Por Mercedes CARO
NODARSE Fotos: CEDEÑO
La
situación epidemiológica en la provincia de Cienfuegos requiere hoy, más que
nunca, de la multiplicación de esfuerzos, no solo de quienes tienen la
obligación de mantener las calles de la ciudad limpias, sino de ese
conglomerado humano conocido como pobladores, habitantes, residentes,
ciudadanos, vecinos…, en fin un muy abultado número de sinónimos que agrupa a
todos sin distinciones.
“Si cada cual hiciese al menos una acción de
bien común en pos de la higiene comunal, estaríamos en mejores condiciones”,
comenta Flavia Basulto Vázquez, jefa de zona de Comunales en el Consejo Popular
Centro Histórico. A esta mujer los amaneceres cienfuegueros le apasionan. “Somos
muchos hombres y mujeres levantados recién comienza el nuevo día, solo con el
propósito de barrer las suciedades dejadas en la noche por los transeúntes y
noctámbulos”.
Y es verdad, al decir de mi entrevistada,
cuando salen con sus carritos, sacos, escobas hacia los parques, prados y
avenidas encuentran papeles por doquier, jabas de basuras tiradas, orines,
defecaciones… “Una cambia de pronto, y esa alegría de recorrer una hermosa
ciudad se vuelve, sin pensarlo, en una gran tirón de estómago.
“¿Acaso cuesta mucho ser una persona
disciplinada? ¿Regirse por normativas dispuestas, reglamentos establecidos?
Duele escuchar que hoy Cienfuegos es una ciudad sucia. ¿Pero cuánto aportamos
por su limpieza? ¡Y no pretendo tapar el sol con un dedo!
“Es cierto, existen indolencias de ambas
partes. El barrendero, descuidado que tira los desperdicios por la
alcantarilla, o cuando chapean las hierbas y las dejan allí, expuestas en medio
de la vía, lo cual solo empeora la situación; lo sabemos, estamos conscientes
que ocurre; sin embargo, nadie se nos acerca para denunciar al infractor y
poder adoptar las medidas pertinentes; tampoco llaman a la dirección de
Comunales y reclaman por la ausencia del limpiador de calles.
“¿Usted cree que lo hacen por lástima, por
temor a que esa persona pierda el empleo? Le aseguro…, no es así. Se trata de
una pasividad permisiva ante lo mal hecho, como un distanciamiento hacia lo
correcto: ‘no me importa…, nada tiene que ver conmigo, allá quienes le pagan
pa’eso’, son las expresiones más comunes. Y allá van a formarse los
minivertederos ante la vista de todos en el barrio, el que sacrificó animales y
dejó en una esquina o junto a un arbusto los desperdicios, la ‘mondonguera’,
apestando, llena de moscas, derramando líquidos putrefactos. ¿Alguien les llamó
la atención?, les dijo: ¡oye, ahí no puedes tirar eso!”.
Por otro lado, los segundos domingos de cada
mes un grupo de entidades asumen la impronta, conglomerado de diligencias con
vistas al saneamiento de la ciudad, eliminar la acumulación de desechos
sólidos, escombros y cuanta cosa sobra en la viviendas, dejados ¿al descuido? en
las esquinas por los propios moradores de los barrios (nadie llega de otro
lugar). Exclamaciones de alivio surgen espontáneamente ese día; después, el
panorama vuelve a su status de suciedad, una y otra vez. Los recursos
dispuestos gastados y vueltos a gastar, mes tras mes. ¿Quién se duele?
Cientos de veces he visto a Flavia encaramada
en los camiones, montacargas, orientando, inspeccionando; bajo un fuerte sol,
empapada por la lluvia, incluso cuando azotan los ciclones, porque son muchos
los años dedicados a esta actividad. “Es preciso, resulta urgente, necesario,
la cooperación de todos los factores del barrio, de los trabajadores de Comunales,
Acueducto y Alcantarillado, no depende de unos pocos, la acción es de todos,
estamos hablando de la salud de un pueblo, de la imagen que siempre lució la
Perla del Sur”.
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