Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

martes, 12 de marzo de 2013

Lo que le falta al periodismo en Cuba



14 de marzo: Día de la Prensa Cubana

Entrevista con José Alejandro Rodríguez, periodista de "Juventud Rebelde"

 Siempre supe que entrevistarlo sería desafiar su desenfado, una  provocación a su linaje de cronista entrevistador, el contrapunteo perfecto con las muchas cosas que suele decir, y también la necesidad de que  una vez más demostrara que aunque responda a ese nombre,  este Pepe no es un Pepe cualquiera.
 Ciertamente tendría que sonsacarlo -en lo que me ayudaron los muchos años de labor común, las juergas y secretos compartidos-, dejarlo hablar sin interrupciones, y solo matizarlo, pues tiene el don de la palabra y el carisma del buen conversador.
 Apasionado siempre no eludió ninguna respuesta, aunque por momentos prefirió no hablar de sí mismo; y cuando pareció que alguna lágrima intentaba asomar en su rostro, maniobró con la habilidad de casi cuatro décadas en este “agónico ejercicio de la insatisfacción” -como califica a la profesión periodística.

 En otros, su carisma natural parecería impostado. Muchas personas a quienes ni siquiera conoce lo saludan por las calles como un amigo más, y en las casas son frecuentes los debates sobre lo que dijo en Papelitos Hablan, en Acuse de Recibo o en Hablando Claro, sus espacios principales -que no son los únicos.

¿PERIODISTA?

 “Soy solo un cubano más, que escogió el periodismo -enfatiza- pero pude haber sido cualquier otro profesional. Sencillamente un trabajador de este país; alguien que a lo que más aspira es a ser una buena persona, a ser lo mejor posible, porque nadie es completamente bueno, ni totalmente malo, no somos perfectos”.
 Para Pepe, ser buena persona es algo incluso por encima de ideologías y credos religiosos.  “Es ser lo más humano posible, la obligación de ser justo y bueno.
“Claro, soy periodista porque ejerzo la profesión, pero esta es una carrera que no termina. Por eso, sin falsa modestia, me considero un aprendiz de periodista, cada día en busca de lo inesperado, lo insólito, lo impredecible. Son realidades que te retan todos los días”.
 Aprendió de su padre a no olvidar jamás los buenos días, las buenas noches, la honradez y el amor al prójimo, entre otras muchas virtudes “que se aprenden en la niñez o no se aprenden; él, que era maestro, me enseñaba sin decirme las cosas: yo solo lo miraba y ya lo aprendía todo.
 “Con él aprendí que el valor más alto es el espiritual, lo ético, lo moral; siempre me hablaba de temas edificantes. Crecí en una familia culta, refinada, sin carencias, pero mi padre tomaba un trago de aguardiente con cualquier persona, por pobre que fuera, siempre que la condición humana prevaleciera. Él era una personalidad”.

¿POR QUÉ PERIODISTA? 

 Llegó al periodismo casi por casualidad, porque tenía la necesidad innata de comunicarse. “Siempre fui un adolescente que gustó de la lectura; sensible a todo lo que me rodeaba, algo muy importante para un periodista. Incluso en un momento pensé en la sicología, pues me gustaba investigar la conducta humana.
 “Sin embargo, escogí el periodismo, quizás egoístamente, porque me permitiría el poder de la palabra para expresarme, sin imaginar la connotación social, política y, sobre todo, humana de la profesión.
 “No me considero un periodista   tradicional. Soy de libretica de notas y bolígrafo, aunque no puedo eludir las tecnologías que han ayudado y favorecen la celeridad e inmediatez; pero lo más importante es la capacidad de hacer buen periodismo, el talento, la intencionalidad, lo que está en tu cabeza, en tu corazón”.
 Entonces da rienda suelta a sus criterios: “No hay que escribir para que nos recuerden, sino para quienes están a tu alrededor, sin descuidar recursos expresivos; si después alguien se conmueve con lo que escribiste, mejor. Hemingway es el ejemplo.
 “Nunca un periodista puede esconder su manera de pensar, su concepción de la vida. Transitamos toda la escala social y eso te aporta saberes y filosofías. A veces estás en una comitiva presidencial y en otras conversando con un campesino en el surco, lo que te enriquece espiritualmente y te hace más sabio.
 “En ocasiones, alguien que parece anónimo, te demuestra estar lleno de verdades y profundos conceptos. Como periodista tienes que conmoverte con esas personas, y cuando mires a tu alrededor -donde también hay cosas feas- no creerte que eres el centro, si bien tenemos el privilegio de conectar esos matices de la realidad.
 “No, no soy duro, más bien soy crudo, y la sinceridad con crudeza a menudo se convierte en una cadena… Mientras más sincero, sufres más incomprensiones, eres menos llevadero, aunque no me considero implacable, sino elegantemente sincero. Mira, yo a veces me desboco, pero la sinceridad tiene que tener riendas”, sentencia.

MARTÍ… 

 Le pido hablar de Martí y se desdobla. Se inspira. “Lo tengo siempre pegado a mí; es difícil que un cubano bueno no lo tenga a flor de piel, quizás sin saberlo. Es la inspiración de todos los días, la capacidad del bien por sobre la injusticia, pero no pocas veces nos lo entregan demasiado inalcanzable, y eso es malo. Él nos conmina a luchar contra la pereza y la ligereza, te obliga a enfrentar cualquier acto feo y a salir cada día a asumir la vida”, asegura.

CONFIDENCIAS

 Pepe ha incursionado en los tres medios periodísticos por excelencia, de ellos ofreció sus confidencias, lo aprendido a golpe de talento desde que el 12 de septiembre de 1974, con 21 años, llegó a Radio Cadena Agramonte para iniciar su servicio social.
 “De la radio me fascina la inmediatez, el convertirte en los ojos de quien te escucha, es la palabra pura, susurrada; de la televisión lo que más me gusta es su capacidad de transmitir ideas frente a una cámara y ser creíble, y que aquel que te ve desde la sala de su casa sienta deseos de conversar contigo.
 “Pero hay que tener mucho cuidado, pues la notoriedad solo se alcanza cuando el cronista dice cosas diferentes y transmite lo auténtico de lo que vive. La TV te anula o te levanta en un segundo.
 “Sin embargo, la prensa escrita es lo más grande. Soy, por sobre todo, un hombre de la prensa escrita, lo que quizás venga dado por la complicidad entre el que escribe y quien te lee, ese que puede guardar el periódico para después y volverte a leer.
 “La prensa escrita te puede acompañar como un amuleto, y te obliga a la ingeniosidad en asuntos del lenguaje y la gramática. Yo paso mucho trabajo escribiendo; me releo, quito   cosas, vuelvo a ponerlas… en fin. Quizás por eso me fascinan los periodistas que de un tirón pueden hacer un buen artículo, una buena crónica, que es para mí el género más excelso.
 “Es el que más respeto, el que prefiero y disfruto, en especial las crónicas ajenas, aunque algunas de mi cosecha, y me apena decirlo, me deleitan mucho. El don del cronista es un raro hallazgo, pero estoy negado a que la crónica se convierta en un pedido, aunque lamentablemente sea por la muerte de alguien. Es mejor escribir una crónica de vida”.

¿INFLUENCIAS…? 

 “Muchas. Mis padres fueron esenciales. De joven siempre respeté a los viejos en la profesión. No soy religioso, pero sí supersticioso, y tengo la impresión de que por momentos, cuando escribo, alguien me acompaña. Esas son las influencias.
 “Manuel González Bello siempre me acompañará. Él tenía la gracia para escribir, esa que se ha perdido hoy. A Ricardo Sáenz le debo el olfato para lo que es periodístico. A Luis Sexto, el arrostrar siempre el camino de los que piensan y tienen juicio. Roberto Agudo me enseñó a diferenciar lo esencial de lo intrascendente y Renato Recio, el rigor conceptual para cualquier labor periodística.
 “De muchos aprendí, de Magaly García Moré, de Rolando Pérez Betancourt, de Heráclides Barrero, que me enseñó a sustentar los sueños en la realidad; de Eduardo Labrada, a quien le agradezco la seguridad profesional; de Luisito Hernández Serrano, que todos los días, hasta debajo de una piedra, hay una historia escondida.
 “Imposible mencionarlos a todos, pero a todos los tengo a mi lado cuando escribo el Acuse de Recibo, lo más grande, lo más trascendente que he hecho en el periodismo. Nada como esa ventana abierta a las inquietudes de mis ciudadanos”.

¿QUÉ LE FALTA AL PERIODISMO CUBANO HOY? 

 “Mucha variedad, enfoques personales, atrevimientos y cierta autonomía -que no es política- para poder convertirse en una fuerza viva, actuante e incisiva en la sociedad.
 “Me molesta mucho que al juzgar al periodismo cubano, muchas personas -incluso   respetables- focalicen las insuficiencias en el periodista de filas y no señalen factores que sobrepasan la posible voluntad y el talento de ese profesional. De alguna manera los problemas de la política informativa, del insuficiente abordaje de las complejidades de la realidad cubana, tienen que ver con el diseño institucional que se ha hecho de nuestro periodismo”.

MERCY, LAURA, NANA… 

 Su vida con Mercy, la esposa, la considera un reportaje inacabado. “Entender cómo hemos podido llegar hasta aquí, con los esmeriles que el tiempo hace caer sobre las parejas… eso es extraño y probablemente no llegue a saberlo, pero algo se impone: hoy todo es menos súbito, más lindo y sosegado. Laura y Lucía -hija y nieta- son el mejor producto de ese amor, aunque quizás nos faltó audacia para tener más hijos”.
 Un nombre es recurrente en Pepe. ¿Por qué Nana?, pregunto. Lo sorprende la interrogante. “Caramba, ella fue mi nana y la de mis hermanos. Una gran santera y el último vínculo que me queda con mis padres, de mi infancia, de aquel Jovellanos”.
 Nos despedimos. Y creí verle en el rostro a José Alejandro Rodríguez Martínez la alegría por la historia contada: era la crónica más larga de su vida. (Por Gabino Manguela Díaz, Tomado de Trabajadores)

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