Por Mercedes Caro Nodarse
@eidita
“Silencio general. El viento calla. La
naturaleza no respira. Parece muerta. A lo largo del mástil
empiezan a centellear débilmente los fuegos de San Telmo; la vela cae en
pesados pliegues”.
Viaje al centro de la Tierra, Julio Verne (1828 -1905)
Son pocos los
residentes de los barrios El Perché y el Castillo de Jagua —poblados de
pescadores situados en una de las riberas de la bahía de Cienfuegos—, que no
hayan escuchado alguna vez la historia de la luz o fuego de San Telmo, porque a
pesar de no ser precisamente originaria de tales lugares, ha echado raíces
allí, entre las personas apegadas al mar y al salitre, como si fuera una
tradición propia de la zona. Por eso la han convertido en otra de las leyendas
de la Perla del
Sur.
Los pescadores se alistan para "su encuentro" con la luz... |
Los
habitantes del lugar, en su mayoría pescadores, la han transmitido de
generación en generación, por cuanto representa en momentos de peligro, y al
enfrentar los misterios que encierra la gran masa de agua en días de tormenta.
Cuentan los
más viejos que la llamada “luz de San Telmo” es un resplandor brillante que se
instala en lo más alto de los mástiles de los barcos durante las jornadas de
mal tiempo. “Mira, es como una especie de esfera amarilla con fulgores rosados
y azules que permanece entre los palos de las embarcaciones, y a su vez, es
capaz de provocar descargas eléctricas”, narran, mientras cruzan los dedos,
para conjurar a la mala suerte o como signo de protección.
MITO Y REALIDAD
A lo largo de la Historia, innumerables
marinos afirmaron ser testigos de la aparición de lenguas de fuego
incandescente, que "bailaban" sobre los mástiles y extremos de la
arboladura de los navíos durante ciertas tormentas.
Estas bolas luminosas fueron bautizadas como “el
fuego de San Telmo”, porque, al verlas,
los hombres de mar invocaban a este santo patrono de los marineros en busca de
protección ante hundimientos, naufragios, accidentes o cualquier otro tipo de
desgracias.
Aunque el fuego no resulta peligroso en sí
mismo, a pesar de su espectacularidad, muchas veces funciona como el aviso de
la caída inminente de un rayo sobre las embarcaciones, por lo que tradicionalmente
ha sido considerado de mal agüero por los navegantes.
Y es que probablemente este sea uno de los
fenómenos naturales eléctricos menos conocidos y con el cual resulta más
difícil encontrarse. Aunque su nombre induce a confusión, no es ninguna clase
de fuego (más bien un plasma), ni tampoco es una forma de rayo. El fuego de
San Telmo tiene su
origen en la electricidad estática de la atmósfera y podríamos definirlo como
una descarga luminiscente o resplandor luminoso, semejante a pequeñas chispas
que saltan de los objetos metálicos y punzantes durante una tormenta intensa.
Los objetos puntiagudos y los buenos conductores de la electricidad empiezan a
desprender pequeñas llamaradas, entre azuladas y violetas, producidas por la
ionización del aire dentro del campo eléctrico que originan estas tormentas.
Vista parcial de la Bahía y el Castillo de Jagua. |
Mucho antes, el cronista Antonio Pigafetta
(c. 1480- c. 1534), narró que los fuegos de San Telmo también fueron observados
durante el viaje de Fernando de Magallanes (1480 - 1521): “Cuando Magallanes
(1480 - 1521) navegó hacia el sur desde las Islas Canarias en su histórico
viaje de descubrimiento, su flota de cinco naves encontró tormentas que
persistieron durante semanas. La moral se hundió, hasta que un día varias bolas
luminosas y sibilantes aparecieron cerca del mástil mayor de la nave capitana,
Trinidad. Tan fuerte era la creencia de los marineros, que dieron gracias a esa
luz divina, pues los convenció de que Dios había bendecido a Magallanes y lo
cuidaba”.
El naturalista y explorador alemán Alejandro
de Humboldt (1769 -1859),
durante uno de sus viajes también lo apreció: “Al observar la apariencia de los
mástiles, el extremo del gallardo mástil principal, y hasta tres pies por
debajo, estaba perfectamente cubierto de un frío resplandor fosforescente, que
rodeaba completamente su circunferencia, se veía como animado por un
movimiento revoloteante o serpenteante, como se ejemplifica experimentalmente
al aplicar fósforo común sobre una superficie. Los mástiles delantero y de
mesana tenían una apariencia similar. Esta curiosa iluminación continuó sin
disminuir su intensidad durante ocho o diez minutos, cuando comenzó a palidecer
y disminuir en tamaño gradualmente, hasta desaparecer, después de una duración
de no menos de media hora”.
Barrio de pescadores en el Castillo de Jagua. |
Fue San Telmo un predicador dominico nombrado
Pedro González Telmo a quien los fieles suelen representar con una vela
encendida y un barco pequeño en la mano. Por los favores recibidos, los
marineros y pescadores empezaron a encomendarse al santo cuando se iban al
mar, especialmente en tiempos de tormentas. En medio del peligro rogaban:
"Dios mío, por las oraciones de Fray Telmo, ¡sálvame!", y así se
libraban de aquellos riesgos. Murió el 14 de abril de 1240 con 55 años, y desde
entonces empezó una interminable serie de prodigios conseguidos por su
intercesión: salvarse de naufragios que parecían irremediables, la calma
instantánea de tempestades y la conversión de pecadores, entre otros.
Entonces, si viene a Cienfuegos y escucha en
algún bar frecuentado por marineros y pescadores la historia, no se asombre,
pues aquí, en la bahía de Jagua, también ilumina la luz de San Telmo.
No hay comentarios :
Publicar un comentario