Al principio no los reconocía; apreciaba —a
pesar de mi corta edad entonces—, cómo las personas manifestaban una enorme
alegría al verlos tan cerca; no entendía quiénes eran ni qué hacían; algo
trascendental era verlos llegar a la casa ubicada en la calle 33 entre 66 y 68,
también aquella aglomeración de personas frente a la vivienda de marras. ¡Y no
era casualidad! en aquel sitio vivió su fundador: Orestes Aragón Cantero. Una
placa conmemorativa así lo recuerda. Por tal razón, los integrantes de la
agrupación acudían allí con el propósito de saludar a su viuda y demás
familiares.
Después crecí, los vi en la TV y comencé a
escucharlos en la radio; incluso, interpretaba sus canciones alrededor del
sillón de la sala: “me gustan los tamalitos, los tamalitos que vende Olga…”; entonces
pensaba le cantaban a la vecina de al lado, pues se llamaba así.
Una vez, en esos tantos encuentros en el
barrio se armó la gorda. Resulta que algunas vecinas se entusiasmaron más de la
cuenta. ¡Señores, “me lo dijo Adela” y ella casi nunca miente!
-¡Te lo
perdiste mi amiga!, “Cachita” está alborotá, fíjate, ni siquiera pensó en “el
enfermo” que dejó en “Siboney”.
Ahí no quedó la cosa. “Tres lindas cubanas” estaban
con “el manicero” en “el baile suavito”, muy “suavecito” y todo; ¡los vio “el
bodeguero”!, por eso no tengo dudas. Como siempre estaban allí la “calculadora”
y esa otra a la cual le dicen “sabrosona”, ¡ya te imaginarás por qué!, las dos
no hacían otra cosa que gritar “baila Carola” el “son de la loma” y acaba con “el
paso de Encarnación”. ¡Tan picúas ellas!, con el “espíritu burlón” de guardia,
tratando de convertir aquello en una “noche de Farra”.
Lo mejor ocurrió después, cuando llegaron
“Naranjo y Lucas”. Los dos querían “un beso de recuerdo” de “Patricia”; el
primero de ellos la interpeló, sin más ni más: “amor de mis amores” acércate un
poquito, ¡anda!, si tú “llenas toda mi vida”; el otro, ni corto ni perezoso
salió con eso de: “vidita, vidita” mira que “voy a hablar con tu papá”. Y como
puestos de acuerdo le expresaban “ven morena”, “para sentirme mejor” “arrímate
pa’cá”, si tú eres “mi escapulario”.
Pero ella no se dejó convencer. Ahí mismo le
respondió Lucas: ¡oye! si “tú no sabes de amor”, mira “no te vuelvas loco” y
vete pa’ “la cantina”; al contrario de ustedes (y los apuntaba con el dedo)
está “en la capital” mi “negrito de
sociedad”, lo mismo va “de la ópera al cha cha cha” y “repicando batá”, sin estas “charlas del
momento”. ¡Ese sí me tiene “muy junto al corazón”! Y con las manos puestas en las caderas clamó: ¡“Ay
José”, “sube un poquito más” y vente pa’cá que “la gloria eres tú”!, y dio
media vuelta como toda una “guajira con tumbao” y se marchó hacia el “caminito
de Guarenas”.
Por un rinconcito andaba muy tranquila “mamá
Inés” observándolo todo. Fue hasta donde estaba “el organillero”, y le espetó:
“mire Don José” no deje ir a la “guantanamera”; ¡“aprende muchacho”!, por “un
real de hielo” te acompaña a “la comparsa”. Disfruta, hijo; nadie tiene “cuatro
vidas”. ¡Dale, “busca los lentes” y vete “al vaivén de mi carreta” que yo “no
me molesto”!
La tarde pasó entre mojitos y entremeses. “El
charlatán”, la “españolita” y “los tiñosos” se hallaban pasaditos de tragos y
comenzaron a tararear “mi son es un vacilón” y yo me voy pa’ “Guacharrumba” a bailar el “cha cha cha de las doce”.
Óiganme, “yo quisiera saber” el porqué ocurren
estas cosas en las fiestas de mi barrio. Y deben ser de verdad, pues como les
comenté, “me lo dijo Adela”, ¡y ella casi nunca miente!
Nota: Las palabras
entrecomilladas corresponden a títulos de algunas de las canciones de la
afamada orquesta Aragón, fundada el 30 de septiembre de 1939 en la ciudad de
Cienfuegos.
La orquesta Aragón es una prestigiosa
agrupación musical cubana, intérprete de géneros populares bailables. Fue
fundada en l939 con formato de charanga francesa, por Orestes Aragón en su
natal ciudad de Cienfuegos. Años más tarde la Aragón se radicó en La Habana,
para establecerse durante décadas en la cima entre las orquestas de su tipo en
Cuba. En 1948 su creador cedió la batuta al también cienfueguero y entonces
joven maestro, violinista y cantante Rafael Lay Apezteguía (1927-1982).
Fallecido en un accidente de tránsito en plena madurez de su carrera artística,
el hombre que condujo a la agrupación a merecer el calificativo de Charanga eterna, ha sido sucedido hasta
nuestros días por el violinista como él, Rafael Lay (hijo).
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