Ernest Hemingway sufría, desconsolado, “ante la soledad de muerte provocada por cada día perdido”. Es una sensación compartida -no importan las eras ni las filosofías-, por todos cuanto justiprecian el valor del tiempo en tanto unidad suprema para crear, vivir, conocer, experimentar, saber, entretener el cuerpo e instaurar al espíritu en un peldaño superior al de los neardenthales practicando el coitus a tergus en la selva bavárica.
Cosas
estamos viendo, querido Cervantes, con permiso de tu Sancho, y es el caso que,
de un tiempo a esta parte, no solo proliferan como armas masivas de destrucción
estética del público nacional las telenovelas mexicanas, colombianas
venezolanas y algunas también de la corporación O’Globo (el manual perfecto
para la estupidización inmediata); los filmes de la peor ralea fabricados en
serie por Hollywood -como bien decía Alfredo Guevara, existen dos Mecas: la
dedicada a producir estiércol y la de grandes obras, esas esporádicamente
exhibidas en la televisión nacional); o los discos con conciertos de Ana
Bárbara u otros tantísimos idolitos de barro de Televisa.
Ahora -bueno, en realidad, hace años, lo que
en estos momentos mucho más dado el incremento en la bienvenidísima venta de
DVDs a la población- muchos cubanos ven los “recreativos”. Así les llaman
nuestros alquiladores de discos, rentistas eventuales, público en general
asiduo a divertirse con tales productos, émulos del tristemente célebre Show de
Cristina o de Laura, los ¿famosos? Caso Cerrado, Quien tiene la razón, Casos de
familia y marranadas semejantes que cunden las televisiones del universo latino
en EUA o Latinoamérica (y me consta que acuden personas pagadas por los
productores de dichos espacios).
Hace unos días pude ¿apreciar? uno de esos
programas, y cuál sería mi asombro y el de otro muchos, al ver a mi vecino Félix,
quien se había marchado hacía apenas dos meses, representando a un padre que
abandonó a una mujer embarazada y ahora la hija lo había encontrado después de
20 años; la madre -celosa por el comportamiento de la hija, la cual quería
vivir con su “papá”-, acude al espacio televisivo. ¡Qué barbaridad! Supimos que
le habían pagado 200 USD para hacer ese “papel” y contar la historia de marras.
Y es que así obran estas cadenas dirigidas
por multinacionales de deleznables prontuarios ideológicos y conexiones
directas con las agencias de inteligencia de los Estados Unidos. En otras
palabras, le están vendiendo al público regional (el hispano que vive en la
mencionada nación y al de todo el subcontinente) un patrón de vida, un modelo
preconcebido de “entretenimiento” pletórico de mensajes subliminales (solo para
referirnos al tema harían falta par de páginas), aunque lo más relevante de
este nuevo “mundo feliz” catódico es que opera con arreglo al designio de los
tanques pensantes del imperio de mantener al público embobecido en medio de la más
absoluta vacuidad mientras su gobierno mueve los hilos del retablo mundial. Pan
y circo, Roma sabía. Lo mismo los de la Sala
Oval.
Juro por mi santa madre que intenté evitar
tocar el tema, en razón de la extraordinaria cantidad de personas que en la
culta Cuba están presenciando estas cosas. No pretendo agredir ni cuestionar
las aficiones de nadie. Solo proponer, sugerir la renuncia paulatina a tal
droga estética de daños peores que todas las vegetales o sintéticas para el
cerebro humano. No digo “culta Cuba” en balde. Es una razón del tamaño del
Turquino el alto grado de instrucción de los conacionales. Esta Revolución nos
ha estado brindando acceso a la
Educación y la
Cultura, gratuitos, durante más de medio siglo.
Tales “recreativos” no están hechos para
nuestra liga. Cuba compite en primera. Seguirle el juego a su visionaje
sistemático significa ponernos al nivel de las carencias formativas de países
como Guatemala, Perú u otros con índices de alfabetización o instrucción
general deplorables. Nuestros niños (no lo dice nadie, sino la misma UNESCO
mediante sus comprobaciones parciales) figuran entre los más educados del
planeta. Ninguno tiene que reírle la gracia a los “geniecillos” inventados de ciertos
espacios. La mujer cubana -quizá sea chovinista pero así lo creo- la más bella,
sensual, sensible, lúcida de América Latina no precisa “admirar” shows
mercantilistas que, bajo un falso mas harto evidente ropaje de pretender
ensalzar al género cuanto hacen en la práctica es denigrarlo. Tales
“concursantes” se convierten en objetos de feria quienes no solo deben tener
una cintura a lo Sophia Loren, un trasero a lo Jennifer López o senos tipo
Angelina Jolie en Tomb Raider (ya se quitó la silicona), sino aparentar “ser
cultas”, “dominar” idiomas, desenvolverse sobre el escenario, “actuar”. Sobre
todo eso, con mucho melodrama: “¡Ay, mamita, tú que estás allá en la chocita andina,
te mando un gran beso porque se cumplió nuestro sueño. Clasifiqué”. Sí, TODO UN
SUEÑO, con permiso de Gus Van Sant.
Por Dios, ¿cómo puede perderse miserablemente
el tiempo visionando esto? El juicio estético del receptor retrocede décadas al
empantanarse así. La TVC
no es perfecta -quizá sea este periodista uno de los del gremio quien más la ha
criticado en años-, pero dista seis galaxias de tal pozo. Tampoco debe culparse
a la gente. Sino a los programadores, al mismo anti-sistema promocional del
ente, a su kafkiano encadenamiento de horarios. A la dificultad económica para
acrecentar la producción dramatizada criolla. E, igual, a la escasa dimensión
física de la prensa escrita, en pos de alertar, encauzar.
Pero ello no implica el mal gusto a la hora
de seleccionar los programas para la TV de VERANO, cuando todos están de
vacaciones, o al menos la gran mayoría. Este año ha sido el por de todos, y ¡miren
que los anteriores han estado malos! Y qué decir de lo transmitido, o mejor aún
retransmitido por el canal local Perlavisión las noches de viernes, sábado y
domingo, empecinados en mantenerse al aire en un horario estelar, amén de la
solicitud de la población de que no interfieran en los espacios de Multivisión.
Algo habrá que hacer pronto.
Entonces, visto todo, no es muy extraño que
el pueblo siga persiguiendo los “recreativos”. Persignémonos, pues de seguir
como vamos, existirán por mucho tiempo.
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