El rodaje en La Habana del filme Esther en alguna parte, dirigida
por Gerardo Chijona y coproducida por el ICAIC e Ibermedia, devolvió al cine de
la Isla al
primer actor Reynaldo Miravalles.
“Nada de política”. Esta fue la
única e inobjetable condición del actor para conceder la entrevista. Luego,
como para recordar las reglas del juego, Reynaldo
Miravalles escaneó con impresionante mirada a su entrevistador, para
después romper el hielo con una típica frase beisbolera: “Tira pa’cá, que yo
bateo la que me parezca bien”. Altísimo, sencillo y jovial, Miravalles recibió
al visitante como con una actitud propia de Hemingway: con los pies
absolutamente descalzos, en contacto directo con el piso. Entonces sobrevino,
en hora buena, aquello que los cubanos llamamos una conversación “a piernas
sueltas”.
-Muchas personas piensan que su
última incursión en el cine cubano, antes de salir del país, fue en Alicia
en el pueblo de Maravillas (1991). Sin embargo, a esta cinta le siguieron Mascaró (1992)
y Quiéreme y verás (1993).¿Qué siente al volver a filmar aquí
tras 19 años de ausencia laboral?
-No he hecho en 19 años películas
en Cuba porque no vivo en Cuba. Vivo en otro país. Amo a Cuba, pero vivo en
otro país, por necesidad que tengo, y porque tengo otra forma de vivir.
Esta película me ha brindado un
argumento que a mí me parece que es muy bueno, extraordinario. Y he aceptado,
el ar-gu-men-to -enfatiza-. Cuando te digo el argumento, te lo
estoy diciendo todo. ¿Ya? Es un placer para mí y un placer para los que
trabajan aquí. Cuando yo me encuentro con mis compañeros es como si antes me
hubiese encontrado con ellos antier o ayer, porque jamás he tenido conflicto
con nadie. ¡Ja-más! -subraya.
Tengo aquí en Cuba un crédito, y
como tengo ese crédito, si hubiera vivido en este país, ¡que es mi patria
-vuelve a enfatizar-!, y no hubiera vivido en otro país, que no es mi patria,
es… facilidad que me ofrecen por razones de familia, hubiera hecho muchas más
películas. Ahora hay una facilidad para que se pueda hacer, como me lo han
hecho a mí ahora, invitarme a que yo haga una película. Y tengo la satisfacción
de hacer esa película, porque es muy buena, el argumento está muy bien escrito,
el resto de los actores son buenos todos, y se hace una buena película que
favorece al cine de este país.
-Usted tuvo una participación destacada en varias obras importantes del cine revolucionario cubano, como Historias de la Revolución (1960), El joven rebelde (1961), Las 12 sillas (1962), El hombre de Maisinicú (1973),Los sobrevivientes (1978)… ¿Cómo fue su acercamiento a los conflictos de sus respectivos personajes en estos filmes?
-Usted tuvo una participación destacada en varias obras importantes del cine revolucionario cubano, como Historias de la Revolución (1960), El joven rebelde (1961), Las 12 sillas (1962), El hombre de Maisinicú (1973),Los sobrevivientes (1978)… ¿Cómo fue su acercamiento a los conflictos de sus respectivos personajes en estos filmes?
-Tú fabricas la compostura de esos
personajes, que están escritos, y van trayendo una composición de la vida: es
un tipo de esta forma, o de otra. El autor me lo va facilitando, y yo lo
convierto en persona real. Poco a poco voy viendo que ese tipo tiene un
comportamiento que a lo mejor yo, como ser humano, no lo tengo. Pero lo
conozco, lo he visto, lo siento y lo incorporo a mí como si fuera un abrigo. Y
así se hacen las películas.
-Estos han sido años de escasas
apariciones en el cine…
-Si tú no vives en tu país, no hay
un estilo de producción para que te seleccionen. Para esta película, no hay
mucha gente que tenga la edad que tiene que salir en ella. Los viejos trabajan
en el cine porque abren la puerta y solo dicen: “el señor no está”, y cierran
la puerta. Los argumentos para viejos no existen en el cine. No para mí, que
tengo ya muchos años y ahorita voy a tener un siglo. Actores famosísimos del
cine americano no ponen la cara ahora en el cine. Lo que ponen es dinero para
que hagan las películas, pero sus caras no se ponen más. ¡Já, já, já! Y además,
para hacer una película, el argumento tiene que estar bueno. Si me ofrecen una
película que no esté bien el argumento… ni aquí, ni allá. No la hago
tranquilamente. Aquí, no quiero especificar, me han ofrecido películas. Pero
las películas que no me interesen, no las hago, porque me parece que es perder
prestigio.
Chijona encontró a un actor que
tiene la edad que necesita tener el personaje de esta película, y me invitó a
que yo viniera a Cuba. Lo primero que yo le dije es: me tienes que dar el
guión, para yo saber si el guión me conviene. No la economía -aclara-, sino el
guión. Entonces me dieron dos guiones que eran demasiado amplios, y les dije
que no. Después me trajeron otra versión. A mí me pareció que era una cosa
agradable, y acepté venir a hacerla. Antes de esta ocasión, ya había venido
varias veces a ver a mi familia. Aquí nunca he tenido el menor conflicto.
-Hábleme de las cosas curiosas
que le suceden por las calles durante sus visitas a La Habana.
-Mira, te voy a contar una cosa que
es excesivamente poco común. Rolando Díaz me está haciendo un documental
larguísimo, hablando yo toda la bobería que he hecho. Entonces nos dio a la
familia 5 papeletas para que fuéramos al Teatro Carlos Marx a ver el fabuloso
espectáculo “Amigas”, de Lizt Alfonso. Ok. Entonces me dijo: “Siéntate ahí.
Vamos a esperar a que la gente salga un poco”. Cuando empezaron a salir él
comenzó a hacerme fotografías. Al inicio, la gente no sabía quién era el que
estaban fotografiando. Pero según fue saliendo, el público me fue conociendo. Y
se empezó a hacer un escándalo emotivo. La gente cogía a sus niños para que me
abrazaran. Y había una señora gruesa que me vio y me dijo: ¡Miravalles, tú
estás vivo! ¡Já, já, já! Y yo le dije: “vieja, como no voy a estar vivo”. ¡Já,
já, já! Y empecé a salir del teatro, y montones de personas gritándome,
saludándome, dándome la mano, por la emoción de verme.
Yo nací en El Callejón del Chorro,
en la Plaza de la Catedral. Ahí viví
hasta los 3 o 4 años. Yo fui a decirle a la gente que yo había nacido ahí. Y se
me aparecieron más de 60 personas a preguntarme, a hacer chistes conmigo. Yo
hice chistes con ellos. Este país me recuerda. Simplemente me siento un hombre
feliz porque el trabajo que yo hice la gente lo reconoce, y la amistad que la
gente me brinda me alegra. Y no ha sido una sola vez. Me aplauden con afecto.
Cada vez que vengo aquí soy feliz. Esta es mi patria. Dondequiera que viva,
esta es mi patria.
-A los 89 años, debió ser un
reto para usted interpretar este importante rol en Esther…
-El que hizo el guión es muy
astuto. Molina (intérprete de la contraparte del rol de Miravalles) es un
hombre joven. Y cuando Molina era más joven yo cogía una biblia y me aprendía
15 páginas. Ahora me cuesta más trabajo una página. Entonces el diálogo mío en
esta película no es un discurso, sino algo más corto. De lo contrario no podría
haberlo hecho, porque mi cabeza ya no está tan bien. Este es un diálogo
conversacional que se aprende mucho más fácil. ¿Pero retos? Yo no tengo retos.
Lo que tengo que ver es que el guión esté bien escrito, que la historia sea
interesante, que el director sea bueno, que el fotógrafo sea bueno, que los
compañeros que trabajen sean intelectuales y brillantes actrices y actores. Con
eso yo hago mi trabajo.
-Prestigiosas figuras de las
artes escénicas cubanas, que completaron el elenco de Esther…, han
declarado sentirse complacidas de compartir créditos con usted en este filme.
-Eso sí. Son todos amigos míos.
Sentí el mismo afecto de cuando vivía aquí. Yo no tengo conflictos con nadie.
-Durante el rodaje del filme,
Chijona expresaba constantemente que junto a ud sentía que estaba trabajando
con su papá, que también fue muy longevo. ¿Llegó usted a sentir esto?
-Claro. Yo tengo edad para ser su
papá. Pero yo, cuando estoy trabajando, no creo en la edad, ni en la de él ni
en la mía. ¡Já, já! Solo en la edad del personaje que estoy haciendo. ¿Eh?
Chijona es una persona muy estudiosa. Es muy amable. Sabe lo que quiere. Y lo
que quiere está correcto. Por eso lo he seguido.
-¿Qué espera de Esther en
alguna parte?
-Espero que la película sea
exitosa. Pero quien tiene que decirlo es el público. O sea, si no lo cree así
el público, nos vamos a ir de cabeza… por emoción más que otra cosa -aclara-.
¡Coño, nos salió mal este pastel! Claro, este es un argumento que es
interesante. Pero todo el mundo que va al cine no va a ver argumentos
interesantes. Va a ver cine, a lo mejor, entretenido, y dice: “¿qué coño hacen
estos par de viejos aquí?” ¡Já, já! Y tienen su razón. Podemos tener éxito o
no. Pero estamos viendo una película que tiene valores buenos. Vamos a ver cómo
salimos.
-¿Interpretar un papel con su
edad podría ser un récord Guinnes?
-Es récord Guinnes. No lo comprobé.
Pero no conozco a ningún actor que con 89 años haya hecho una película como
protagonista.
-¿Seguirá actuando Reynaldo
Miravalles?
-No es fácil. El cine para los
viejos, ya te lo he dicho, no existe. Y si sale un viejo, sale un cachito. No
se escribe la historia de los viejos, sino la de los jóvenes, en casi todas las
películas. Si me lo ofrecen… La oportunidad, para mi criterio, es muy difícil
que aparezca. Yo voy a cumplir noventa años -subraya-.
-Muchos artistas son recordados
por obras que ellos no consideran como las mejores dentro de su trayectoria. En
su caso, es evidente que los personajes por los que más lo recuerdan son el
guajiro Melesio, muy popular en la Televisión Cubana, y el Cheíto León del filme El
hombre de Maisinicú. Está usted en la situación descrita o se puede decir
que en su caso coincide el gusto popular con su gusto personal.
-Todos los personajes que hago, son
hijos míos. Y el amor hacia ellos es tan valioso en un lugar como en otro. El
público es el que escoge los personajes y las historias. Están estos, pero hay
otros que no tienen la calidad… o sí la calidad, pero no el caudal de estos.
Pero también son buenos, y se ven con agrado. No todo tiene que ser
exitosísimo. Yo creo que estos están buenos y otros también. Está el de Las
12 sillas, y otros. Cada uno tiene su razón de ser, su valor. Hay algunos
más populares. En Miami voy en mi carro o a pie y la gente me grita: ¡Melesio!
¡Todos los días! Son muchos los cubanos que se han ido de aquí hacia Miami y
han visto eso.
-¿Qué siente al saber que
muchos cubanos que viven en Cuba, y también muchos que viven fuera, lo
consideran, merecidamente, como uno de los mejores actores cubanos de todos los
tiempos?
-No creo que yo sea mejor que
nadie. Lo que he tenido más suerte a lo mejor que algunos. He podido conseguir
historia y trabajar en películas con directores que tienen más conocimiento,
que a lo mejor otros. Pero hay otros que tienen las virtudes que pueda tener
yo. Esas son facultades que me han brindado.
-Háblenos de la familia que
tiene en Cuba, que funciona además como una especie de oficina de trabajo aquí.
-Ellos me quieren como una parte
más de la familia. Como si fuera albañil, como si… lo que yo fuera. Nadie es
tan virtuoso aquí. Aquí la gente es tranquila. Aquí están mis dos hijas, mis
nietos y bisnietos. Tengo una tonga de familia. En EEUU tengo un hijo y una
nieta. Nietos tengo aquí un… no paran de… ¡la magua! ¡Já, já!
-¿Qué nos puede decir de Nena,
una persona muy pendiente de usted y que, precisamente, nos ha atendido con
mucha amabilidad durante la entrevista, aun sin estar del todo bien de salud?
-Nena es mi esposa. Llevamos
casados 50 años. Nos llevamos bien. Con nuestros conflictos, pero somos esposos
y amigos. Ella es totalmente indispensable en mi vida.
-Además de actuar, ¿qué otras
cosas disfruta hacer?
-Cuando no tengo que trabajar como
actor, hago cualquier otra tontería fabricada a mano. He hecho collares. Esa
lámpara la hice yo. Muchas cosas de ese tipo. Las hago, por deleite. He hecho
collares como loco. Pero, ¡cantidad! A ti no te regalo uno porque no te los vas
a poder poner. Son de mujer, oíste. ¡Já, já, já!
-Su vinculación con el arte no
comenzó por la actuación, sino por la pintura. ¿Por qué no le dio continuidad a
esa inquietud?
-Porque no se podía. Yo era jovencito
y me gustaba mucho dibujar. Y cuando tenía 17 años me matriculé en la escuela
de pintura, en Reina y Gervasio, y estudié allí los dos primeros años por la
noche. Cuando hubo que estudiar los dos años siguientes, que era en Dragones,
tenía que ser por el día. Y por el día yo tenía que vender cositas, lo que
hubiera, pa’ poder vivir, ayudar a mi mamá. Y no pude seguir estudiando.
Conseguí un poquito de dinero, ciento y pico de pesos, con un compañero, y
entre los dos compramos un cafecito que no tenía nada adentro, por allá por San
Rafael. Empezamos a vender leche, poquito a poquito.
Al año de estar allí, había un
muchacho que hacía radio en Cadena Azul, pero dos o tres líneas, y por eso le
daban una monedita. Yo le regalaba café con leche, porque él no tenía dinero.
Un día le pregunté qué hacía y me dijo: “¡yo soy artista!” Yo le dije: “¡coño,
que bonito eso! ¿Tú sabes que a mí me gustaría?” A mí me gustaba todo lo que
fuera arte. Entonces otro tipo armó un grupo y él me dijo: “¿tú quieres ir?”.
Yo le dije: “¡me gustaría?”. Me dieron un papel, con bocadillos, e hice tres
programas que salieron al aire. No duraron más. Pero ya yo había hecho tres. Y
me dije: “¡coño, yo quisiera ser actor, chico!”.
Había una actriz famosa de radio,
Enriqueta Sierra, que daba clases. No a mucha gente, pero ella me aceptó. A mí
y a una muchacha. Pero a los 20 o 25 días se enfermó un poco y nos dijo que ya
no podía dar sus clases. Me puse muy triste pero ella me mandó a otra señora
que tenía un grupo de actores que hacían radio. Empecé a trabajar allí, en
Cadena Azul, allá en Prado. No me pagaban nada. ¡Nada, nada! Yo hacía dos
programas todos los días. Ahí iba aprendiendo. Tuve que vender el café. Vivía
en Prado, en un cuarto de tres pesos. Se me acabó el dinero. ¡Se me acabó todo!
¡No trabajaba en nada! Empecé a ir a la emisora y sentarme ahí desde las 7 de
la mañana hasta las 8 de la noche. A oír. A aprender. Todos los días. A coger
de todo el mundo. Y así fui aprendiendo poquito a poquito, poquito a poquito,
hasta que fui evolucionando. Después de eso vino esto.
Siempre era, mi voluntad de
aprender, que es lo más importante. Si tú quieres ser profesional de algo
tienes que fajarte con todo, para poder llegar. Yo parto de cero, hasta alguna
celebridad que he conseguido después de los años. Yo se lo recomiendo a los
jóvenes. Los que quieran… no sean orgullosos, no sean ellos más intelectuales
que nadie. A lo mejor al principio no te darán mucho dinero, pero poco a poco
irás subiendo. Yo he vivido después de esto. Y continúo siempre y cuando… ya yo
leo esto, lo hago si me interesa, y si no lo devuelvo. Antes no devolvía nada.
Nada. Nada. Pero fui aprendiendo. Fui buscando.
-Me gustaría hacerle una pregunta bastante común: ¿cómo le gustaría ser recordado cuando no exista?
-Me gustaría hacerle una pregunta bastante común: ¿cómo le gustaría ser recordado cuando no exista?
-Como quieran. Que digan lo que
consideran que me han visto a mí. Pero más nada. Eso no tiene… Después que me
muera, ¡se acabó la ola! ¡Já,
já, já, já! ¡Já, já, já!
(Por Carlos Eduardo Maristany Castro / (La Habana, 1984). Graduado
en la Facultad
de Comunicación, Universidad de La
Habana, ha cursado también estudios profesionales de
actuación y realización cinematográfica. Miembro de la Unión de Periodistas de Cuba
(UPEC), ha recibido varios premios nacionales de periodismo. Pertenece a la Asociación Hermanos
Saíz (AHS), que nuclea a los jóvenes artistas cubanos. Dirige además diferentes
géneros audiovisuales.Tomado de CubanArtNews)
Hola que tal, me llamo Claudia y su blog es muy interesante, me encantaria incluir su web en mis directorios webs, estoy segura que su blog sería de mucho interés para mis visitantes, si le interesa respondame con un email a claudia.zava@hotmail.com
ResponderEliminarUn beso! y Suerte con su BloG!
Claudia
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