Cuando el rinoceronte llegó al Museo de Arte
Latinoamericano de Long Beach (MOLAA), en California, se sintieron los últimos
pujos de un nacimiento que duró ocho años. William Pérez lo estimó así, nunca
fue concebido para habitar en el espacio interior de una galería.
“Tuve varias ofertas en mi taller, pero por ninguna me
decidí. Sabía que merecía estar en un sitio más participativo, de interacción y
diálogo constante”, esclarece el artista cienfueguero poco antes de sentarnos e
iniciar un recorrido por su obra creadora, esa con notables signos de
experimentación y ascensos continuos.
Otra de las novedades
de este año, y así dejamos descansar al “Rino” un rato, fue la exposición en homenaje a los veinte años del
grupo Punto acá en el Centro Provincial de las Artes Visuales de Cienfuegos.
¿Qué representa para ti volver a esas raíces?
“Muy interesante. Cuando fui a la sede de ArteCubano para
recoger los tabloides pensé en un artículo con unas cuantas fotos, sin embargo,
encontré todo lo contrario. ¡Qué bueno que se desempolvó una parte de la
historia del arte cienfueguero y de Cuba! Es un sentimiento lindo eso de
reencontrarnos y ver como todos de una forma u otra siguen creando. Resulta un
momento de encuentro, donde nadie hace notar el tiempo pasado.
“Fuimos soñadores en circunstancias convulsas desde el
punto de vista político y social, era la década de los noventa. Aunque la
visualidad formal ha variado en todos un poco, el contenido no ha sido
transformado para nosotros. Ahí están los problemas de la emigración, de la
economía, de la sociedad, del hombre nuevo (…)”.
Entonces aún el
Grupo Punto tiene latidos, presión arterial, respiración…
“Está vivo. Un grupo es parte de un momento histórico, el
cual puede durar un tiempo limitado y depende de cuantiosas variables. Hay vida
porque todos desde muchas vías seguimos en el arte, incluso algunos vivimos del
arte, y eso te da vitalidad. Además cuando en los años ‘90 existía una estética
casi generalizada en Cuba nosotros decidimos tomar una posición en medio de la
generalidad. Quisimos darle movimiento a determinadas ataduras, fíjate si
estamos vivos que volvimos a exponer juntos”, enfatiza con la fuerza hecha
palabra y mira tan fijo como puede. Sus ojos ponen en claro que Punto no es para William Pérez conjugaciones
pretéritas.
Hace poco un
periodista te definía como un cultor permanente de la experimentación, incluso
decía que podía ser un punto de contacto entre Mateo Torriente y tú. ¿Qué
opinas sobre ello?
“Un artista es un renovador constante. Puedo estar tres o cuatro año cultivando una misma forma
de hacer, pero después eso cambia con facilidad. El hecho de experimentar
constantemente resulta bueno para el creador, sin embargo, para el mercado no
tanto. No me interesa, de verdad, no me interesa…”.
“Como te anuncié al principio, tuve algunas propuestas de
ventas, mas quería un lugar especial para él y lo encontré en la colección
permanente del Molaan…”, dice y omite que le costó más de un año empastar las
piezas de aluminio fundido
que conforman el cuerpo de esa escultura a tamaño real, la cual a nuestro modo
de ver dispara directamente en la conciencia de los demás sobre la necesidad de
preservar el medioambiente, a la vez que demuestra un fino trabajo de
acoplamiento y encaje de todas las piezas individuales que conforman la gran
obra.
Mabel Poblet y
Marlys Fuego hoy son artistas de vanguardia en Cuba. Y ambas cruzan relaciones
contigo en momentos distintos. Muchos piensan que son parte de tu creación…
“Bueno…, siempre se comparten cosas. Creo que ha sido
reciprocidad, yo también he aprendido de ellas, de sus modos de expresarse en
el mundo de la creación. Quizás como ellas han sido más jóvenes que yo puede
haberlas influido, pero hasta ahí.
Pudiera existir
el William Pérez artista sin nutrirse de los sueños y pesadillas que provoca,
sin dudas, el contexto cubano en sentido general.
“No. Llega un momento en la vida en el cual uno ya siente
que ha experimentado lo suficiente como para sobrevivir en cualquier lugar,
pero un hombre sin raíces es un hombre perdido. Yo sin Cienfuegos y Cuba es
imposible. Casi toda la esencia de mi trabajo tiene que ver con este contexto,
haga lo que haga. Uno siempre apuesta todo a su historia, aun cuando como
creador estés abierto a otras proyecciones.
“No me pienso solo como un artista de Cuba. A mi edad no
se piensa en límites, simplemente, soy un creador y ya está”,
Muchas de tus
obras se nutren de elementos tecnológicos, luces, cables…
“Tengo ese bichito de lo tecnológico. Te lo resumo con
una frase de Albert Einstein: ‘La religión sin la ciencia es ciega, pero la
ciencia sin la religión es coja’. Trato de conjugar las dos cosas. Aunque pueda
concebir una pieza con tecnología avanzada, siempre pienso en su interés humano”,
aclara y nos interrumpe alguien con un catálogo para ser dedicado por el
artistas que ya tiene más de 100 exposiciones en Cuba y el extranjero, además
de superar los 20 premios nacionales e internacionales.
Nada de ello hace opacar al hombre sencillo y con manos
de escultor. De palabras precisas, pero bien pensadas. Sobre su historia cuentan
disimiles sitios digitales y en cada uno de ellos existe la referencia a
Cienfuegos, a la pluralidad de técnicas empleadas y la problemática cubana.
Para el 2016 tendrá varios proyectos expositivos en la Isla y Estados Unidos principalmente,
según explicó el propio William Pérez, “el caso es no detenernos”.
Vendrán otros nacimientos, pero el del Rinoceronte ya pasó…, del cual escribiera la
crítica y curadora Corina Matamoros: “atraído por el clásico Rinoceronte de
Durero, el creador repara sin embargo en Yambo, el espécimen del Zoológico
habanero de 26, verdadero inspirador de su instalación (… ) el Rino de más de
tres metros tiene incorporado un sistema inteligente de sonido que se activa
por la acción del espectador, haciendo sonar unas increíbles trompetas
integradas al propio animal”.
No todos los días cae un Rinoceronte en el Molaan y,
menos, de procedencia cienfueguera. (Zulariam PÉREZ MARTÍ, de 5 de Septiembre)
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