Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

martes, 6 de enero de 2015

“A Cienfuegos había que venir…”



Por Mercedes CARO NODARSE

Aniversario 56 de la entrada de la Caravana de la Libertad, a Cienfuegos, el 6 de enero de 1959
En improvisada tribuna, Fidel le habló al pueblo de Cienfuegos.
  Nadie quedó sin estremecer banderas, sin despojarse los miedos, sin lavar la sangre de los portones y guardarla en finas bóvedas de cristal. No hubo quien quedara inmóvil o sin gritar bien fuerte. El martes 6 de enero de 1959, luego del triunfo, entró Fidel Castro a Cienfuegos, la Linda Ciudad del Mar.
  El 1ro. de enero había zarpado desde la ciudad heroína, mas, no se detuvo. Otro amanecer estaba por disolverse a través de la geografía insular para llegar al sur, en una Caravana nombrada Libertad. Titanes vestidos de verde olivo, con plenas sonrisas en los rostros, apaciguaban las dolientes memorias y encendieron motores, para nunca más apagarlos.
  A la salida de Santa Clara, el Comandante en Jefe Fidel Castro ordenó desviar la ruta, apartándose de la larga y henchida Carretera Central que lo conduciría a La Habana. Resultaba obligatorio un alto en esta región del sur de Cuba. Rendir homenaje a los mártires del 5 de Septiembre de 1957, era una deuda y compromiso de cada luchador sobreviviente de los azares de la contienda.

Fidel junto al general de brigada (r) Marcelo Verdecia.
Llegaron los gigantes vestidos de pueblo, a colocar las rodillas en el suelo, a reverenciar cada rincón de la ciudad donde la tiranía rasgó en pedazos a los revolucionarios más fieles durante el memorable levantamiento popular.
  Poco importó la lobreguez de la noche, o el frío, el cual fue abusivo aquel día. ¡Nada inmutó a los cienfuegueros! Nadie se iba a casa, todos esperaron tan firmes como el roble para darles la bienvenida.
  Entró Fidel con sus barbudos a las 9 y 45 p.m., triunfante, por la Calzada de Dolores, recorrió el Paseo del Prado y dobló por una de las arterias de la ciudad. Fueron hasta el Distrito Naval del Sur, Cayo Loco, uno de los escenarios de la gesta heroica de 1957. Allí el líder le dirigió la palabra a la tropa reunida, tanto de la Marina, Segundo Frente, como de otras organizaciones. 
  Luego, una tribuna improvisada en el Parque Martí, frente al Ayuntamiento (hoy Asamblea Provincial del Poder Popular) era erigida. Se encumbró una rastra donde el guerrillero plantó firmes los pies que volaron sobre la Sierra hasta el llano, ahora para regalar verbos, sustantivos, adjetivos e inequívocos sintagmas de sinceridad. 
Fidel conversó con la tropa en Cayo Loco.
“A Cienfuegos había que venir aunque solo fuera para saludar a este pueblo e inclinarse reverente en tributo a los héroes del 5 de Septiembre”, sentenció el Comandante ante el pueblo que le esperó y escuchó en la histórica madrugada.
  Entonces, solo entonces, se justificaban el ensarte de emociones, las casas pintadas de rojo y negro, las multitudes en las aceras, el ondeo constante de banderas, el olor de las calles esparcido por el viento, el nuevo viento de enero, con sus verdades hechas de arco iris. Desde aquel día, 6 de enero de 1959, las campanas sonaron y suenan eternamente en esta ciudad marinera.

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