Durante su comparecencia en el programa Con dos que
se quieran, transmitido por la Televisión Cubana, el 22 de septiembre de 2010,
sirva la reproducción de esta entrevista como digno homenaje, a quien fuera un eterno defensor de la Revolución y que falleciera, el 19 de abril, a la edad de 87 años.
Amaury. Muy buenas noches, estamos en Con dos que se
quieran, aquí en 5ta. y 32, en Miramar, en los maravillosos Estudios ABDALA.
Hoy me acompaña, nos acompaña uno de los más grandes intelectuales cubanos del
siglo pasado y de este. Cineasta, escritor, ideólogo, soñador. Para mí es un
privilegio, no sólo tenerlo en el programa, sino que me haya acompañado durante
muchos años su magisterio y su amistad; mi amigo, Alfredo Guevara. Alfredo,
¿cómo está usted? Todo mi amor.
Para no explicar mucho, en nuestra intimidad,
nos tratamos de tú, pero por respeto a los televidentes, por respeto al
espacio, me voy a permitir tratarlo de usted. Alfredo, la primera
entrevista que le hice, fue hace 16 años para un programa que yo tenía que se
llamaba Muy Personal, ¿cuánto
ha evolucionado su pensamiento en 16 años? ¿Qué cosas le importaban entonces,
qué cosas le importan ahora?
Alfredo. Me haces pensar en mí mismo más que en hecho y
época, porque imagínate, has hecho una presentación de un personaje de dos
siglos, yo no tengo dos siglos, pero tengo muchos años.
Cuando muy joven sí tenía otra visión, pero
en 16 años nada ha cambiado de esta obsesión que te diré: los jóvenes. Se me
salió desde entonces, y desde un poco antes, desde que regresé de París, la
vocación que había tenido inicialmente y la que pareció iba a marcar mi vida:
la de profesor. Me preparé para ello, fue lo que estudié, me complacía el
camino que había elegido, pero después del período de París, de la UNESCO,
realmente vine con otra visión del papel del profesor. Es decir, identifiqué
profesor y político, porque no hay modo -en mi opinión-, de ser un verdadero
revolucionario sin pensar que el destino está en manos, o debía estar en manos,
o estará en manos, o tendrá que estar en manos, por fuerza, de las generaciones
jóvenes.
Y tuvo una desgracia tremenda la Revolución
y Fidel: que en el momento en que ya cientos de miles de jóvenes ascendían al
rango más alto de la instrucción, no de la cultura, al rango más alto de la
instrucción, y podía empezarse a pensar en esa transición hacia los jóvenes,
llegó el derrumbe del llamado campo socialista y con ello una crisis de un
carácter inesperado y terrible, que obligó a que todo el pensamiento de nuestra
dirección, y fue muy sabio, se volcara en encontrar otros caminos de
sobrevivencia, que nos permitieran resistir. Y esa es, tal vez, una hazaña tan
grande como la guerrillera y la toma del poder. Es decir, haber salvado un
bastión del socialismo en medio del caos total.
Amaury. Aquí nos acompaña un grupo grande de muchachos
jóvenes. Muchachos jóvenes que seguramente cuando usted dirigía el ICAIC, no
estaban todavía ejerciendo las funciones de camarógrafos, iluminadores, etc…
pero en este estudio y con este personal del ICAIC, se respira desde el primer
día, un gran profesionalismo, un gran rigor, un gran respeto por el trabajo,
por los invitados, por el programa, hay un silencio que usted notará, y yo
pensaba que quizás las enseñanzas suyas, en los dos períodos en que dirigió el
Instituto de cine, ellos han recibido esa herencia de alguna manera. ¿Usted cree que ellos son herederos del
rigor, el profesionalismo, y la inteligencia con la que usted manejó el cine en
los años en que pudo hacerlo, en que tuvo que hacerlo?
Guevara. ¡Dios mío, qué herencia me entregas! Quisiera que
fuera así. Lo cierto es que contra mis convicciones y mis líneas y concepciones,
el ICAIC empezó como una gran improvisación, pero con el propósito
irrenunciable de saltar esa etapa en cuanto se pudiera y entrar en la del rigor
más absoluto.
Le llamo rigor a buscar un nivel de
formación, no sólo técnica, sino en el campo de la cultura, en el campo de la
espiritualidad. Pero también eso supone estudiar, y estudiar sistemáticamente,
y organizadamente, ¿no?, y yo creo que eso se logró en el ICAIC.
Amaury. Alfredo, leyéndome sus libros y sus entrevistas,
porque lo he hecho siempre, ha tenido la gentileza de enviarme sus libros y sus
entrevistas a lo largo de todos estos años. Yo descubro un pequeño detalle,
pareciera que…
Guevara. …¿Hay algo que descubres todavía? (risas)
Amaury. (risas) Nosotros nos conocemos mucho. Pero hay cosas
que yo descubro, y es como si su vida comenzara en la Universidad, porque todo
lo que aparece, lo que uno puede conseguir suyo, es a partir de la Universidad,
de su encuentro con Fidel, de su ya decidida vocación política, pero para
llegar allí hubo un niño, un joven de bachillerato, de primaria. Yo sé que no
le gusta hablar de su vida personal, ya lo sé, pero conmigo va a hacer una
excepción, por lo menos por arribita me va a contar.
Muy de niño, niño de veras, me tocó ver desde
el balcón de mi casa en el Malecón de La Habana, la efervescencia de la caída
de Machado, que al doblar casi, un poquito más allá del Prado, estaba el
Palacio (Presidencial). Y bueno, ni entendía nada, ¿no?, pero las imágenes
están, muchas imágenes. Me tocó ver el bloqueo de nuestra ciudad por la Armada
Americana, por la Flota Americana. En el horizonte se veían los cruceros que
aparecían y desparecían, tal vez por el movimiento del mar o de ellos mismos, o
por la niebla, no sé, una imagen terrible de cerco, porque mi familia era una
familia revolucionaria, que sentía muy de cerca eso. Yo era un niño, niño,
niño.
También tuve la vivencia terrible de ver el
bombardeo del Hotel Nacional por unos barcuchos que yo en mi imaginación
consideraba acorazados, pero eran unas barcazas horribles que tenía la Marina
Cubana. Me acuerdo que cuando Manolito Castiñeiras, al Triunfo de La
Revolución, era el Almirante y era, además mi amigo, amigo, nos reíamos de la
palabra Almirante entre nosotros pensando en aquellas barcazas, ¿no? que eran
las mismas. Es decir, que tengo recuerdos muy marcados en la niñez, que en el
caso de la Flota Americana, la presencia de los marines… Yo creo que empecé a
ser antimperialista sin saberlo, nada más ver tanta brutalidad. Y en el
Bachillerato, pasó algo rarísimo, hubo otro compañero, que no quiero mencionar
porque le amé y no le amo, porque echó a perder su vida y su historia, nos
hicimos anarquistas. Y tuvimos, antes de entrar en la Universidad, antes de
entrar, yo, que fui el primero en entrar, una experiencia especial, porque
formábamos parte de una organización revolucionaria anarquista del Puerto en la
cual todos eran estibadores negros y nosotros éramos los dos jovenzuelos
blanquitos… no sé, yo digo ¡qué diferencias tan radicales! de extracción
social, de las situaciones raciales que habían en la época, de las ideas tan
explosivas. Y lo recuerdo…, y recuerdo aquellos personajes, qué sé yo, con una
deleitación especial, como diciendo: qué momento más lindo de la vida.
Amaury. El momento en que uno es joven.
Guevara. Ahora, la huella es la que hace de mí, con mi
voluntad y sin ella, un revolucionario socialista libertario.
Amaury. Cuando llega a la Universidad, entonces ¿ya usted
entra siendo un socialista?
Guevara. Sí, es cierto, ya se había estado produciendo la
evolución, pero a esas edades uno no es nada. A esas edades uno es alguien que
busca. Yo sigo siendo alguien que busca, pero en aquella época había un modo
más…, más, no sé, más diluido entre unas cosas y otras, ¿no?. En realidad uno
no sabía bien lo que era, aunque sí sabíamos que queríamos la independencia, la
soberanía, la libertad de Cuba y eso es lo que nos unió tan fácilmente a algunos
de los estudiantes que llegábamos de distintos orígenes y áreas geográficas del
país. Nos reunimos y nos convertimos en un grupo porque lo traíamos ya en la
cabeza.
Amaury. Claro, ahora, Alfredo, en los últimos tiempos,
usted ha estado ofreciendo conferencias en el ISA (Instituto Superior de Arte),
en el ISRI (Instituto Superior de Relaciones Internacionales), con la FEU
(Federación de Estudiantes Universitarios) y algunas sentencias que usted ha
utilizado en esas conferencias, a mí me llaman la atención y quisiera que las
explicara en televisión, una es: “Yo no vivo entusiasmado por mi pueblo sino
por las potencialidades de mi pueblo”.
Guevara. Así es, creo que esas potencialidades son cada vez
mayores, y las dificultades para echarlas a andar, para desplegarlas también
son cada vez mayores. Pero también soy un profesional de la esperanza, y
confío, a pesar de mis años, en que veré esas rupturas de caminos que
permitirán que esta maravillosa generación construida por la Revolución, una
generación de un millón de universitarios.
¡Un millón de universitarios! ¡Un país de 12
millones de habitantes, con un millón de universitarios! Ni los países más
desarrollados, y que no podamos utilizarlos como es debido. Yo daría cualquier
cosa porque, por ley, se impusiera que todo ignorante tuviera al lado un Think tank (tanques pensantes) de
talentos. Es decir, ya que no podemos barrerlos de la vida, o de la historia,
están ahí, y algunos con más poder de la cuenta…
Amaury. …Ya sabemos, ya sabemos…
Guevara. Están ahí. Bueno, pongámosle aunque sea un think tank. Aprovechemos el talento, que
los asesoren, que los ayuden a acertar.
Amaury. Claro.
Guevara. Ya nuestros dirigentes han puesto el dedo en la
llaga. Todo el mundo es burócrata, no en el sentido peor…
Amaury. …Sí, sí…
Guevara. …Todo el mundo es funcionario de algún modo.
Amaury. Y no todo el mundo funciona.
Guevara. No, nadie funciona. Porque aún los que quieran
funcionar y sepan funcionar, tienen tal carga de funcionarios a su alrededor
dando vueltas, mosqueando… Raúl Roa decía una frase genial, porque también en
el MINREX (Ministerio de Relaciones exteriores) de la época los había, y decía:
“Son giro-vagantes”
Amaury. Son giro-vagantes.
Guevara. Entonces estamos rodeados de giro-vagantes, que no
saben qué hacer con las tareas que tienen y que no sé, las destruyen o las
guardan en gavetas, o qué sé yo. Porque es que, cuando tú doblas una esquina,
encontrarás a un funcionario ¿que pasa? a cumplir su función, teóricamente, y
casi siempre a no cumplirla.
Amaury. ¡Qué bárbaro!
Bueno, usted también ha dicho en esas
conferencias, y lo he ido he entresacando: “Hay una gran confusión entre
cotidianidad y contemporaneidad”.
Guevara. ¡Ah!, qué problema, qué problema para el arte…
Amaury. …¡Sobre todo para el arte!.
Guevara. ¡Qué problema para el arte! ¡Y qué problema para
los jóvenes! y sobre todo, para estas posibilidades inmensas que han abierto
las nuevas tecnologías que son caminos de libertad, y caminos de ignorancia y
de sometimiento al mismo tiempo.
Como todo. Casi todo en la vida tiene una
carga de ambigüedad especial y sólo con la voluntad, y la inteligencia y el
saber, se pueden romper caminos y aprovechar de cualquier cosa que se invente,
lo mejor.
Pero hay que aprender a distinguir, es una
voluntad y tiene que ser también una acción práctica de estudio, de
profundización, de no cansarse nunca de recorrer caminos. De no temerle nunca a
las interrogantes, sino ir hacia ellas.
Porque la verdad es inalcanzable, la verdad
absoluta. Lo absoluto no existe. Es decir, siempre que se llega a un punto, no
es nada más que punto de llegada y punto de partida. Nuestro objetivo debe ser
partir de lo más alto que se ha logrado, y el gran modelo para los escritores
tiene que ser Martí, tiene que ser Carpentier, tiene que ser Lezama. No puede
ser Perico Pérez, muy distinguido y que tiene muchas crónicas en los
periódicos, no, no, no. Ni aunque tengan los Premios Nacionales de Literatura,
que creo que entonces se daban de algún modo…
Amaury. …Se daban, había varios.
Guevara. Ahora es muy prolijo.
Amaury. Bueno…
Guevara. Pero debo decirte una cosa.
Amaury. Sí, cómo no.
Guevara. Decírtela a ti para decirla.
Amaury. ¡Para decirla, claro!
Guevara. Todo lo que sea un premio, debía ser un premio al
talento. Y si no hay un súper talento en 10 años, pues no hay premio. Si
teníamos que cubrir ciertas lagunas históricas, correcto, aplausos, pero es
hora de legislar y de organizar esto de modo tal de que no sea… ¿La palabra
choteo le vendría bien?
Amaury. Sí, le vendría bien, bueno…
Guevara. …Está muy cerca, ¿no?, todavía, pero está muy
cerca.
Amaury. Todavía no. Pero me acaba de decir lo del punto al
que se llega. Y me da la impresión, y es primera vez que se lo escucho decir,
que para Alfredo, entonces, no existe el punto final, existe siempre el punto y
seguido.
Guevara. Claro que existe el punto y seguido. Hay un punto
final, ¿sabes?, que es la vida.
Amaury. Yo no estoy tan convencido.
Guevara. Bueno, tú no estás tan convencido, pero el curso de
la vida es un despilfarro o un atesoramiento. Ese atesoramiento, cuando vale la
pena, es el del saber. Y yo creo que así se construye el alma. ¿Para qué?… Ahí
está la última pregunta.
Amaury. Seguro.
Guevara. ¿Te das cuenta? ¡Ahí está la última pregunta! ¡Pero
el almita no te la dan hecha!.
Amaury. No, hay que cultivarla.
Guevara. Hay que cultivarla, hay que refinarla, hay que
ponerla al servicio del otro y al servicio de uno mismo, pero también del otro.
El otro puede ser cercano, o lejano, y abstracto incluso, pero del otro. ¡Ah!,
después, ¿qué va a pasar? Tú eres creyente, me lo cuentas después del programa.
Amaury. ¿Por qué, Alfredo y, esto sí se lo he oído decir
varias veces?… Yo creo que nosotros teníamos… (hubiéramos tenido en cualquier
circunstancia), un grupo de cineastas virtuosos, que hubieran llegado a donde
hubieran llegado. Pero yo soy de los que opina, con mucha fuerza, que sin
Alfredo Guevara al frente del cine, nosotros no tendríamos el cine que tenemos
hoy. Podíamos haber tenido otro, pero no el que tenemos hoy.
Y a mí me irrita, amorosamente, tiernamente,
que usted diga que usted es un cineasta de vacaciones. ¿Por qué usted dice que
es un cineasta de vacaciones?
Guevara. Bueno, tengo derecho a un divertimento, ¿no?
(risas). No, yo quisiera de todas maneras precisarte una cosa. Yo creo que yo
hice una contribución, entre otros. Yo
hice una contribución, que ojala que haya sido valiosa.
A crear; primera época.
Amaury. Sí, sí.
Guevara. A crear el clima espiritual en que era posible. Es
decir, el que recuerde como vivencia, por ahí anda Iván Nápoles.
Amaury. Iván, anda por aquí, sí.
Guevara. Sabrá que nosotros éramos un taller de pensamiento.
Estábamos siempre reunidos, discutiendo, profundizando, diciéndonos horrores.
Estudiando y nos habíamos convertido en una especie de Logia, que no nos
propusimos eso. Pero cuando se cerraba una reunión y todo el mundo salía, no
había quién se enterara de lo que nosotros habíamos discutido..
… Era una cosa misteriosa que uno…, no la
planeamos. A mí me encantan las Logias.
Amaury. …Claro ¿y quién sería el Gran Arquitecto de esa
Logia?, usted. (risas)
Guevara. (risas) Mira, soy Pitagórico, pero no hasta ahí.
Amaury. Alfredo, ¿qué diferencia puede haber entre un cineasta
intelectual y un cineasta a secas?
Guevara. Bueno, esa es la misma entre un buen bodeguero y un
buen fabricante de alimentos. (risas)
Amaury. ¡Qué símil, qué símil! (risas)
Guevara. Lo voy a decir de un modo más fácil: A mí me
horrorizaba en mi época de director del ICAIC; primera y segunda época, porque
me ha horrorizado siempre, cuando le preguntaba a un cineasta: “oye, ¿qué estás
haciendo ahora?”, y que te respondiera: “Bueno, estoy buscando una idea”.
Cuando alguien me
decía que estaba buscando una idea, un argumento, un proyecto, yo me quedaba
desconcertado y en silencio. Porque le podía decir algo que resultara hiriente.
Porque era ya la definición del no artista. Yo creo que un artista vive en
ebullición…, un pensador, un creador de cualquier cosa…, un compositor musical,
si es de verdad, vive en ebullición no le alcanza la vida para lo que tiene que
hacer. Yo me acuerdo de Silvio…
¡Ese Silvio!, que cuando era un chiquillo se
encerraba ahí, en lo que nosotros llamábamos La Pecera ¿tú te acuerdas de eso?
Amaury. ¡Claro, cómo no, claro!
Guevara. A grabar sus canciones en una horrible grabadora de
la RDA que yo tenía, que era una maravilla tenerla, pero tenía el tamaño de esa
mesa.
Amaury. Sí, era inmensa. Yo era el que la operaba,
por eso lo recuerdo. (risas)
Guevara. Y él se encerraba ahí a cantar sus canciones para
no olvidarlas. ¡Ese es el artista! Vamos a olvidarnos de Silvio, y voy a dar un
salto, no porque Silvio no merezca la comparación. Yo por ejemplo, me
acuerdo de…, conviviendo con Carpentier en París, y ¡Dios mío!, Alejo no
paraba.
Amaury. No paró nunca.
Guevara. ¡No paraba!. A mí me tocó estar con…, bueno, el día
de su muerte. Es decir, estar en París esperando su muerte, porque sabíamos que
iba a morir, y para estar junto a Lilia. Y Lilia no sabía que hacer con tantos
papeles. Y empezó a llegar gente y Lilia tenía que cuidar aquello, estaba
desgarrada y al mismo tiempo salvando.
Amaury. Claro que sí.
Guevara. Porque él estaba escribiendo y además, tenía una
particularidad, que también respeto en los artistas de verdad, que no quería
que saliera a la luz algo no terminado. Y como no terminaba nunca, es decir,
sólo cuando estaba en la imprenta ya era irretocable, porque él retocaba, él
rehacía y repensaba. Algunas novelas las escribió más de una vez.
Amaury. Bueno, Picasso decía que si él tuviera la
oportunidad de haber vuelto a trabajar en el Guernica, lo hubiera arreglado
otra vez, y otra vez, pero ya no se podía.
Guevara. No y de lo que se conserva de Picasso, hay de
determinadas obras, bocetos y bocetos y bocetos previos. Yo creo que
el artista… ¿Cómo voy a estar buscando una idea?, si no tienes una idea para
hacerla en arte, pues dedícate a otra cosa. Pero no, que no se vayan a
convertir en funcionarios. (risas)
Amaury. Ahora, usted también ha dicho: la
objetividad y la prudencia son mentiras parciales. ¿Por qué?
Guevara. No sé por qué lo dije, pero bueno, ahora lo volveré
a decir. (risas)
Amaury. Sí.
Guevara. Bueno, en primer lugar yo no creo en la objetividad,
yo creo en las militancias. Yo creo que ante cualquier realidad hay que tener
criterio (una realidad que valga la pena). Y hay que tener, si vale la pena,
pasión. Yo le llamo a la pasión en el lenguaje nuestro de Partido, y Juventud,
le voy a llamar militancia, pero es pasión. Incluso dudo mucho que pueda
alguien ser un militante si no tiene pasión, ya usando el otro lenguaje.
Yo soy militante porque tengo el carné,
porque no sé qué diablos, porque hice esto, porque lo otro, ¡basura! Si no hay
pasión en tu ser…
Por eso, y permíteme dar un salto hacia
atrás. Por eso para mí, ayudando a entrar en el ICAIC en la producción
cinematográfica, para mí quienes más me fascinaban, eran los locos. Es decir,
si llegaba un chico o una chica, enervados con su pasión por hacer cine y
enloquecidos con el disparate y todo, porque antes de la formación se es así,
yo decía, ahí hay un artista y es por eso que por lo que he dicho más de una
vez en las conferencias, que no son conferencias, son diálogos.
Amaury. Son diálogos con los jóvenes.
Guevara. Si yo tuviera ahora 20 años, ¡qué ganas tengo de
tenerlos!.
Amaury. ¡Yo también!
Guevara. Si tuviera 20 años andaría con todos esos loquitos
que andan por ahí, en esta ocasión como reclutador. Estoy seguro que ahí hay
revolucionarios.
Amaury. ¿Pero en la calle G?
Guevara. Sí, por ahí, por la calle G y por donde no es la
calle G, pero en los diálogos esos me he referido a la calle G. Ahí hay un 50%
de revolucionarios potenciales. Porque
nada más que el rasgo de no estar conforme, aunque sea una inconformidad
informe, es ya un rasgo de revolucionario.
Amaury. Sí, pero a mí lo que me fascinaba cuando yo leía
eso, es su manera de trasladarse en el tiempo. Porque yo, si tuviera 20 años,
no sé lo que estaría haciendo.
Guevara. ¡Lo que hiciste!. ¡Mira qué!
Amaury. Lo que estaba haciendo era leyendo, por ejemplo. Yo
lo que estaba haciendo era leyendo, viendo cine, oyendo las canciones…
Guevara. …¡Fastidiándonos a nosotros!
Amaury. …Sí, verdad que sí, también.
Guevara. Tu padre viniéndome a ver, a ver qué hacíamos
contigo.
Amaury. Es que a los televidentes debo decirles, que yo
llegué a estar en el cine, mi primer trabajo, fue gracias a Alfredo.
Pero me parecía fantástico de que usted
pudiera hacer ese viaje, ¿no?: “Si yo fuera joven, estaría caminando por la
calle G, o por donde fuera y reclutando para la Cultura, para la Revolución a
tantos jóvenes.
Guevara. Pero lo que sí me gustaría subrayar, es la
importancia que tiene para cualquier estudiante a quien se le hable de marxismo
de ir a las fuentes. De leer a Marx, Marx no es aburrido. Todos estos cuentos:
no, ¿quién se va empujar El Capital?, ¡Esos tomos!, pero hay modos de leer El
Capital.
Y es el colmo que los estudiantes de Economía
de Harvard y los estudiantes de economía de Oxford estudien profundamente El
Capital, y aquí nos da a veces crispación ir directamente al Capital.
Yo creo que un verdadero intelectual, cubano
o de cualquier parte, si renuncia a estudiar a Marx, está incompleto.
Yo creo que para entender la realidad, la
realidad de la sociedad contemporánea, de donde vivimos, de donde viviremos
todavía, viviremos, no yo, vivirán mis nietos, vivirán tus nietos, los nietos
de este, del otro y del de más allá, hay que entender…
Amaury. …Usted también vivirá.
Alfredo. …que Cuba tiene, la Revolución Cubana tiene la
posibilidad, por eso, de ir más y más lejos. No soy un dirigente, no me toca a
mí decir cómo.
Amaury. Pero lo fue muchos años.
Guevara. Pero todos sabemos en el fondo cómo, pero este
programa no está hecho para eso.
Amaury. Está hecho para todo.
Guevara. Pero yo digo que Cuba tiene sus particularidades,
que la Revolución Cubana tiene logros especiales, aparte de los otros logros.
Amaury. Sí, sí.
Guevara. Pero logró realmente ser el poder y sin el poder no
hay Revolución, ¿eh?. Ahora, ¿cómo hacemos la Revolución? ¿Hasta dónde la
llevamos? ¿Cómo la revolucionamos?, si quieres, otro programa.
Ahora, una cosa más: Lenin. Lenin y Martí
descubrieron dónde estaba el salto del capital hacia otro estadío. Uno lo
intuyó, lo sintió y lo denunció. Y el otro lo estudió estructuralmente. También
hay que estudiar a Lenin en Lenin.
Amaury. Y a Martí y a Fidel. Ya nos quedaríamos como
Marxistas y Leninistas y Martianos y Fidelistas.
Alfredo, voy a hablar nada más que de los
amigos, los enemigos no me interesan, y en estas entrevistas no se habla de
enemigos.
Guevara. No, y además lo mejor es ignorarlos. Eso es
una maravilla de tu programa.
Amaury. Pero ¿se puede ser amigo de Alfredo Guevara sin
comulgar con sus ideas políticas y estéticas? Es la pregunta.
Guevara. Se puede, se puede por una razón muy sencilla;
porque se supone que si alguien quiere acercarse a mí, debe ser que inspiro
alguna curiosidad inicial. Y yo siempre tengo curiosidad por lo que no conozco.
Amaury. Alfredo, yo pienso que usted es una de las personas
más inteligentes que yo conozco, yo pienso eso.
Guevara. ¡Dígame usted!
Amaury. Sí.
Guevara. ¡Pues mira, que conociste a Cintio, conoces a Fina!
Óyeme nada más que por eso ya está todo lo demás opacado.
Amaury. Yo he tenido suerte, la verdad, me he acercado a
muchas personas inteligentes, usted es una de ellas. Ahora, en algún momento le
escuché decir que “en todo ser inteligente habitaba un demonio”, entonces la
pregunta es capciosa, o sea. ¿Cuánto de
demonio hay en un ser tan inteligente como usted?
Guevara. No, yo digo que hay siempre algo diablesco en la
inteligencia, más que de los seres en la inteligencia. Yo podía, esquivar tu
pregunta fácilmente, me iba hacia Platón y hacia Sócrates…
Amaury. No, no, hombre, yo lo sé.
Guevara. Es que el ángel no existe sin el demonio, tiene que
haber algo ahí… Es como el jugador de ajedrez que tiene que esconder…, el
jugador de ajedrez tiene que esconder jugadas; tiene que saber que tiene cuatro
jugadas más y allá el que es inferior a él en el juego.
Amaury. Hace 16 años usted me dijo algo que nunca se me
olvidó sobre el retiro espiritual. Usted me decía: “hay que dedicarse una hora
de un día, un día de la semana, una semana entre los meses, un mes de cada año
a meditar. ¿Lo sigue haciendo?
Guevara. Bueno, lo sigo y lo seguiré haciendo toda la vida.
Pero, óyeme, un poquito más que una hora, porque sin ello no se puede dar un
paso hacia adelante. Es decir, se pueden dar, ¿eh? y entonces le llamamos pasos
y suelen ser traspiés ¡cuántos traspiés hemos visto y vemos!
Amaury. Ahora, usted estaba hablando, en una de esas
conferencias, de las nuevas tecnologías, de Internet, del cine digital… y decía
que mientras más libertad, muchas veces hay más banalidad. ¿A qué se refería
con eso?
Yo me quedé enloquecido, porque uno aspira a
que, en el caso mío, a tener toda la libertad del mundo para alcanzar el libre
acceso a los libros, a las nuevas tecnologías y todo eso. ¿A qué se refería
usted cuando le aconsejaba eso a los jóvenes?
Guevara. Bueno, es el gran riesgo, la vida es toda riesgo.
Es un riesgo muy grande por una razón: Porque la gran industria que voy a
llamar, porque es la convención, cultural, pero en realidad es del
entretenimiento de las transnacionales del imperio, del imperio que es el
imperio del capital, no el imperio sólo de los Estados Unidos, es el imperio
del capital, están dedicadas exactamente a llenar ese vacío que tiene todavía
una parte de la juventud y también algunos adultos, ¿no?.
Amaury. Sí, lamentablemente, muchos.
Guevara. Pero este cerco mediático, por ejemplo, que hemos
sufrido en los últimos meses, y que hemos roto genialmente, pero que volverá.
Amaury. Volverá. Siempre volvió.
Guevara. Volverá, porque es el resultado de toda una técnica
de la destrucción del enemigo de ellos, que es la izquierda.
Amaury. Claro.
Guevara. Y nosotros somos, qué sé yo, un símbolo de la
izquierda. Un símbolo que yo quiero que seamos mejor símbolo, entre paréntesis.
Amaury. Y podemos serlo y usted lo sabe.
Guevara. Podemos serlo y debemos serlo.
Amaury. Y eso entonces me va a llevar a esta pregunta,
¿Cuál debía ser el papel del periodista hoy, aquí?
Guevara. Y yo te voy a contestar en una sola frase: Ser
periodista.
Amaury. Perfecto, ni una más.
Guevara. Eso es lo que falta.
Amaury. Hay tres temas que me quedan, yo no voy a insistir
en que usted hable de asuntos personales y familiares, porque sé que nunca le
ha gustado. Pero es que yo le tengo mucho cariño y mucha amistad a su hijo, a
Tony, y usted tiene un nieto y una nieta. Quisiera que brevemente y en la
medida en que su discreción se lo permita, su privacidad se lo permita, hábleme
de su hijo, hábleme de sus nietos.
Guevara. Bueno, Tony y Janet, mis hijos.
Amaury. Sus hijos.
Guevara. Mis hijos porque Janet es mi nuera. Mis hijos me
han dado el regalo más grande que podía tener que son mis nietos. Y en los
nietos, no voy a hablar sobre los otros ni una palabra más.
Pero en los nietos, en los nietos he
descubierto que soy abuelo de todos los niños y de todos los adolescentes de
Cuba. Y que lo que me queda de vida lo quiero echar, entregar, a la lucha por
el futuro espiritual de nuestra juventud. Es lo que haré hasta el último día de
mi vida.
Amaury. Alfredo, vamos terminando con una pregunta. ¿Cuál
sería el milagro que le faltaría a Félix Varela para ser Santo?
Guevara. Bueno, no le falta, ¡es Cuba!
Amaury. Es Cuba.
Guevara. Es Cuba. Él pensó Cuba antes de que existiera y
dijo las cosas más sabias sobre cómo tenía que ser Cuba, es decir, era
religioso, el ser humano es ser humano ante todo. Y por eso él fue capaz de
decir con toda claridad, que no existiría Cuba, si todos los cubanos no eran
iguales en derechos. No es textual, ¿eh?. Entonces su milagro es haber pensado
Cuba y no sólo Cuba, y me vuelvo a la potencialidad, cómo tenía que ser Cuba.
Amaury. Normalmente estas entrevistas terminan en un
tono muy trascendental y yo quiero terminar con una pregunta que se ha hecho
nuestro país, por lo menos en los últimos 50, 51 años. Me voy a acercar un
poquito así. ¿Por qué usa siempre el saco sobre los hombros?
Guevara. ¡Cualquiera sabe! (risas)
Amaury. Te quiero mucho, Alfredo. Te quiero mucho, una de
las cosas grandes que me ha dado la vida es su amistad.
Alfredo. Gracias, gracias.
Amaury. Muchas gracias.
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