Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

sábado, 27 de julio de 2013

Ser o no ser: donde siempre ha estado la cuestión



La globalización de la cultura, a través de los grandes medios de comunicación, ha generado a nivel mundial que grupos de jóvenes se identifiquen con determinados patrones musicales. La mercadotecnia asociada con algunos estilos de “hacer música”, se acompaña, además, de una imagen física, de vestuario y accesorios. La filiación de jóvenes con uno u otro modo forma parte del consumo inducido por el mercado y, en ocasiones se constituye en una forma de expresar su rebeldía contra la sociedad, padres o familiares.
 En las noches de los fines de semana rostros juveniles, tan extraños como comunes, la poseen y reinventan a través de las denominadas tribus urbanas, un fenómeno mundial que atraviesa también Cuba. Apacibles parques de día, grito vivo de gente al anochecer.

 Como un despertar de la diversidad, los céntricos parques de las ciudades más populosas de la Isla resurgen a la cita de jóvenes, quienes se distinguen por la vestimenta, música preferida y gestualidad. Los rockeros, repas, emos y mikis constituyen las principales tribus urbanas de este “caimán” caribeño. Los seguidores inaugurales del rock and roll en el país originaron la primera tribu urbana del patio, que data de finales de la pasada década de los sesenta y principios de los setenta. Jóvenes irreverentes se congregaron y sintonizaron entonces en la clandestinidad emisoras extranjeras para escuchar a The Beatles, The Rollings Stones y Bob Dylan.
 Este comportamiento, típico de las grandes villas, responde a los cambios sociales y de época, iniciados en la década del sesenta en Europa y los Estados Unidos. Sin embargo, la tendencia entre jóvenes y adolescentes urbanos a reunirse y delimitar su espacio e identidad, atraviesa todos los países. Además de las internacionales, con exponentes en todas las latitudes como los rockeros, surgieron tribus propias como los rolingas en Argentina, los ganguros en Japón o los reparteros en Cuba. 
  Al calor de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, se han consolidado otras como los gamers, red formada mediante los juegos por Internet; y los floggers, que compiten por ganar popularidad en la Red de redes a través de sus fotologs, nuevas aplicaciones web para subir y compartir fotografías.
 Dentro del panorama cubano, sobre todo en los espacios urbanos, se llena de personajes pintorescos. Cada uno con una forma característica de vestir, hablar y compartir. Mikis, frikies, emos, repas son solo algunos de los subgrupos o subculturas que se ramifican actualmente en la sociedad cubana; minorías que, cultural y socialmente, pujan por un espacio en la realidad de la Isla e intentan imponer un criterio que, en muchas ocasiones, no va más allá de una forma de vestir o de repetir opiniones, posiciones y estereotipos que apenas conocen.
  El consumo cultural distingue a las principales tribus por su música: los rockeros, divididos en metaleros, punkis, nuevos metaleros, hippies y friques; los “emos”, incondicionales del subgénero del rock emocional; los “mikis”, volcados en la electroacústica, disco y trova; y los “reparteros”, seguidores del reggaetón, hip hop, rap o timba.
  Casi todos estos grupos sociales empiezan a tener conflictos desde la propia familia, que tienen que ver con la visión ideológica del joven correcto. Estos prejuicios limitan la posibilidad de estudiar seriamente las distintas manifestaciones y producir “una solución que pueda ser vista en las pantallas por la familia”.
 Y es que este fenómeno constituye hoy una expresión de diversidad que ahora observamos, discutimos, visibilizamos”, pero “tener una identidad no significa solo pertenecer a un grupo, sino que genera una significación que moviliza la conducta, el ideario, la concepción del mundo, los proyectos. Esta conducta puede entenderse desde diferentes aristas: la búsqueda de aceptación característica del período adolescente, donde por medio de la rebeldía pretenden hacerse escuchar; o una asimilación mimética y sin  crítica de lo que acontece en otras sociedades arrastrados por una corriente de “moda”.
 Muchas de las preocupaciones actuales versan sobre opiniones, definiciones y matices acerca del tema, desde la teoría o la historia, cómo este no es novedoso y parte de la búsqueda de la individualidad que protesta frente a cánones sociales establecidos. Hay planteamientos y preguntas orientadas a repasar en cuanto al rol del mercado en la formación de estas identidades. En el caso específico de Cuba, existe una inquietud por la insuficiencia de investigaciones relacionadas con el tema y se plantean interrogantes referentes a la relación que tuvo el contexto de los años 90 con el surgimiento de movimientos como el hip hop.
  En el ámbito científico, pocas miradas le han tocado en el aspecto social, surgido por la emergencia de identidades nuevas entre “una población joven y adolescente que necesita distinguirse”, según la psicóloga Daybel Pañellas, profesora de Psicología social de la Universidad de La Habana, quien dirigió un proyecto de investigación sobre el grupo de “la calle G” (Vedado, La Habana), y que los estudió según su identidad social, motivación, proyecto de vida y cultura política; no comparte la clasificación de tribus urbanas y así lo expuso durante un espacio de debate promovido por la revista cubana Temas. Y se preguntaba “hasta qué punto son tribus esos jóvenes, en términos de una ideología sólida, que movilice un proyecto social particular” y marcó como excepción al grupo roquero, debido a su antigüedad, y otros factores que los sitúan en un estatus diferente con respecto a los demás.  
  En 1990, el sociólogo francés Michel Maffesoli bautizó como tribus a los nuevos grupos que cubrían el mapa de todas las ciudades del mundo. Estas erigían normas y conductas particulares, y  “nuevas subjetividades”, según la psicóloga cubana Yessabel Gómez Sera. Para el investigador Juan Claudio Silva, de Chile, el fenómeno tribal no puede verse solo desde las nuevas estéticas que desarrollan, un factor muy importante. Ellas significan también una solución ingeniosa que algunos jóvenes le dan al orden excluyente y discriminatorio de las sociedades contemporáneas.
  En lo personal prefiero identificarlos, como Grupos de carácter informal que se reúnen en torno a prácticas culturales, creencias, gustos, modas, actividades que los sociólogos suelen llamar subculturas, para diferenciarlos de la supuesta cultura dominante. Estos microgrupos se distinguen de la cultura masiva y luchan por exorcizarse del anonimato de las ciudades. Así, llegan a constituir minorías, por la exclusividad de su consumo cultural. Se nutren de personas entre los 12 y 20 años, que intentan recuperar las relaciones humanas, crear un espacio emocional y afectivo, y lazos de hermandad. Los jóvenes se asocian sin formalidades, espontáneamente, tienen una estructura grupal propia y una forma de vida diferente, suelen marginarse y, en su mayoría, siguen un estilo o banda musical concreta. A la mayoría de estas tribus las define un consumo cultural muy propio, y la formación de una microcultura. No obstante, algunas responden a otras filosofías como los conocidos skinheads (cabezas rapadas) perpetuadores del nazifacismo y el racismo, o los ocupas, que se apropian de espacios ajenos inutilizados y los recuperan en beneficio de la comunidad.
  Según las investigaciones, dentro de la diversidad mundial de estos grupos, las tendencias en Cuba se caracterizan por seguir una identidad visual específica y un tipo de música. Por esa razón, los nombres que se escuchan se asocian al consumo cultural: los rockeros, con sus delimitaciones internas como los metaleros, punkys, news metaleros, hippies y frikis; los emos, que devienen del fanatismo un subgénero dentro del rock, el Emotional hardcore music, pero tienen una visión del mundo distintiva; los mikis, que escuchan música electroacústica y trova, fundamentalmente; y los reparteros, que siguen el regguetón, el hip hop, el rap o la timba.

¿Qué define a un miki, un repa, un rockero o un emo?
  Hace alrededor de 10 años, la variedad de tribus urbanas en la isla del Caribe aumentó con celeridad, debido a un mayor acceso a la información por diferentes vías. Navegar por Internet es un privilegio en Cuba, pero, sin llegar a ser masivo, el acceso de los cubanos a la web es cada vez mayor: cibercafés, cuentas personales que algunas organizaciones conceden a sus miembros y varios centros laborales están conectados a la Red de redes. Otros canales menos institucionales han permitido una mayor conexión con el mundo: antenas para recibir televisión por cable subsisten en la clandestinidad, en el sector privado se alquilan CD, DVD y cintas de video con todas suerte de productos comunicativos, cada vez son más las personas que salen y entran al país, e importan consigo nuevas visiones y tendencias.
  Algunas de las principales ciudades cubanas viven a diferente intensidad el fenómeno de las tribus urbanas: La Habana, Matanzas, en occidente, Santa Clara, en el centro, y Holguín y Santiago de Cuba, al oriente del país. Unas tribus son más fuertes y definidas que otras,  o varían en dependencia de la provincia.
Las que más seguidores tienen y espacios urbanos colonizan se concentran en los rockeros (frikis, hippies, punkys, black metaleros, news metaleros), repas, mikis y emos. Aunque también están los raperos y los rastafaris, con fuertes seguidores en la caribeña ciudad de Santiago de Cuba, al oriente de la capital.

Rockeros

  Los rockeros ostentan el mérito de ser la tribu más antigua del país. Si durante la década de los cincuenta los muchachos y muchachas bailaban al ritmo de Bill Haley and The Comets y Elvis Presley, una tribu con miembros y lugares no se consolidó hasta finales de los sesenta, a tono con las influencias del movimiento hippie en Estados Unidos. En Cuba se conoce la historia de intolerancia ocurrida hacia éstos desde los primeros años de la alborada de enero del 59.
  Aproximadamente en la década de los ochenta comenzó a tolerarse un poco más, desde lo social y lo gubernamental, a los frikis, como se les llamó a los seguidores cubanos del rock. Este término, peyorativo en esa época, es una castellanización  del vocablo freak –raro en inglés– o de free kiss, besos libres. Los Frikis, hippies, punkys, black metaleros y news metaleros entran dentro del amplio grupo rockero.   En cuanto a la imagen, los clásicos atuendos negros y ajustados, aderezados con accesorios con pinchos de metal y cuero, se confunden con otras formas de vestir más sencillas y cabellos radicalmente cortos. Abundan los tatuajes y peinados exóticos, como el mahuak, pero no tanto como los populares piercings, que suelen clavarse en lugares como las cejas y debajo del labio inferior. Botas altas y tennis Converse, todo de negro cerrado, rematan el vestir rockero. Los tatuajes y piercings están de moda, aunque los motivos y lugares del cuerpo donde se colocan diferencian a los rockeros de otros grupos.

Emos

  El término EMO surge en los años 80 en la ciudad de Washington DC, a partir de  los movimientos musicales hardcore y punk, que expresaron una gran carga emocional y anímica en sus letras. En la actualidad, la expresión se utiliza para denominar a los jóvenes que reproducen la moda de estos cantantes y que escuchan la música de grupos que, como Tokio Hotel y My chemical romance. Los emos, sus miembros lucen una estética futurista, de cabellos lisos, negros, rubios o rojos, amoldados en un largo cerquillo que cubre la mitad del rostro y, en algunos casos, los dos ojos. En Cuba le llaman bistec a ese peinado, y pocas personas emo lo usan demasiado largo, a causa del caluroso clima tropical.
  Su imagen imita a los personajes de los dibujos animados mangas, el estilo japonés de animación, uno de los principales productos culturales consumidos por los emos. Gustan de llevar piercings a ambos lados del labio inferior de su boca.   Usan pulóver y jean ajustados, negros y con algunos detalles rosa o de otro color estridente, muñequeras, tenis Vans o Converse, y un lacito en la cabeza, que remata el peinado tanto de las mujeres como de los hombres.
  Escuchan subgéneros del rock como el punk, hardcore o extremo, de hecho internacionalmente se les conoce como los punkys fresas, por su mezcla entre la imagen de un rockero punk y un fresa, el equivalente extranjero de los mikis cubanos. Los emos cubanos siguen las raíces de la tribu europea, al reconocerse muy sensibles y hacer honor a su nombre: Emo viene de emotional, emocional en inglés. Pero “la diferencia entre unos y otros está en los elementos identitarios cubanos: son personas alegres, optimistas generalmente, un poco machistas, conquistadores, revela Gómez Sera, “a pesar de que consumen las mismas marcas, los mismos colores, la misma identidad visual de los otros. En Cuba, muchos son poser, como se les llama a los que solo gustan de la música y la estética.

Repas

  El siglo XXI multiplicó en Cuba la diversidad de tribus urbanas, entre las que figuraban los reparteros o repas, que nacieron aparejados a la timba. Como parte de la salsa, este género caracterizó la producción musical cubana de finales de los noventa, y se compone de ritmos rápidos y violentos. Su nombre deriva de “reparto”, como se conocen los barrios capitalinos periféricos, donde viven fundamentalmente obreros y gente humilde.
  Según un estudio realizado en 2007 por la psicóloga cubana Carolina de la Torre, “este grupo dice identificarse también con la gente de barrio, son jóvenes que hacen vida social en la cuadra donde viven, se reúnen para jugar dominó y compartir entre ellos” y “prefieren la música popular cubana, salsa y regguetón. Dicen ser divertidos, compartidores, esplendidos y luchadores”. También escuchan hip hop y rap, y bailan break dance, danza callejera típica de los Estados Unidos.
  El grupo de los repas es identificado por el resto como “los guapos del parque”, usan los pantalones bien anchos y los pulóveres apretados con mucho brillo y las gorras de lado. Sus atuendos varían, “están muy ligados a las modas: se ponen cintos de chapa, un pescador, una bermuda, unos zapatos Converse o unos Nike de muelles. Depende de las marcas y del gusto del mismo repa.  Algunos también escuchan música electrónica y disco.
 La agresividad simbólica o física centra a toda la diversidad de tribus en Cuba y se refleja en sus estéticas: reivindicadoras de la raza negra en los rastafaris, oscuras e imponentes de rockeros, irrevocablemente andrógina en los emos, sobresaliente para los reparteros, y a través del dibujo clandestino de los grafiteros.
  Estos jóvenes son vistos como un grupo homogéneo, sin embargo, “es un conjunto de grupos que conforman distintas identidades sociales”. Los medios de difusión, como algunos blogs y artículos en Juventud Rebelde, los hicieron visibles; así como varios realizadores de cine, en cortos como Calle G, Close up y ConversEmos. Sobre su surgimiento, apuntó  que se debe a la emergencia de identidades nuevas entre “una población joven y adolescente que necesita distinguirse” y ese espacio “los acoge y reafirma esas identidades”.
  En un artículo del periódico de la juventud cubana sobre el tema, publicado en octubre del año pasado, se señala que “los adolescentes ponen a prueba su independencia, la tolerancia de los otros, sus necesidades propias o la capacidad para rebelarse contra los valores de los padres, erradamente con actitudes como estas”. Y los jóvenes cubanos no escapan a las contradicciones de su edad, pero gracias a que pueden elegir libremente cómo y qué quieren ser, podemos encauzarlos de manera positiva. Enseñarles la diferencia entre lo que puede ser tan solo una moda o constituir una filosofía real de vida nos atañe a todos como parte integrante de la sociedad.

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