Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

viernes, 2 de diciembre de 2016

Poemas dedicados a Fidel Castro (selección) (II parte)



   Muchos son los poemas dedicados a Fidel salidos de la pluma de prestigiosos intelectuales del mundo y de Cuba, entre los aquí seleccionados encontrarán los de Carilda Oliver Labra, Pablo Neruda, Ernesto Che Guevara, Juan Gelman, Mario Benedetti, El Indio Naborí (Jesús Orta Ruiz), Nicolás Guillén, Nancy Morejón, Virgilio López Lemus, Arturo Corcuera, poeta peruano, Antonio Guerrero Rodríguez, Elías Cedeño Jerves (poeta ecuatoriano), Francisco Riverón Hernández, Pura del Prado, Justo Rodríguez Santos, David Moya Posas, Pablo Armando Fernández, Hildebrando Pérez Grande, Miguel Barnet, Juan Cristóbal, Juana García Abás y de Alex Pausides, muchos de ellos aparecen Cantar de Alejandro, libro de poemas dedicados a Fidel, publicado por Ediciones Unión y la Colección Sur.

El perfil de Fidel

De: Arturo Corcuera, Poeta peruano

Para hablar de Fidel
hay que cederle la palabra al mar,
pedir su testimonio a las montañas.
El Turquino canta y cuenta su biografía,
los pájaros la propagan,
saben su edad y repiten su nombre.
La edad de Fidel
es la edad de los framboyanes en flor,
la enhiesta edad de su barba verde olivo.
Todos lo sabemos,
los héroes no tienen edad,
tienen historia,
hacen la historia,
son la historia.
No lo arredra la cuadratura del Pentágono
ni las bravatas al rojo de cara pálida
en la hora oscura de la Casa Blanca.
Quien lo dude puede ver en alerta al héroe
y un millón de cubanos cara al Norte
en el malecón de La Habana.
Él es América Negra,
América Hispana,
América Andina:
el perfil de Fidel
es el perfil
de América Latina.

¡Ordene, Comandante en Jefe!

De: Antonio Guerrero Rodríguez

A usted, fiel combatiente que incendió
la aurora decisiva de la independencia
con el esfuerzo de sus nobles entrañas.

A usted, conductor incansable que ha guiado
la ruta de la historia por el honor,
la hermandad, la sólida esperanza.

A usted, invicto soldado que cabalga
sin miedo hacia el sol de la muerte
enfrentando al más brutal imperio.

A usted, que viene y va entre verdades
y lleva en sus manos un corazón gigante
ofreciéndolo con altruismo al mundo.

A usted,
que es pueblo en el pueblo,
que es tierra en la tierra,
que es justicia ante el podio,
que es paz ante la guerra,
le decimos:

¡Fidel, nuestra bandera socialista
jamás se caerá de nuestras manos!

¡Ordene, Comandante en Jefe!
díganos cuál batalla librar
nuestra victoria será inevitable.

Gracias, Fidel

De: Francisco Riverón Hernández

Alguien le puso: Fidel,
Cuba se lo dio a la vida,
y se le abrió en una herida
que va sangrando con él.
Una agua como de miel
en la sonrisa mojada,
una sangre desvelada
de bravo en el pecho bravo
y un no querer ser esclavo
creciéndole en la mirada.

Lo meció buena mujer
en cuna de seda buena,
pero le duele la pena
del bohío y del taller.
Estudiante, su deber
le conoce de temprano;
y por el decir martiano
echa su vida sin calma
con una red en el alma
y luz de libro en la mano.

Por eso le oyen gritar
los caminos y las calles,
por el hambre de los valles,
por la angustia del solar.
Por donde marcha su andar
el valor dice: ¡Presente!
en la anchura de su frente
hermana del resplandor,
la patria tiene sabor
a limpia y a combatiente.

Cuando regresó el pasado
por un camino de penas
y hacia un clima de cadenas
el tiempo fue desandado,
su afán por lo liberado
le hace la sangre febril;
y en una explosión civil
que alumbra la madrugada,
se para frente al Moncada
sin canana y con fusil.

Y peleador necesario
leal en cada episodio,
se le ve mirar sin odio
inútil al adversario.
Sabor universitario
le enseña a mirar así,
alma de nuevo mambí,
trae en la mano la rosa
y la guerra generosa
que dictó José Martí.

Yo, que le quiero este asombro
de verlo pelear su guerra,
lo siento andar por la Sierra
llevando a Cuba en el hombro.
El aire donde lo nombro
se vuelve de su calibre;
acá y allá, donde vibre
su sabor a rebeldía,
Cuba —labio en agonía—
usa una sonrisa libre.

Su gesto salva el honor
de este tiempo avergonzado,
ya es como un dolor lavado
nuestro presente dolor.
La anchura de su valor
tiene la de su papel;
y van creciendo con él
y por lo que el alma lleva,
un ansia de Cuba Nueva
y un… ¡Muchas gracias, Fidel!

(3 de diciembre de 1956)

Canto a Fidel Castro

De: Pura del Prado

No sé cómo creciste, pero tomaste espuma,
nata de mar, almendra de mañana guajira,
te fue saliendo un gesto de montaña, de puma
arisco a la maldad, de yunque de ira.

Palmas al sol, campiñas y montes orientales,
te hicieron puro y claro como el agua  encendida.
Tienes no sé qué cosa de ceiba y maniguales
donde la catarata suena a limpio y a vida.

Tienes hasta las uñas de varón y hasta el trueno
sobre la árida tierra se parece a tu hombría.
Ya nos cambias los gustos hasta en el pan moreno
porque todas las cosas saben a tu hidalguía.

Eres un hombre como los demás,
joven, buen mozo, saludable y fuerte.
La tierra hará tranquila un poco más
de abonos y rosales con tu muerte.

El cielo te conoce enamorado
te ha visto padre como tantos otros,
y sabe el salto al fuego que tú has dado
para sacrificarte  por nosotros.

Porque fuiste cruzando como un tren
por paisajes de lacras y pobreza,
bajaste a pelear en un andén
y se volvió heroísmo tu tristeza.

Canto a ti, a tus muchachos aradores del aire
con la profunda  reja del fusil y la llama,
ejército sin bozo que alza el grito de Baire
hasta desde sus verdes ataúdes de grama.

Mañana lloraremos los muertos juveniles
y cantando los himnos construiremos el día.
La  paz, el pan, la dicha, saldrán de los fusiles
que en las montañas cantan fuegos de rebeldía.

I

Viste un pueblo desolado
una caña  de amargura,
como de mujer impura
el patrio vientre manchado,
te indignó de lado a lado
su mejilla de dolor,
de frente a su abusador
tú encendiste nuestra guerra
con campesinos sin  tierra
de la región del honor.

II

Veo en ti como crecer
lo que se quedaba enano,
con un gesto de tu mano
nos das el amanecer.
Por quererte hay que querer
todos los muertos de luz
que subieron a la cruz
del sacrificio por Cuba
y subir adonde suba
tu romántico arcabuz.

III

Va la justicia por ti
abierta de par en par,
y nos vino por el mar
en tu yate de mambí
un recado de Martí,
terreno para el montuno,
opresión para ninguno
y libertad para todos,
decencia hasta por los codos
y castigo para uno.

IV

En la fila de ladrones
tú no has formado jamás,
ni Atila ni Barrabás
usaron tus pantalones.
Ni te compran los doblones
ni tienes un mal pasado,
un pueblo  desalentado
se esperanza en que eres puro.
De ti depende el futuro
de nuestra fe, ten cuidado.

V

No son males de apariencia,
sino gangrenas de fondo
las que duelen en lo hondo
como un pus de la decencia.
No se trata de impaciencia
por derribar un bribón,
te quiero como un ciclón
que nos limpie totalmente
de bandoleros la frente,
de abusos al corazón.

VI

Creo en ti, en tu valentía,
que es la del pueblo cubano,
creo en la casa de guano
que te abre su portería,
creo en la alta serranía
que te esconde protectora,
creo en el día y la hora
en que alzarás un Turquino
por siempre en nuestro destino
con tu idea triunfadora.

VII

Me gusta verte soñando,
rodeado de aguas salobres,
en el triunfo de los pobres
y el fin del hasta cuándo.
Me gusta saber que andando
el tiempo tú subirás
y no te corromperás
porque crecerán tus hombros
no para llevar escombros
sino el amor de los más.

VIII

Eres bueno, y como tal
te duele matar soldados
y los quieres conquistados
para tu limpio ideal.
Como un puñado de sal
le das sabor al decoro,
tengo muertos que no lloro
pues cayeron por tu sueño
de elevar este pequeño
rebaño inclinado al oro.

Te amo en el pueblo, Fidel,
pensar en ti me ilumina,
eres un sol en la esquina
con tu foto en el papel.
Y se me vuelve de miel
el periódico contigo
porque eres un haz de trigo
que brilla entre tanta sombra.
Se enriquece  si te nombra
el corazón de un mendigo.

Has pasado por dolores
como mordiendo metal
Picaron auras del mar
en tu costado de amores.
Pero cuantos sinsabores
quisieron doblar tu frente
se encontraron de repente
sor tu firmeza mellados
y te vieron, asombrados,
derecho como una fuente.

El abogado desconocido

De: Justo Rodríguez Santos

En nombre de la Estrella Solitaria,
en nombre del Apóstol agredido,
en nombre de su pueblo esclavizado,
llega un joven de toga y pergamino.

A denunciar el crimen alevoso
y la diversidad de los delitos,
concurre un abogado cuya firma
estrena el cartulario en el registro.

Apartando legajos y expedientes,
cuya resolución abarca siglos,
la denuncia del pueblo, por su mano
habla a los tribunales sorprendidos.

Muestra el retrato del traidor, su ficha,
sus crímenes y robos repetidos.
Código en mano, suma las sanciones
que deben sus variados latrocinios
y reclama lo enjuicien sin tardanza
y ocupe su lugar en el banquillo.

Sus palabras anegan el silencio
que reverbera, terso y cristalino.
Pero las graves momias del birrete
parecen no entender el verbo digno.

Un ciudadano humilde, con un sobre,
un abogado nuevo y decidido,
que aprieta las clavijas de la ley
para que se oigan todos sus registros

Romance a Fidel Castro

De: David Moya Posas

La sombra dice palabras
de futuro y de pelea.
Hombres de caza y martirio
sobre la Sierra Maestra
dibujan nombres obscuros
sobre el mapa de la arena.
Los fusiles se levantan
desesperados de presa,
aguardando la llamada
ondulante de la hoguera.

-¿Dónde están los calendarios
que televisen la fecha
en que los hombres de abajo
rompan al fin sus cadenas?

El día de la explosión
definitiva rodea
con un abrazo de cóleras
los vestigios de la espera.

Martí dibuja en la lucha
los hurras de su bandera
señalando con su espíritu
la alborada de la meta.

-¿Dónde estás tú, Fidel Castro,
con tus sílabas de hierba,
con tus ojos de rocío
pulverizando la niebla?

-En un hueco de la luz
obstinada de la tierra
voy modulando el guarismo
hidrógeno de la guerra.

El sátrapa quedará
-viudo de alba y sementera_
con el pulso destrozado
desposando las luciérnagas.

Habrá lágrimas y cruces
y erigirá la violencia
un presídium de sollozos
en la saliva materna.

Se abrirán ramos de pólvora
sobre la faz de la piedra.
El vendido y el eunuco
hincarán rodilla en tierra.

Habrá un coro de aleluyas
la madrugada suprema
en que el “26 de julio”
clave en el triunfo sus tiendas.

Y Fidel Castro vendrá
aureolado de pelea
a eternizarse en la lucha
libertaria del planeta.

(Tegucigalpa, D.C., Honduras, 12 de julio de 1957)
 
De bien y gloria lleno

De: Pablo Armando Fernández

                                para Fidel

Mi empeño solicita tu asistencia.
No me creo capaz de devolver
indemne a la palabra su inocencia
que se hace imprescindible conocer;

si he de cantar al don, límpida esencia,
que en ti es conocimiento del saber
dar a la vida lustre, arte y ciencia
que en todo humano multiplique el ser.

Ya sé que a la palabra le has devuelto
la integridad que aporta la confianza
de saberla custodia de lo cierto.

He intentado cantarte y persevero,
oírte forja y nutre la esperanza
de que cantarte es celebrar enero.

Es celebrar tu noble nacimiento
que en otros multiplica patrio aliento.
 
Cantar de Alejandro

De: Hildebrando Pérez Grande

Marchamos hacia el amanecer de la armonía. Nadie podrá
    decir
que es una flecha oscura nuestro nombre. Con las luces
apagadas, y teniendo como lumbre los ojos acerados
de la aurora, salimos una madrugada de noviembre hacia
   la Isla.
La historia dice ahora que había mal tiempo
bajo el cielo de los navegantes. Que la lluvia
caía pertinaz sobre los hombres. Y los vientos del Caribe
no solo presagiaban el constante peligro del naufragio
sino que los vómitos, las fatigas y los imborrables ataques
   de asma
arañaban nuestro corazón mientras oteábamos la sal
   del horizonte.
Nadie podrá decir que es una flecha oscura nuestro nombre.
En aquel yate de color blanco, remontando
un mar de azafrán y vieja cristalería, sentíamos
cómo las olas de la incertidumbre nos herían
de igual manera que nuestro deseo de acabar con el pasado.
Y al momento de registrar nuestro desembarco en las aguas
fangosas de Las Coloradas, con la misma alegría
de los niños que miran el porvenir con los ojos
de Abel, de Frank y de aquel peruanito cuyo nombre
nunca más supimos y cuya imagen siempre atamos
   a la de Juan
Pablo, a su sonrisa insepulta, descubrimos
que detrás de cada acto nuestro resplandecería la palabra
      del Apóstol.
Después vino la escritura de fuego, el temple
del cuchillo relampagueando en las noches de la Sierra,
la apertura hacia la luz del trabajo voluntario
y, como una mano tibia que se tiende
para estrechar otra, el internacionalismo proletario.
Nadie podrá decir que es una flecha oscura nuestro nombre.
Nuestro pequeñísimo nombre que hoy atraviesa otras latitudes
en el atavío y el máuser de los compañeros que entre cánticos
      y espasmos
marchan hacia el amanecer de la armonía.
 Nadie podrá decir que es una flecha oscura nuestro nombre. 

Fidel

De: Miguel Barnet

Es cierto que los poetas
atrapan instantes de la vida
y los fijan en la historia
Generalmente el pasado
vago y nostálgico
O el presente inmediato con sus fuegos sutiles
y sus reverberaciones
Pero qué difícil atrapar el futuro
y colocarlo para siempre
en la vida de todos los poetas,
de todos los hombres  

Fidel

De: Juan Cristóbal

rodeas como el sol las colinas de la aldea
jamás ocultas el viento o las semillas temblorosas de la noche
los hombres se reúnen para oírte
tu voz es tan dulce como el primer aguardiente   soñado
    de la tierra
y a pesar que soportas como el trigo los silencios
     y las calumnias de los días
sonríes cuando las sombras se esconden en la lluvia
o cuando los sueños no desatan tempestades   o uvas
     en el fuego
por eso hablas con el pueblo
cantas con los niños
discutes con la hoguera
te enfrentas al mundo como un caballo salvaje por el cielo
el viento las flores las raíces te ofrecen sus moradas en el
     huerto
pero prefieres mirar al sol crecer como una naranja
en los patios alegres del colegio

Fiel

De: Juana García Abás

a Fidel Alejandro

y aquella paloma
¿de mi palomar?

Hacia las fuentes,
al pan de la memoria
palma real (índice, amparo y fruto;
luego aceite y lacinia destramada: lumbre de esta miga
blanquísima)
ante la sombra de las centurias,
las palomas acuden al eco de tu luz.

(13 de agosto en 2006)

Crónica de Quito

De: Alex Pausides

a Winston Orrillo

en quito una ancianita
de coca y cóndor y casi centenaria
después de ver a fidel
estrecharle la barba la sonrisa
el corazón lleno de pueblo

—toda un temblor
una brasa increíble a su ceniza—
le dijo a su nieto
que ya podía morirse
que ya era feliz
porque había visto
al hombre

(Manzanillo, 1972)

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