Alicia otra vez en escena (Fotos)
Era un secreto a voces: casi todo el mundo en el Gran Teatro de La Habana sabía que al final de la gala dedicada al maestro Ernesto Lecuona, ocurriría algo extraordinario. En el programa de mano no había ningún indicio, pero el rumor crecía.
Por fin, en el intermedio, un locutor anunció que después de la última obra programada, figuras históricas de la compañía realizarían un homenaje a la memoria. Pero el nombre de Alicia Alonso no fue mencionado durante la sesión del 23 Festival Internacional de Ballet de La Habana.
Al final, la orquesta hizo una obertura, el pianista Leonardo Milanés se sentó al piano y comenzaron a danzar en escena primeros bailarines de toda la historia del Ballet Nacional de Cuba: Marta García, Orlando Salgado, María Elena Llorente, Lázaro Carreño, Osmay Molina…
El público los recibió a todos con aplausos, hasta que los aplausos se desbordaron en una ovación gigantesca: de la mano de Jorge Vega apareció en escena la mismísima Alicia Alonso, caracterizada como uno de sus últimos personajes: la dama de Un retrato para un vals.
Alicia no creyó en imposibles: regaló a su público esa presencia escénica que con los años se ha convertido en leyenda. Derrochó simpatía y gracia, fue juguetona y nostálgica.
Un teatro de pie apenas pudo contener la emoción. Alicia recibió sus flores, y sobre todo, el aplauso agradecido y entusiasta de centenares de aficionados. El telón tuvo que abrir tres veces. (Por Yuris Nórido, tomado de CubaSí)
Danza Alicia Alonso en Festival de Ballet en Cuba
El retorno a la escena de la leyenda del ballet cubano Alicia Alonso dio un toque de distinción al 23 Festival Internacional de Ballet de La Habana.
Con 90 años de edad y acompañada por dos de sus antiguos partenaires, Lázaro Carreño y Jorge Vega, la directora del Ballet Nacional de Cuba (BNC) regaló Un retrato para el recuerdo, título de la pieza no anunciada a fin de sorprender a los amantes de la danza reunidos en La Habana.
Alonso fue otra vez una actriz excepcional, inspiró ovaciones a lo largo de su presentación y minutos después de ella, nadie pudo verla sentado.
Las primeras figuras, ya retiradas, Marta García, María Elena Llorente, Orlando Salgado y Osmay Molina, también acompañaron a la prima ballerina assoluta en el escenario y demostraron la clase con que hace años eran capaces de conquistar ovaciones en el mismo Gran Teatro de La Habana.
La gala en su conjunto estuvo dedicada a rendir tributo al compositor y pianista cubano Ernesto Lecuona en conmemoración del centenario del estreno de La comparsa, una de sus obras que mejor expresa el mestizaje característico de esta isla del Caribe.
La coreografía de Alberto Méndez, Tarde en la siesta, sobre un conjunto de partituras de Lecuona, revivió imágenes de la mujer cubana de principios del siglo XX y dio a Viengsay Valdés, Sadaise Arencibia, Anette Delgado y Yanela Piñera la oportunidad de exhibir sus particulares dotes histriónicas.
En La comedia e danzata, de Alicia Alonso, los jóvenes Grettel Morejón, Serafín Castro, Alejandro Silva y Miguel Anaya demostraron estar listos para desempeños mayores, especialmente la bailarina, técnicamente precisa y con dominio de un amplio registro expresivo.
El estreno en Cuba de Interludio en el limbo, del coreógrafo puertorriqueño Carlos Santos, puso en evidencia la necesidad del BNC de bailar más obras contemporáneas.
Suite Lecuona, de la mexicana Gloria Contreras, dejó ver la buena salud del Taller Coreográfico de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Mientras el dúo de amor de Espartaco, del ruso Yuri Grigorovich, interpretado por bailarines de la Opera de Bucarest, aún sin la fuerza de la pieza, entregó un momento refrescante en este inicio de Festival.
Horas antes, en el Teatro Nacional de Cuba, el Ballet Preljocaj de Francia no satisfizo todas las expectativas, pero dejó expuesta la capacidad del creador, Angelin Preljocaj, de articular imágenes de poderosa plasticidad y simbolismo.
Sin dudas, el atractivo de la jornada fue el retorno a la escena de Alicia Alonso, con ese ímpetu admirable de vivir, vivir, vivir. (Por Martha Sánchez Martínez/PL)
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