Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

lunes, 7 de julio de 2014

De calendarios antiguos y algo más (I)



Por Mercedes Caro Nodarse
Resulta que en Aberdeenshire, Escocia, un grupo de investigadores ingleses parece haber encontrado el calendario más antiguo del planeta hasta el momento. La noticia comenzó a circular en julio del pasado año 2013 y varias agencias la replicaron y Guanaroca del Sur también lo hizo…, pero he perdido la página, por eso comparto el texto nuevamente.
  Nada más y nada menos que 10.000 años no separan de estos antiguos pobladores quienes ya miraban al cielo intentando explicar qué era esa pelota blanca que aparecía sobre sus cabezas y cómo medir el tiempo y las estaciones de la manera más acertada.
  Hasta ahora se creía que los primeros calendarios databan de hace unos 5.000 años y se encontraban en la zona de Mesopotamia. Ahora, gracias al descubrimiento de Vince Gaffney, profesor de arqueología de la Universidad de Birmingham, y su equipo, esta fecha se remontaría 5.000 años atrás. Según el propio Gaffney, “este hallazgo significa que los cazadores recolectores que vivían en Escocia tenían tanto la necesidad como la sofisticación necesarias para medir el tiempo a través de los años”.

  El sitio arqueológico, situado en Warren Field, Crathes, al norte de Escocia, marca también la alineación en la salida del sol del solsticio de invierno, lo que proporciona una corrección astronómica anual de cara a mantener el vínculo entre el año solar, la luna y las correspondientes estaciones.
  Según Richard Bates, de la Universidad de St Andrews, “este es el primer ejemplo de una estructura de este tipo y no hay ningún sitio comparable conocido en Gran Bretaña y Europa”. Y es que, según este mismo investigador, el hallazgo “demuestra la sofisticación de estas primeras sociedades de cazadores recolectores que ya 10.000 años atrás construían monumentos que les ayudaban a controlar el tiempo”.
  El control del tiempo y de las estaciones era crucial para la supervivencia de este tipo de sociedades tempranas, pues les permitía conocer de qué alimentos dispondrían en los meses siguientes. Como explica el propio Gaffney, estos antiguos pobladores “necesitaban tener en cuenta las distintas temporadas para estar preparados para cuando ese recurso alimenticio estuviera a mano, lo que da sentido a nuestra interpretación de este sitio arqueológico como calendario estacional”.

Historia de los calendarios

  Un calendario es un sistema de medida del tiempo, establecido por la sociedad para las necesidades de la vida civil, con la división por conveniencia del lapso en ciertos intervalos como son los días, meses y años. Las divisiones de los calendarios se basan en los movimientos de la Tierra y su consecuencia, que son las apariciones regulares del Sol y la Luna.
  La vida de la sociedad se ve influida enormemente por la rotación de la Tierra, la cual provoca la sucesión de los días y las noches, siendo ambas, en principio, de diferente duración. Ya en la antigüedad, el hombre se dio cuenta de como a pesar de que los intervalos de luz y de oscuridad eran de diferente duración (según las estaciones del año), la suma de dos pausas consecutivas de luz y oscuridad daba prácticamente una constante (hoy sabemos que no es estrictamente así debido a los fenómenos astronómicos contemplados en la ecuación de tiempo). Así surgió la división básica en todos los calendarios: el día, entendido éste como la agrupación de un intervalo de oscuridad y otro de luz contiguos.
  Según Aquilino Morcillo, la primera referencia literaria al día, noche, mes y año, proviene del poema Gilgamesh, escrita en caracteres cuneiformes y que narra las míticas aventuras de este príncipe de la ciudad sumeria de Uruk, quien vivió sobre el año 2750 a. de C. La escritura la habían inventado los sumerios sobre el 3300 a. de C. Posteriormente, en la Biblia hay además referencias a la semana y a la hora, y conocemos que los babilonios ya dividían el arco en grados y minutos.
  La observación astronómica, en la cual los primitivos poblados agrícolas eran maestros, tuvo una gran importancia, tal y como nos muestran las reliquias megalíticas supervivientes de esos pueblos, como las de Stonehenge en Inglaterra, empezado a construir hace 5000 años, las pirámides egipcias, mayas y aztecas o el intihuatana inca de Machu Pichu.
  En primer lugar, debe destacarse la razón de ser de estas construcciones en su aplicación de calendarios, ya que un pueblo agrícola sin escritura necesitó conocer con exactitud la duración del año y de las estaciones, al objeto de prever labores tan vitales como la siembra y la recolección, lo cual no es difícil: al observar el Sol en los equinoccios el día tiene una duración igual a la noche en toda la Tierra (del 20 al 21 de marzo y del 22 al 23 de septiembre), mientras que en los solsticios, las duraciones del día son máximas respecto a las de la noche (21 al 22 de junio para el hemisferio norte), o mínimas (21 al 22 de diciembre). La duración exacta del día y la noche podía apreciarse por la posición de las estrellas en el firmamento, pues existe un momento en el día en el cual las estrellas ocupan cierta posición, al transcurrir exactamente un día sidéreo volverán a estar en el mismo lugar; y para conocer la duración del día, los sumerios empleaban ya en el 2025 a. de C. la sombra del gnomon, o barra clavada en el suelo.
  Al contemplar la Luna, resulta fácil comprobar que cada 29 días y medio (en números redondos, cada 30 días), existe luna llena. A este período lo llamaron mes. Un año comprendía 12 períodos de lunas llenas o meses, por lo que su duración era de 360 días. Aunque en realidad era de algo más de 365 días, había cuatro días al año en los que debían reajustar el calendario, por lo que el error estaba siempre bajo control. El hecho de que los calendarios megalíticos prevean hasta la determinación exacta de la fecha de los eclipses, mucho más de lo necesario para determinar los ciclos estacionales agrícolas, es debido a que, al ligar la religión y los dioses a los astros, los sacerdotes debían conocer cuándo se ocultaban o manifestaban a los mortales, y cuál era el superior.
  El periodo de tiempo que tarda la Tierra en girar 360º sobre sí misma es lo que se conoce como día sidéreo, es el tiempo que se tarda en volver a ver una estrella atravesando el meridiano del lugar. Pero lo anterior no es aplicable al Sol, pues a lo largo de ese intervalo de tiempo, la Tierra se ha movido apreciablemente en su trayectoria alrededor del mismo, y éste tarda unos pocos minutos más que la duración del día sidéreo en volver a atravesar de nuevo el meridiano del lugar. Las estrellas están situadas a distancias enormemente mayores que el tamaño de la órbita de la Tierra, lo que hace que aparezcan prácticamente en la misma dirección desde cualquier punto de la órbita de ésta.
  Se ha dividido (quizás de manera algo arbitraria) el día medio en 24 intervalos idénticos llamados horas. Estas a su vez se han dividido en 60 intervalos llamados minutos. A su vez éstos se dividen en 60 segundos. Esta división, que probablemente no es la mejor desde el punto de vista racional, se debe a la tradición histórica, y a pesar de los grandes esfuerzos realizados por la Revolución Francesa para implantar el sistema decimal y sustituir el sistema sexagesimal, actualmente todavía persiste éste último, utilizándose aun en todas las ramas de la ciencia.
  La cuestión es el por qué los sumerios, que partían de un año de 360 días y un círculo de 360 grados, dividieron los días en 12 horas dobles (24), la hora en 60 minutos, y muchos siglos después, el minuto se dividió en 60 segundos, la respuesta exige remontarse a una época ágrafa en la que se contaba con los dedos, de la que surgen no sólo los sistemas decimales, sino los de base duodecimal y los de base sexagesimal.
  Hoy en día, existen artículos que en occidente se compran por docenas, tales como los huevos o las ostras. Georges Ifrah, al observar a pueblos actuales que aún cuentan con las falanges de los dedos de una mano en Egipto, Siria, Irak, Afganistán, Pakistán y algunas regiones de la India, mantiene la siguiente tesis: Si extendemos la palma de la mano derecha y contamos con el dedo pulgar cada una de las tres falanges de los dedos meñique anular corazón e índice, al acabar la cuenta tendremos 12 unidades, en lugar de las cinco obtenidas de contar exclusivamente los dedos. Si a cada 12 unidades asignamos un dedo de la mano izquierda, habremos obtenido 60 unidades al acabar la cuenta, con lo cual únicamente con 10 dedos tenemos la posibilidad de designar biunívocamente hasta 60 objetos con sólo señalar los dedos correspondientes de la mano izquierda, y la falange determinada de un dedo de la mano derecha. La base duodecimal y la sexagesimal quedan establecidas.
  Esta explicación es de todos modos bastante discutible. También puede argumentarse que se dividió el círculo que representa el reloj de Sol en 12 horas dobles a causa de la armonía geométrica de los ángulos de 30º, ángulo cuyo seno es igual a 1/2 exactamente. De todos modos esta división en el reloj de Sol llevaría a horas de diferente duración. Para que las horas resulten iguales en un reloj de Sol, es preciso que las líneas que las indican sean ajustadas en función de la latitud del lugar.
  Los sumerios se encontraron con un mes de 30 días y 12 meses en cada año de 360 días. Obviamente, el círculo de 360 grados lo dividieron en 12 sectores de 30 grados cada uno (signos del Zodiaco), pues la posición de los astros eran parte de su mística y sistema de medir el tiempo. Era normal que el día lo dividieran en 12 horas, y posteriormente, en 24 (12 para el día y doce para la noche). Cuando hubo que subdividir la hora o el grado, la segunda base prestó su apoyo, por lo que se estableció en 60 minutos, mensurables desde el año 2000 a. de C. gracias a la existencia de los relojes de arena y de agua.
  La necesidad de medir segundos fue muy posterior, pues la trigonometría no se inicia hasta el año 140 a. de C. con Hiparco, y hasta el siglo XI no se construye en China un reloj astronómico con un error de 100 segundos por día.  En definitiva, los relojes europeos de pesas del S. XIII sólo anuncian las horas, y hasta 1656 Huygens no inventa el reloj de péndulo en el que se marca el segundo. No obstante, el reloj naútico de precisión para determinar la posición del buque no es operativo hasta 1680. Se supone que para los sumerios, obsesionados con las coincidencias numéricas, el hecho de que la división sexagesimal del minuto casi coincida con la frecuencia del latido del corazón humano, les confirmaría en la validez de un sistema en el que las apariciones en el firmamento de sus dioses cósmicos (Sol, Luna, Estrellas, Constelaciones), estaba en directa relación con el destino de la humanidad (astrología del zodíaco), con la vida del individuo y con las épocas de recolección y cultivo, a partir de las manos.
  La duración del día sidéreo es 3 minutos y 56 segundos inferior a la duración del día medio. Es decir, la Tierra emplea 23 horas, 56 minutos, y 4 segundos en dar una vuelta completa sobre sí misma. Pero transcurrido este tiempo no volveremos a encontrar al Sol en la misma posición que se encontraba antes de empezar la vuelta de La Tierra sobre sí misma, debemos esperar 3m:56s adicionales (como promedio a lo largo del año) para volver a encontrar al Sol realmente. Los 3m:56s adicionales es el intervalo de tiempo necesario para encontrar al Sol Medio, que es un ente matemático no muy alejado del Sol real. Este intervalo adicional que hay que esperar para volver a encontrar al Sol después de que La Tierra haya dado la vuelta se debe a que la posición relativa entre la Tierra y el Sol ha cambiado mientras se producía dicha vuelta, debido al movimiento de traslación.
  Como consecuencia de lo anterior, y teniendo en cuenta que a la sociedad lo que le interesa es ajustarse a los periodos de luz y de oscuridad, en la práctica se usa el día medio en vez del sidéreo cuyo uso queda relegado a la astronomía.
  Por otra parte, la vida de la sociedad se ve influenciada por las estaciones del año, que se suceden periódicamente al recorrer la Tierra su órbita alrededor del Sol. Las estaciones están originadas a causa de la inclinación del eje de rotación de la Tierra sobre el plano de su órbita (llamado plano de la eclíptica).
  También muchas culturas se han preocupado por la periodicidad de los movimientos de la Luna.
  El gran problema inherente a todos los calendarios es que los periodos de los movimientos anteriormente descritos no presentan ninguna relación entre sí.  Teniendo en cuenta que la influencia de la Luna sobre la vida diaria es bastante menor (aunque es posible que no todo el mundo esté de acuerdo) que la de los días y las noches y las estaciones, se comprenderá que el prescindir de ella simplifica notablemente el problema. Muchas civilizaciones plantearon calendarios lunisolares, pero poco a poco se fue demostrando la superioridad de los calendarios estrictamente solares, al menos desde el punto de vista práctico. La explicación es que resulta más sencillo acomodar solamente el calendario a los días, las noches y a las estaciones del año, sin considerar la Luna, astro de movimiento bastante complejo.
  De todas maneras, prescindiendo de la luna, sigue existiendo el problema originado por el hecho de que la periodicidad de las estaciones (duración del año trópico) no es un número exacto de días medios.
  El objetivo de este programa es precisamente comparar los calendarios solares surgidos en la civilización occidental desde este punto de vista. Se demostrará la superioridad del Calendario Gregoriano sobre el Juliano, y la del Calendario Revolucionario sobre los otros dos.

Calendario Egipcio:

  Los egipcios elaboraron el calendario más exacto y complejo de la antigüedad. El año egipcio constaba de 12 meses de 30 días y 5 días adicionales (coincidiendo en esto con el Calendario Revolucionario). Este ya existía antes del año 4000 AC. Estaba basado en la observación de la salida "heliaca" de la estrella Sirio (la más brillante del firmamento). Se produce la salida "heliaca" de una estrella cuando ésta vuelve a ser visible sobre el horizonte poco antes del amanecer, después del intervalo de tiempo en el que la luz solar impedía su visibilidad.
  El intervalo de tiempo entre dos salidas "heliacas" consecutivas de una estrella es el año sidéreo, que no coincide exactamente con el verdadero año solar o trópico, el cual es el que determina la periodicidad de las estaciones. La causa de que no coincidan año sidéreo y año trópico es el movimiento de presesión de los equinoccios que sufre nuestro planeta. De todas maneras la diferencia entre ambos es relativamente pequeña.

Calendario Babilónico:

  El primitivo calendario babilónico fue del tipo lunar. Al principio, el año babilónico estaba constituido por 12 meses de 30 días, es decir, que tenía casi 5 días y 1/4 menos. Al cabo de algunos años, el “mes de arar”, por ejemplo, no se ajustaba a tal faena agrícola.
  Posteriormente se acortaron algunos meses para acomodar más exactamente el calendario a la aparición regular de la Luna nueva. Esta medida desajustó aún más el calendario con las estaciones. Los babilonios resolvieron posteriormente esta dificultad intercalando un nuevo mes de acuerdo con un ciclo determinado.

Calendario Griego:

  El calendario griego, del tipo lunisolar, copiado de los babilonios, constaba de 12 meses de 29 y 30 días alternativamente. A este año de 354 días se le añadía un nuevo mes cada tercero, sexto y octavo año. Los griegos intentaron frecuentemente encontrar un intervalo o ciclo que contuviera un número exacto de años solares y lunisolares (es lunación el promedio de tiempo entre dos lunas nuevas consecutivas). Tal ciclo, el “gran año” de 19 años solares descubierto por el astrónomo griego Metón en el siglo V a. de C., no sirvió nunca de base para un calendario práctico.
  Pero este Ciclo de Metón (o Cielo Áureo) tiene todavía importancia en el cómputo de fechas de las festividades religiosas, ya que solamente es unas pocas horas más largo que 235 lunaciones y por tanto las fases de la luna nueva caen los mismos días del año en los ciclos sucesivos.

Calendario Romano Primitivo:

  El original calendario romano, introducido hacia el siglo VII a.C., tenía 10 meses con 304 días en un año que comenzaba en marzo. Al tener el año en este calendario una duración tan diferente de la del año trópico (365,24219 días) las estaciones no se repetían en las mismas fechas de un año para otro.
  Las estaciones se repetían con periodicidad de un lustro, cinco años estacionales o trópicos se correspondían muy aproximadamente con seis años de 304 días, ya que el intervalo de tiempo transcurrido era de 1824 días, lo que dividiendo la duración del año trópico resulta 4,9939 (aproximadamente 5).
  Dos meses más, enero y febrero, fueron añadidos posteriormente también en el siglo VII a.C., durante el reinado del rey Numa Pompilio (715 -673 a.C.), quien fuera el segundo rey de Roma, pues reinó después de Rómulo.
  El calendario utilizado por los romanos en los primeros tiempos, era un calendario lunisolar, parecido al empleado por los griegos. A partir de la modificación efectuada durante el reinado de Numa Pompilio, el año romano estaba compuesto de 12 meses lunares, algunos de cuyos nombres se emplean todavía: Martius, Aprilis, Maius, Iunius, Quintilis, Sextilis, September, October, November, December, Ianuarius y Februarius.
  No obstante, los antiguos romanos no tenían un sistema exacto para la inserción de meses intercalares. Los pontífices o sacerdotes proclamaban el primer día de cada mes las Calendas, (voz de la que deriva calendario) e intercalaban un mes cuando el calendario lo exigía por haberse retrasado. En muchas ocasiones se hacía esta corrección sin ningún cuidado y a veces ocurría que los funcionarios romanos acomodaban el calendario al capricho de los gobernantes, quienes añadían y restaban no sólo días, sino también meses para alargar o abreviar los periodos de las magistraturas.
  Como consecuencia de estas irregularidades, el calendario llegó a desajustarse a tal punto que el comienzo del invierno señalaba el de la primavera.

Calendario Juliano:

  El Calendario Juliano sirvió para corregir los errores del calendario romano primitivo, y proporcionar a todo el Imperio las ventajas de un calendario uniforme. Julio César estableció este nuevo calendario, el cual entró en vigor el 1 de enero del año 45 a. de C., un año antes de morir asesinado. Éste fue el Calendario Juliano, que lleva el nombre de su innovador, para cuya redacción contó César con la colaboración técnica de Sosígenes, astrónomo de Alejandría.
  Para ajustar el calendario a las estaciones se ampliaron a 15 los meses del año 46 a. de J.C., con una duración de 445 días. Esta adición fue necesaria para corregir el retraso de tres meses que se había acumulado con relación al año trópico. El año 46 a. de J.C. fue llamado el «año de la confusión» a causa de su longitud; sin embargo, contribuyó de manera definitiva a acabar con el confusionismo hasta entonces vigente.
  El Calendario Juliano se basaba en el año egipcio de 365 1/4 días. Cada cuatro años se intercalaba un día (éste es el origen de los años bisiestos) y el año se dividió en 12 meses de desigual duración, puesto que 365 no es divisible por 12. En honor de César se dio el nombre de Julius al mes Quintilis.
  Después del asesinato de César, una falsa interpretación del sistema hizo que el día intercalar de febrero se añadiera cada tres años en lugar de cada cuatro. El sucesor de César, Augusto, corrigió el error acumulado omitiendo el día intercalar durante tres años bisiestos consecutivos y restableciéndolo en el año 8 de nuestra era, el cual marca el inicio del sistema actual de años bisiestos. El Senado romano cambió el nombre del mes Sextilis por el de Augustus. Se estableció que el primer mes del año sería Enero.
  A continuación se expone cual es el origen de los nombres de los meses en el calendario Juliano, los cuales proceden del antiguo calendario romano y se mantienen en el calendario Gregoriano actualmente vigente:
  ENERO (Ianuarius) El nombre procede de Jano, el dios romano de las puertas y los comienzos. Enero era el undécimo mes del año en el antiguo calendario romano; aunque en el siglo I a.C., con la reforma de Julio César que estableció el Calendario Juliano, pasó a ser considerado como el primer mes. El 1 de enero, los romanos ofrecían sacrificios a Jano para que bendijera el nuevo año. Su símbolo era una cabeza de dos caras, mirando al Este y al Oeste, por donde sale y se pone el Sol.
  FEBRERO (Februarius) El nombre procede de la palabra latina februa, que se refería a los festivales de la purificación celebrados en la antigua Roma durante este mes.
  MARZO (Martius): Para los romanos, que nombraron este mes en honor del dios de la guerra, Marte, era el primero del año.
  ABRIL (Aprilis): Los romanos dieron a este mes el nombre de abril, derivado de aperire ("abrir"), probablemente porque es la estación en la que empiezan a abrirse las flores.
  MAYO (Maius): Era el tercer mes en el antiguo calendario romano y tradicionalmente se acepta que debe su nombre a Maia, la diosa romana de la primavera y los cultivos. Las celebraciones en honor de Flora, la diosa de las flores, alcanzaban su punto culminante en la antigua Roma el 1 de mayo. En Europa se levantaban mayos (palos de mayo) en las aldeas adornados con espinos en flor el 1 de mayo.
  JUNIO (Iunius): La etimología del nombre es dudosa. Diferentes autoridades derivan el nombre de la diosa romana Juno, la diosa del matrimonio, o del nombre de un clan romano, Junius. Otra teoría localiza el origen del nombre en el latín iuniores (jóvenes) en oposición a maiores (mayores) para mayo, que son los dos meses dedicados a la juventud y a la vejez respectivamente. Junio era el cuarto mes en el antiguo calendario romano.
  JULIO (Quíntilis): Era el quinto mes del año en el calendario romano primitivo y por eso fue llamado Quintilis, o quinto mes, por los romanos. Fue el mes en el que nació Julio César, y en el 44 a.C., año de su asesinato, el mes recibió el nombre de julio en su honor.
  AGOSTO (Sextilis): Dado que era el sexto mes del calendario romano, que comienza en marzo, fue originalmente llamado Sextilis (en latín, sextus, 'sexto'). Se le dio el nombre actual en honor del primero de los emperadores romanos, César Octavio Augusto, por algunos de los más afortunados acontecimientos de su vida ocurridos durante este mes.
  SEPTIEMBRE (September): Era el séptimo mes del calendario romano y toma su nombre de la palabra latina septem, siete.
  OCTUBRE (October): Octubre era el octavo mes del antiguo calendario romano, tal como su nombre, octubre (en latín octo, ocho), pone de manifiesto.
  NOVIEMBRE (November): Entre los romanos era el noveno mes del año (en latín, novem).
  DICIEMBRE (December): Diciembre era el décimo mes (en latín, decem, 'diez') en el calendario romano.
  Parece ser que Julio César deseaba que el año nuevo comenzara con el equinoccio de primavera, o con el solsticio de invierno, pero el Senado Romano, que tradicionalmente utilizaba el 1 de Enero como comienzo de su año oficial, se opuso a César, con lo cual éste se vio en un compromiso y tuvo que ceder. Esta es la razón por la que aún hoy en día nuestro año nuevo comienza en un punto arbitrario de la órbita de la Tierra.
  También debe mencionarse el hecho de que originalmente el mes de Febrero tenía 29 días los años normales, y 30 los bisiestos. Pero al haber sido los meses del antiguo calendario Quíntilis y Séxtilis renombrados como Julio y Agosto, en honor de Julio César y César Augusto respectivamente, se decidió que el mes de Agosto tuviera 31 días en vez de los 30 que originalmente tenía Séxtilis. Para ello se le quitó un día a Febrero. La razón política para ello, fue evitar que César Augusto pudiera considerarse como inferior a Julio César.
  Originalmente los romanos numeraban los años ab urbe condita, esto es a partir de la fundación de Roma. Si este calendario hubiera seguido utilizándose, entonces el día viernes 14 de enero de 2000 (Gregoriano) hubiera sido viernes 1 de enero de 2753 a.u.c.
  Para obtener la fecha ab urbe condita no hay más que sumar 753 años al año correspondiente en el Calendario Juliano. El sistema de numerar los años a partir del nacimiento de Jesucristo, de la indicación A. D. (Anno Domini, año del Señor), se debe a Dionisio el Exiguo en el siglo VI.

Calendario Cristiano:

  Concretamente fue en el año 525 de nuestra era, cuando el monje Dionisio el Exiguo introdujo el Calendario Cristiano, al afirmar que Jesús había nacido el sábado 25 de diciembre del año 753 a.u.c. El clero cristiano se apresuró a difundirlo entre la población y situaron el principio de la nueva era, el AD 1 (Anno Domini 1) comenzando el sábado 1 de enero del año 754 a.u.c. que era el comienzo del primer año tras el nacimiento del Mesías.
  Sin embargo, Dionisio cometió varios errores. El primero de ellos fue no incluir el año cero que debería situarse entre el año 1 a.C. y el año 1 d.C. Realmente no es muy justo atribuir este error a Dionisio, pues el cero era un concepto matemático desconocido en aquella época en su entorno. Pero también cometió el error de olvidar los cuatro años en los que el Emperador Augusto gobernó bajo su propio nombre: Octavio. De este modo el error sería de 5 años en total.
  Tanto Lucas como Mateo dicen en sus Evangelios que Jesús nació siendo rey de Judea Herodes. César Augusto gobernó desde el año 27 a.C. hasta el año 14 d.C. Según el historiador Flavio Josefo, Herodes fue rey entre el 37 y el 4 ó el 1 a.C. Esta indeterminación tiene su origen en que Flavio cuenta que Herodes murió antes de un eclipse de Luna. Tradicionalmente se ha admitido que el eclipse mencionado por Flavio debió ser el ocurrido la noche del 12 al 13 de marzo del año 4 a.C. Se trata de un eclipse parcial de Luna ocurrido entre las 1:48 y las 4:06 de dicha noche. Sin embargo la noche del 9 al 10 de enero del año 1 a.C. también se dio un eclipse de Luna, esta vez total, entre las 23:38 y las 3:12 de esa noche, siendo perfectamente visible desde Jerusalén. ¿Cual fue el eclipse descrito por Flavio Josefo? Ello resulta aún materia de discusión, pero Jesús debió nacer como muy tarde antes de enero del año 1 a.C.
  Según el Evangelio de Lucas se sabe que Augusto ordenó la realización de un censo. Para Roma, el censo significaba el registro de los ciudadanos y sus propiedades para el pago de los tributos. Un proyecto de tal magnitud tuvo que realizarse en varios años. Primero se tenía que hacer un registro de todos los ciudadanos y sus pertenencias para, posteriormente, pasar a cobrar la tributación. Con el añadido de que, por lo menos en Israel, el pago de los tributos debía hacerse en la ciudad de origen, y no en la de residencia, por lo que José y María tuvieron que viajar de Nazaret a Belén. Una inscripción desenterrada en Ankara (Turquía) revela los años en que estos censos fueron llevados a cabo. De entre ellos, el más plausible es el del 8 a.C.
  Sin embargo, Lucas comete un importante error. "Por aquellos días salió un edicto de César Augusto para que se empadronara todo el mundo. Este es el primer censo hecho siendo Cirenio (Quirinius) gobernador de Siria". (Lc. 2,1)
  Pero Cirenio no fue gobernador de Siria hasta el 6 d.C. cuando Jesús tendría algo más de diez años. Según Tertuliano, fue Santius Saturninus quien gobernó Siria del 6 al 9 a.C. Cirenio fue cónsul en el 12 a.C. y el error pudo estar motivado porque entre el 6 y 5 a.C. fue Cirenio el delegado del Emperador en Siria.
  Con todos estos datos puede estimarse el año del nacimiento de Jesús entre el 8 y el 4 a.C.
  Y, ¿qué hay del 25 de Diciembre? Esta fecha empezó a usarse como día del nacimiento a partir del año 336 d.C. Esto se hizo para convertir en fiesta cristiana la pagana que hasta entonces se celebraba, ligada al antiguo culto al Sol: la fiesta del Dies Solis Invictis Natalis, fiesta del Sol que renace todos los años y que en siglo II d.C. se fijó el 25 de Diciembre, considerando que era entonces el día en que el Sol entraba en el solsticio de invierno.
  Epifanio (315-403 d.C.) da el 6 de Enero del 752 a.u.c. (2 a.C.) como fecha de nacimiento, que es como se celebra en el oriente cristiano. Esta fiesta también tiene un origen pagano ligada a la gran fiesta del Templo de Core. Clemente de Alejandría propone el 18 de Noviembre del 3 a.C. todos ellos obedeciendo a una tradición que asegura que Jesús nació a mediados del invierno.
  Si se continua leyendo a Lucas se ve que: "Había unos pastores acampados al raso y velando sobre sus rebaños" (Lc. 2,8)
  Las condiciones climatológicas en Palestina eran tales que durante Diciembre y Enero llovía bastante y en Belén eran comunes las heladas en los meses de Diciembre, Enero y Febrero. No podía haber entonces ovejas en los campos. Los rebaños eran llevados a pastar los meses de Marzo a Noviembre y los pastores estaban con ellos en la primavera, de Marzo a Abril. Luego, si se tiene ésto en cuenta, probablemente no pudo ser durante un invierno el nacimiento de Jesús.
  Volviendo al "olvido" de Dionisio el Exiguo de contar el año cero, las consecuencias aún continúan produciéndose. Tampoco existió el siglo cero, de manera que el intervalo de tiempo de 100 años de duración, comprendido entre el día 1 de Enero del año 1 y el 31 de Diciembre del año 100, recibió el nombre de Siglo I. Así pues, el Siglo II comenzó el 1 de Enero de 101, y acabó el 31 de Diciembre de 200.
  Aplicando sucesivamente esta regla, tenemos que el siglo XX comenzó el 1 de Enero de 1901 y terminará el 31 de Diciembre de 2000. Por lo tanto, el Siglo XXI empezó el 1 de Enero de 2001 y terminará el 31 de Diciembre de 2100.
  Todos los años del Siglo XX, salvo el año 2000, comienzan con los dígitos 19... Todos los años del Siglo XIX, excepto el año 1900, comienzan con los dígitos 18... Sería preferible que comenzaran por 20... y 19... respectivamente, pero todo esto se deriva de la inexistencia del año cero y del siglo cero.
  En cambio si se hubiera considerado la existencia del año cero y del siglo cero, este hubiera comprendido desde el 1 de Enero del año 0 hasta el 31 de Diciembre del año 99. Por lo tanto, el 31 de Diciembre de 1999 terminaría el Siglo 19 y el 1 de Enero de 2000 comenzaría el Siglo 20 (obsérvese que no se utilizarían números romanos para los siglos, de haberse hecho así), el siglo 20 terminaría el 31 de Enero de 2099, comenzando el Siglo 21 al día siguiente, el 1 de Enero de 2100.

Calendario Gregoriano:

  Al durar el año juliano aproximadamente 11 m y 14 s más que el año trópico, acumula un error de un día cada 128 años. En 1477 el equinoccio de primavera se había adelantado al 11 de marzo. A la Iglesia preocupó este error que afectaba a la celebración de la Pascua de Resurrección y otras fiestas movibles que dependen de ella.
  Actualmente se define el Domingo de Resurrección por la Iglesia Católica de la siguiente manera (desde que se estableció el Calendario Gregoriano): es aquel en que la Iglesia celebra la Pascua de Resurrección del Señor, que es el Domingo inmediato al primer plenilunio después del 20 de marzo. Pero a lo largo de la historia ha existido gran controversia a este respecto.
  Según el Nuevo Testamento, Jesús fue crucificado en la víspera de la Pascua judía y tres días después resucitó. Por consiguiente, la fiesta de Pascua conmemoraba la resurrección de Jesucristo. Con el tiempo, surgió entre los cristianos una seria diferencia sobre la fecha de la fiesta de Pascua de Resurrección. Los de origen judío celebraban la resurrección a continuación de la Pascua, que según su calendario lunar babilónico caía en la noche de la luna llena (el decimocuarto día del mes de Nisan, primer mes del año); para su ajuste, la Pascua de Resurrección cae en diferentes días de la semana de un año a otro.
  Sin embargo, los cristianos de origen no judío querían conmemorar la resurrección el primer día de la semana litúrgica: el domingo; según su método, la Pascua tendría lugar el mismo día de la semana, aunque de un año a otro caiga en diferentes fechas.
  La consecuencia de la diferencia en el ajuste de esta fecha fue que las iglesias cristianas de Oriente, que estaban más próximas al lugar de nacimiento de la nueva religión y tenían unas tradiciones más consolidadas, celebraban la Pascua de Resurrección según la fecha de la fiesta de la Pascua judía. Las iglesias de Occidente, descendientes de la civilización greco-romana, en cambio celebraban la Pascua de Resurrección en domingo.
  Constantino I, emperador romano, convocó el Concilio de Nicea en el año 325. El Concilio decretó por unanimidad que la fiesta de Pascua de Resurrección se celebrara en todo el mundo cristiano el primer domingo después de la luna llena siguiente al equinoccio de primavera, y si la luna llena fuera en un domingo y coincidiera con la fiesta de Pascua judía, la Pascua de Resurrección tendría que conmemorarse el domingo siguiente. Así se evitaba la coincidencia de las fiestas de Pascua de Resurrección y de la Pascua judía.
  También decidió que la fecha en el calendario de la Pascua de Resurrección fuera calculada en Alejandría, entonces principal centro astronómico del mundo. Sin embargo, la determinación exacta de la fecha resultó una labor casi imposible a la vista de los limitados conocimientos astronómicos en el siglo IV.    
  La complicación más grande se debió a la diferencia entre el verdadero año astronómico y el calendario juliano entonces en uso. Esto produjo que al cabo de los siglos, el error acumulado fuera importante. También significó un problema serio la diferencia de días, llamada epacta, entre el año solar y el año lunar de doce lunaciones.
  El Papa Gregorio XIII nombró una comisión para revisar el Calendario Juliano, de forma que la Pascua continuara coincidiendo con el principio de la primavera. Luigi Lilio Ghiraldi (o Aloysius Lilius), médico de Verona, ideó el nuevo sistema; Cristóbal Clavius (1537-1612), astrónomo y matemático jesuita, fue quien hizo los cómputos que le sirvieron de base. En marzo de 1582, el papa Gregorio XIII abolió el Calendario Juliano, estableció el 1 de enero como principio del nuevo año y le restó 10 días en forma que el viernes 15 de octubre siguiera al jueves 4 de octubre. Este ajuste devolvió en el año 1583 el equinoccio vernal al 21 de marzo, fecha en que tal equinoccio se produjo en el año 325 del Señor, en que se reunió el Concilio de Nícea, que tomó el acuerdo de celebrar la Pascua el primer domingo siguiente a la Luna llena ocurrida el 21 de marzo o después de este día.
  En el Calendario Gregoriano el sistema bisextil difiere del seguido por el Calendario Juliano en el sentido de que los años que terminan un siglo no son bisiestos a menos que el número de centenas sea divisible exactamente por 400; así, por ejemplo, los años 2000 y 2400 serán años bisiestos, pero los años 2100 y 2200 no lo serán. En 400 años se producen, por tanto, 97 años bisiestos en lugar de 100.
  Extrapolando el calendario Gregoriano hacia el pasado, antes de su adopción, y convirtiendo las fechas del Juliano, se obtiene el Calendario Gregoriano Proléptico. Debe tenerse en cuenta que no existe el año cero, con lo que la fecha siguiente al Lunes 1 de Enero del Año 1 fue el Domingo 31 de Diciembre del año 1 a. C. (Fechas Gregorianas prolépticas que se corresponden respectivamente con el Lunes 3 de Enero del año 1 y Domingo 2 de Enero del año 1 en el Calendario Juliano). En astronomía sí que se considera el año cero, siendo éste coincidente con el año 1 a. C. en el Calendario Gregoriano proléptico. A partir de aquí, y más hacia el pasado, en astronomía se emplean años negativos, de manera que coinciden el año 2 a. C. con el año astronómico -1, y así sucesivamente.
  El Calendario Gregoriano, que acumula un error de sólo un día en más de 3000 años, fue adoptado inmediatamente por todos los países católicos y la mayoría de los protestantes, aunque algunos de éstos difirieron su adopción bastantes años. Inglaterra, por ejemplo, no remplazó el Calendario Juliano por el Gregoriano hasta el año 1752 (al Miércoles 2 de Septiembre de 1752 según el calendario Juliano, siguió el Jueves 14 de Septiembre de ese mismo año 1752, según el Calendario Gregoriano) y la confusión de fechas, imperante en esa época en la Gran Bretaña y sus colonias por la utilización simultánea de ambos calendarios, constituye todavía una dificultad para los historiadores. Como consecuencia de esto, resulta que aunque tanto Cervantes como Shakespeare murieron el Martes 23 de Abril de 1616 en España e Inglaterra respectivamente, en el primer caso se aplicaba ya el Calendario Gregoriano, mientras que en el segundo la fecha corresponde al Calendario Juliano. Así pues, Shakespeare murió el Martes 3 de Mayo de 1616 según el calendario Gregoriano, no coincidiendo con Cervantes.
  Todos los países occidentales (y virtualmente el mundo entero civilizado) utilizan hoy el Calendario Gregoriano.
  La Iglesia Ortodoxa propuso un calendario parecido al Gregoriano, pero en el que la regla para establecer los años bisiestos es ligeramente diferente. En este calendario Ortodoxo, los años múltiplos de 100, no son bisiestos a menos que al dividir entre 9 se obtenga un resto igual a 2 ó a 6. De esta manera, el periodo completo de corrección es de 900 años, entre los cuales hay 218 bisiestos, ya que aplicando la regla, cada 900 años se eliminan 7 bisiestos y 900/4=225, de dónde 225-7=218. La duración media del año aplicando este calendario Ortodoxo sería de (365 X 900 +218)/900 = 365,2422222 días medios, con lo que se ajusta mejor que el Gregoriano a la duración del año trópico que es de 365,24219 días medios. En el Gregoriano el desajuste es de un día cada 3226 años, mientras que en el Ortodoxo es de un día cada 31034 años.
  Turquía adoptó el Calendario Gregoriano en 1917; Grecia y la Iglesia Griega Ortodoxa, en 1923. Rusia, después de haberlo adoptado inicialmente en 1918 y de haber probado durante el periodo 1923-40 diversos otros calendarios, terminó adoptándolo en 1940. Antes de la Revolución Bolchevique que dio lugar al nacimiento de la Unión Soviética, se utilizaba en Rusia el Calendario Juliano, por lo que dicha Revolución se llamó la Revolución de Octubre, ya que tuvo lugar los días Martes 24 y Miércoles 25 de Octubre de 1917 según el Calendario Juliano, que se corresponden con los días Martes 6 y Miércoles 7 de Noviembre de 1917 en el Calendario Gregoriano. De haber estado en vigor el Calendario Gregoriano en Rusia en aquella época, se hubiera llamado la Revolución de Noviembre.

Calendario Revolucionario:

  El Calendario Revolucionario, o también llamado Republicano, entró en vigor en Francia, el día 24 de Octubre de 1793, algo más de un año después de la proclamación de la primera República Francesa.
  Durante la revolución francesa, el pueblo quiso liberarse de sus opresores, y es en este ambiente precursor de la abolición de la monarquía y de la nobleza en el que empieza a cuestionarse el Calendario Gregoriano, utilizado hasta entonces. Los primeros ataques contra el calendario convencional ya se habían producido en 1785 y 1788. Existía cierta intención de independizar al calendario de sus implicaciones cristianas. Después de la toma de la Bastilla en Julio de 1789, las demandas para la reforma del calendario se hicieron más poderosas, y en un principio el nuevo calendario iba a empezar con el primer día de libertad (14 de Julio de 1789).
  En 1793, la Convención Nacional nombró a Charles-Gilbert Romme como presidente del Comité de Instrucción Pública, al que se le encomendó la reforma del calendario. De las cuestiones técnicas se hicieron cargo los científicos matemáticos Joseph-Lois Lagrange y Gaspard Monge. Los nombres de los nuevos meses fueron propuestos por Phillipe Fabre d'Eglantine. Un equipo de científicos, poetas, pintores, etc estuvieron trabajando durante varios meses en la elaboración del nuevo calendario. El resultado del trabajo de este equipo fue enviado a la Convención Nacional en Septiembre de ese mismo año. Este trabajo fue aceptado completamente, y se estableció como ley el 5 de Octubre. Entró en vigor el 24 de Octubre.
  El año quedaba dividido en 12 meses, de 30 días cada uno, y subdivididos en tres periodos de 10 días conocidos como décadas; el último día de cada década era de descanso. Se consideró oportuno dividir el tiempo en intervalos de diez días en vez de siete, ya que el diez es la base del sistema de numeración. Los cinco días que quedaban al final del año (aproximadamente del 17 al 21 de septiembre en el Calendario Gregoriano) eran considerados fiesta nacional, en los años bisiestos eran seis días en vez de cinco. El primer año bajo el nuevo sistema se conoció como An I (año I), el segundo como An II, y así sucesivamente.
  Los días de la década recibían los siguientes nombres:
Prímidi, Dúodi, Tridi, Quártidi, Quíntidi, Séxtidi, Séptidi, Octidi, Nónidi y Décadi.
  Con esto, los tradicionales días de la semana: Lunes, Martes, etc, quedaban en el olvido. Tiene una gran importancia cultural sobre la sociedad la desaparición de la tradicional semana de siete días (en el mundo judeo-cristiano e islámico).
  En lugar de los santos asociados a cada día en el calendario cristiano, en el almanaque revolucionario aparecían asociados a cada día los nombres de diversos objetos bucólicos para la contemplación diaria. Estos consistían en diferentes cultivos, frutas y flores para los días laborables, para el décimo día se asociaba algún instrumento utilizado en la agricultura. Para el quinto día un animal, también relacionado con la agricultura.
  También se decidió que el año debía comenzar cuando la Tierra pasa por algún punto importante de su órbita, no como en el Gregoriano y Juliano, calendarios en los que el año comienza en un punto bastante arbitrario (el uno de Enero, que en los últimos siglos, por pura casualidad, está próximo al paso de la Tierra por el perihelio). Se tomó la decisión de que el año en el Calendario Revolucionario debería comenzar con el equinoccio de otoño. Esta decisión es una muestra más de la importancia que durante la Revolución Francesa, se concedió a la Razón a la hora de organizar la sociedad humana. De esta manera, el calendario se podría ajustar mucho mejor a las actividades de la agricultura, también al curso académico, que debe comenzar después del descanso estival, etc. Casualmente la proclamación de la primera República Francesa el 22 de Septiembre de 1792 (1 de Vendimiario del año1) coincide con el equinoccio de otoño de aquel año.
  Los nombres de los meses, elegidos por Fabre d' Eglantine, pretendían estar en armonía con la naturaleza. Estos nombres hacían referencia a los cambios del tiempo propios de cada época del año, o evocaban poéticamente al año agrícola.
  Se asignaron tres meses a cada estación (todos de idéntica duración: 30 días); los tres meses del otoño se llamaron: Vendimiario (mes de la vendimia), Brumario (mes de las nieblas) y Frimario (mes de los hielos); los meses del invierno, Nivoso (mes de las nieves), Pluvioso (mes de las lluvias) y Ventoso (mes del viento); los meses de la primavera, Germinal (mes del brote de las semillas), Floreal (mes de las flores) y Pradial (mes de los prados), y los meses de verano, Mesidor (mes de las cosechas), Termidor (mes del calor) y Fructidor (mes de los frutos).
  Al final del mes de Fructidor (final del verano) debían añadirse cinco días adicionales, o seis cuando el año era bisiesto. Estos días especiales, que eran festivos recibían los siguientes nombres: Día de la Virtud, Día del Saber, Día del Trabajo, Día de la Razón, Día de la Gratitud, Día de la Revolución (sólo en años bisiestos).
  Cada cuatro años se producía un año bisiesto (con la excepción que posteriormente veremos), y por tanto existía el Día de la Revolución una vez cada cuatro años. Este periodo de tiempo se conoció como Franciada.
  El añadir los cinco días especiales o seis (en bisiestos), al final del verano no se decidió de forma gratuita. Se hizo así porque de este modo se logra un mejor ajuste con la duración de las estaciones del año en el hemisferio Norte. La duración de las cuatro estaciones no es la misma, actualmente (en los últimos y próximos siglos no varia mucho) la duración de las estaciones es la siguiente: Otoño: 89 días, 19 horas, 55 minutos; Invierno: 89 días, 0 horas, 11 minutos; Primavera: 92 días, 18 horas, 29 minutos; Verano: 93 días, 15 horas, 12 minutos.
  De acuerdo con lo anterior, la duración de la Primavera y el Verano es algo mayor que la del Otoño y el Invierno. Esta es la razón por la que se eligió el final del Verano para añadir los días adicionales.
  Este calendario acaba con el problema inherente al Juliano y Gregoriano, de que cada año una fecha determinada cae en un día diferente de la semana. En el Calendario Revolucionario, una fecha dada siempre cae en el mismo día de la década (no existen semanas, o si se quiere, las semanas son de diez días). Por ejemplo, el autor de este documento nació el día 5 de Pradial de 172, y siempre celebrará su cumpleaños en el día Quíntidi de la década, independientemente del año que sea. Esto supone una gran ventaja, ya que el mismo calendario sirve para todos los años.
  Por otra parte, con el Calendario Gregoriano actualmente vigente, el horario de ahorro de luz de verano conlleva el problema de que se ha de producir el cambio del horario de invierno al de verano y viceversa, siempre durante un fin de semana para no perjudicar a las actividades de las empresas, y esto significa que cada año será en un día diferente del mes. Si se utilizara el Calendario Revolucionario, el problema quedaría obviado. El horario de verano cambiaría siempre durante la noche del 30 de Ventoso al 1 de Germinal, y el de invierno durante la noche del 30 de Vendimiario al 1 de Brumario. Todos los años caerían los cambios de horario en el mismo día de la década.
  Se puede acusar al Calendario Revolucionario de estar concebido directamente para el Hemisferio Norte, y se estará en lo cierto. De todas maneras, en el Hemisferio Sur también estaría igual de bien ajustado a las estaciones del año, sólo que cambiando Primavera por Otoño, y Verano por Invierno. Evidentemente los nombres de los meses están pensados para el Hemisferio Norte, y habría que asumir que en el Hemisferio Sur tendríamos calor en Nivoso y frío en Termidor. Actualmente también tenemos en dicho hemisferio calor en Enero y frío en Agosto.
  Los años bisiestos seguían para su determinación, una regla diferente a la que utiliza el Calendario Gregoriano, y más perfecta. Cada cuatro años existía un bisiesto, excepto cada 128 años, ya que al durar el año juliano aproximadamente 11 m y 14 s más que el año trópico, acumula un error de un día cada 128 años. Así pues, en un intervalo de 128 años existían 31 bisiestos en vez de 32. De esta manera se logra una mayor aproximación a la duración del año trópico que la que se alcanza con el Calendario Gregoriano.
  De esta forma se consigue que el periodo de corrección sea de sólo 128 años, en vez de los 400 del Gregoriano, y además obtener una mayor precisión.
  Evidentemente, como el Calendario Revolucionario estuvo en vigor durante menos de 15 años, nunca llegó a ponerse en práctica completamente la norma de los años bisiestos.
  También hay otra mejora con respecto al Gregoriano y Juliano, y es que en estos últimos, los años bisiestos eran el 4, 8, 12... porque se contaba cada periodo de 4 años empezando por 1, 2, 3 y 4. A diferencia de esto, en el Calendario Revolucionario los años en un periodo de 4 se cuentan así: 0, 1, 2 y 3. De manera que los años bisiestos son el 3, 7, 11,.. El año 123 también fue bisiesto, pero no el 127, mientras que el año 131 volvió a serlo. También será saltado el año 255, que no será bisiesto. (Todavía falta mucho para esto, ya que en el momento de escribir estas líneas estamos todavía en Vendimiario de 207). Todo esto en aplicación de la norma del periodo de corrección de 128 años. Además, el día extraordinario que se añade (Día de la Revolución) es el último día del periodo de 4 años. En cambio en el Gregoriano, el día extraordinario, que era el 29 de Febrero, está situado en un lugar completamente arbitrario. Todos estos detalles hacen al Calendario Revolucionario ser mucho más racional que los otros
  En cuanto a exactitud, teniendo en cuenta que la duración media del año trópico actualmente es de 365,24219 días medios, en el Calendario Revolucionario la duración media del año es de ((365*128)+31)/128=365,2421875. Mientras que en el Calendario Gregoriano es de ((365*400)+97)/400=365,2425. Para que se acumule un día de error en el Calendario Gregoriano deberían transcurrir 3226 años, mientras que en el Revolucionario: ¡nada menos que 400000 años!. Evidentemente lo anterior sería cierto del todo si la duración media del año trópico se mantuviese constante con el paso de los siglos, cosa que no ocurre en la realidad. Pero de todas maneras, la evolución que presentará en los próximos siglos, hará que el Calendario Revolucionario sea bastante más exacto que el Gregoriano.
  Este calendario estaba dentro de las medidas encaminadas a la sustitución de los antiguos sistemas tradicionales de medición y peso, por el sistema métrico decimal, muy superior desde el punto de vista racional.
  También puede considerarse hasta cierto punto un intento de descristianización de la sociedad, ya que los Calendarios Juliano y Gregoriano utilizados hasta entonces, tienen importantes implicaciones cristianas. El concepto de semana de siete días está fuertemente arraigado en las tres grandes religiones monoteístas, y su sustitución por la mucho más racional década de diez días, pretende disminuir la influencia sobre la sociedad de la tradición cultural de tales religiones, especialmente la cristiana. No debe olvidarse que en la Francia Revolucionaria fue abolido el cristianismo, e instaurado el culto a la Razón. Utilizando un nuevo calendario totalmente basado en la Razón, y abandonando el calendario cristiano anterior, muchos revolucionarios confiaban en que algo que tan importante influencia tiene en la sociedad en su vida diaria, como es el calendario, ayudaría al hombre a olvidar la influencia del cristianismo, que no consideraban demasiado positiva. La posición de la Iglesia de aquel entonces, favorable al mantenimiento del antiguo régimen, no parecía tener unos ideales demasiado coincidentes con los de la Revolución: Libertad, Igualdad y Fraternidad.
  Durante los años que estuvo en vigor, este calendario funcionó de una forma muy satisfactoria en Francia, al menos internamente. Los mayores problemas eran ocasionados por las comunicaciones con el mundo exterior donde imperaba el calendario Gregoriano.
  El Calendario Revolucionario fue abolido en agosto de 1805 por Napoleón. Varias décadas después, en 1871 fue brevemente reinstaurado por la Comuna de París, durante varios meses.

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