Por Mercedes Caro Nodarse
Nadie quedó sin estremecer banderas.
No hubo quien quedara inmóvil o sin gritar bien fuerte ¡Yo soy Fidel!
El miércoles
30 de noviembre Cienfuegos fue otro. La noche se disolvió a través de la geografía
insular para llegar al sur, en una Caravana nombrada Libertad,
como la de aquel martes 6 de enero de 1959, cuando Fidel Castro Ruz vino a la
Linda Ciudad del Mar, solo que esta vez lo recibimos convertido en símbolo
eterno, para ascender a los cielos y protegernos.
Aquella vez, a la salida de Santa Clara, el
Comandante en Jefe ordenó desviar la ruta, apartándose de la larga y henchida
Carretera Central que lo conduciría a La Habana. Resultaba obligatorio un alto
en esta región del sur de Cuba. Rendir homenaje a los mártires
del 5 de Septiembre de 1957, era una deuda y compromiso de cada
luchador sobreviviente de los azares de la contienda.
Fue entonces que llegaron los gigantes vestidos de pueblo, a colocar las rodillas en el suelo, a reverenciar cada rincón de la ciudad donde la tiranía batistiana rasgó en pedazos a los revolucionarios más fieles, durante el memorable levantamiento popular.
Esta vez todo fue distinto. Poco importó la lobreguez de la noche, ni casi cinco horas de espera. ¡Nada inmutó a los cienfuegueros! Nadie se iba a casa, todos aguardaron tan firmes como el roble para rendirle homenaje al titán de verde olivo.
Entró anoche Fidel a las 9 y 30 p.m. por la
Calzada de Dolores, recorrió el Paseo del Prado y dobló por una de las arterias
de la ciudad hasta llegar al Parque Martí, frente a la Asamblea Provincial del Poder
Popular. Y una paloma blanca sobrevoló el armón que llevaba las cenizas del
líder.
Por eso se justificaban el ensarte de emociones, las casas cubiertas con su imagen, el rojo y negro del 26, las multitudes en las aceras, el ondeo constante de la insignia Patria, los rostros pintados, el olor de las calles esparcido por el viento, y los sollozos, y las lágrimas, y los abrazos, y los gritos: Viva Fidel, Hasta siempre, Comandante. O el retumbar de los versos de Bonifacio Byrne: Si desecha en menudos pedazos / llega a ser mi bandera algún día / nuestros muertos, alzando los brazos / la sabrán defender todavía…
Otra vez el Himno Nacional en la voz de todos
los cienfuegueros: Al combate corred,
bayameses / que la Patria os contempla orgullosa / no temáis una muerte
gloriosa / que morir por la Patria, es vivir… Que así sea, Fidel vive.
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