El perfil de Fidel
De: Arturo Corcuera, Poeta peruano
Para hablar de Fidel
hay que cederle la palabra
al mar,
pedir su testimonio a las
montañas.
El Turquino canta y cuenta
su biografía,
los pájaros la propagan,
saben su edad y repiten su
nombre.
La edad de Fidel
es la edad de los
framboyanes en flor,
la enhiesta edad de su barba
verde olivo.
Todos lo sabemos,
los héroes no tienen edad,
tienen historia,
hacen la historia,
son la historia.
No lo arredra la cuadratura
del Pentágono
ni las bravatas al rojo de
cara pálida
en la hora oscura de la Casa
Blanca.
Quien lo dude puede ver en
alerta al héroe
y un millón de cubanos cara
al Norte
en el malecón de La Habana.
Él es América Negra,
América Hispana,
América Andina:
el perfil de Fidel
es el perfil
de América Latina.
¡Ordene, Comandante en Jefe!
De: Antonio Guerrero Rodríguez
A usted, fiel combatiente
que incendió
la aurora decisiva de la
independencia
con el esfuerzo de sus
nobles entrañas.
A usted, conductor
incansable que ha guiado
la ruta de la historia por
el honor,
la hermandad, la sólida
esperanza.
A usted, invicto soldado que
cabalga
sin miedo hacia el sol de la
muerte
enfrentando al más brutal
imperio.
A usted, que viene y va
entre verdades
y lleva en sus manos un
corazón gigante
ofreciéndolo con altruismo
al mundo.
A usted,
que es pueblo en el pueblo,
que es tierra en la tierra,
que es justicia ante el
podio,
que es paz ante la guerra,
le decimos:
¡Fidel, nuestra bandera
socialista
jamás se caerá de nuestras
manos!
¡Ordene, Comandante en Jefe!
díganos cuál batalla librar
nuestra victoria será
inevitable.
Gracias, Fidel
De: Francisco Riverón Hernández
Alguien le puso: Fidel,
Cuba se lo dio a la vida,
y se le abrió en una herida
que va sangrando con él.
Una agua como de miel
en la sonrisa mojada,
una sangre desvelada
de bravo en el pecho bravo
y un no querer ser esclavo
creciéndole en la mirada.
Lo meció buena mujer
en cuna de seda buena,
pero le duele la pena
del bohío y del taller.
Estudiante, su deber
le conoce de temprano;
y por el decir martiano
echa su vida sin calma
con una red en el alma
y luz de libro en la mano.
Por eso le oyen gritar
los caminos y las calles,
por el hambre de los valles,
por la angustia del solar.
Por donde marcha su andar
el valor dice: ¡Presente!
en la anchura de su frente
hermana del resplandor,
la patria tiene sabor
a limpia y a combatiente.
Cuando regresó el pasado
por un camino de penas
y hacia un clima de cadenas
el tiempo fue desandado,
su afán por lo liberado
le hace la sangre febril;
y en una explosión civil
que alumbra la madrugada,
se para frente al Moncada
sin canana y con fusil.
Y peleador necesario
leal en cada episodio,
se le ve mirar sin odio
inútil al adversario.
Sabor universitario
le enseña a mirar así,
alma de nuevo mambí,
trae en la mano la rosa
y la guerra generosa
que dictó José Martí.
Yo, que le quiero este
asombro
de verlo pelear su guerra,
lo siento andar por la
Sierra
llevando a Cuba en el
hombro.
El aire donde lo nombro
se vuelve de su calibre;
acá y allá, donde vibre
su sabor a rebeldía,
Cuba —labio en agonía—
usa una sonrisa libre.
Su gesto salva el honor
de este tiempo avergonzado,
ya es como un dolor lavado
nuestro presente dolor.
La anchura de su valor
tiene la de su papel;
y van creciendo con él
y por lo que el alma lleva,
un ansia de Cuba Nueva
y un… ¡Muchas gracias,
Fidel!
(3 de diciembre de 1956)
Canto a Fidel Castro
De: Pura del Prado
No sé cómo creciste, pero
tomaste espuma,
nata de mar, almendra de
mañana guajira,
te fue saliendo un gesto de
montaña, de puma
arisco a la maldad, de
yunque de ira.
Palmas al sol, campiñas y
montes orientales,
te hicieron puro y claro
como el agua encendida.
Tienes no sé qué cosa de
ceiba y maniguales
donde la catarata suena a
limpio y a vida.
Tienes hasta las uñas de
varón y hasta el trueno
sobre la árida tierra se
parece a tu hombría.
Ya nos cambias los gustos
hasta en el pan moreno
porque todas las cosas saben
a tu hidalguía.
Eres un hombre como los
demás,
joven, buen mozo, saludable
y fuerte.
La tierra hará tranquila un
poco más
de abonos y rosales con tu
muerte.
El cielo te conoce enamorado
te ha visto padre como
tantos otros,
y sabe el salto al fuego que
tú has dado
para sacrificarte por nosotros.
Porque fuiste cruzando como
un tren
por paisajes de lacras y
pobreza,
bajaste a pelear en un andén
y se volvió heroísmo tu
tristeza.
Canto a ti, a tus muchachos
aradores del aire
con la profunda reja del fusil y la llama,
ejército sin bozo que alza
el grito de Baire
hasta desde sus verdes
ataúdes de grama.
Mañana lloraremos los
muertos juveniles
y cantando los himnos
construiremos el día.
La paz, el pan, la dicha, saldrán de los fusiles
que en las montañas cantan
fuegos de rebeldía.
I
Viste un pueblo desolado
una caña de amargura,
como de mujer impura
el patrio vientre manchado,
te indignó de lado a lado
su mejilla de dolor,
de frente a su abusador
tú encendiste nuestra guerra
con campesinos sin tierra
de la región del honor.
II
Veo en ti como crecer
lo que se quedaba enano,
con un gesto de tu mano
nos das el amanecer.
Por quererte hay que querer
todos los muertos de luz
que subieron a la cruz
del sacrificio por Cuba
y subir adonde suba
tu romántico arcabuz.
III
Va la justicia por ti
abierta de par en par,
y nos vino por el mar
en tu yate de mambí
un recado de Martí,
terreno para el montuno,
opresión para ninguno
y libertad para todos,
decencia hasta por los codos
y castigo para uno.
IV
En la fila de ladrones
tú no has formado jamás,
ni Atila ni Barrabás
usaron tus pantalones.
Ni te compran los doblones
ni tienes un mal pasado,
un pueblo desalentado
se esperanza en que eres
puro.
De ti depende el futuro
de nuestra fe, ten cuidado.
V
No son males de apariencia,
sino gangrenas de fondo
las que duelen en lo hondo
como un pus de la decencia.
No se trata de impaciencia
por derribar un bribón,
te quiero como un ciclón
que nos limpie totalmente
de bandoleros la frente,
de abusos al corazón.
VI
Creo en ti, en tu valentía,
que es la del pueblo cubano,
creo en la casa de guano
que te abre su portería,
creo en la alta serranía
que te esconde protectora,
creo en el día y la hora
en que alzarás un Turquino
por siempre en nuestro
destino
con tu idea triunfadora.
VII
Me gusta verte soñando,
rodeado de aguas salobres,
en el triunfo de los pobres
y el fin del hasta cuándo.
Me gusta saber que andando
el tiempo tú subirás
y no te corromperás
porque crecerán tus hombros
no para llevar escombros
sino el amor de los más.
VIII
Eres bueno, y como tal
te duele matar soldados
y los quieres conquistados
para tu limpio ideal.
Como un puñado de sal
le das sabor al decoro,
tengo muertos que no lloro
pues cayeron por tu sueño
de elevar este pequeño
rebaño inclinado al oro.
Te amo en el pueblo, Fidel,
pensar en ti me ilumina,
eres un sol en la esquina
con tu foto en el papel.
Y se me vuelve de miel
el periódico contigo
porque eres un haz de trigo
que brilla entre tanta
sombra.
Se enriquece si te nombra
el corazón de un mendigo.
Has pasado por dolores
como mordiendo metal
Picaron auras del mar
en tu costado de amores.
Pero cuantos sinsabores
quisieron doblar tu frente
se encontraron de repente
sor tu firmeza mellados
y te vieron, asombrados,
derecho como una fuente.
El abogado desconocido
De: Justo Rodríguez Santos
En nombre de la Estrella
Solitaria,
en nombre del Apóstol
agredido,
en nombre de su pueblo
esclavizado,
llega un joven de toga y
pergamino.
A denunciar el crimen
alevoso
y la diversidad de los
delitos,
concurre un abogado cuya
firma
estrena el cartulario en el
registro.
Apartando legajos y
expedientes,
cuya resolución abarca
siglos,
la denuncia del pueblo, por
su mano
habla a los tribunales
sorprendidos.
Muestra el retrato del
traidor, su ficha,
sus crímenes y robos
repetidos.
Código en mano, suma las
sanciones
que deben sus variados
latrocinios
y reclama lo enjuicien sin
tardanza
y ocupe su lugar en el
banquillo.
Sus palabras anegan el
silencio
que reverbera, terso y
cristalino.
Pero las graves momias del
birrete
parecen no entender el verbo
digno.
Un ciudadano humilde, con un
sobre,
un abogado nuevo y decidido,
que aprieta las clavijas de
la ley
para que se oigan todos sus
registros
Romance a Fidel Castro
De: David Moya Posas
La sombra dice palabras
de futuro y de pelea.
Hombres de caza y martirio
sobre la Sierra Maestra
dibujan nombres obscuros
sobre el mapa de la arena.
Los fusiles se levantan
desesperados de presa,
aguardando la llamada
ondulante de la hoguera.
-¿Dónde están los
calendarios
que televisen la fecha
en que los hombres de abajo
rompan al fin sus cadenas?
El día de la explosión
definitiva rodea
con un abrazo de cóleras
los vestigios de la espera.
Martí dibuja en la lucha
los hurras de su bandera
señalando con su espíritu
la alborada de la meta.
-¿Dónde estás tú, Fidel
Castro,
con tus sílabas de hierba,
con tus ojos de rocío
pulverizando la niebla?
-En un hueco de la luz
obstinada de la tierra
voy modulando el guarismo
hidrógeno de la guerra.
El sátrapa quedará
-viudo de alba y sementera_
con el pulso destrozado
desposando las luciérnagas.
Habrá lágrimas y cruces
y erigirá la violencia
un presídium de sollozos
en la saliva materna.
Se abrirán ramos de pólvora
sobre la faz de la piedra.
El vendido y el eunuco
hincarán rodilla en tierra.
Habrá un coro de aleluyas
la madrugada suprema
en que el “26 de julio”
clave en el triunfo sus
tiendas.
Y Fidel Castro vendrá
aureolado de pelea
a eternizarse en la lucha
libertaria del planeta.
(Tegucigalpa, D.C.,
Honduras, 12 de julio de 1957)
De bien y gloria lleno
De: Pablo Armando Fernández
para Fidel
Mi empeño solicita tu
asistencia.
No me creo capaz de devolver
indemne a la palabra su
inocencia
que se hace imprescindible
conocer;
si he de cantar al don,
límpida esencia,
que en ti es conocimiento
del saber
dar a la vida lustre, arte y
ciencia
que en todo humano
multiplique el ser.
Ya sé que a la palabra le
has devuelto
la integridad que aporta la
confianza
de saberla custodia de lo
cierto.
He intentado cantarte y
persevero,
oírte forja y nutre la
esperanza
de que cantarte es celebrar
enero.
Es celebrar tu noble
nacimiento
que en otros multiplica
patrio aliento.
Cantar de Alejandro
De: Hildebrando Pérez Grande
Marchamos hacia el amanecer
de la armonía. Nadie podrá
decir
que es una flecha oscura
nuestro nombre. Con las luces
apagadas, y teniendo como
lumbre los ojos acerados
de la aurora, salimos una
madrugada de noviembre hacia
la Isla.
La historia dice ahora que
había mal tiempo
bajo el cielo de los
navegantes. Que la lluvia
caía pertinaz sobre los
hombres. Y los vientos del Caribe
no solo presagiaban el
constante peligro del naufragio
sino que los vómitos, las
fatigas y los imborrables ataques
de asma
arañaban nuestro corazón
mientras oteábamos la sal
del horizonte.
Nadie podrá decir que es una
flecha oscura nuestro nombre.
En aquel yate de color
blanco, remontando
un mar de azafrán y vieja
cristalería, sentíamos
cómo las olas de la
incertidumbre nos herían
de igual manera que nuestro
deseo de acabar con el pasado.
Y al momento de registrar
nuestro desembarco en las aguas
fangosas de Las Coloradas,
con la misma alegría
de los niños que miran el
porvenir con los ojos
de Abel, de Frank y de aquel
peruanito cuyo nombre
nunca más supimos y cuya
imagen siempre atamos
a la de Juan
Pablo, a su sonrisa
insepulta, descubrimos
que detrás de cada acto
nuestro resplandecería la palabra
del Apóstol.
Después vino la escritura de
fuego, el temple
del cuchillo relampagueando
en las noches de la Sierra,
la apertura hacia la luz del
trabajo voluntario
y, como una mano tibia que
se tiende
para estrechar otra, el
internacionalismo proletario.
Nadie podrá decir que es una
flecha oscura nuestro nombre.
Nuestro pequeñísimo nombre
que hoy atraviesa otras latitudes
en el atavío y el máuser de
los compañeros que entre cánticos
y espasmos
marchan hacia el amanecer de
la armonía.
Nadie podrá decir que es una flecha oscura
nuestro nombre.
Fidel
De: Miguel Barnet
Es cierto que los poetas
atrapan instantes de la vida
y los fijan en la historia
Generalmente el pasado
vago y nostálgico
O el presente inmediato con
sus fuegos sutiles
y sus reverberaciones
Pero qué difícil atrapar el
futuro
y colocarlo para siempre
en la vida de todos los
poetas,
de todos los hombres
Fidel
De: Juan Cristóbal
rodeas como el sol las
colinas de la aldea
jamás ocultas el viento o
las semillas temblorosas de la noche
los hombres se reúnen para
oírte
tu voz es tan dulce como el
primer aguardiente soñado
de la tierra
y a pesar que soportas como
el trigo los silencios
y las calumnias de los días
sonríes cuando las sombras
se esconden en la lluvia
o cuando los sueños no
desatan tempestades o uvas
en el fuego
por eso hablas con el pueblo
cantas con los niños
discutes con la hoguera
te enfrentas al mundo como
un caballo salvaje por el cielo
el viento las flores las
raíces te ofrecen sus moradas en el
huerto
pero prefieres mirar al sol
crecer como una naranja
en los patios alegres del
colegio
Fiel
De: Juana García Abás
a Fidel Alejandro
y aquella paloma
¿de mi palomar?
Hacia las fuentes,
al pan de la memoria
palma real (índice, amparo y
fruto;
luego aceite y lacinia
destramada: lumbre de esta miga
blanquísima)
ante la sombra de las
centurias,
las palomas acuden al eco de
tu luz.
(13 de agosto en 2006)
Crónica de Quito
De: Alex Pausides
a Winston Orrillo
en quito una ancianita
de coca y cóndor y casi
centenaria
después de ver a fidel
estrecharle la barba la
sonrisa
el corazón lleno de pueblo
—toda un temblor
una brasa increíble a su
ceniza—
le dijo a su nieto
que ya podía morirse
que ya era feliz
porque había visto
al hombre
(Manzanillo, 1972)
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