Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Reynaldo Miravalles: Dondequiera que viva, Cuba es mi patria

El rodaje en La Habana del filme Esther en alguna parte, dirigida por Gerardo Chijona y coproducida por el ICAIC e Ibermedia, devolvió al cine de la Isla al primer actor Reynaldo Miravalles. 

“Nada de política”. Esta fue la única e inobjetable condición del actor para conceder la entrevista. Luego, como para recordar las reglas del juego, Reynaldo Miravalles escaneó con impresionante mirada a su entrevistador, para después romper el hielo con una típica frase beisbolera: “Tira pa’cá, que yo bateo la que me parezca bien”. Altísimo, sencillo y jovial, Miravalles recibió al visitante como con una actitud propia de Hemingway: con los pies absolutamente descalzos, en contacto directo con el piso. Entonces sobrevino, en hora buena, aquello que los cubanos llamamos una conversación “a piernas sueltas”.
-Muchas personas piensan que su última incursión en el cine cubano, antes de salir del país, fue en Alicia en el pueblo de Maravillas (1991). Sin embargo, a esta cinta le siguieron Mascaró (1992) y Quiéreme y verás (1993).¿Qué siente al volver a filmar aquí tras 19 años de ausencia laboral?
-No he hecho en 19 años películas en Cuba porque no vivo en Cuba. Vivo en otro país. Amo a Cuba, pero vivo en otro país, por necesidad que tengo, y porque tengo otra forma de vivir.
Esta película me ha brindado un argumento que a mí me parece que es muy bueno, extraordinario. Y he aceptado, el ar-gu-men-to -enfatiza-. Cuando te digo el argumento, te lo estoy diciendo todo. ¿Ya? Es un placer para mí y un placer para los que trabajan aquí. Cuando yo me encuentro con mis compañeros es como si antes me hubiese encontrado con ellos antier o ayer, porque jamás he tenido conflicto con nadie. ¡Ja-más! -subraya.
Tengo aquí en Cuba un crédito, y como tengo ese crédito, si hubiera vivido en este país, ¡que es mi patria -vuelve a enfatizar-!, y no hubiera vivido en otro país, que no es mi patria, es… facilidad que me ofrecen por razones de familia, hubiera hecho muchas más películas. Ahora hay una facilidad para que se pueda hacer, como me lo han hecho a mí ahora, invitarme a que yo haga una película. Y tengo la satisfacción de hacer esa película, porque es muy buena, el argumento está muy bien escrito, el resto de los actores son buenos todos, y se hace una buena película que favorece al cine de este país.

-Usted tuvo una participación destacada en varias obras importantes del cine revolucionario cubano, como
Historias de la Revolución (1960), El joven rebelde (1961), Las 12 sillas (1962), El hombre de Maisinicú (1973),Los sobrevivientes (1978)… ¿Cómo fue su acercamiento a los conflictos de sus respectivos personajes en estos filmes?
-Tú fabricas la compostura de esos personajes, que están escritos, y van trayendo una composición de la vida: es un tipo de esta forma, o de otra. El autor me lo va facilitando, y yo lo convierto en persona real. Poco a poco voy viendo que ese tipo tiene un comportamiento que a lo mejor yo, como ser humano, no lo tengo. Pero lo conozco, lo he visto, lo siento y lo incorporo a mí como si fuera un abrigo. Y así se hacen las películas.
-Estos han sido años de escasas apariciones en el cine…
-Si tú no vives en tu país, no hay un estilo de producción para que te seleccionen. Para esta película, no hay mucha gente que tenga la edad que tiene que salir en ella. Los viejos trabajan en el cine porque abren la puerta y solo dicen: “el señor no está”, y cierran la puerta. Los argumentos para viejos no existen en el cine. No para mí, que tengo ya muchos años y ahorita voy a tener un siglo. Actores famosísimos del cine americano no ponen la cara ahora en el cine. Lo que ponen es dinero para que hagan las películas, pero sus caras no se ponen más. ¡Já, já, já! Y además, para hacer una película, el argumento tiene que estar bueno. Si me ofrecen una película que no esté bien el argumento… ni aquí, ni allá. No la hago tranquilamente. Aquí, no quiero especificar, me han ofrecido películas. Pero las películas que no me interesen, no las hago, porque me parece que es perder prestigio.
Chijona encontró a un actor que tiene la edad que necesita tener el personaje de esta película, y me invitó a que yo viniera a Cuba. Lo primero que yo le dije es: me tienes que dar el guión, para yo saber si el guión me conviene. No la economía -aclara-, sino el guión. Entonces me dieron dos guiones que eran demasiado amplios, y les dije que no. Después me trajeron otra versión. A mí me pareció que era una cosa agradable, y acepté venir a hacerla. Antes de esta ocasión, ya había venido varias veces a ver a mi familia. Aquí nunca he tenido el menor conflicto.
-Hábleme de las cosas curiosas que le suceden por las calles durante sus visitas a La Habana.
-Mira, te voy a contar una cosa que es excesivamente poco común. Rolando Díaz me está haciendo un documental larguísimo, hablando yo toda la bobería que he hecho. Entonces nos dio a la familia 5 papeletas para que fuéramos al Teatro Carlos Marx a ver el fabuloso espectáculo “Amigas”, de Lizt Alfonso. Ok. Entonces me dijo: “Siéntate ahí. Vamos a esperar a que la gente salga un poco”. Cuando empezaron a salir él comenzó a hacerme fotografías. Al inicio, la gente no sabía quién era el que estaban fotografiando. Pero según fue saliendo, el público me fue conociendo. Y se empezó a hacer un escándalo emotivo. La gente cogía a sus niños para que me abrazaran. Y había una señora gruesa que me vio y me dijo: ¡Miravalles, tú estás vivo! ¡Já, já, já! Y yo le dije: “vieja, como no voy a estar vivo”. ¡Já, já, já! Y empecé a salir del teatro, y montones de personas gritándome, saludándome, dándome la mano, por la emoción de verme.
Yo nací en El Callejón del Chorro, en la Plaza de la Catedral. Ahí viví hasta los 3 o 4 años. Yo fui a decirle a la gente que yo había nacido ahí. Y se me aparecieron más de 60 personas a preguntarme, a hacer chistes conmigo. Yo hice chistes con ellos. Este país me recuerda. Simplemente me siento un hombre feliz porque el trabajo que yo hice la gente lo reconoce, y la amistad que la gente me brinda me alegra. Y no ha sido una sola vez. Me aplauden con afecto. Cada vez que vengo aquí soy feliz. Esta es mi patria. Dondequiera que viva, esta es mi patria.
-A los 89 años, debió ser un reto para usted interpretar este importante rol en Esther
-El que hizo el guión es muy astuto. Molina (intérprete de la contraparte del rol de Miravalles) es un hombre joven. Y cuando Molina era más joven yo cogía una biblia y me aprendía 15 páginas. Ahora me cuesta más trabajo una página. Entonces el diálogo mío en esta película no es un discurso, sino algo más corto. De lo contrario no podría haberlo hecho, porque mi cabeza ya no está tan bien. Este es un diálogo conversacional que se aprende mucho más fácil. ¿Pero retos? Yo no tengo retos. Lo que tengo que ver es que el guión esté bien escrito, que la historia sea interesante, que el director sea bueno, que el fotógrafo sea bueno, que los compañeros que trabajen sean intelectuales y brillantes actrices y actores. Con eso yo hago mi trabajo.
-Prestigiosas figuras de las artes escénicas cubanas, que completaron el elenco de Esther…, han declarado sentirse complacidas de compartir créditos con usted en este filme.
-Eso sí. Son todos amigos míos. Sentí el mismo afecto de cuando vivía aquí. Yo no tengo conflictos con nadie.
-Durante el rodaje del filme, Chijona expresaba constantemente que junto a ud sentía que estaba trabajando con su papá, que también fue muy longevo. ¿Llegó usted a sentir esto?
-Claro. Yo tengo edad para ser su papá. Pero yo, cuando estoy trabajando, no creo en la edad, ni en la de él ni en la mía. ¡Já, já! Solo en la edad del personaje que estoy haciendo. ¿Eh? Chijona es una persona muy estudiosa. Es muy amable. Sabe lo que quiere. Y lo que quiere está correcto. Por eso lo he seguido.
-¿Qué espera de Esther en alguna parte?
-Espero que la película sea exitosa. Pero quien tiene que decirlo es el público. O sea, si no lo cree así el público, nos vamos a ir de cabeza… por emoción más que otra cosa -aclara-. ¡Coño, nos salió mal este pastel! Claro, este es un argumento que es interesante. Pero todo el mundo que va al cine no va a ver argumentos interesantes. Va a ver cine, a lo mejor, entretenido, y dice: “¿qué coño hacen estos par de viejos aquí?” ¡Já, já! Y tienen su razón. Podemos tener éxito o no. Pero estamos viendo una película que tiene valores buenos. Vamos a ver cómo salimos.
-¿Interpretar un papel con su edad podría ser un récord Guinnes?
-Es récord Guinnes. No lo comprobé. Pero no conozco a ningún actor que con 89 años haya hecho una película como protagonista.
-¿Seguirá actuando Reynaldo Miravalles?
-No es fácil. El cine para los viejos, ya te lo he dicho, no existe. Y si sale un viejo, sale un cachito. No se escribe la historia de los viejos, sino la de los jóvenes, en casi todas las películas. Si me lo ofrecen… La oportunidad, para mi criterio, es muy difícil que aparezca. Yo voy a cumplir noventa años -subraya-.
-Muchos artistas son recordados por obras que ellos no consideran como las mejores dentro de su trayectoria. En su caso, es evidente que los personajes por los que más lo recuerdan son el guajiro Melesio, muy popular en la Televisión Cubana, y el Cheíto León del filme El hombre de Maisinicú. Está usted en la situación descrita o se puede decir que en su caso coincide el gusto popular con su gusto personal.
-Todos los personajes que hago, son hijos míos. Y el amor hacia ellos es tan valioso en un lugar como en otro. El público es el que escoge los personajes y las historias. Están estos, pero hay otros que no tienen la calidad… o sí la calidad, pero no el caudal de estos. Pero también son buenos, y se ven con agrado. No todo tiene que ser exitosísimo. Yo creo que estos están buenos y otros también. Está el de Las 12 sillas, y otros. Cada uno tiene su razón de ser, su valor. Hay algunos más populares. En Miami voy en mi carro o a pie y la gente me grita: ¡Melesio! ¡Todos los días! Son muchos los cubanos que se han ido de aquí hacia Miami y han visto eso.
-¿Qué siente al saber que muchos cubanos que viven en Cuba, y también muchos que viven fuera, lo consideran, merecidamente, como uno de los mejores actores cubanos de todos los tiempos?
-No creo que yo sea mejor que nadie. Lo que he tenido más suerte a lo mejor que algunos. He podido conseguir historia y trabajar en películas con directores que tienen más conocimiento, que a lo mejor otros. Pero hay otros que tienen las virtudes que pueda tener yo. Esas son facultades que me han brindado.
-Háblenos de la familia que tiene en Cuba, que funciona además como una especie de oficina de trabajo aquí.
-Ellos me quieren como una parte más de la familia. Como si fuera albañil, como si… lo que yo fuera. Nadie es tan virtuoso aquí. Aquí la gente es tranquila. Aquí están mis dos hijas, mis nietos y bisnietos. Tengo una tonga de familia. En EEUU tengo un hijo y una nieta. Nietos tengo aquí un… no paran de… ¡la magua! ¡Já, já!
-¿Qué nos puede decir de Nena, una persona muy pendiente de usted y que, precisamente, nos ha atendido con mucha amabilidad durante la entrevista, aun sin estar del todo bien de salud?
-Nena es mi esposa. Llevamos casados 50 años. Nos llevamos bien. Con nuestros conflictos, pero somos esposos y amigos. Ella es totalmente indispensable en mi vida.
-Además de actuar, ¿qué otras cosas disfruta hacer?
-Cuando no tengo que trabajar como actor, hago cualquier otra tontería fabricada a mano. He hecho collares. Esa lámpara la hice yo. Muchas cosas de ese tipo. Las hago, por deleite. He hecho collares como loco. Pero, ¡cantidad! A ti no te regalo uno porque no te los vas a poder poner. Son de mujer, oíste. ¡Já, já, já!
-Su vinculación con el arte no comenzó por la actuación, sino por la pintura. ¿Por qué no le dio continuidad a esa inquietud?
-Porque no se podía. Yo era jovencito y me gustaba mucho dibujar. Y cuando tenía 17 años me matriculé en la escuela de pintura, en Reina y Gervasio, y estudié allí los dos primeros años por la noche. Cuando hubo que estudiar los dos años siguientes, que era en Dragones, tenía que ser por el día. Y por el día yo tenía que vender cositas, lo que hubiera, pa’ poder vivir, ayudar a mi mamá. Y no pude seguir estudiando. Conseguí un poquito de dinero, ciento y pico de pesos, con un compañero, y entre los dos compramos un cafecito que no tenía nada adentro, por allá por San Rafael. Empezamos a vender leche, poquito a poquito.
Al año de estar allí, había un muchacho que hacía radio en Cadena Azul, pero dos o tres líneas, y por eso le daban una monedita. Yo le regalaba café con leche, porque él no tenía dinero. Un día le pregunté qué hacía y me dijo: “¡yo soy artista!” Yo le dije: “¡coño, que bonito eso! ¿Tú sabes que a mí me gustaría?” A mí me gustaba todo lo que fuera arte. Entonces otro tipo armó un grupo y él me dijo: “¿tú quieres ir?”. Yo le dije: “¡me gustaría?”. Me dieron un papel, con bocadillos, e hice tres programas que salieron al aire. No duraron más. Pero ya yo había hecho tres. Y me dije: “¡coño, yo quisiera ser actor, chico!”.
Había una actriz famosa de radio, Enriqueta Sierra, que daba clases. No a mucha gente, pero ella me aceptó. A mí y a una muchacha. Pero a los 20 o 25 días se enfermó un poco y nos dijo que ya no podía dar sus clases. Me puse muy triste pero ella me mandó a otra señora que tenía un grupo de actores que hacían radio. Empecé a trabajar allí, en Cadena Azul, allá en Prado. No me pagaban nada. ¡Nada, nada! Yo hacía dos programas todos los días. Ahí iba aprendiendo. Tuve que vender el café. Vivía en Prado, en un cuarto de tres pesos. Se me acabó el dinero. ¡Se me acabó todo! ¡No trabajaba en nada! Empecé a ir a la emisora y sentarme ahí desde las 7 de la mañana hasta las 8 de la noche. A oír. A aprender. Todos los días. A coger de todo el mundo. Y así fui aprendiendo poquito a poquito, poquito a poquito, hasta que fui evolucionando. Después de eso vino esto.
Siempre era, mi voluntad de aprender, que es lo más importante. Si tú quieres ser profesional de algo tienes que fajarte con todo, para poder llegar. Yo parto de cero, hasta alguna celebridad que he conseguido después de los años. Yo se lo recomiendo a los jóvenes. Los que quieran… no sean orgullosos, no sean ellos más intelectuales que nadie. A lo mejor al principio no te darán mucho dinero, pero poco a poco irás subiendo. Yo he vivido después de esto. Y continúo siempre y cuando… ya yo leo esto, lo hago si me interesa, y si no lo devuelvo. Antes no devolvía nada. Nada. Nada. Pero fui aprendiendo. Fui buscando.
-Me gustaría hacerle una pregunta bastante común: ¿cómo le gustaría ser recordado cuando no exista?
-Como quieran. Que digan lo que consideran que me han visto a mí. Pero más nada. Eso no tiene… Después que me muera, ¡se acabó la ola! ¡Já, já, já, já! ¡Já, já, já!
(Por Carlos Eduardo Maristany Castro / (La Habana, 1984). Graduado en la Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana, ha cursado también estudios profesionales de actuación y realización cinematográfica. Miembro de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), ha recibido varios premios nacionales de periodismo. Pertenece a la Asociación Hermanos Saíz (AHS), que nuclea a los jóvenes artistas cubanos. Dirige además diferentes géneros audiovisuales.Tomado de CubanArtNews)


2 comentarios :

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    1. Gracias Claudia, le agradezco sus intenciones y me gustaría que me incluyera en su directorio, ya le escribí a su correo. Un abrazo

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