Su volumen Se nombra la tierra, de Reina del Mar Editores, de Cienfuegos, está a la venta en la red provincial de librerías
Quien no haya repasado aun la obra de Alián Cárdenas González
(Cienfuegos, 1978), uno de nuestros más jóvenes e interesantes poetas, cuenta
ahora con la oportunidad de hacerlo. La presencia en librerías de su poemario
Se nombra la tierra le permitirá trabar contacto con la lírica poderosa y la
capacidad de imantación del vate inclinado a dialogar sobre el fuego, las
palabras, el tiempo, el aire, las islas, las olas… Los sentimientos; la
existencia.
En este su primer volumen
publicado -bajo el sello Reina del Mar Editores-, el autor de Los lagos muertos
(Mención del Concurso Sed de Belleza, 2009) interactúa con motivos temáticos de
Piñera, Lezama, Dulce María Loynaz, Keats, Byron -a quienes de hecho rinde
homenaje en la presentación o pasajes de sus versos- y establece puntos de
enlace en la forma de proyectar su voz con el Aris Diktaios de, digamos por
ejemplo, El poeta. Eso sí, desbrozando las malezas de su subjetividad, sin
escuchar el estrépito de la palabra impuesta, explorando los mil rostros que la
vivencia abre en la imaginación, encontrando la expresión que les de rostro en
la escritura, cual diría Juan Gelman, con perdón por los gerundios solicitado a
los puristas sintácticos.
“El internarse en sí mismo del poeta es un
atrevimiento que lo expone a la intemperie. Aunque bien decía Rilke: [...] lo
que finalmente nos resguarda es nuestra desprotección. Ese atrevimiento conduce
al poeta a un más adentro de sí que lo trasciende como ser. Es un trascender
hacia sí mismo que se dirige a la verdad del corazón y a la verdad del mundo.
Marina Tsvetaeva, la gran poeta rusa, recordó alguna vez que el poeta no vive
para escribir. Escribe para vivir”, son reflexiones del Premio Cervantes argentino
convertidas en suyas por Alián.
El creador de Animal desnudo
-ganador del Segundo Premio de Poesía de Nogarejas, España, 2012- emprende el
género asistido a fortísimo convencimiento del poder del lenguaje y utiliza las
palabras cual suerte de llaves hacia un universo alternativo (suyo, hecho
nuestro) de luz, presciencia y amor. A la vez de dudas e inquietud. Las eternas
interrogantes del poeta.
Leamos el poema Fénix del
Alba, perteneciente al volumen:
“Tocar el alba después del
beso a la noche
permite erizarse en temblor la tierra
y el no retorno, acostado en los escombros
deja en fría llama la lágrima escapada
tendida en tierra.
Alzóse entonces lo no pensado
alud de versos y alabanzas
peticiones no perdidas, esternón de la mañana.
En su hilo trepa el olvido como nómada escrito
sin pasado,
que la memoria no acompaña.
Y la pupila se percibe en horizonte,
tiembla la esperanza”.
La poesía del Premio Damují
2004 adquiere especial habilidad para ilustrar paisajes exteriores los cuales,
por efecto asociativo -inductivo sin su connotación de impeler a, también
podría decirse- hablan de la geografía interior de un creador sensible, quien
puebla su ars lírica de imágenes tan sencillas como perdurables. Son letras
vitales, orbiculares en su otear; ora impetuosas, ora contenidas, pero a la
larga sólida e indivisible argamasa de un cuerpo poético cuya coherencia signa
el constructo discursivo. (Por Julio Martínez Molina)
No hay comentarios :
Publicar un comentario