Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Beltrán, la rumba en el pecho

No me encontraba en Cienfuegos cuando ocurrió el deceso del Tío Beltrán. Y lo lamento, pues lo conocí desde niña, cuando cantaba con el coro de la Biblioteca Roberto García Valdés, dirigido por esa gloria de la cultura cienfueguera: Luisa Acea León. Nos visitaba en los ensayos, aconsejaba... Pero aquí les dejo un trabajo aparecido en las páginas del semanario CINCO de Septiembre, a propósito de la lamentable pérdida.

 Cuando lo entrevisté, hace varios lustros, con motivo de su destacada ejecutoria en el grupo folclórico cienfueguero Perla del Caribe, me anticipó el reconocimiento que, años más tarde, iba a experimentar la rumba al ser declarada Patrimonio Cultural de la Nación Cubana. Él siempre lo supo.
  Se refirió Leopoldo Beltrán Moya, entonces, a la esencia cubana tan ligada a dicha manifestación músico-danzaria a la cual este creador, sepultado en Cienfuegos el pasado fin de semana, se consagró en cuerpo, alma e idea. Habló de sus numerosos valores patrimoniales, del engarce entre el ritmo y el ser nacional... 
Tanto la rumba como el panteón completo de los géneros afrocubanos estuvieron inextricablemente vinculados a su trayectoria artística desde las muy tempranas edades cuando actuó por vez primera en público, en calidad de comparsero de Los Chalequeros, del barrio de La Caridad.
  Bautizado como “el tío Beltrán” en la pegajosa composición de Rosa Campo M con A, Ni con I, Leopoldo comenzó a amar la rumba en el corazón de las cuarterías y solares cienfuegueros.
  Nacido el 6 de octubre de 1930 en una familia de varios hermanos, conoció del hambre, la pobreza y la discriminación racial de los desgobiernos de turno contra los afrocubanos, quienes eran tratados como parias.
  Al igual que tantos, debió abandonar los estudios en el sexto grado, para ayudar a los suyos. Hizo de todo. Sobrevivió. 
Al triunfo de la Revolución, respaldó de forma resuelta el proceso y no dudó en subir al Escambray para formar parte en la épica lucha contra los asesinos alzados al servicio de los Estados Unidos, combate en el cual fue herido.
  Personalidad de la cultura objeto de extraordinario respeto en el territorio, el fundador y director de diversas agrupaciones mereció significativos reconocimientos culturales, a la manera de la Medalla Raúl Gómez García, los Premios Jagua y de Cultura Comunitaria y la distinción Jesús Menéndez, a propuesta de su Sindicato de Trabajadores de la Cultura.
  El maestro de varias generaciones de creadores folclóricos se despidió del mundo, a los 84, igual que siempre: sereno, tranquilo, amante de su arte y confiado en su permanencia a través de los tiempos. (Julio Martínez Molina, CINCO de Septiembre)

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