Ser una figura a considerar
dentro del arte musical de un territorio de tan magna historia en tal terreno
es una responsabilidad, ganada, que lleva con sosiego un cantautor como el
cienfueguero Rolo Rivera, quien a sus 28 calendarios ya posee un nombre, una
banda y un porvenir para componer sobre múltiples motivos temáticos y ponerle
voz a esos textos.
Es un tipo desenfadado cuyas
rectas metas no le imprimen solemnidad ni distanciamiento a sus actos
cotidianos. Antes bien, la afabilidad y cercanía con todos, incluido el resto
de la intelectualidad, parece formar parte de la naturaleza de un joven
agradable, cultivado, sensible, cuyos tempranos méritos no le hacen descarriar
el talante sencillo.
No fue uno de esos niños que
sabían que iba a ser músicos desde los cuatro años. De hecho, ninguna relación
guardó su vida con cantos o letras hasta que, durante su período del servicio
militar, un amigo le prestó la guitarra y, al rasgarle las cuerdas, le llegó el
anunciamiento: a eso se dedicaría. Luego de chapear el polígono, a veces por
quedarse sin pase vayan a saber por cuál razón, al jovencísimo Rivera, algo
melancólico, en ciertas tardes le dio por escribir. Ya ahora lo tuvo claro:
compondría y entonaría sus propias letras.
Aun en medio del “verde” le
pidió a su padre que le comprara una guitarra. El viejo, asombrado pues su hijo
había estudiado Comercio, a la larga lo hizo. A Pedro Novo, de quien era
vecino, le solicitó después que se la afinara, reclamo ante el que el mayor de
los conocidos hermanos músicos se asombró, pues la imagen suya del muchacho
solo se asociaba a la infancia y los juegos en la cuadra. Lo ayudó, e igual,
luego, Marcos Valdés, quien le enseñó la técnica y le insufló esperanzas.
También otros le prestaron su apoyo, pues vieron en el arroyo de su energía la
veta del talento.
En breve advendría, hasta
entonces, el momento más difícil de su vida, acaso la mayor disyuntiva
atravesada: apostar por ver qué le depararía un oficio en el cual prácticamente
ni se había iniciado, o continuar estudios universitarios en carrera tan
codiciada como la
Licenciatura en Turismo. Adivinen por cuál optó.
Más adelante, Rolo conocería
al cantautor Nelson Valdés, casi contemporáneo suyo, pero ya con una carrera en
el arte. Fue deslumbramiento a primera vista con la proposición creativa de
aquel. Buscó sus recitales, peñas... Seguía doquiera a su grupo, hasta que los
músicos (hoy algunos pertenecen a su banda de la Fabrik Alternativa)
le inquirieron en torno a sus intenciones. De remate, la noviecita del momento
lo “delató” y les dijo que él componía. No terminaron hasta que lo subieron al
escenario, pese a sus negativas y pavor.
Rolo perdió el miedo y
cuanto comienza a partir de dicho instante es una bella historia de superación
personal, jalonada por el empeño y la inserción dentro de una poética
identificada con su generación cantora.
El debut del músico fue en
2010, en el teatro Tomás Terry, mediante su tema Corazón cautivo, durante la
edición anual del evento Al sur de mi mochila, de la Asociación Hermanos
Saíz, donde ingresó por derecho propio. A la estructura le debe agradecer su
participación en los eventos trovadorescos realizados en el país y compartir
con importantes cultores del género.
Miguel Cañellas le ofreció
el antes mencionado teatro para la realización de su primera peña. Luego, ya
amigo de Nelsito, tomó además el batón de las suyas durante sus ausencias
debido a compromisos laborales, por espacios de seis meses o un año, a la cual
se suma su espacio propio con la Fabrik Alternativa, banda que fundó con músicos
graduados de la Escuela
de Arte Benny Moré y formados en la especialidad por la Escuela de Instructores de
Arte Octavio García.
Los integrantes de la Fabrik Alternativa
son Reynol Mederos Franco, Yosmel Jiménez Claro, Yordankis Sánchez Soca, Juan
Pablo Estévez Sarduy, Serguei Moreno, Jorge Félix Curbelo y Luis Alberto León.
Rolo creó el grupo en
procura de lograr un target más distendido y acceder en algo mejores
condiciones a un mercado que a veces suele renegar del trovador solitario con
su guitarra. La música entre todos elaborada no solo huele a trova; sino además
a fusión, sonoridades afrocubanas, buen pop, rock argentino, punk, blues… Es
adrenalínica, vivaz, explosiva.
La Fabrik fue seleccionada la mejor de las noveles en el
Festival Cuerda Viva 2015, a
cuya gala por los tres lustros del programa resultó invitada en octubre. El
colectivo es la segunda familia de Rolo, casi “la niña de sus ojos”.
Dentro de la ejecutoria de
Rivera lo social y lo sentimental constituyen predilecciones temáticas. Sus
amigos aseguran que es un romántico incurable, su historial amoroso no los
desmiente y él, de cierto, siempre le ha cantado a la más bella de las
emociones humanas: proclividad casi congénita que no es de creer abandone. La
segunda inclinación deviene casi inherente a sus coetáneos y es muy saludable
que así sea; de manera que sus dos vertientes bien hacen desde cualquier punto
de vista.
Casi cuarenta composiciones
ha rubricado hasta el momento este muchacho
con preferencia hacia las tardes y noches, que se despierta tan tarde
como se acuesta y a quien no conviene llamar en las mañanas. Sus canciones son
vitales, auténticas, portadoras de sentimiento y verdad. Se escuchan y se
viven. Números como los encantadores Rosado y Tu pelo; o además, Ácana (cantado
a dueto con Telmary), desprenden, igualmente, la fruitiva sensación del goce:
tanto de parte del creador como del receptor.
En manos de Bis Music está
un puñado de buenos textos suyos, a la manera de La clave del pueblo, No sé
cómo hacer, Tu guion, Mi camino se extiende, Sorbo de café, Serenidad u otros.
El álbum debe salir este año, sí así lo quieren los augures y la discográfica.
Rolo, sus músicos, como toda la gente que lo aprecia y lo ha apoyado lo esperan
con ganas. (Por Julio Martínez Molina)
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