Por
Mercedes CARO NODARSE
En sus intercambios con directivos y
trabajadores de las entidades, los artistas y escritores de la provincia de Cienfuegos resaltaron la importancia de conocer cómo
funcionan dichas entidades y reconocieron el esfuerzo de cada colectivo en su
labor diaria. En ese sentido pudieron constatar las acciones que acontecen en
las distintas instituciones, enfocadas al rescate de la memoria histórica y la
preservación de los valores (temas fundamentales en los debates previstos por
los artistas y escritores cubanos durante las deliberaciones de la magna cita);
así como el reconocimiento al prestigio y la virtud de destacados hacedores del
bien común.
Durante la etapa actual del proceso hacia el VIII Congreso UNEAC, han sido muchos y variados los cuestionamientos, preocupaciones y propuestas de los creadores, la inmensa mayoría de ellos empeñados en encontrar vías para lograr que la producción artística y literaria coadyuve, cada vez más, en la revitalización de los valores de nuestra sociedad. Tal aspiración no resulta nueva; ha estado siempre presente desde el mismo acto fundacional de la organización encabezada entonces por Nicolás Guillén, y renovada en el tiempo.
Nadie puede ignorar ni estar ajeno al
contexto ni a las circunstancias en que se desarrolla el actual proceso hacia
el VIII Congreso de la UNEAC. Desde hace dos años
el país vive un período de radicales transformaciones estructurales a fin de
actualizar y perfeccionar el proyecto revolucionario, Sus directrices están
contenidas en los Lineamientos Económicos y Sociales aprobados por
el último Congreso del Partido y en los Objetivos de la Conferencia Nacional de
la organización política.
La organización no está ni puede estar al
margen de las transformaciones de la Isla, y en consecuencia ha venido
trabajando colegiadamente en comisiones que abordan desde los vínculos entre
cultura y sociedad hasta los muy complejos problemas de la economía de la
cultura. Como nunca antes, en los últimos años, puede hablar la UNEAC como una
organización de proyección e impacto nacionales.
Esto no significa que la organización no
tenga que revisar, en el camino hacia el Congreso, mecanismos funcionales y
administrativos, redimensionar su sistema de eventos, e interactuar con más
determinación con las instituciones del Ministerio de Cultura y otros
organismos de la Administración Central del Estado, incluso con la CTC y el
Sindicato de Trabajadores de la Cultura, para deshacer entuertos burocráticos y
desembarazarse ella misma de problemáticas gremiales. En el caso de las
instituciones culturales, la mayoría de los escritores y artistas cubanos
abogan por introducir ajustes y cambios que hagan más eficiente su gestión y
faciliten la promoción de sus obras.
Ahora bien, la ruta hacia la necesaria
renovación y el imprescindible perfeccionamiento de la UNEAC no pasa ni puede
pasar por la disgregación, ni la disociación, ni la anarquía, ni la agitación
desde falsas tribunas, apuestas indudablemente oportunistas que le hacen un
buen favor a quienes quisieran ver fracturado el compromiso intelectual con la
sociedad. Habrá que cambiar muchas cosas —de hecho están cambiando—, pero
debemos defender los fundamentos de ese compromiso ético.
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