Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Dos ballets a la sombra de Nijinsky, en Festival de Ballet de La Habana


   Uno de los momentos más esperados del 23 Festival de Ballet de La Habana es la reposición de El espectro de la rosa y La siesta de un fauno, dos obras antológicas del catálogo del ballet del siglo XX. Luego de varios años sin ser representados por el Ballet Nacional de Cuba el público que asista a la gala por el centenario del natalicio de Igor Youskevitch -6 de noviembre, Gran Teatro de La Habana-, tendrá la oportunidad de disfrutar de la coincidencia en la noche de dos obras enlazadas por la sombra legendaria del bailarín Vatzlav Nijinsky.
  Se cuenta que fue este el ballet que convirtió a Nijinsky en una leyenda. El bailarín ya era muy conocido por los habituales concurrentes a las funciones que los Ballets Rusos de Serguei Diáguilev ofrecían en París desde 1909. La compañía  había causado conmoción en los círculos artísticos de la ciudad luz con sus espectáculos llenos de energía vital, de color, coreografías de Mijaíl Fokín. 


En 1911, el coreógrafo tuvo la tarea de montar un ballet para el debut de la compañía en Montecarlo. La idea se la había enviado el poeta francés Jean -Louis Vaudoyer, inspirado en los primeros versos de un poema de Theophile Gautier:

“Yo soy el espectro de una rosa
que en el baile llevabas ayer...”


  De estas líneas de poesía partía la idea del ballet: Una joven regresa de su primer baile. Trae consigo una rosa que le regalaran en la fiesta. Llena de  turbación por las nuevas experiencias experimentadas se sienta en una butaca y queda dormida. Por la ventana abierta entra de un salto el espectro de la rosa que hace bailar a la joven, revive en ella las emociones de la noche recién vivida. Cuando el sueño va a finalizar, el espectro se despide y salta por la ventana hacia la madrugada.
  El ballet fue un éxito inmediato. Junto a Nijinsky, la bailarina Tamara Karsávina era ya adorada por los públicos. El famoso salto final de Nijinski como el espectro hacía que las personas se preguntaran si era verdad que el bailarín podía volar como las aves. El genio coreográfico de Fokín, los encantadores diseños de León Bakst, la interpretación de los bailarines, y la leyenda, hicieron de este ballet una obra obligada en los repertorios de grandes artistas y compañías. 
  Ahora dos figuras del Ballet Nacional de Cuba asumirán el reto. Luego de varios meses de ensayo, Aymara Vasallo cree haber encontrado la esencia de la joven que sirve de eje a la obra: “Aunque parece un empeño fácil, no lo es. Creo que es un rol de madurez porque lo que exige de la bailarina no es una técnica fuerte sino un desarrollo artístico que sólo se alcanza cuando se ha estado varios años en la escena, y que no es fácil dominar”.
  Vasallo comenta que en la joven de El espectro… está en gran medida el encanto de esta obra: “Su comportamiento refuerza ese sentido fantástico que debe caracterizar al rol del bailarín. Establece con el otro personaje una relación peculiar, como la que establecemos con ciertas imágenes que vienen a nuestra mente cuando estamos dormidos a medias…En esas experiencias personales encontré las herramientas para enfrentar este papel. Realmente, poder bailar este ballet es para mí un reto artístico, una bella oportunidad”.

 Junto a Aymara Vasallo, el joven bailarín Yanier Gómez tiene la responsabilidad de encarnar al legendario espectro: “Llevo muchos años esperando esta oportunidad” confiesa sin dudar el bailarín: “Cuando era niño vi la interpretación de Mijaíl Baryshnikov y me dejó impresionado, deseé poder bailarlo algún día”.
  Yanier se ha enfrentado a una tarea difícil, de la que no todos los bailarines han salido airosos: “Este personaje tiene un despliegue técnico muy enérgico, tiene muchos saltos, assemblés dobles, giros diferentes. También tiene un trabajo bien fuerte con los brazos.   Pero lo más difícil, lo peligroso, es encontrar el estilo justo del espectro: es un ser andrógino, ni masculino, ni femenino; es una rosa, pero a la vez es un hombre. No puede resultar amanerado, y tampoco muy viril. Además, como es etéreo, en ningún momento se debe demostrar el esfuerzo que demanda; debe parecer que flota por la escena en todo momento. Eso lo emparenta con otros personajes del repertorio, como las sílfides, o las wilis de Giselle”.   
  Los dos bailarines confiesan estar ansiosos con este debut en una obra tan conocida: “Sé que al público le gustará porque es uno de esos ballets que no envejecen nunca”, apunta Yanier. “Confieso que espero con muchas ganas el instante en que la música marque mi entrada a escena.  En ese momento estaré concretado un deseo de muchos años”.       

LA SIESTA DE UN FAUNO 


Cuando Vatzlav Nijinsky deseó hacer este ballet, quizás no pensó que estaba alumbrando un cambio fundamental en la historia coreográfica.  Mijaíl Fokín – que, según se cuenta, recibió muy mal la idea de que el bailarín se convirtiera en su competencia—había plasmado en su estilo creativo ciertas reformas en el arte de la danza, siguiendo una línea lógica de desarrollo a partir de los ballets que se representaban en las escenas imperiales de San Petersburgo y Moscú. Pero Nijinsky, quiso ir más allá. Luego de una visita a la acrópolis griega, su protector y amigo Serguei Diáguilev le sugirió que estudiara para un nuevo ballet aquellos bajo relieves de las construcciones helénicas, las bandas decorativas que adornaban las vasijas de esta civilización.
  La creación de Nijinsky no tenía precedentes. Se inspiraba en un poema de Stéphane Mallarmé y la música seleccionada era el Preludio a la siesta de un fauno de Claude Debussy.
  La historia estaba cargada de hálito voluptuoso: En las primeras horas de la tarde, un fauno descubre a unas ninfas. Cuando sale al encuentro de las criaturas, estas huyen espantadas al verlo. El fauno solo consigue atrapar a una de las ninfas y queda deslumbrado ante su belleza. La ninfa escapa, dejando caer uno de sus velos en la huida.   El fauno recoge la tela del suelo y la defiende como un tesoro cuando las otras ninfas vienen en su busca. Completamente solo, el fauno regresa a su lecho y abraza el velo con pasión.
  Con La siesta de un fauno, Nijinsky rompió con más de un siglo de tradición cuando liberó a sus danzantes del en dehors imprescindible en la danza académica, exigiendo una posición en paralelo de los pies. La peripecia del ballet, como una escena esculpida en piedra antigua, ocurría con un sentido marcado de gravedad, alejado del aire etéreo que caracterizaba a la danza clásica; exhibía una combinación alterna de movimiento cortantes con otros muy lentos, delimitados por poses estáticas con un alto sentido plástico. Los personajes, un fauno y siete ninfas, estaban colocados completamente “de lado” con respecto al público. Los diseños fueron una verdadera obra de arte realizada por León Bakst. El público quedó sorprendido ante aquel retablo coreográfico; muchos se escandalizaron por las alusiones sexuales de los segundos finales del ballet. Su estreno, el 29 de mayo de 1912, fijó el inicio de otra leyenda danzaria.  Aunque luego Nijinsky se extravió en la demencia, su arte como bailarín y coreógrafo, su físico dúctil, quedarían inmortalizados como íconos del arte. (Por Lester Vila Pereira, Tomado del portal CubaSí)       

  
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