La empuñadura del bastón del cantante Benny
Moré reluce tanto en esta ciudad como la punta de la barba del Caballero de
París, personaje de la leyenda popular, al costado de un convento habanero.
En ambos casos son las caricias de sus
admiradores las encargadas de pulir el bronce, tanto en una como otra pieza,
esculpidas por el artista cubano José Villa Soberón.
El bastón que solía convertir en batuta para
dirigir su orquesta lo lleva quien fuera una gloria de la música popular
nacional bien apretado bajo el brazo derecho, a prueba de coleccionistas de
fetiches.
Es que el escultor José Villa quiso evitar a
toda costa la experiencia de los anteojos de su John Lennon, sentado en un
parque de la barriada capitalina del Vedado, cuyos lentes metálicos se
convirtieron en el amuleto preferido de algunos ladrones ilustrados.
Con el mismo atuendo de cuando a ritmo de
sones, mambos y boleros se hizo icono latinoamericano y caribeño, pero de
bronce, el genial cantante cubano Benny Moré camina por la principal alameda de
esta ciudad portuaria.
El sombrero de ala amplia, el saco largo y
holgado, los pantalones llamados de batahola por su excesiva
anchura- y los zapatos de dos tonos hacen inconfundible la figura del cantor,
venerada por caminantes coterráneos y forasteros.
En la expresión facial del modelado prevalece
la cordialidad de una sonrisa, como si Moré invitara a los transeúntes a
seguirlo a una parranda en el centro histórico de la ciudad, declarado
Patrimonio de la Humanidad
por la UNESCO
en 2005.
Realizada a escala natural, la figura alcanza
al centro del Paseo del Prado el metro con 83 centímetros que
medía el bien llamado Bárbaro del Ritmo.
Con el estreno de la
escultura a fines de 2003 la ciudad de Cienfuegos, 250 kilómetros al
sureste de La Habana,
retribuyó el homenaje del cantante, quien dejó claro en su testamento musical
que esta era su preferida entre las poblaciones de la Antilla Mayor.
Además de perpetuar a Moré, nombrado el
Sonero Mayor, al el ex-Beatle Lennon y al Caballero de París, José Villa acodó
a Ernest Hemingway en la barra del mundialmente famoso bar Floridita, en La Habana Vieja.
También salieron de la espátula del creador
cubano, en los últimos años, representaciones de la Madre Teresa de
Calcuta, el líder estudiantil antimperialista Julio Antonio Mella y el bailaor
flamenco español Antonio Gades.
Cientos de personas posan cada día junto a la
escultura del Benny, como si quisieran dejar constancia gráfica de que por un
momento habitaron el mismo espacio de una leyenda.
En la popularidad de la obra de arte debe
influir, además del arraigo popular de la figura esculpida, su escala humana y
la ausencia de un pedestal que la encumbre sobre el espectador.
La gente se siente tan cercana al homenajeado
que lo mismo le tira un brazo sobre los hombros, le palpa los faldones del
traje o le coloca una flor en la propia mano del bastón pulido, porque la
izquierda la lleva metida dentro del bolsillo del ancho pantalón, donde quizá
busque la billetera para pagarse el próximo trago de ron.
Villa Soberón dejó explícita la intención de
que Moré caminara en busca del cercano Boulevard de San Fernando, vía peatonal
que hace de corredor turístico en el Centro Histórico Urbano de Cienfuegos,
Patrimonio Cultural de la
Humanidad desde julio de 2005.
Como parte del homenaje cotidiano de la
"ciudad que más me gusta a mí", en esa propia calle un sistema de
megafonía indica las horas en punto con antológicas piezas musicales de
Bartolomé Maximiliano Moré, su verdadero nombre, de cuyo natalicio se cumplirán
93 años este 24 de agosto.
Fernandina Radio, voz de la Oficina del Conservador de
la Ciudad,
inicia cada día, a las 10 en punto de la mañana, su programación cultural a los
acordes de la canción que el artista nacido en al cercana Santa Isabel de las
Lajas dedicara a Cienfuegos, 250 kilómetros al sureste de la capital de la República.
El artista, inscripto al nacer como Bartolomé
Maximiliano Moré Gutiérrez, vino al mundo el 24 de agosto de 1919. Tuvo por
cuna un hogar de descendientes de esclavos africanos en la villa de Santa
Isabel de las Lajas, a unos 40 kilómetros al noreste de esta capital
provincial.
Falleció en un hospital habanero el 19 de
febrero de 1963, con apenas 43 años de edad. Tres días antes se había
presentado por última vez ante el público que lo idolatraba en el pueblo de
Palmira, muy próximo a Cienfuegos.
Girasoles
“Benny Moré puso a cantar el hígado, una tarde de agosto,
(…) hígado
dando vueltas bajo la aguja del alcohol y el tedio”.
Alexis Díaz-Pimienta
Estatua en bronce del Bárbaro del Ritmo. |
La amante misteriosa se escurre entre las
líneas del horizonte. Nadie la vio nunca. Husmearon sus huellas en las mañanas,
pero el rastro se perdía, una y otra vez, y los intrusos chocaban contra muros
que jamás existieron o daban vueltas en círculo. Su perfume aún rodea la
estatua.
Se enamoró de él hace mucho tiempo, y todavía
se acomoda junto a la ventana, enciende el tocadiscos de su padre, y lo
recuerda, besándolo en la distancia. Es fiel a la memoria y él le corresponde
saliendo de entre las notas e invitándola a bailar. Así transcurre la noche y
nadie sospecha lo que sucede dentro de aquella casa.
La noticia de la muerte de su amado la
sorprendió, quizá, lavando algunas ropas, que debieron caérsele al suelo y
hacer un estruendo enorme, o tal vez se despertó agitada sobre la cama y lo
lloró de inmediato. Recuerda el funeral bastante a menudo, y renacen las
imágenes del pueblo entero inundando las calles con los cuerpos deshechos.
Ella le advirtió sobre lo terrible de aquella
afición por la bebida, miles de veces, pero él apenas agitaba el bastón,
golpeaba el suelo al ritmo de alguna guaracha y disolvía las palabras de ella
en el mismo vaso de ron. Pasaban meses sin verse y ella soñándolo, conociendo
de sus esposas por lo diarios y de sus éxitos en el extranjero por la radio.
No pasó un solo día sin que ella rezara hasta
al cansancio a los santos, les pedía compasión, compasión y un milagro, luego
soltaba el humo del tabaco y se persignaba ante la foto de él. Quizá por eso,
él compuso sin límites y sin conocer absolutamente nada de música, quizá por
eso, llegó a ser el Bárbaro del Ritmo, y eso tampoco nunca nadie lo supo.
La amante lo fue en un principio y lo será
por siempre. El día que trajeron la estatua ella vigiló las maniobras desde el
inicio. ¡Se parecía tanto a él!, que estuvo sollozando el resto del día. Cuando
lo plantaron en el cemento, en el Prado, ella tuvo alucinaciones benditas y
renovó sus votos ante los pies rígidos. Ella ama al bronce tanto o más, como lo
amó a él.
Todos los días, o casi todos, los que miran
un poco más allá de lo común y se apartan del consumo de la cotidianeidad,
verán la sombra de la amante junto a la escultura. Ella tuvo que esperar algunos
años, pero al fin es la novia, única, al fin él la conoce y se dan besos bajo
la frialdad de las noches. Y ella, como acto pleno de amor eterno, le deja
entre el bastón y la mano, un ramo de girasoles.
El misterio nos sobrevive a muchos, que nos
preguntamos quién será la amante de la estatua del Benny en el Prado de
Cienfuegos, pero lo cierto es que poco importa, basta con la flores.
Quizá un día, cuando a ella la sorprenda el
tiempo, la encontremos con el tocadiscos, tendida al lado de su amado, encima
del polen; y con mucha suerte, cuando vengan los médicos, un color cobrizo le
estará subiendo entre los pies.
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