variedades en los teatros Lara, de la Zarzuela y Poliorama, y en las ciudades de Zaragoza, Sevilla, Córdoba y Jerez de la Frontera.
En 1948 llegó a España con su elenco artístico Ernesto Lecuona, al que se unió Bola de Nieve, quien actuaría junto al barítono René Castelar y la bailarina Rosita Segovia. Ese mismo año Bola viajó con la Compañía de Lecuona a los Estados Unidos y allí se presentó en el Café Society de la ciudad de Filadelfia, junto a los cantantes Lena Horne, Teddy Wilson, Art Dayton y Paul Robeson. Después actuaría en los teatros Puerto Rico y San juan, de Nueva York, junto a Libertad Lamarque, Lou Walter, Tony Gary, Eva Garza y Fausta Curbelo.
En noviembre de 1948 intervino en el concierto de música cubana ofrecido en el Carnegie Hall de Nueva York, y la crítica lo comparó con el francés Maurice Chevalier y el norteamericano Nat King Cole.
En 1950 Bola mantuvo en CMQ radio el programa Gran Show de Bola de Nieve, en el que además dirigía la orquesta. En junio de 1953 participó, con Rita Montaner, la pareja de bailes Elpidio y Margot, Sonia Calero y el Ballet de Alberto Alonso, en la producción musical Danzón, del cabaret Montmartre.
Entre 1951 y 1958 efectuó varias giras por Francia, donde se presentó por vez primera en el Chez Florence de París, en 1951. En 1953 estaría en Copenhague; en 1956 ofreció un recital en el Salón de las Américas de la Unión Panamericana de Washington, donde inauguró los conciertos de verano de esa institución; la prensa lo calificó como un "maestro de la canción cubana". Visitó Niza, Roma, Venecia y Milán en 1957; posteriormente Dinamarca.
Bola de Nieve era muy apreciado fuera de su país, sobre todo en México. Pero en Cuba los comentarios eran distintos. Una selección anual de los artistas más destacados incluye a Bola en la categoría de "Excéntrico Musical". Entre 1944 y 1959 ninguna disquera nacional se interesa en él, y es en 1960 que Sonotone lo invita a grabar en La Habana. Ante el hecho Bola declara: "Es la primera vez que una compañía cubana solicita que yo grabe para ella".
A partir de 1961, Bola de Nieve realizó giras por Checoslovaquia, Unión Soviética y República Popular China. En 1964 y 1966, fue contratado para presentarse en el restaurante mexicano Cardini Internacional, y actuó, paralelamente, por la televisión en los programas Revolución Musical Nescafé y Variedades Gerber Silvia, que animaba la actriz y cantante mexicana Silvia Pinal.
De regreso a Cuba brindó un recital para los delegados al Encuentro Rubén Darío, que organizó la Casa de las Américas. Ese mismo año formó parte de la delegación cubana a la Expo’67, en Montreal, Canadá.
Aunque se ha comparado a Bola de Nieve con artistas como Maurice Chevalier y Nat King Cole, su verdadera y mayor influencia fue de la pianista cubana María Cervantes; de ella tomó los elementos rítmicos y la forma de acompañarse al piano.
Cantaba en inglés, francés, italiano, portugués, además de ser un intérprete singular, compuso piezas antológicas, como Si me pudieras querer o Arroyito de mi casa; sin embargo, no se consideraba un compositor, ni tampoco un cantante.
Ya habíamos comentado que antes del triunfo de la Revolución ninguna discográfica de la isla se había interesado en grabarle ningún disco, por eso la mayoría de su discografía data de otros países.
1933 - No dejes que te olvide (México)
1940 - Tú me has de querer (RCA Victor)
1941 - Señorita Chi Chi y Pampa (Argentina - RCA Victor)
1947 - Chivo que rompe tambó, Drume, negrita, El dulcero, Mesié Julián (Cuba - Coda)
1955 - (LP): No puedo ser feliz, Qué dirías de mí, Ya no me quieres, Se equivocó la paloma, No me platiques, Si me pudieras querer, Drume, negrita, Mesié Julián - (México - RCA Victor)
1956 - (LP): Yambambó, Ay, amor y otros diez temas (México - RCA Victor)
1957 - (LP): Bola de Nieve con su piano (España - Montilla)
1960 - (LP): Este sí es Bola (Cuba -Sonotone)
A partir de 1964, la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM), de Cuba, concibe álbumes de Bola de Nieve. En muchos casos, se trata de reproducciones de registros ya editados y compilaciones post mórtem. Sobresale el disco Bola canta a Bola, con obras del propio Ignacio Villa.
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