Por Mercedes CARO NODARSE
Lo sé, ¡muy bien que lo sé! He tenido que
acudir a ellos, lo confieso, pero ¿quién no? Acá espero la respuesta de
alguien. Aunque “odiados”, repudiados, catalogados como raza indeseable, los
revendedores nos “resuelven” muchas veces el problema del momento. Y es que ellos comercian con productos rebajados de precios o aquellos altamente
cotizados, los cuales presentan un déficit de producción, altos precios o mala
calidad en el mercado estatal.
Estos individuos son verdaderos
economistas en cuanto a la obtención de ganancias. Poseen un listado de precios
¡interno! el cual les permite alcanzar el doble y hasta el triple sobre el
monto de la mercancía. Por ejemplo, las bombillas fluorescentes tienen un importe
de 18 pesos en MN, ¡ahhhh!, sin embargo, ellos le colocan una “multa” de 22, al
ofertarlas a ¡40! Igual ocurre con artículos tales como los cintos, vasos,
jabones…, y todo aquello que puedan adquirir con el muy marcado fin de especular.
Pero no es sólo eso. A la vista de ¡¡¡todos!!!,
en las esquinas —intransitables, principalmente la de 33 y Bulevar, en Cienfuegos— proponen
desde una pitusa de “marca”, medias para hombres, pulóveres, gafas de todo
tipo, espejuelos graduados (¡¡¡y hasta bifocales!!!), cuchillas de afeitar,
pinturas (y de alguna manera la de vinil blanco —a 85 pesos en el mercado
nacional—, y no obstante inalcanzable para cualquier ciudadano, porque al
parecer se agota, volatiliza, esfuma… tal y como llega), entre otros muchos
artículos electrodomésticos (ollas arroceras, multipropósitos, calentadores,
duchas eléctricas ¡y lo inimaginable!) cuya procedencia bien valdría una
investigación ¿periodística?, ¿policial?, ¿empresarial?
Con estos especímenes “el cliente
siempre tiene la razón y encuentra lo deseado”, pues si no cuentan con el
artículo o talla ansiados en ese momento, los consiguen con una breve gestión
en la “cofradía”.
A veces alguien grita una palabra
clave, y se dispersan hacia un lugar seguro, pero pasada la tempestad regresan.
Más de una vez han sido desplazados, incluso, por los propios trabajadores de
las unidades comerciales, pero vuelven una y otra vez con inusitada fuerza.
Aunque la especulación es tan vieja
como la antigua humanidad, el término “mercado negro” surgió en Europa durante
la primera guerra mundial con la introducción del racionamiento en los países
beligerantes. Se dice que este mercado aparece en tiempos de crisis o en países
de economía planificada, cuando se imponen controles de precios y racionamientos
de bienes, con el fin de asegurar una distribución equitativa.
En Cuba, su auge vino con mayor
fuerza aparejado a la despenalización del dólar y la apertura de las Tiendas
Recaudadoras de Divisas (TRD). Esta actividad ilícita cuenta con su propia organización
interna, aunque existen vendedores independientes. Otros se agrupan en áreas
fijas ardedor de un comercio determinado, panaderías, mercados.
Enfrentar a tales individuos
requiere “armarse” —no con palos y dientes— de una férrea voluntad de hacer
cumplir lo legislado. Porque, entonces ¿para qué tantos agentes del orden
público en las principales arterias de la ciudad? Eso por una parte, por la
otra, debe impedirse la venta al por mayor de artículos de primera, segunda,
tercera…. necesidad. Fui testigo presencial en la tienda “Juraguá”, perteneciente
al CIMEX, de la rotunda negativa de la dependienta del área de Ferretería, de
proveerle a uno de estos sujetos unas llaves —quien pretendía adquirir más de
diez. “¡Solo dos por persona!”, dijo y no tranzó, amén de las amenazas y el
elevado tono de la voz.
En el Código Penal, la especulación
y el acaparamiento están en la misma figura delictiva, la cual tiene una
sanción de tres meses a un año de privación de libertad o multa de 100 a 300 cuotas, junto con
la confiscación de las mercancías. Ser más enérgicos en la aplicación de las
leyes, y mantener un permanente “gardeo” por parte de los compañeros de la PNR
sobre estos —muy conocidos por cierto— individuos impedirá que sigan “viviendo”
de ti, de mí y de todos.
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