14 de marzo: Día de la Prensa Cubana
Entrevista con José Alejandro Rodríguez, periodista de "Juventud Rebelde"
Siempre supe que
entrevistarlo sería desafiar su desenfado, una
provocación a su linaje de cronista entrevistador, el contrapunteo
perfecto con las muchas cosas que suele decir, y también la necesidad de
que una vez más demostrara que aunque
responda a ese nombre, este Pepe no es
un Pepe cualquiera.
Ciertamente tendría que sonsacarlo -en lo que
me ayudaron los muchos años de labor común, las juergas y secretos
compartidos-, dejarlo hablar sin interrupciones, y solo matizarlo, pues tiene
el don de la palabra y el carisma del buen conversador.
Apasionado siempre no eludió ninguna
respuesta, aunque por momentos prefirió no hablar de sí mismo; y cuando pareció
que alguna lágrima intentaba asomar en su rostro, maniobró con la habilidad de
casi cuatro décadas en este “agónico ejercicio de la insatisfacción” -como
califica a la profesión periodística.
En otros, su carisma natural parecería
impostado. Muchas personas a quienes ni siquiera conoce lo saludan por las
calles como un amigo más, y en las casas son frecuentes los debates sobre lo
que dijo en Papelitos Hablan, en Acuse de Recibo o en Hablando Claro, sus
espacios principales -que no son los únicos.
¿PERIODISTA?
“Soy solo un cubano más, que escogió el
periodismo -enfatiza- pero pude haber sido cualquier otro profesional.
Sencillamente un trabajador de este país; alguien que a lo que más aspira es a
ser una buena persona, a ser lo mejor posible, porque nadie es completamente
bueno, ni totalmente malo, no somos perfectos”.
Para Pepe, ser buena persona es algo incluso
por encima de ideologías y credos religiosos.
“Es ser lo más humano posible, la obligación de ser justo y bueno.
“Claro, soy periodista
porque ejerzo la profesión, pero esta es una carrera que no termina. Por eso,
sin falsa modestia, me considero un aprendiz de periodista, cada día en busca
de lo inesperado, lo insólito, lo impredecible. Son realidades que te retan
todos los días”.
Aprendió de su padre a no olvidar jamás los
buenos días, las buenas noches, la honradez y el amor al prójimo, entre otras
muchas virtudes “que se aprenden en la niñez o no se aprenden; él, que era
maestro, me enseñaba sin decirme las cosas: yo solo lo miraba y ya lo aprendía
todo.
“Con él aprendí que el valor más alto es el
espiritual, lo ético, lo moral; siempre me hablaba de temas edificantes. Crecí
en una familia culta, refinada, sin carencias, pero mi padre tomaba un trago de
aguardiente con cualquier persona, por pobre que fuera, siempre que la
condición humana prevaleciera. Él era una personalidad”.
¿POR QUÉ PERIODISTA?
Llegó al periodismo casi por casualidad,
porque tenía la necesidad innata de comunicarse. “Siempre fui un adolescente
que gustó de la lectura; sensible a todo lo que me rodeaba, algo muy importante
para un periodista. Incluso en un momento pensé en la sicología, pues me
gustaba investigar la conducta humana.
“Sin embargo, escogí el periodismo, quizás
egoístamente, porque me permitiría el poder de la palabra para expresarme, sin
imaginar la connotación social, política y, sobre todo, humana de la profesión.
“No me considero un periodista tradicional. Soy de libretica de notas y
bolígrafo, aunque no puedo eludir las tecnologías que han ayudado y favorecen
la celeridad e inmediatez; pero lo más importante es la capacidad de hacer buen
periodismo, el talento, la intencionalidad, lo que está en tu cabeza, en tu
corazón”.
Entonces da rienda suelta a sus criterios: “No
hay que escribir para que nos recuerden, sino para quienes están a tu
alrededor, sin descuidar recursos expresivos; si después alguien se conmueve
con lo que escribiste, mejor. Hemingway es el ejemplo.
“Nunca un periodista puede esconder su manera
de pensar, su concepción de la vida. Transitamos toda la escala social y eso te
aporta saberes y filosofías. A veces estás en una comitiva presidencial y en
otras conversando con un campesino en el surco, lo que te enriquece
espiritualmente y te hace más sabio.
“En ocasiones, alguien que parece anónimo, te
demuestra estar lleno de verdades y profundos conceptos. Como periodista tienes
que conmoverte con esas personas, y cuando mires a tu alrededor -donde también
hay cosas feas- no creerte que eres el centro, si bien tenemos el privilegio de
conectar esos matices de la realidad.
“No, no soy duro, más bien soy crudo, y la
sinceridad con crudeza a menudo se convierte en una cadena… Mientras más
sincero, sufres más incomprensiones, eres menos llevadero, aunque no me
considero implacable, sino elegantemente sincero. Mira, yo a veces me desboco,
pero la sinceridad tiene que tener riendas”, sentencia.
MARTÍ…
Le pido hablar de Martí y se desdobla. Se
inspira. “Lo tengo siempre pegado a mí; es difícil que un cubano bueno no lo
tenga a flor de piel, quizás sin saberlo. Es la inspiración de todos los días,
la capacidad del bien por sobre la injusticia, pero no pocas veces nos lo
entregan demasiado inalcanzable, y eso es malo. Él nos conmina a luchar contra
la pereza y la ligereza, te obliga a enfrentar cualquier acto feo y a salir
cada día a asumir la vida”, asegura.
CONFIDENCIAS
Pepe ha incursionado en los tres medios
periodísticos por excelencia, de ellos ofreció sus confidencias, lo aprendido a
golpe de talento desde que el 12 de septiembre de 1974, con 21 años, llegó a
Radio Cadena Agramonte para iniciar su servicio social.
“De la radio me fascina la inmediatez, el
convertirte en los ojos de quien te escucha, es la palabra pura, susurrada; de
la televisión lo que más me gusta es su capacidad de transmitir ideas frente a
una cámara y ser creíble, y que aquel que te ve desde la sala de su casa sienta
deseos de conversar contigo.
“Pero hay que tener mucho cuidado, pues la
notoriedad solo se alcanza cuando el cronista dice cosas diferentes y transmite
lo auténtico de lo que vive. La TV
te anula o te levanta en un segundo.
“Sin embargo, la prensa escrita es lo más
grande. Soy, por sobre todo, un hombre de la prensa escrita, lo que quizás
venga dado por la complicidad entre el que escribe y quien te lee, ese que
puede guardar el periódico para después y volverte a leer.
“La prensa escrita te puede acompañar como un
amuleto, y te obliga a la ingeniosidad en asuntos del lenguaje y la gramática.
Yo paso mucho trabajo escribiendo; me releo, quito cosas, vuelvo a ponerlas… en fin. Quizás por
eso me fascinan los periodistas que de un tirón pueden hacer un buen artículo,
una buena crónica, que es para mí el género más excelso.
“Es el que más respeto, el que prefiero y
disfruto, en especial las crónicas ajenas, aunque algunas de mi cosecha, y me
apena decirlo, me deleitan mucho. El don del cronista es un raro hallazgo, pero
estoy negado a que la crónica se convierta en un pedido, aunque lamentablemente
sea por la muerte de alguien. Es mejor escribir una crónica de vida”.
¿INFLUENCIAS…?
“Muchas. Mis padres fueron esenciales. De
joven siempre respeté a los viejos en la profesión. No soy religioso, pero sí
supersticioso, y tengo la impresión de que por momentos, cuando escribo,
alguien me acompaña. Esas son las influencias.
“Manuel González Bello siempre me acompañará.
Él tenía la gracia para escribir, esa que se ha perdido hoy. A Ricardo Sáenz le
debo el olfato para lo que es periodístico. A Luis Sexto, el arrostrar siempre
el camino de los que piensan y tienen juicio. Roberto Agudo me enseñó a
diferenciar lo esencial de lo intrascendente y Renato Recio, el rigor
conceptual para cualquier labor periodística.
“De muchos aprendí, de Magaly García Moré, de
Rolando Pérez Betancourt, de Heráclides Barrero, que me enseñó a sustentar los
sueños en la realidad; de Eduardo Labrada, a quien le agradezco la seguridad
profesional; de Luisito Hernández Serrano, que todos los días, hasta debajo de
una piedra, hay una historia escondida.
“Imposible mencionarlos a todos, pero a todos
los tengo a mi lado cuando escribo el Acuse de Recibo, lo más grande, lo más
trascendente que he hecho en el periodismo. Nada como esa ventana abierta a las
inquietudes de mis ciudadanos”.
¿QUÉ LE FALTA AL PERIODISMO CUBANO HOY?
“Mucha variedad, enfoques personales,
atrevimientos y cierta autonomía -que no es política- para poder convertirse en
una fuerza viva, actuante e incisiva en la sociedad.
“Me molesta mucho que al juzgar al periodismo
cubano, muchas personas -incluso
respetables- focalicen las insuficiencias en el periodista de filas y no
señalen factores que sobrepasan la posible voluntad y el talento de ese
profesional. De alguna manera los problemas de la política informativa, del
insuficiente abordaje de las complejidades de la realidad cubana, tienen que
ver con el diseño institucional que se ha hecho de nuestro periodismo”.
MERCY, LAURA, NANA…
Su vida con Mercy, la esposa, la considera un
reportaje inacabado. “Entender cómo hemos podido llegar hasta aquí, con los
esmeriles que el tiempo hace caer sobre las parejas… eso es extraño y
probablemente no llegue a saberlo, pero algo se impone: hoy todo es menos
súbito, más lindo y sosegado. Laura y Lucía -hija y nieta- son el mejor
producto de ese amor, aunque quizás nos faltó audacia para tener más hijos”.
Un nombre es recurrente en Pepe. ¿Por qué
Nana?, pregunto. Lo sorprende la interrogante. “Caramba, ella fue mi nana y la
de mis hermanos. Una gran santera y el último vínculo que me queda con mis
padres, de mi infancia, de aquel Jovellanos”.
Nos despedimos. Y creí verle en el rostro a
José Alejandro Rodríguez Martínez la alegría por la historia contada: era la
crónica más larga de su vida. (Por Gabino Manguela Díaz, Tomado de Trabajadores)
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