Por Mercedes CARO
NODARSE Foto: Kalam
No sé, siempre imaginé que cuando las
personas se ¿sienten? afectadas por algo o alguien nunca recurrirían a aquello
que le ha causado malestar. Me parece sería más lícito, honesto, desechar todo
vínculo con lo que tanto se ha criticado o aludido, o atacado o... Pero, casi nunca
lo que se piensa o se imagina constituye realidad.
Entonces, nos queda un desabrimiento, una
sensación extraña, porque no se llegan a conocer a las personas a plenitud. Y resulta
incómodo, hasta chirriante. La verdadera historia de la conciencia se inicia
con la primera mentira. Y esas, las mentiras, han sido muchas, escritas y
dichas, por el tahúr de Tur Valladares.
Ventajista, fullero, embarcador, tramposo,
aprovechado, bribón, truhán… ¿cuántos sinónimos pueden describirlo? Mi amigo
Kalam, quien vive hace 24 años en los EE.UU., y enterado de la diatriba sostenida
entre Tur y yo, a propósito de la industria cementera cubana, me hizo llegar
unas imágenes.Pero solo les muestro una, la de los muchos sacos de cemento, ese material que tanto ¿aborrece?
Kalam sabe quién es Tur y sus orígenes. Me contó cómo hace unos días pasó frente a su
casa con el auto que rentaba, y encontró la vía obstruida por varios camiones,
de los cuales descargaban materiales de construcción. Áridos, piedra, acero, y
¡¡¡cemento!!! (muchas bolsas por cierto). Dirigiendo las operaciones estaba el
personajillo de marras, fajín en su cintura, de tanto subir y bajar las
escaleras. Uno, dos, tres, cuatro…..50, perdió la cuenta.
“Yo siempre pensé que él iba a construir su
casa de madera y tejas francesas. Ahora veo lo equivocado que estaba: la hizo
de mampostería y hormigón. Si él le ha planta’o la guerra a la fábrica de
cemento; ¿entonces? es de esos que cuando dice digo dice Diego o luego dice
Diego en vez de digo… Además, hacer una casa se las trae. Yo llevo ayudando a
mi madre hace más de 10 años, todos los meses le mando dinero y aún no la
termina. Eso sí, tengo que sudar bastante allá, y tener hasta dos trabajos. ¿De
dónde sale el presupuesto de este tipo, porque que yo sepa, él no trabaja?”. Le
explico sucintamente.
“¡Ah!, ya entiendo. Él le sirve a los
dinosaurios, vejetes esos que no quieren las relaciones de Cuba y Estados
Unidos. Carajo, lo que uno tiene que aguantar…”.
Un favor me pidió para sentirse en paz consigo
mismo: “Quiero que los ciudadanos norteamericanos lo vean; incluso quienes allá
vivimos hace años; desenmascarar a estos tipejos e impedir que descara’os y
aprovechados como este construyan mansiones con nuestro sudor”.
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