Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

martes, 16 de julio de 2013

De calendarios antiguos y algo más


Por Mercedes Caro Nodarse
 
Hace unos días leí esta noticia en el sitio http://www.cubadebate.cu acerca del descubrimiento del calendario más antiguo del mundo, y como siempre estos hallazgos resultan interesantes, pretendo compartirlos con los lectores de http://guanarocadelsur.blogspot.com/, junto a otros materiales recopilados, los cuales hablan de la existencia de los calendarios antiguos. Pero bien, aquí les va:

Descubren calendario más antiguo del mundo


  En Aberdeenshire, Escocia, un grupo de investigadores inglés parece haber encontrado el calendario más antiguo del planeta hasta el momento. Nada más y nada menos que 10.000 años no separan de estos antiguos pobladores quienes ya miraban al cielo intentando explicar qué era esa pelota blanca que aparecía sobre sus cabezas y cómo medir el tiempo y las estaciones de la manera más acertada.

  Hasta ahora se creía que los primeros calendarios databan de hace unos 5.000 años y se encontraban en la zona de Mesopotamia. Ahora, gracias al descubrimiento de Vince Gaffney, profesor de arqueología de la Universidad de Birmingham, y su equipo, esta fecha se remontaría 5.000 años atrás. Según el propio Gaffney, “este hallazgo significa que los cazadores recolectores que vivían en Escocia tenían tanto la necesidad como la sofisticación necesarias para medir el tiempo a través de los años”.

  El sitio arqueológico, situado en Warren Field, Crathes, al norte de Escocia, marca también la alineación en la salida del sol del solsticio de invierno, lo que proporciona una corrección astronómica anual de cara a mantener el vínculo entre el año solar, la luna y las correspondientes estaciones.

  Según Richard Bates, de la Universidad de St Andrews, “este es el primer ejemplo de una estructura de este tipo y no hay ningún sitio comparable conocido en Gran Bretaña y Europa”. Y es que, según este mismo investigador, el hallazgo “demuestra la sofisticación de estas primeras sociedades de cazadores recolectores que ya 10.000 años atrás construían monumentos que les ayudaban a controlar el tiempo”.

  El control del tiempo y de las estaciones era crucial para la supervivencia de este tipo de sociedades tempranas, pues les permitía conocer de qué alimentos dispondrían en los meses siguientes. Como explica el propio Gaffney, estos antiguos pobladores “necesitaban tener en cuenta las distintas temporadas para estar preparados para cuando ese recurso alimenticio estuviera a mano, lo que da sentido a nuestra interpretación de este sitio arqueológico como calendario estacional”.

Historia de los calendarios
Un calendario es un sistema de medida del tiempo establecido por la sociedad para las necesidades de la vida civil, con la división por conveniencia del tiempo en ciertos intervalos como son los días, meses y años. Las divisiones de los calendarios se basan en los movimientos de la Tierra y su consecuencia, que son las apariciones regulares del Sol y la Luna.
  La vida de la sociedad se ve influida enormemente por la rotación de la Tierra, que provoca la sucesión de los días y de las noches, siendo ambas en principio de diferente duración. Ya en la antigüedad, el hombre se dio cuenta de que a pesar de que los intervalos de luz y de oscuridad eran de diferente duración (según las estaciones del año), sin embargo la suma de dos intervalos consecutivos de luz y oscuridad daba prácticamente una constante (hoy sabemos que no es estrictamente constante debido a los fenómenos astronómicos contemplados en la ecuación de tiempo). Así surgió la división de tiempo básica en todos los calendarios: el día, entendido éste como la agrupación de un intervalo de oscuridad y otro de luz contiguos.
  Según Aquilino Morcillo, la primera referencia literaria al día, noche, mes y año, proviene del poema Gilgamesh, escrito en caracteres cuneiformes y que narra las míticas aventuras de este príncipe de la ciudad sumeria de Uruk, que vivió sobre el año 2750 a. de C. La escritura la habían inventado los sumerios sobre el 3300 a. de C. Posteriormente, en la Biblia hay además referencias a la semana y a la hora, y conocemos que los babilonios ya dividían el arco en grados y minutos.
  La observación astronómica, en la que los primitivos pueblos agrícolas eran maestros, tuvo una gran importancia, tal y como nos muestran las reliquias megalíticas supervivientes de esos pueblos, como las de Stonehenge en Inglaterra, empezado a construir hace 5000 años, las pirámides egipcias, mayas y aztecas o el intihuatana inca de Machu Pichu.
  En primer lugar, hay que destacar la razón de ser de estas construcciones en su aplicación de calendarios, ya que un pueblo agrícola sin escritura necesitó conocer con exactitud la duración del año y de las estaciones, al objeto de prever labores tan vitales como la siembra y la recolección, lo cual no es difícil comprobando, al observar el Sol, que en los equinoccios el día tiene una duración igual a la noche en toda la Tierra (del 20 al 21 de marzo y del 22 al 23 de septiembre), mientras que en los solsticios, las duraciones del día son máximas respecto a las de la noche (21 al 22 de junio para el hemisferio norte), o mínimas (21 al 22 de diciembre). La duración exacta del día y de su noche podía observarse por la posición de las estrellas en el firmamento, pues dado un momento en el día en el que las estrellas ocupan cierta posición, al transcurrir exactamente un día sidéreo volverán a estar en el mismo lugar; y para conocer la duración del día, los sumerios empleaban ya en el 2025 a. de C. la sombra del gnomon, o barra clavada en el suelo.
  Al observar la Luna, resulta fácil comprobar que cada 29 días y medio (en números redondos, cada 30 días), existe luna llena. A este período lo llamaron mes. Un año comprendía 12 períodos de lunas llenas o meses, por lo que su duración era de 360 días. Aunque en realidad era de algo más de 365 días, había cuatro días al año en los que reajustar el calendario, por lo que el error estaba siempre bajo control. El hecho de que los calendarios megalíticos prevean hasta la determinación exacta de la fecha de los eclipses, mucho más de lo necesario para determinar los ciclos estacionales agrícolas, es debido a que al ligar la religión y los dioses a los astros, los sacerdotes debían conocer cuándo se ocultaban o manifestaban a los mortales, y cuál era el superior.
  El periodo de tiempo que tarda la Tierra en girar 360º sobre sí misma es lo que se conoce como día sidéreo, es el tiempo que se tarda en volver a ver una estrella atravesando el meridiano del lugar. Pero lo anterior no es aplicable al Sol, pues a lo largo de ese intervalo de tiempo, la Tierra se ha movido apreciablemente en su trayectoria alrededor del mismo, y éste tarda unos pocos minutos más que la duración del día sidéreo en volver a atravesar de nuevo el meridiano del lugar. Las estrellas están situadas a distancias enormemente mayores que el tamaño de la órbita de la Tierra, lo que hace que aparezcan prácticamente en la misma dirección desde cualquier punto de la órbita de ésta.
  Se ha dividido (quizás de manera algo arbitraria) el día medio en 24 intervalos idénticos llamados horas. Estas a su vez se han dividido en 60 intervalos llamados minutos. A su vez éstos se dividen en 60 segundos. Esta división, que probablemente no es la mejor desde el punto de vista racional, se debe a la tradición histórica, y a pesar de los grandes esfuerzos realizados por la Revolución Francesa para implantar el sistema decimal y sustituir el sistema sexagesimal, actualmente todavía persiste éste último, utilizándose aun en todas las ramas de la ciencia.
  La cuestión es el por qué los sumerios, que partían de un año de 360 días y un círculo de 360 grados, dividieron los días en 12 horas dobles (24), la hora en 60 minutos, y muchos siglos después, el minuto se dividió en 60 segundos, la respuesta exige remontarse a una época ágrafa en la que se contaba con los dedos, de la que surgen no sólo los sistemas decimales, sino los de base duodecimal y los de base sexagesimal.
  Hoy en día, existen artículos que en occidente se compran por docenas, tales como los huevos o las ostras. Georges Ifrah, al observar a pueblos actuales que aún cuentan con las falanges de los dedos de una mano en Egipto, Siria, Irak, Afganistán, Pakistán y algunas regiones de la India, mantiene la siguiente tesis: Si extendemos la palma de la mano derecha y contamos con el dedo pulgar cada una de las tres falanges de los dedos meñique anular corazón e índice, al acabar la cuenta tendremos 12 unidades, en lugar de las cinco obtenidas de contar exclusivamente los dedos. Si a cada 12 unidades asignamos un dedo de la mano izquierda, habremos obtenido 60 unidades al acabar la cuenta, con lo cual únicamente con 10 dedos tenemos la posibilidad de designar biunívocamente hasta 60 objetos con sólo señalar los dedos correspondientes de la mano izquierda, y la falange determinada de un dedo de la mano derecha. La base duodecimal y la sexagesimal quedan establecidas.
  Esta explicación es de todos modos bastante discutible. También puede argumentarse que se dividió el círculo que representa el reloj de Sol en 12 horas dobles a causa de la armonía geométrica de los ángulos de 30º, ángulo cuyo seno es igual a 1/2 exactamente. De todos modos esta división en el reloj de Sol llevaría a horas de diferente duración. Para que las horas resulten iguales en un reloj de Sol, es preciso que las líneas que las indican sean ajustadas en función de la latitud del lugar.
  Los sumerios se encontraron con un mes de 30 días y 12 meses en cada año de 360 días. Obviamente, el círculo de 360 grados lo dividieron en 12 sectores de 30 grados cada uno (signos del Zodiaco), pues la posición de los astros eran parte de su mística y sistema de medir el tiempo. Era normal que el día lo dividieran en 12 horas, y posteriormente, en 24 (12 para el día y doce para la noche). Cuando hubo que subdividir la hora o el grado, la segunda base prestó su apoyo, por lo que se estableció en 60 minutos, mensurables desde el año 2000 a. de C. gracias a la existencia de los relojes de arena y de agua.
  La necesidad de medir segundos fue muy posterior, pues la trigonometría no se inicia hasta el año 140 a. de C. con Hiparco, y hasta el siglo XI no se construye en China un reloj astronómico con un error de 100 segundos por día.  En definitiva, los relojes europeos de pesas del S. XIII sólo anuncian las horas, y hasta 1656 Huygens no inventa el reloj de péndulo en el que se marca el segundo. No obstante, el reloj naútico de precisión para determinar la posición del buque no es operativo hasta 1680. Se supone que para los sumerios, obsesionados con las coincidencias numéricas, el hecho de que la división sexagesimal del minuto casi coincida con la frecuencia del latido del corazón humano, les confirmaría en la validez de un sistema en el que las apariciones en el firmamento de sus dioses cósmicos (Sol, Luna, Estrellas, Constelaciones), estaba en directa relación con el destino de la humanidad (astrología del zodíaco), con la vida del individuo y con las épocas de recolección y cultivo, a partir de las manos.
  La duración del día sidéreo es 3 minutos y 56 segundos inferior a la duración del día medio. Es decir, la Tierra emplea 23 horas, 56 minutos, y 4 segundos en dar una vuelta completa sobre sí misma. Pero transcurrido este tiempo no volveremos a encontrar al Sol en la misma posición que se encontraba antes de empezar la vuelta de La Tierra sobre sí misma, debemos esperar 3m:56s adicionales (como promedio a lo largo del año) para volver a encontrar al Sol realmente. Los 3m:56s adicionales es el intervalo de tiempo necesario para encontrar al Sol Medio, que es un ente matemático no muy alejado del Sol real. Este intervalo adicional que hay que esperar para volver a encontrar al Sol después de que La Tierra haya dado la vuelta se debe a que la posición relativa entre la Tierra y el Sol ha cambiado mientras se producía dicha vuelta, debido al movimiento de traslación.
  Como consecuencia de lo anterior, y teniendo en cuenta que a la sociedad lo que le interesa es ajustarse a los periodos de luz y de oscuridad, en la práctica se usa el día medio en vez del sidéreo cuyo uso queda relegado a la astronomía.
  Por otra parte, la vida de la sociedad se ve influenciada por las estaciones del año, que se suceden periódicamente al recorrer la Tierra su órbita alrededor del Sol. Las estaciones están originadas a causa de la inclinación del eje de rotación de la Tierra sobre el plano de su órbita (llamado plano de la eclíptica).
  También muchas culturas se han preocupado por la periodicidad de los movimientos de la Luna.
  El gran problema inherente a todos los calendarios es que los periodos de los movimientos anteriormente descritos no presentan ninguna relación entre sí.  Teniendo en cuenta que la influencia de la Luna sobre la vida diaria es bastante menor (aunque es posible que no todo el mundo esté de acuerdo) que la de los días y las noches y las estaciones, se comprenderá que el prescindir de ella simplifica notablemente el problema. Muchas civilizaciones plantearon calendarios lunisolares, pero poco a poco se fue demostrando la superioridad de los calendarios estrictamente solares, al menos desde el punto de vista práctico. La explicación es que resulta más sencillo acomodar solamente el calendario a los días, las noches y a las estaciones del año, sin considerar la Luna, astro de movimiento bastante complejo.
  De todas maneras, prescindiendo de la luna, sigue existiendo el problema originado por el hecho de que la periodicidad de las estaciones (duración del año trópico) no es un número exacto de días medios.
  El objetivo de este programa es precisamente comparar los calendarios solares surgidos en la civilización occidental desde este punto de vista. Se demostrará la superioridad del Calendario Gregoriano sobre el Juliano, y la del Calendario Revolucionario sobre los otros dos. 


Calendario Egipcio: 
Los egipcios elaboraron el calendario más exacto y complejo de la antigüedad. El año egipcio constaba de 12 meses de 30 días y 5 días adicionales (coincidiendo en esto con el Calendario Revolucionario). Este calendario ya existía antes del año 4000 AC. El calendario estaba basado en la observación de la salida "heliaca" de la estrella Sirio (la más brillante del firmamento). Se produce la salida "heliaca" de una estrella cuando ésta vuelve a ser visible sobre el horizonte poco antes del amanecer, después del intervalo de tiempo en el que la luz solar impedía su visibilidad. El intervalo de tiempo entre dos salidas "heliacas" consecutivas de una estrella es el año sidéreo, que no coincide exactamente con el verdadero año solar o trópico, que es el que determina la periodicidad de las estaciones. La causa de que no coincidan año sidéreo y año trópico es el movimiento de presesión de los equinoccios que sufre nuestro planeta. De todas maneras la diferencia entre ambos es relativamente pequeña.

Calendario Babilónico:

El primitivo calendario babilónico fue del tipo lunar. Al principio, el año babilónico estaba constituido por 12 meses de 30 días, es decir, que tenía casi 5 días y 1/4 menos. Al cabo de algunos años, el «mes de arar», por ejemplo, no se ajustaba a tal faena agrícola. Posteriormente se acortaron algunos meses para acomodar más exactamente el calendario a la aparición regular de la Luna nueva. Esta medida desajustó aún más el calendario con las estaciones. Los babilonios resolvieron posteriormente esta dificultad intercalando un nuevo mes de acuerdo con un ciclo determinado. 

Calendario Griego:
  El calendario griego, del tipo lunisolar, copiado de los babilonios, constaba de 12 meses de 29 y 30 días alternativamente. A este año de 354 días se le añadía un nuevo mes cada tercero, sexto y octavo año. Los griegos intentaron frecuentemente encontrar un intervalo o ciclo que contuviera un número exacto de años solares y lunisolares (es lunación el promedio de tiempo entre dos Lunas nuevas consecutivas). Tal ciclo, el «gran año» de 19 años solares descubierto por el astrónomo griego Metón en el siglo V a. de J.C., no sirvió nunca de base para un calendario práctico. Pero este Ciclo de Metón (o Cielo Áureo) tiene todavía importancia en el cómputo de fechas de las festividades religiosas, ya que solamente es unas pocas horas más largo que 235 lunaciones y por tanto las fases de la Luna nueva caen los mismos días del año en los ciclos sucesivos. 

Calendario Romano Primitivo:
El original calendario romano, introducido hacia el siglo VII a.C., tenía 10 meses con 304 días en un año que comenzaba en Marzo. Al tener el año en este calendario una duración tan diferente de la del año trópico (365,24219 días) las estaciones no se repetían en las mismas fechas de un año para otro. Las estaciones se repetían con periodicidad de un lustro, cinco años estacionales o trópicos se correspondían muy aproximadamente con seis años de 304 días, ya que el intervalo de tiempo transcurrido era de 1824 días, lo que dividiendo entre la duración del año trópico resulta 4,9939 (aproximadamente 5).
  Dos meses más, Enero y Febrero, fueron añadidos posteriormente también en el siglo VII a.C., durante el reinado del rey Numa Pompilio (715 -673 a.C.), que fue el segundo rey de Roma, ya que reinó después de Rómulo.
  El calendario que los romanos utilizaban en los primeros tiempos era un calendario lunisolar parecido al empleado por los griegos. A partir de la modificación efectuada durante el reinado de Numa Pompilio, el año romano estaba compuesto de 12 meses lunares, algunos de cuyos nombres se emplean todavía: Martius, Aprilis, Maius, Iunius, Quintilis, Sextilis, September, October, November, December, Ianuarius y Februarius.
  No obstante, los antiguos romanos no tenían un sistema exacto para la inserción de meses intercalares. Los pontífices o sacerdotes proclamaban el primer día de cada mes las Calendas, (voz de la que deriva calendario) e intercalaban un mes cuando el calendario lo exigía por haberse retrasado. En muchas ocasiones se hacía esta corrección sin ningún cuidado y a veces ocurría que los funcionarios romanos acomodaban el calendario al capricho de los gobernantes, que añadían y restaban no sólo días, sino también meses para alargar o abreviar los periodos de las magistraturas. Como consecuencia de estas irregularidades, el calendario llegó a desajustarse a tal punto que el comienzo del invierno señalaba el de la primavera. 

Calendario Juliano:
El Calendario Juliano sirvió para corregir los errores del calendario romano primitivo, y proporcionar a todo el Imperio las ventajas de un calendario uniforme. Julio César estableció este nuevo calendario, que entró en vigor el 1 de enero del año 45 a. de J.C., un año antes de morir asesinado. Éste fue el Calendario Juliano, que lleva el nombre de su innovador, para cuya redacción contó César con la colaboración técnica de Sosígenes, astrónomo de Alejandría. Para ajustar el calendario a las estaciones se ampliaron a 15 los meses del año 46 a. de J.C., con una duración de 445 días. Esta adición fue necesaria para corregir el retraso de tres meses que se había acumulado con relación al año trópico. El año 46 a. de J.C. fue llamado el «año de la confusión» a causa de su longitud; sin embargo, contribuyó de manera definitiva a acabar con el confusionismo hasta entonces vigente. El Calendario Juliano se basaba en el año egipcio de 365 1/4 días. Cada cuatro años se intercalaba un día (éste es el origen de los años bisiestos) y el año se dividió en 12 meses de desigual duración, puesto que 365 no es divisible por 12. En honor de César se dio el nombre de Julius al mes Quintilis. Después del asesinato de César, una falsa interpretación del sistema hizo que el día intercalar de febrero se añadiera cada tres años en lugar de cada cuatro. El sucesor de César, Augusto, corrigió el error acumulado omitiendo el día intercalar durante tres años bisiestos consecutivos y restableciéndolo en el año 8 de nuestra Era, que marca el inicio del sistema actual de años bisiestos. El Senado romano cambió el nombre del mes Sextilis por el de Augustus. Se estableció que el primer mes del año sería Enero.
  A continuación se expone cual es el origen de los nombres de los meses en el calendario Juliano, los cuales proceden del antiguo calendario romano y se mantienen en el calendario Gegoriano actualmente vigente:
ENERO (Ianuarius) El nombre procede de Jano, el dios romano de las puertas y los comienzos. Enero era el undécimo mes del año en el antiguo calendario romano; aunque en el siglo I a.C., con la reforma de Julio César que estableció el Calendario Juliano, pasó a ser considerado como el primer mes. El 1 de enero, los romanos ofrecían sacrificios a Jano para que bendijera el nuevo año. Su símbolo era una cabeza de dos caras, mirando al Este y al Oeste, por donde sale y se pone el Sol.
FEBRERO (Februarius) El nombre procede de la palabra latina februa, que se refería a los festivales de la purificación celebrados en la antigua Roma durante este mes.
MARZO (Martius): Para los romanos, que nombraron este mes en honor del dios de la guerra, Marte, era el primero del año.
ABRIL (Aprilis): Los romanos dieron a este mes el nombre de abril, derivado de aperire ("abrir"), probablemente porque es la estación en la que empiezan a abrirse las flores.
MAYO (Maius): Era el tercer mes en el antiguo calendario romano y tradicionalmente se acepta que debe su nombre a Maia, la diosa romana de la primavera y los cultivos. Las celebraciones en honor de Flora, la diosa de las flores, alcanzaban su punto culminante en la antigua Roma el 1 de mayo. En Europa se levantaban mayos (palos de mayo) en las aldeas adornados con espinos en flor el 1 de mayo.
JUNIO (Iunius): La etimología del nombre es dudosa. Diferentes autoridades derivan el nombre de la diosa romana Juno, la diosa del matrimonio, o del nombre de un clan romano, Junius. Otra teoría localiza el origen del nombre en el latín iuniores (jóvenes) en oposición a maiores (mayores) para mayo, que son los dos meses dedicados a la juventud y a la vejez respectivamente. Junio era el cuarto mes en el antiguo calendario romano.
JULIO (Quíntilis): Era el quinto mes del año en el calendario romano primitivo y por eso fue llamado Quintilis, o quinto mes, por los romanos. Fue el mes en el que nació Julio César, y en el 44 a.C., año de su asesinato, el mes recibió el nombre de julio en su honor.
AGOSTO (Sextilis): Dado que era el sexto mes del calendario romano, que comienza en marzo, fue originalmente llamado Sextilis (en latín, sextus, 'sexto'). Se le dio el nombre actual en honor del primero de los emperadores romanos, César Octavio Augusto, por algunos de los más afortunados acontecimientos de su vida ocurridos durante este mes.
SEPTIEMBRE (September): Era el séptimo mes del calendario romano y toma su nombre de la palabra latina septem, siete.
OCTUBRE (October): Octubre era el octavo mes del antiguo calendario romano, tal como su nombre, octubre (en latín octo, ocho), pone de manifiesto.
NOVIEMBRE (November): Entre los romanos era el noveno mes del año (en latín, novem).
DICIEMBRE (December): Diciembre era el décimo mes (en latín, decem, 'diez') en el calendario romano.
  Parece ser que Julio César deseaba que el año nuevo comenzara con el equinoccio de primavera, o con el solsticio de invierno, pero el Senado Romano, que tradicionalmente utilizaba el 1 de Enero como comienzo de su año oficial, se opuso a César, con lo que éste se vio en un compromiso y tuvo que ceder. Esta es la razón por la que aún hoy en día nuestro año nuevo comienza en un punto arbitrario de la órbita de La Tierra.
  También debe mencionarse el hecho de que originalmente el mes de Febrero tenía 29 días los años normales y 30 los bisiestos. Pero al haber sido los meses del antiguo calendario Quíntilis y Séxtilis renombrados como Julio y Agosto, en honor de Julio César y César Augusto respectivamente, se decidió que el mes de Agosto tuviera 31 días en vez de los 30 que originalmente tenía Séxtilis. Para ello se le quitó un día a Febrero. La razón política para ello, fue el evitar que César Augusto pudiera haber sido considerado como inferior a Julio César.
  Originalmente los romanos numeraban los años ab urbe condita, ésto es a partir de la fundación de Roma. Si este calendario hubiera seguido utilizándose, entonces el día Viernes 14 de Enero de 2000 (Gregoriano) hubiera sido Viernes 1 de Enero de 2753 a.u.c. Para obtener la fecha ab urbe condita no hay más que sumar 753 años al año correspondiente en el Calendario Juliano. El sistema de numerar los años a partir del nacimiento de Jesucristo, de la indicación A. D. (Anno Domini, año del Señor), se debe a Dionisio el Exiguo en el siglo VI.
  Concretamente fue en el año 525 de nuestra era, cuando el monje Dionisio el Exiguo introdujo el calendario cristiano, al afirmar que Jesús había nacido el Sábado 25 de Diciembre del año 753 a.u.c. El clero cristiano se apresuró a difundirlo entre la población y situaron el principio de la nueva era, el AD 1 (Anno Domini 1) comenzando el Sábado 1 de Enero del año 754 a.u.c. que era el comienzo del primer año tras el nacimiento del Mesías.
  Sin embargo, Dionisio cometió varios errores. El primero de ellos fue no incluir el año cero que debería situarse entre el año 1 a.C. y el año 1 d.C. Realmente no es muy justo atribuir este error a Dionisio, pues el cero era un concepto matemático desconocido en aquella época en su entorno.. Pero también cometió el error de olvidar los cuatro años en los que el Emperador Augusto gobernó bajo su propio nombre: Octavio. De este modo el error sería de 5 años en total.
  Tanto Lucas como Mateo dicen en sus Evangelios que Jesús nació siendo rey de Judea Herodes. César Augusto gobernó desde el año 27 a.C. hasta el año 14 d.C. Según el historiador Flavio Josefo, Herodes fue rey entre el 37 y el 4 ó el 1 a.C. Esta indeterminación tiene su origen en que Flavio cuenta que Herodes murió antes de un eclipse de Luna. Tradicionalmente se ha admitido que el eclipse mencionado por Flavio debió ser el ocurrido la noche del 12 al 13 de Marzo del año 4 a.C. Se trata de un eclipse parcial de Luna ocurrido entre las 1:48 y las 4:06 de dicha noche. Sin embargo la noche del 9 al 10 de Enero del año 1 a.C. también se dio un eclipse de Luna, esta vez total, entre las 23:38 y las 3:12 de esa noche, siendo perfectamente visible desde Jerusalén. Cual fue el eclipse descrito por Flavio Josefo es aún materia de discusión, pero Jesús debió nacer como muy tarde antes de Enero del año 1 a.C.
  Según el Evangelio de Lucas se sabe que Augusto ordenó la realización de un censo. Para Roma, el censo significaba el registro de los ciudadanos y sus propiedades para el pago de los tributos. Un proyecto de tal magnitud tuvo que realizarse en varios años. Primero se tenía que hacer un registro de todos los ciudadanos y sus pertenencias para, posteriormente, pasar a cobrar la tributación. Con el añadido de que, por lo menos en Israel, el pago de los tributos debía hacerse en la ciudad de origen, y no en la de residencia, por lo que José y María tuvieron que viajar de Nazaret a Belén. Una inscripción desenterrada en Ankara (Turquía) revela los años en que estos censos fueron llevados a cabo. De entre ellos, el más plausible es el del 8 a.C.
  Sin embargo, Lucas comete un importante error.
  "Por aquellos días salió un edicto de César Augusto para que se empadronara todo el mundo. Este es el primer censo hecho siendo Cirenio (Quirinius) gobernador de Siria".
(Lc. 2,1)
  Pero Cirenio no fue gobernador de Siria hasta el 6 d.C. cuando Jesús tendría algo más de diez años. Según Tertuliano, fue Santius Saturninus quien gobernó Siria del 6 al 9 a.C. Cirenio fue cónsul en el 12 a.C. y el error pudo estar motivado porque entre el 6 y 5 a.C. fue Cirenio el delegado del Emperador en Siria.
  Con todos estos datos puede estimarse el año del nacimiento de Jesús entre el 8 y el 4 a.C.
  Y, ¿qué hay del 25 de Diciembre? Esta fecha empezó a usarse como día del nacimiento a partir del año 336 d.C. Esto se hizo para convertir en fiesta cristiana la pagana que hasta entonces se celebraba, ligada al antiguo culto al Sol: la fiesta del Dies Solis Invictis Natalis, fiesta del Sol que renace todos los años y que en siglo II d.C. se fijó el 25 de Diciembre, considerando que era entonces el día en que el Sol entraba en el solsticio de invierno.
  Epifanio (315-403 d.C.) da el 6 de Enero del 752 a.u.c. (2 a.C.) como fecha de nacimiento, que es como se celebra en el oriente cristiano. Esta fiesta también tiene un origen pagano ligada a la gran fiesta del Templo de Core. Clemente de Alejandría propone el 18 de Noviembre del 3 a.C. todos ellos obedeciendo a una tradición que asegura que Jesús nació a mediados del invierno.
  Si se continua leyendo a Lucas se ve que:
  "Había unos pastores acampados al raso y velando sobre sus rebaños" (Lc. 2,8)
  Las condiciones climatológicas en Palestina eran tales que durante Diciembre y Enero llovía bastante y en Belén eran comunes las heladas en los meses de Diciembre, Enero y Febrero. No podía haber entonces ovejas en los campos. Los rebaños eran llevados a pastar los meses de Marzo a Noviembre y los pastores estaban con ellos en la primavera, de Marzo a Abril. Luego, si se tiene ésto en cuenta, probablemente no pudo ser durante un invierno el nacimiento de Jesús.
  Volviendo al "olvido" de Dionisio el Exiguo de contar el año cero, las consecuencias aún continúan produciéndose actualmente. Tampoco existió el siglo cero, de manera que el intervalo de tiempo de 100 años de duración, comprendido entre el día 1 de Enero del año 1 y el 31 de Diciembre del año 100, recibió el nombre de Siglo I. Así pues, el Siglo II comenzó el 1 de Enero de 101, y acabó el 31 de Diciembre de 200. Aplicando sucesivamente esta regla, tenemos que el siglo XX comenzó el 1 de Enero de 1901 y terminará el 31 de Diciembre de 2000. Por lo tanto, el Siglo XXI comenzará el 1 de Enero de 2001 y terminará el 31 de Diciembre de 2100.
  Todos los años del Siglo XX, salvo el año 2000, comienzan con los dígitos 19... Todos los años del Siglo XIX, excepto el año 1900, comienzan con los dígitos 18... Sería preferible que comenzaran por 20... y 19... respectivamente, pero todo esto se deriva de la inexistencia del año cero y del siglo cero.
  En cambio si se hubiera considerado la existencia del año cero y del siglo cero, este hubiera comprendido desde el 1 de Enero del año 0 hasta el 31 de Diciembre del año 99. Por lo tanto, el 31 de Diciembre de 1999 terminaría el Siglo 19 y el 1 de Enero de 2000 comenzaría el Siglo 20 (obsérvese que no se utilizarían números romanos para los siglos, de haberse hecho así), el siglo 20 terminaría el 31 de Enero de 2099, comenzando el Siglo 21 al día siguiente, el 1 de Enero de 2100. 

Calendario Gregoriano:
Al durar el año juliano aproximadamente 11 m y 14 s más que el año trópico, acumula un error de un día cada 128 años. En 1477 el equinoccio de primavera se había adelantado al 11 de marzo. A la Iglesia preocupó este error que afectaba a la celebración de la Pascua de Resurrección y otras fiestas movibles que dependen de ella.
  Actualmente se define el Domingo de Resurrección por la Iglesia Católica de la siguiente manera (desde que se estableció el Calendario Gregoriano): es aquel en que la Iglesia celebra la Pascua de Resurrección del Señor, que es el Domingo inmediato al primer plenilunio después del 20 de marzo. Pero a lo largo de la historia ha existido gran controversia a este respecto.
  Según el Nuevo Testamento, Jesús fue crucificado en la víspera de la Pascua judía y tres días después resucitó. Por consiguiente, la fiesta de Pascua conmemoraba la resurrección de Jesucristo. Con el tiempo, surgió entre los cristianos una seria diferencia sobre la fecha de la fiesta de Pascua de Resurrección. Los de origen judío celebraban la resurrección a continuación de la Pascua, que según su calendario lunar babilónico caía en la noche de la luna llena (el decimocuarto día del mes de Nisan, primer mes del año); para su ajuste, la Pascua de Resurrección cae en diferentes días de la semana de un año a otro.
  Sin embargo, los cristianos de origen no judío querían conmemorar la resurrección el primer día de la semana litúrgica: el domingo; según su método, la Pascua tendría lugar el mismo día de la semana, aunque de un año a otro caiga en diferentes fechas.
  La consecuencia de la diferencia en el ajuste de esta fecha fue que las iglesias cristianas de Oriente, que estaban más próximas al lugar de nacimiento de la nueva religión y tenían unas tradiciones más consolidadas, celebraban la Pascua de Resurrección según la fecha de la fiesta de la Pascua judía. Las iglesias de Occidente, descendientes de la civilización greco-romana, en cambio celebraban la Pascua de Resurrección en domingo.
  Constantino I, emperador romano, convocó el Concilio de Nicea en el año 325. El Concilio decretó por unanimidad que la fiesta de Pascua de Resurrección se celebrara en todo el mundo cristiano el primer domingo después de la luna llena siguiente al equinoccio de primavera, y si la luna llena fuera en un domingo y coincidiera con la fiesta de Pascua judía, la Pascua de Resurrección tendría que conmemorarse el domingo siguiente. Así se evitaba la coincidencia de las fiestas de Pascua de Resurrección y de la Pascua judía.
  También decidió que la fecha en el calendario de la Pascua de Resurrección fuera calculada en Alejandría, entonces principal centro astronómico del mundo. Sin embargo, la determinación exacta de la fecha resultó una labor casi imposible a la vista de los limitados conocimientos astronómicos en el siglo IV. La complicación más grande se debió a la diferencia entre el verdadero año astronómico y el calendario juliano entonces en uso. Esto produjo que al cabo de los siglos, el error acumulado fuera importante. También significó un problema serio la diferencia de días, llamada epacta, entre el año solar y el año lunar de doce lunaciones.
  El Papa Gregorio XIII nombró una comisión para revisar el Calendario Juliano, de forma que la Pascua continuara coincidiendo con el principio de la primavera. Luigi Lilio Ghiraldi (o Aloysius Lilius), médico de Verona, ideó el nuevo sistema; Cristóbal Clavius (1537-1612), astrónomo y matemático jesuita, fue quien hizo los cómputos que le sirvieron de base. En marzo de 1582, el papa Gregorio XIII abolió el Calendario Juliano, estableció el 1 de enero como principio del nuevo año y le restó 10 días en forma que el viernes 15 de octubre siguiera al jueves 4 de octubre. Este ajuste devolvió en el año 1583 el equinoccio vernal al 21 de marzo, fecha en que tal equinoccio se produjo en el año 325 del Señor, en que se reunió el Concilio de Nícea, que tomó el acuerdo de celebrar la Pascua el primer domingo siguiente a la Luna llena ocurrida el 21 de marzo o después de este día.
  En el Calendario Gregoriano el sistema bisextil difiere del seguido por el Calendario Juliano en el sentido de que los años que terminan un siglo no son bisiestos a menos que el número de centenas sea divisible exactamente por 400; así, por ejemplo, los años 2000 y 2400 serán años bisiestos, pero los años 2100 y 2200 no lo serán. En 400 años se producen, por tanto, 97 años bisiestos en lugar de 100.
  Extrapolando el calendario Gregoriano hacia el pasado, antes de su adopción, y convirtiendo las fechas del Juliano, se obtiene el Calendario Gregoriano Proléptico. Debe tenerse en cuenta que no existe el año cero, con lo que la fecha siguiente al Lunes 1 de Enero del Año 1 fue el Domingo 31 de Diciembre del año 1 a. C. (Fechas Gregorianas prolépticas que se corresponden respectivamente con el Lunes 3 de Enero del año 1 y Domingo 2 de Enero del año 1 en el Calendario Juliano). En astronomía sí que se considera el año cero, siendo éste coincidente con el año 1 a. C. en el Calendario Gregoriano proléptico. A partir de aquí, y más hacia el pasado, en astronomía se emplean años negativos, de manera que coinciden el año 2 a. C. con el año astronómico -1, y así sucesivamente.
  El Calendario Gregoriano, que acumula un error de sólo un día en más de 3000 años, fue adoptado inmediatamente por todos los países católicos y la mayoría de los protestantes, aunque algunos de éstos difirieron su adopción bastantes años. Inglaterra, por ejemplo, no remplazó el Calendario Juliano por el Gregoriano hasta el año 1752 (al Miércoles 2 de Septiembre de 1752 según el calendario Juliano, siguió el Jueves 14 de Septiembre de ese mismo año 1752, según el Calendario Gregoriano) y la confusión de fechas, imperante en esa época en la Gran Bretaña y sus colonias por la utilización simultánea de ambos calendarios, constituye todavía una dificultad para los historiadores. Como consecuencia de ésto, resulta que aunque tanto Cervantes como Shakespeare murieron el Martes 23 de Abril de 1616 en España e Inglaterra respectivamente, en el primer caso se aplicaba ya el Calendario Gregoriano, mientras que en el segundo la fecha corresponde al Calendario Juliano. Así pues, Shakespeare murió el Martes 3 de Mayo de 1616 según el calendario Gregoriano, no coincidiendo con Cervantes.
  Todos los países occidentales (y virtualmente el mundo entero civilizado) utilizan hoy el Calendario Gregoriano.
  La Iglesia Ortodoxa propuso un calendario parecido al Gregoriano, pero en el que la regla para establecer los años bisiestos es ligeramente diferente. En este calendario Ortodoxo, los años múltiplos de 100, no son bisiestos a menos que al dividir entre 9 se obtenga un resto igual a 2 ó a 6. De esta manera, el periodo completo de corrección es de 900 años, entre los cuales hay 218 bisiestos, ya que aplicando la regla, cada 900 años se eliminan 7 bisiestos y 900/4=225, de dónde 225-7=218. La duración media del año aplicando este calendario Ortodoxo sería de (365 X 900 +218)/900 = 365,2422222 días medios, con lo que se ajusta mejor que el Gregoriano a la duración del año trópico que es de 365,24219 días medios. En el Gregoriano el desajuste es de un día cada 3226 años, mientras que en el Ortodoxo es de un día cada 31034 años.
  Turquía adoptó el Calendario Gregoriano en 1917; Grecia y la Iglesia Griega Ortodoxa, en 1923. Rusia, después de haberlo adoptado inicialmente en 1918 y de haber probado durante el periodo 1923-40 diversos otros calendarios, terminó adoptándolo en 1940. Antes de la Revolución Bolchevique que dio lugar al nacimiento de la Unión Soviética, se utilizaba en Rusia el Calendario Juliano, por lo que dicha Revolución se llamó la Revolución de Octubre, ya que tuvo lugar los días Martes 24 y Miércoles 25 de Octubre de 1917 según el Calendario Juliano, que se corresponden con los días Martes 6 y Miércoles 7 de Noviembre de 1917 en el Calendario Gregoriano. De haber estado en vigor el Calendario Gregoriano en Rusia en aquella época, se hubiera llamado la Revolución de Noviembre.

Calendario Revolucionario:

El Calendario Revolucionario, o también llamado Republicano, entró en vigor en Francia el día 24 de Octubre de 1793, algo más de un año después de la proclamación de la I República Francesa.
  Durante la revolución francesa, el pueblo quiso liberarse de sus opresores, y es en este ambiente precursor de la abolición de la monarquía y de la nobleza en el que empieza a cuestionarse el Calendario Gregoriano, utilizado hasta entonces. Los primeros ataques contra el calendario convencional ya se habían producido en 1785 y 1788. Existía cierta intención de independizar al calendario de sus implicaciones cristianas. Después de la toma de la Bastilla en Julio de 1789, las demandas para la reforma del calendario se hicieron más poderosas, y en un principio el nuevo calendario iba a empezar con el primer día de libertad (14 de Julio de 1789).
  En 1793, la Convención Nacional nombró a Charles-Gilbert Romme como presidente del Comité de Instrucción Pública, al que se le encomendó la reforma del calendario. De las cuestiones técnicas se hicieron cargo los científicos matemáticos Joseph-Lois Lagrange y Gaspard Monge. Los nombres de los nuevos meses fueron propuestos por Phillipe Fabre d'Eglantine. Un equipo de científicos, poetas, pintores, etc estuvieron trabajando durante varios meses en la elaboración del nuevo calendario. El resultado del trabajo de este equipo fue enviado a la Convención Nacional en Septiembre de ese mismo año. Este trabajo fue aceptado completamente, y se estableció como ley el 5 de Octubre. Entró en vigor el 24 de Octubre.
  El año quedaba dividido en 12 meses, de 30 días cada uno, y subdivididos en tres periodos de 10 días conocidos como décadas; el último día de cada década era de descanso. Se consideró oportuno dividir el tiempo en intervalos de diez días en vez de siete, ya que el diez es la base del sistema de numeración. Los cinco días que quedaban al final del año (aproximadamente del 17 al 21 de septiembre en el Calendario Gregoriano) eran considerados fiesta nacional, en los años bisiestos eran seis días en vez de cinco. El primer año bajo el nuevo sistema se conoció como An I (año I), el segundo como An II, y así sucesivamente.
  Los días de la década recibían los siguientes nombres:
Prímidi
Dúodi
Tridi
Quártidi
Quíntidi
Séxtidi
Séptidi
Óctidi
Nónidi
Décadi
  Con esto, los tradicionales días de la semana: Lunes, Martes, etc, quedaban en el olvido. Tiene una gran importancia cultural sobre la sociedad la desaparición de la tradicional semana de siete días (en el mundo judeo-cristiano e islámico).
  En lugar de los santos asociados a cada día en el calendario cristiano, en el almanaque revolucionario aparecían asociados a cada día los nombres de diversos objetos bucólicos para la contemplación diaria. Estos consistían en diferentes cultivos, frutas y flores para los días laborables, para el décimo día se asociaba algún instrumento utilizado en la agricultura. Para el quinto día un animal, también relacionado con la agricultura.
  También se decidió que el año debía comenzar cuando La Tierra pasa por algún punto importante de su órbita, no como en el Gregoriano y Juliano, calendarios en los que el año comienza en un punto bastante arbitrario (el uno de Enero, que en los últimos siglos, por pura casualidad, está próximo al paso de la Tierra por el perihelio). Se tomó la decisión de que el año en el Calendario Revolucionario debería comenzar con el equinoccio de otoño. Esta decisión es una muestra más de la importancia que durante la Revolución Francesa, se concedió a la Razón a la hora de organizar la sociedad humana. De esta manera, el calendario se podría ajustar mucho mejor a las actividades de la agricultura, también al curso académico, que debe comenzar después del descanso estival, etc. Casualmente la proclamación de la I República Francesa el 22 de Septiembre de 1792 (1 de Vendimiario del año1) coincide con el equinoccio de otoño de aquel año.
  Los nombres de los meses, elegidos por Fabre d' Eglantine, pretendían estar en armonía con la naturaleza. Estos nombres hacían referencia a los cambios del tiempo propios de cada época del año, o evocaban poéticamente al año agrícola.
  Se asignaron tres meses a cada estación (todos de idéntica duración: 30 días); los tres meses del otoño se llamaron: Vendimiario (mes de la vendimia), Brumario (mes de las nieblas) y Frimario (mes de los hielos); los meses del invierno, Nivoso (mes de las nieves), Pluvioso (mes de las lluvias) y Ventoso (mes del viento); los meses de la primavera, Germinal (mes del brote de las semillas), Floreal (mes de las flores) y Pradial (mes de los prados), y los meses de verano, Mesidor (mes de las cosechas), Termidor (mes del calor) y Fructidor (mes de los frutos).
  Puede observarse que según la estación del año las terminaciones de los nombres de los meses cambian. Así tenemos que los meses del otoño terminan en -ario. Los meses del invierno en -oso, los de la primavera en -al y los del verano en -dor.
  Al final del mes de Fructidor (final del verano) debían añadirse cinco días adicionales, o seis cuando el año era bisiesto. Estos días especiales, que eran festivos recibían los siguientes nombres:
Día de la Virtud.
Día del Saber.
Día del Trabajo.
Día de la Razón.
Día de la Gratitud.
Día de la Revolución (sólo en años bisiestos).
  Cada cuatro años se producía un año bisiesto (con la excepción que posteriormente veremos), y por tanto existía el Día de la Revolución una vez cada cuatro años. Este periodo de tiempo se conoció como Franciada.
  El añadir los cinco Días Especiales o seis (en bisiestos), al final del verano no se decidió de forma gratuita. Se hizo así porque de este modo se logra un mejor ajuste con la duración de las estaciones del año en el hemisferio Norte. La duración de las cuatro estaciones no es la misma, actualmente (en los últimos y próximos siglos no varia mucho) la duración de las estaciones es la siguiente:
Otoño: 89 días, 19 horas, 55 minutos.
Invierno: 89 días, 0 horas, 11 minutos.
Primavera: 92 días, 18 horas, 29 minutos.
Verano: 93 días, 15 horas, 12 minutos.
  De acuerdo con lo anterior, la duración de la Primavera y el Verano es algo mayor que la del Otoño y el Invierno. Esta es la razón por la que se eligió el final del Verano para añadir los días adicionales.
  Este calendario acaba con el problema inherente al Juliano y Gregoriano, de que cada año una fecha determinada cae en un día diferente de la semana. En el Calendario Revolucionario, una fecha dada siempre cae en el mismo día de la década (no existen semanas, o si se quiere, las semanas son de diez días). Por ejemplo, el autor de este documento nació el día 5 de Pradial de 172, y siempre celebrará su cumpleaños en el día Quíntidi de la década, independientemente del año que sea. Esto supone una gran ventaja, ya que el mismo calendario sirve para todos los años.
  Por otra parte, con el Calendario Gregoriano actualmente vigente, el horario de ahorro de luz de verano conlleva el problema de que se ha de producir el cambio del horario de invierno al de verano y viceversa, siempre durante un fin de semana para no perjudicar a las actividades de las empresas, y esto significa que cada año será en un día diferente del mes. Si se utilizara el Calendario Revolucionario, el problema quedaría obviado. El horario de verano cambiaría siempre durante la noche del 30 de Ventoso al 1 de Germinal, y el de invierno durante la noche del 30 de Vendimiario al 1 de Brumario. Todos los años caerían los cambios de horario en el mismo día de la década.
  Se puede acusar al Calendario Revolucionario de estar concebido directamente para el Hemisferio Norte, y se estará en lo cierto. De todas maneras, en el Hemisferio Sur también estaría igual de bien ajustado a las estaciones del año, sólo que cambiando Primavera por Otoño, y Verano por Invierno. Evidentemente los nombres de los meses están pensados para el Hemisferio Norte, y habría que asumir que en el Hemisferio Sur tendríamos calor en Nivoso y frío en Termidor. Actualmente también tenemos en dicho hemisferio calor en Enero y frío en Agosto.
  Los años bisiestos seguían para su determinación, una regla diferente a la que utiliza el Calendario Gregoriano, y más perfecta. Cada cuatro años existía un bisiesto, excepto cada 128 años, ya que al durar el año juliano aproximadamente 11 m y 14 s más que el año trópico, acumula un error de un día cada 128 años. Así pues, en un intervalo de 128 años existían 31 bisiestos en vez de 32. De esta manera se logra una mayor aproximación a la duración del año trópico que la que se alcanza con el Calendario Gregoriano.
  De esta forma se consigue que el periodo de corrección sea de sólo 128 años, en vez de los 400 del Gregoriano, y además obtener una mayor precisión.
  Evidentemente, como el Calendario Revolucionario estuvo en vigor durante menos de 15 años, nunca llegó a ponerse en práctica completamente la norma de los años bisiestos.
  También hay otra mejora con respecto al Gregoriano y Juliano, y es que en estos últimos, los años bisiestos eran el 4, 8, 12... porque se contaba cada periodo de 4 años empezando por 1, 2, 3 y 4. A diferencia de esto, en el Calendario Revolucionario los años en un periodo de 4 se cuentan así: 0, 1, 2 y 3. De manera que los años bisiestos son el 3, 7, 11,.. El año 123 también fue bisiesto, pero no el 127, mientras que el año 131 volvió a serlo. También será saltado el año 255, que no será bisiesto. (Todavía falta mucho para esto, ya que en el momento de escribir estas líneas estamos todavía en Vendimiario de 207). Todo esto en aplicación de la norma del periodo de corrección de 128 años. Además, el día extraordinario que se añade (Día de la Revolución) es el último día del periodo de 4 años. En cambio en el Gregoriano, el día extraordinario, que era el 29 de Febrero, está situado en un lugar completamente arbitrario. Todos estos detalles hacen al Calendario Revolucionario ser mucho más racional que los otros
  En cuanto a exactitud, teniendo en cuenta que la duración media del año trópico actualmente es de 365,24219 días medios, en el Calendario Revolucionario la duración media del año es de ((365*128)+31)/128=365,2421875. Mientras que en el Calendario Gregoriano es de ((365*400)+97)/400=365,2425. Para que se acumule un día de error en el Calendario Gregoriano deberían transcurrir 3226 años, mientras que en el Revolucionario: ¡nada menos que 400000 años!. Evidentemente lo anterior sería cierto del todo si la duración media del año trópico se mantuviese constante con el paso de los siglos, cosa que no ocurre en la realidad. Pero de todas maneras, la evolución que presentará en los próximos siglos, hará que el Calendario Revolucionario sea bastante más exacto que el Gregoriano.
  Este calendario estaba dentro de las medidas encaminadas a la sustitución de los antiguos sistemas tradicionales de medición y peso, por el sistema métrico decimal, muy superior desde el punto de vista racional.
  También puede considerarse hasta cierto punto un intento de descristianización de la sociedad, ya que los Calendarios Juliano y Gregoriano utilizados hasta entonces, tienen importantes implicaciones cristianas. El concepto de semana de siete días está fuertemente arraigado en las tres grandes religiones monoteístas, y su sustitución por la mucho más racional década de diez días, pretende disminuir la influencia sobre la sociedad de la tradición cultural de tales religiones, especialmente la cristiana. No debe olvidarse que en la Francia Revolucionaria fue abolido el cristianismo, e instaurado el culto a la Razón. Utilizando un nuevo calendario totalmente basado en la Razón, y abandonando el calendario cristiano anterior, muchos revolucionarios confiaban en que algo que tan importante influencia tiene en la sociedad en su vida diaria, como es el calendario, ayudaría al hombre a olvidar la influencia del cristianismo, que no consideraban demasiado positiva. La posición de la Iglesia de aquel entonces, favorable al mantenimiento del antiguo régimen, no parecía tener unos ideales demasiado coincidentes con los de la Revolución: Libertad, Igualdad y Fraternidad.
  Durante los años que estuvo en vigor, este calendario funcionó de una forma muy satisfactoria en Francia, al menos internamente. Los mayores problemas eran ocasionados por las comunicaciones con el mundo exterior donde imperaba el calendario Gregoriano.
  El Calendario Revolucionario fue abolido en agosto de 1805 por Napoleón.
  Varias décadas después, en 1871 fue brevemente reinstaurado por la Comuna de París, durante varios meses.

Calendario Judío:
  El calendario civil judío, establecido en su forma actual desde el año 359 d. de J.C., corresponde al tipo lunisolar, pero más complicado, y cuenta sus años desde el 3761 a. de C. 
  Tiene años regulares de 354 días distribuidos en 12 meses de 29 y 30 días alternativamente, años defectuosos de 353 días y años perfectos o abundantes de 355 días. 
  Sus años bisiestos, que se repiten siete veces durante un ciclo de 19 años, tienen 383, 384 o 385 días. 
  Los 30 días que se añaden comprenden un día adicional en el mes de Adar y un decimotercer mes intercalar de 29 días.

 

Calendario Musulmán:
  Se inicia con la héjira o huida de Mahoma de la Meca. Sus años son lunares y no guardan relación con las estaciones; 34 de estos años equivalen aproximadamente a 33 del Calendario Gregoriano. 
 
Calendario Musulmán.
El año consta de 12 meses que tienen alternativamente 29 y 30 días. Para que el calendario sea exactamente lunar, un ciclo de 30 años mahometanos comprende 11 años bisiestos que constan de 355 días, con el último mes de 30 días, y 19 años de 354 días con un mes final de 29 días.

Calendarios Americanos:

  El primer calendario que se conoce en América es el de los antiguos aztecas mexicanos, que lo derivaron, a través de los toltecas, del calendario maya. Esculpido en roca, es conocido como la Piedra del Sol o Piedra del Calendario Azteca. Tiene 1 m de espesor y 3 1/2 m de longitud con un peso de 24 t. Grabado en 1479, las observaciones astronómicas en que se basa hubieron de iniciarse por el año 1000 a. de J.C. Este calendario, notable por los profundos conocimientos astronómicos que supone en sus creadores, así como por su exactitud y simetría carecía de años bisiestos y se basaba en un año de 365 días dividido en 18 "meses" de 20 días cada uno, a los que se añadía al final del año un periodo adicional de 5 días.
  Lo mismo que los mayas, se dedicaron los aztecas al estudio de la Astronomía como ciencia de carácter religioso, con el fin de establecer su complicado calendario. Aparte de éstos, los demás pueblos americanos tuvieron un calendario muy primitivo, cuya base se hallaba en los meses y años lunares, con algunas compensaciones entre los calendarios de los pieles rojas y los peruanos. En general, la observación de la época se hizo por la del florecimiento de las plantas, si bien hay muestras de observación de la altura del Sol entre los peruanos y araucanos y en los relojes de sol de los zufiís. Los californianos centrales poseían un calendario puramente lunar, sin tener en cuenta los solsticios, y dividían el año en dos y cuatro estaciones. Los del NO y S, por relación con otros pueblos, utilizaron uno o dos solsticios. Pero indudablemente los calendarios aztecas y maya superaron con mucho a los de los demás pueblos de la América indígena.

Calendario Budista
El calendario budista se emplea en Sri Lanka, Camboya, Laos, Tailandia y Birmania y comienza con el año de nacimiento de Buda, que hasta mediados del siglo XX se creía que era el 543 a. C. (Actualmente se cree que nació hacia el 480 a. C., ± 20 años).
  Una convención de expertos en Göttingen dedujo que Buda debe haber muerto entre veinte años antes y veinte años después del 400 a. C., o sea entre el 420 y el 380 a. C.. Si vivió 80 años, entonces habría nacido entre el 500 y el 460 a. C.1
  La mayoría de los budistas celebran la llegada del nuevo año el 3 de febrero, los tibetanos lo celebran el 18 de febrero y algunos esperan hasta el 2 de abril. El nacimiento y muerte de Buda, por otro lado no sufre variaciones y se ha establecido las fechas del 15 de febrero y el 13 de mayo respectivamente.

Calendario Chino
  El calendario chino es de tipo lunisolar, a diferencia del occidental que utiliza el sol como referencia y punto de información.

Su origen se asocia con el Emperador Amarillo (Huang Di), alrededor del año 2637 a. C., cuando introdujo 5 ciclos de doce años regidos por animales distintivos: Rata, Toro, Tigre, Liebre, Dragón, Serpiente, Caballo, Oveja, Mono, Gallo, Perro y Cerdo. Las casas lunares o shǔ son cada una de las 28 constelaciones del zodiaco lunar. Dependiendo del día y hora de nacimiento de la persona correctamente las estaciones era fundamental para la agricultura, por lo cual los pueblos buscaron maneras de observar el movimiento de los astros y reflejarlo en un sistema cronológico de días completos.
  Pasaron los siglos y hacia el año 104 a. C., por medio de sistemas de observación y de medición de las sombras proyectadas por un palo vertical (gnomon), los antiguos astrónomos chinos llegaron a estimar la duración del año en 365,2509 días, una aproximación excelente para la época. Ya sobre el año 480 de nuestra era, el gran sabio Ju Chongzchi lo estableció en 365,2428 días, con un exceso de tan sólo 52 segundos sobre el valor vigente (365,2422). Pero hay variaciones. El año chino ordinario consta de 12 meses lunares, cuya duracion oscila entre 353 y 355 dias. Cada tres años se intercala un año con un mes mas, resultando un año entre 383 y 385 días; este año de trece meses se llama año embolismal.
 

Calendario Hebreo
El calendario hebreo es un calendario lunisolar, es decir, que se basa tanto en el ciclo de la Tierra alrededor del Sol (año), como en el de la Luna al rodear a la Tierra (mes). La versión actual, por la que se rigen las festividades judías, fue concluida por el sabio Hilel II hacia el año 359. Este calendario se basa en un complejo algoritmo, que permite predecir las fechas exactas de luna nueva, así como las distintas estaciones del año, basándose en cálculos matemáticos y astronómicos, prescindiendo desde aquel momento de las observaciones empíricas de que se valieron hasta entonces.
  En su concepción compleja tanto solar como lunar, el calendario hebreo se asemeja al chino, sin que se sepa de influencia alguna que haya tenido el uno sobre el otro; y también al calendario utilizado por los pueblos de la península arábiga hasta la aparición del Islam, en el siglo VII de la Era cristiana. En cambio, se distingue del calendario gregoriano de amplio uso universal, basado exclusivamente en el ciclo solar-anual; y también del que rige al mundo musulmán desde Mahoma hasta nuestros días, que es puramente lunar.
  El calendario hebreo comienza con la Génesis del mundo, que aconteció, según la tradición judía, el día domingo 7 de octubre del año 3761 a. C.; fecha equivalente al 1 del mes de Tishrei del año 1. De esta manera, el año gregoriano de 2012 equivale al año hebreo de 5773 (que comenzó al atardecer del 16 de septiembre del 2012 y finalizará el 4 de septiembre 2013). Para convertir un año del calendario gregoriano a su correspondiente hebreo, basta con sumar o restar la cifra de 3761 (2012 + 3761 = 5773).

Calendario Hindú

El término calendario hindú es confuso ya que se refiere al conjunto de calendarios regionales de la India, que se comportan de distintas maneras, así como al Calendario nacional indio.
  Pueden ser "calculados" (como el calendario gregoriano por ejemplo), de tal manera que el número de mes, días en el mes, etc. son siempre los mismos, determinados por reglas, mediante los cuales se intenta que den resultados conforme al movimiento real de las estaciones, el sol y los astros.
  Pueden ser "astronómicos", de tal manera que la observación efectiva de los eventos astronómicos determinan el comienzo de los años y los meses. Así, el número de días por mes y año puede variar, no es un calendario previamente fijado o planeado: el cielo, las observaciones astronómicas son el calendario, pero ello redunda en una perfecta exactitud.
  Pueden ser solares, fundamentados en el movimiento del sol;
  Pueden ser lunares, fundamentados en el movimiento de la luna; pero como ello conduce a incongruencia con el movimiento solar (como sucede en el calendario musulmán), los calendarios lunares son más exactamente lunar-solares, porque también se considera el movimiento solar y se intenta seguirlo de la manera más fiel posible.
  También existen varias eras.
  Era Vikram
  Era Saka: el año 0 es el 78 d.C., 79 d.C. es el año 1, el 21 de marzo de 2000 comenzó el año 1922; véase origen de la era Saka
  Estructura del Calendario nacional de India
  Por decreto publicado en la Gazette of India se estableció en 1957 en el Indian National Calender (calendario nacional hindú), que es de tipo calculado y solar, y cuya era es Saka.

Calendario Ático 

  El calendario ático, en vigor en Atenas en la Antigüedad clásica, es el más conocido de los calendarios griegos. Es de tipo lunisolar.

Los diferentes ciclos

  El año ateniense se componía de 12 meses lunares. Al principio, cada mes contaba con 30 días. En consecuencia, se hizo un ajuste con el ciclo lunar, alternando un mes de 29 días (κοῖλοι μῆνες / koĩloi mễnes) y uno de 30 días (μῆνες πλήρεις / mễnes plếreis). Esto da un año de 354 días, es decir 11 días menos en relación con el año solar. Para remediarlo se intercaló un décimotercer mes de 30 días después de cada segundo año lunar. Es lo que se llama un ciclo «trierético». A cada año de 13 meses se le llama «embolístico», nombre que recibe precisamente del mes que es añadido (mes embolístico).
  Encontrándose el año en adelante demasiado lento en relación con el ciclo lunar, otra corrección es aplicada en el siglo V a. C., la del ciclo «octaetérico». En este sistema, el mes intercalar es insertado en un ciclo de ocho años: este periodo de ocho años, cuenta con tres años de trece meses —el tercero, el quinto y el octavo año.
  Otros ciclos han sido igualmente considerados en el curso de la historia ateneniense. Así, Metón de Atenas, bajo Pericles, pone a punto un ciclo de 19 años (véase ciclo metónico). Calipo de Cícico, en el siglo IV a. C., inventa por su parte el ciclo de 76 años.
  Mes del calendario
  Esta noción de ciclo, y sobre todo intercalar un mes suplementario, hacen imposible coincidir de manera absoluta los meses atenienses y los del calendario gregoriano, utilizado actualmente en la mayor parte del mundo. En efecto, la diferencia puede a veces representar un mes entero. En cambio, es fácil hacer coincidir los meses atenienses con las estaciones.
  Los nombres de los meses están unidos a las divinidades griegas o a las fiestas religiosas. El año comienza cerca del equinoccio de otoño.

Edad de piedra
 
Calendario Edad de Piedra.
Durante miles de años, el esfuerzo por medir el tiempo y crear un calendario factible ha sido una de las grandes luchas de la humanidad, un enigma para los astrónomos, matemáticos, sacerdotes, reyes y todos los que han necesitado contar los días que faltan para la siguiente cosecha, calcular cuándo hay que pagar los impuestos, o determinar el momento exacto de realizar un sacrificio para calmar a un Dios colérico. El empeño por organizar y controlar el tiempo sigue siendo constante hoy día.
  Hace 11000 años, cerca de lo que hoy es el pueblo de Le Placard una criatura ya observaba el cielo. Durante varias noches, este astrónomo y cronógrafo de la Edad de Piedra había estado viendo salir y ponerse la Luna. Se dio cuenta de que se movía en una serie de fases previsibles y de que podía contar las noches entre los momentos en que estaba llena, semillena y completamente oscura. Era una información útil para una tribu o un clan que quisiera utilizar aquella luz plateada para cocinar y cazar, o para calcular acontecimientos como el número de lunas llenas que había entre la primera brisa del invierno y la llegada de la primavera. Incluso hoy en día se emplea dicha información para señalar celebraciones claves y ceremonias religiosas, como por ejemplo, el día de Pascua: primer domingo después de la primer luna llena después del equinoccio de primavera.
  El hombre de Le Placard grabó grupos de líneas (muescas) en un hueso de águila.Los grupos contenían siete muescas cada uno, lo cual es una aproximación al paso de la luna nueva al cuarto creciente, a la luna llena, al cuarto menguante y otra vez a la luna nueva y los arqueólogos lo encontraron 11.000 años después en una excavación.

¿Fue éste uno de los primeros calendarios?

  Los más escépticos dicen que las marcas en este y otros huesos no tienen nada que ver con calendarios sino que son dibujos o incluso trazos al azar, garabatos de la Edad de Piedra o las marcas dejadas por antiguos cazadores al afilar sus cuchillos. Sin embargo, a través de los años, los arqueólogos siguen encontrando los mismos dibujos o parecidos en piedras y huesos de distintos lugares situados en África y Europa.
  Un hueso de la Dordoña que data de hace 30000 años está cubierto de incisiones circulares que parecen representar el curso de la luna durante dos meses y medio. Otra imagen famosa, la Venus de Laussel, de 27000 años de antigüedad, muestra lo que parece una mujer embarazada sujetando un cuerno con trece muescas. ¿Representa una tosca aproximación del año lunar? Si es así, entonces ¿cómo se utilizaba esta información? Puede que nunca lo sepamos pero es claro que nuestro calendario y el suyo tienen una conexión.   Ambos representan esfuerzos conscientes de organizar el tiempo midiéndolo y poniéndolo por escrito. Y ambos se sirven de fenómenos astronómicos como si fueran puntos de referencia.
  Casi todas las culturas antiguas adoraban la luna. Los antiguos egipcios llamaban Jonsu a su divinidad lunar, los sumerios Nanna. Las diosas lunares griegas y romanas tenían tres caras: cuando no se veía era Hécate, en cuarto creciente era Artemis (para los griegos) o Diana (para los romanos), y cuando estaba llena era Selene. En la actualidad, los san de África, los esquimales y los musulmanes también adoran la luna, celebrando fiestas, danzas y rituales solemnes cuando es nueva.
  La luna fue una de las muchas pistas naturales utilizadas por los pueblos antiguos para medir el tiempo y predecir acontecimientos como el invierno, las lluvias estacionales y las cosechas.
  En Siberia, los Ostiakos todavía basan su calendario en ciclos naturales incorporándo los meses con nombres como Mes del Desove, Mes de los Patos que se van y Mes del Viento. Del mismo modo, los Natchez del bajo Misisipí tenían el Mes del Ciervo, el Mes del Maiz y el Mes del Oso.
  La confianza que las culturas antiguas tenían en la luna originó un serio error, mucho peor que el defecto que irritaría a Roger Bacon varios milenios después. Bacon sólo tendría que preocuparse por los 11 minutos de adelanto de su calendario. Los antiguos griegos y otros que confiaban su suerte a la luna tenían calendarios que adelantaban casi 11 días, un desajuste que en pocos años lleva a alterar las estaciones y a dar la vuelta a los solsticios de verano e invierno en sólo 16 años. Situación inaceptable para cualquiera que utilizara ese calendario como guía para sembrar y cosechar, o para saber la estación idónea para pescar, construir casas o rendir culto a los dioses.
  El problema está en el tiempo que tarda la luna en pasar por sus fases mientras da la vuelta alrededor de la Tierra. No es un número apto para dividirlo en un año de aproximadamente 365 días y cuarto. De hecho, un mes lunar exacto dura unos 29,5306 días, según los instrumentos modernos, lo que, multiplicado por doce meses, da un año lunar de 354,3672 días. Compárese con el año solar correcto de 365,242199 días y se apreciará la frustración de los astrónomos a lo largo de los siglos al tratar de relacionar el sol y la luna.

Calendario azteca


 

Cuando llegó Hernán Cortés a México, el calendario azteca acababa de ser reformado, y el año empezaba el día 1 de Atlacalmaco, que coincidía con nuestro 1ro. de marzo. No está claro si fue el mes o la “semana” la más antigua unidad de medida de los días. De todos modos, en todos los calendarios de la historia vemos cómo son los días de mercado los que marcan la cadencia de las semanas (en algunas lenguas se usa la misma palabra para denominar la feria o mercado y la semana).

  Entre las culturas centroamericanas se instituyó la celebración del mercado cada 5 días y por tanto la semana de 5 días (fue la sacralización del número 7 en nuestra cultura lo que determinó que nuestra semana sea de 7 días). La siguiente unidad era el mes de 20 días, con un total de 18 meses al año, que sumaban 360 días. Para completar los 365 días del año solar (366 los bisiestos, que también los tenían) añadían al final del año los 5 (o 6) días llamados nomentemis, que dedicaban íntegramente al placer y la diversión; en esta última semana del año no había  feria, para no interrumpir las celebraciones. Algo muy parecido a las saturnales romanas y las navidades cristianas con que se despide el año viejo y se recibe al nuevo. 
  El hecho de que las culturas de centroamérica no hubiesen desarrollado la escritura, no representó ningún impedimento para el desarrollo de un calendario perfecto. Asignaron nombres con los respectivos pictogramas a los 20 días del mes (1 flecha, 2 tigre, 3 águila, 4 cuervo, 5 los cuatro movimientos del sol, 6 pedernal, 7 lluvia, 8 flor, 9 serpiente armada de harpones, 10 Ehecatl (el gran dios Ketzalcoatl en figura de viento), 11 casa, 12 lagartija, 13 culebra, 14 muerte, 15 venado, 16 conejo, 17 agua, 18 perro, 19 mona, y 20 hierba). De este modo era fácil representar el desarrollo del tiempo. Parece que antes de llegar a este nivel de denominación, sólo tuvieron cuatro nombres (como una semana de 4 días) que se iban repitiendo hasta completar el mes. Estos nombres eran ácatl, tepatl, calli y tochtli, que representaban a los cuatro astros (Sol, Luna, Venus, Tierra), a los cuatro vientos, a las cuatro estaciones, o a los cuatro elementos. Parece que desde muy antiguo dividían el año en cuatro estaciones; que se guiaban por los equinoccios y los solsticios; y que dividieron el día en 16 “horas”: 8 laborables, desde la salida a la puesta del sol, y las 8 restantes de descanso.    Al igual que ocurrió en el viejo continente, los calendarios avanzaban con las respectivas culturas. Por más que en los mitos respectivos cada uno aparezca como iniciador del tiempo, el caso es que los calendarios maya, nahoa y azteca pertenecen a una misma fuente cultural. En el año 249 a. de J.C, cuando el calendario romano era un auténtico caos, y aún faltaban siglos para la reforma juliana que instituyó los años bisiestos, en ese año se reunieron los sacerdotes de las tribus nahuas para corregir las desviaciones de su calendario, introduciendo el año “bisiesto” (la repetición cada cuatro años del último de los días nomentemis). Esta reunión tuvo lugar en Huehuetlapallan, una de las siete ciudades mexicanas que formaron Chicomoztoc, la ciudad mexicana más importante de los nahuas. Instituyeron también el período de 52 años, formado por cuatro haces o gavillas de años (13 x 4).
  Con esta ocasión en que ajustaban exactamente el calendario al sol, celebraban una extraordinaria fiesta religiosa en la que se extinguía el fuego viejo y se encendía un nuevo fuego sobre el cuerpo de la víctima humana que con esta ocasión se iba a sacrificar. Todos los fuegos del imperio se extinguían antes de tan gran ceremonia (en épocas, los días nomentemis que la precedían tuvieron carácter de duelo, penitencia y sangrientas disciplinas, simbolizando la preparación para el fin del mundo); y después de la gran oscuridad, llegaba la explosión de la luz: infinidad de antorchas encendidas en el fuego nuevo de la pira del sacrificio, partían en dirección a todas las ciudades y poblados. Es de notar el singular paralelo con la celebración judeocristiana de los jubileos cada 49 años (7 x 7), siendo el quincuagésimo, el año jubilar.

El Calendario del Sol

El pueblo azteca daba gran importancia al tiempo, que era registrado en dos calendarios: el de 365 dias, xihuitl, que era el solar y o agricola, compuesto por 18 meses de 20 dias, mas cinco dias "inutiles" o "aciagos"; y la cuenta de los destinos de 260 dias, llamada tonalpohualli, que tenia mas bien caracter adivinatorio.
  Este esta divido en 13 meses de 20 dias cada uno. Cada dia tiene un nombre y se combina rotando con un nmero del 1 al 13, hasta completar los 260 dias (13 veces 20=260). Cada dia con su numeral tiene una carga energetica que lo conecta con la fuerza del cosmos, y esta bajo la proteccion de un dios, se relaciona a un rumbo del universo y a un color, y tiene un augurio asociado.
  Los nombres de los dias en nahuatl son los siguientes: cipactli, ehécatl, calli, cuetzpallin, coatl, miquiztli, mazatl, tochtli, atl, itzcuintl, ozomatli, malinalli, acatl, ocelotl, cuauhtli, cozcauauhtli, ollin, tecpatl, quiauitl, xochitl. Los 18 meses del calendario solar de 365 dias, recibian los siguientes nombres: atlcahualo, tlacaxipehualiztli, tozoztontli, hueytozoztli, txcatl, etzalcualiztli, tecuilhuitontli, hueytecuilthuitli, tlaxochimaco, hueymiccailhuitl, ochpaniztli, pachtontli, hueypachtli, quecholli, panquetzaliztli, atemoztli, tititl, izcalli y nemontemi. Los méxicas creian que el calendario habia sido inventado por Oxomoco y Cipactonal.
  Los aztecas dividian el calendario solar en 5 periodos de 73 dias, especie de estaciones a los que llamaban cocij: cocij cogaa, era el tiempo del agua y del viento simbolizado por el cocodrilo; cocij col lapa era el tiempo de las cosechas, representado por el maiz; cocij piye chij, era el tiempo santo o de fiesta, representado por el aguila o el guerrero; cocij piye cogaa, tiempo de secas e inicio del calendario; cocij yoocho, tiempo de las enfermedades y las miserias, representadas por el tigre.

 Historia del calendario Azteca

  En 1792, Antonio de León y Gama hizo la descripción de esta piedra monumental y le dio su nombre, que también ha sido llamada Piedra de los Soles o Piedra del Sol. Según dicho investigador, la piedra registra los movimientos de los astros observados y medidos por las culturas prehispánicas. Dichos astros son el sol, la luna y el planeta Venus, cuyos movimientos dieron lugar a tres calendarios de diferente duración; es decir, los tres calendarios de referencia, a pesar de ser diversas expresiones del movimiento cósmico, encuentran su síntesis en el Calendario Azteca.
  Pero este monumento no es solamente un calendario o, si se prefiere, un triple calendario, sino también un tratado de filosofía o la materialización de un sistema religioso; es decir, una concepción del mundo, una historia del universo y de sus catástrofes, del génesis y del apocalipsis. También es, adicionalmente, la orgullosa afirmación del nacimiento de una nueva era y de un nuevo pueblo. Y un himno a su gloria y su grandeza. Condena y resurrección de la piedra.
  El monumento fue descubierto bajo el "zócalo" de la Ciudad de México -cerca de la Catedral metropolitana- el 17 de diciembre de 1790 y permaneció fuera de ese templo durante casi un siglo. En 1885 fue trasladado al edificio posterior del Palacio Nacional, que empezó a funcionar como museo. Se construyó en 1479, en los tiempos de Axayácatl, rey de los aztecas, y fue consagrado dos años después en medio de solemnes y vistosas ceremonias públicas.
Se le instaló en posición horizontal, como un espejo del cielo. El monolito fue derrumbado de su plataforma en 1521, año de la

Descripción del Calendario Azteca

Está dividido en varias partes:
El disco central. En él está la representación de Tonatiúh, el Sol, con todos los atuendos propios de su importancia.thumb|right|Anillos Calnd AztecaEn los cuatro rectángulos que lo rodean, se representa la leyenda de los cuatro soles.
Primer Anillo. Lo forman veinte partes iguales con figuras que representan los días del mes Azteca.
Segundo Anillo. Está formado por 8 segmentos divididos por figuras en forma de V que simbolizan los rayos de luz solar.
Tercer Anillo. Está dividido en dos bandas anudadas de papel amatl. La parte superior, la más pequeña, contiene la fecha de terminación del Calendario, un ornamento de hierbas y flores y la cola de dos serpientes. En la parte inferior aparecen los cuerpos de dos serpientes de fuego con escamas, Xiuhcóatl, formada por trece segmentos iguales cada una y el signo Tlachinolli, planta que semeja a una serpiente, con diez círculos pequeños y un doble marco. En la parte inferior de este anillo, se observan las cabezas de las dos serpientes sobrepuestas, de cuyas fauces salen los rostros de Quetzalcóatl, personificado como Tonatiúh, el Sol, y de Tezcatlipoca, Señor de la Noche. Cada serpiente tiene patas con garras y un penacho con siete círculos cortados por mitad, que simbolizan la Constelación de las Pléyades.
Cuarto Anillo. En él se representan las estrellas sobre el cielo nocturno. Contiene ciento cincuenta y ocho círculos pequeños que rematan en las bandas de papel amatl. 


Días del mes 


  El Primer Anillo contiene veinte figuras que representan los días del mes. Cada mes se divide en cuatro grupos de cinco días, (llamados quintanas). Los nombres y significados de los días en castellano, son los siguientes: 


Cipactli / Caimán

Ozomatl / Mono
Ehécatl / Viento
Malinalli / Hierba
Calli / Casa
Acatl / Caña
Cuetzpalin / Lagartija
Ocelotl / Jaguar
Cóatl / Serpiente
Cuauhtli / Águila
Miquiztli / Cráneo
Cozcacuauhtli / Zopilote
Mázatl / Venado
Ollin / Temblor
Tóchtli / Conejo
Tecpatl / Pedernal
Atl / Agua
Quiahuitl / Lluvia
Izcuintli / Perro
Xóchitl / Flor

Calendario Maya

En el calendario maya coexisten tres cuentas de tiempo:

•el calendario sagrado (tzolkin o bucxok, de 260 días)

•el civil (haab, de 365 días)

•la cuenta larga.

  El calendario maya es cíclico, porque se repite cada 52 años mayas. En la cuenta larga, el tiempo de cómputo comenzó el día 0.0.0.0.0 4 ajau y 8 cumkú (en notación maya) que equivale, según la correlación generalmente aceptada,1 al 11 de agosto del 3114 a. C. en el calendario gregoriano2

  La casta sacerdotal maya, llamada ah kin, era poseedora de conocimientos matemáticos y astronómicos que interpretaba de acuerdo con su cosmovisión religiosa, los años que iniciaban, los venideros y el destino del hombre.

  El calendario maya, según algunos estudiosos, aparece ya en culturas más antiguas como la olmeca; para otros, sin embargo, este calendario es propio de la civilización maya. Las similitudes con el calendario mexica, ofrecen evidencia de que en toda Mesoamérica se utilizó el mismo sistema calendárico.

  El sistema de calendario tzolkin consta de 260 días (kines) y tiene 20 meses combinados con trece numerales (guarismos). El tzolkín se combinaba con el calendario haab de 365 días de 18 meses (uinales) de 20 días (kines) cada uno y cinco días adicionales denominados uayeb, para formar un ciclo sincronizado que dura 52 tunes o haabs o 18.980 kines (días).

  La cuenta larga era utilizada para distinguir cuándo ocurrió un evento con respecto a otro evento del tzolkín y haab. El sistema es básicamente vigesimal (base 20), y cada unidad representa un múltiplo de 20, dependiendo de su posición de derecha a izquierda en el número, con la importante excepción de la segunda posición, que representa 18 × 20, o 360 días.

  Algunas inscripciones mayas de la cuenta larga están suplementadas por lo que se llama serie lunar, otra forma del calendario que provee información de la fase lunar.

  Otra forma de medir los tiempos era medir ciclos solares como equinoccios y solsticios, ciclos venusianos que dan seguimiento a las apariciones y conjunciones de Venus al inicio de la mañana y la noche. Muchos eventos en este ciclo eran considerados adversos y malignos, y ocasionalmente se coordinaban las guerras para que coincidieran con fases de este ciclo.

  Los ciclos se relacionan con diferentes dioses y eventos cósmicos. Es así como el quinto sol representa el final del ciclo estelar asociado a la luna y el inicio del periodo conocido como el sexto sol asociado al regreso de Kukulkan.



El sistema tzolkin


  El tzolkin ("la cuenta de los días") contempla 260 días. Si bien se ha sugerido que está relacionado con la duración de la gestación humana, otros lo relacionan con el planeta Venus. Se usaba para celebrar ceremonias religiosas, pronosticar la llegada y duración del período de lluvias, además de períodos de cacería y pesca, y también para pronosticar el destino de las personas.

  260 días es el 71,2% del año terrestre, lo cual en términos espaciales quiere decir que durante 1 tzolkin/260 días el planeta Tierra recorre el 71,2% de su órbita. Esto significa que recorriendo 7 tramos de 260 días (1820 días = 4,98 años) la Tierra llega al mismo punto de su órbita aunque unos 6 días antes. Y recorriendo 100 tramos de 260 días realiza 71,2 órbitas al Sol, lo cual son 71,2 años o 26 000 días o 100 tzolkines.

  En relación con Venus, este planeta tarda 224,7 días en dar su órbita al Sol, lo cual es el periodo de su año real, pero el periodo de su año aparente medido desde la Tierra (ciclo sinódico) es de 584 días, que son 2,247 tzolkines porque en 584 días Venus da 2,6 órbitas (múltiplo de 260) a 224,7 días por órbita. El ciclo sinódico del planeta Marte es de 780 días, que es justamente 3 periodos de 260 días, es decir 3 tzolkines.



El calendario de 260 días - Tzolki o sagrado



  El calendario Tzolkin de 260 días es el más usado por los pueblos del mundo maya. Lo usaban para regir los tiempos de su quehacer agrícola, su ceremonial religioso y sus costumbres familiares, pues la vida del hombre maya estaba predestinada por el día del Tzolkin que correspondía a la fecha de su nacimiento. Esta cuenta consta de los números del 1 al 13 y 20 nombres para los días representados asimismo por glifos individuales. Al llegar al decimocuarto día, el número del día regresa al 1 continuando la sucesión del 1 al 13 una y otra vez. El día 21 se repite la sucesión de los nombres de los días y así sucesivamente. Ambos ciclos continúan de esta manera hasta los 260 días sin que se repita la combinación de número y nombre pues 260 es el mínimo común múltiplo de 13 y 20.

 Veamos: 260 días es el 71,2% del año terrestre, lo cual en términos espaciales quiere decir que durante 1 tzolkin/260 días el planeta Tierra recorre el 71,2% de su órbita. Esto significa que recorriendo 7 tramos de 260 días (1820 días = 4,98 años) la Tierra llega al mismo punto de su órbita aunque unos 6 días antes. Y recorriendo 100 tramos de 260 días realiza 71,2 órbitas al Sol, lo cual son 71,2 años o 26 000 días o 100 tzolkines.

  En relación con Venus, este planeta tarda 224,7 días en dar su órbita al Sol, lo cual es el periodo de su año real, pero el periodo de su año aparente medido desde la Tierra (ciclo sinódico) es de 584 días, que son 2,247 tzolkines porque en 584 días Venus da 2,6 órbitas (múltiplo de 260) a 224,7 días por órbita. El ciclo sinódico del planeta Marte es de 780 días, que es justamente 3 periodos de 260 días, es decir 3 tzolkines.



El calendario de 365 días - haab


El calendario llamado Haab se basa en el recorrido anual de la Tierra alrededor del Sol en 365 días. Los mayas dividieron el año de 365 días en 18 "meses" llamados Winal de 20 días cada uno y 5 días sobrantes que se les denominaba Wayeb. Cada día se escribe usando un número del 0 al 19 y un nombre del Winal representado por un glifo, con la excepción de los días del Wayeb que se acompañan de números del 0 al 4. Los glifos y nombres de los Winal o meses mayas son:



El ciclo de 18,980 dias - la Rueda Calendárica

La combinación de los calendarios de 260 y 365 días crea un ciclo mayor de 18,980 días (el mínimo común múltiplo de 260 y 365), a esta combinación se le ha llamado la Rueda Calendárica. Sus cuatro elementos (numeral-glifo Kin y numeral-glifo Winal) juntos solo se repiten cada 18,980 días. Una gran cantidad de monumentos mayas solamente registran la fecha de la Rueda Calendárica.  Aquí se ven los cuatro elementos de la Rueda Calendárica para el Wuinal maya llamado Pop que corresponde a las fechas del 7 al 26 de abril del año 2000 y el primer día del siguiente Winal maya llamado Uo.



La "Cuenta larga" o "Serie inicial"


Los mayas también llevaban una cuenta de los días transcurridos a partir de una fecha que ellos determinaron como el inicio de la era maya actual. A esta cuenta se le denomina la "Cuenta Larga" o "Serie Inicial".

  De acuerdo con la correlación Goodman-Martínez-Thompson (GMT) 584,285 la cuenta larga actual tiene su fecha inicial el 13 de agosto de 3,114 a. C. del calendario Gregoriano.

  En relación con los ciclos mayas, la Cuenta Larga (de 5.126,36 años o 260 katunes) está formada por 7200 tzolkines. Y cinco cuentas largas (25.626,8 o 100 ahau o 1300 katunes) son 36.000 tzolkines.

 

Curiosidades del calendario
¿Por qué unos meses tienen 30 días y otros 31? ¿Y por qué febrero tiene solamente 28? ¿Y por qué son 29 en un año bisiesto? ¿Y cuáles años son bisiestos y por qué? ¿Y por qué no se añade ese día extra al final del año en diciembre en lugar de en febrero? ¿Y por qué se llama bisiesto ese año con un día más? ¿Eh? ¿Eh? ¿Por qué? ¿Por qué?
  Estas y otras preguntas acerca del calendario seguro que se las ha planteado algún que otro/a curioso/a. Vamos a dar cumplida respuesta a continuación.
  Antes de la reforma del calendario llevada a cabo por Julio César, el año romano comenzaba en el mes de marzo al relacionar el inicio del año con el “inicio” del ciclo de vida que supone la primavera. Y tenia 10 meses de 36 días, más 5 días al fin del mismo, dedicados a las fiestas de las saturnales.
  Así septiembre era el séptimo, octubre el octavo, noviembre el noveno y diciembre el décimo. Nótese el uso de la raíz latina en el nombre del mes.
  A partir de la reforma juliana, el año pasó a tener 12 meses —de 30 ó 31 días— incorporando a fin del mismo dos meses, que se llamaron enero y febrero. Los meses de 31 días eran los impares: marzo, mayo, quinto, séptimo, noveno y enero. Y los de 30 eran los pares: abril, junio, sexto, octavo y décimo. A febrero le correspondieron 29 (30 los años bisiestos) para obtener los 365 días.
  A Cayo Julio César se le brindó el honor de designar un mes con su nombre, y el escogido fue el quinto mes, que a partir de la reforma juliana se llamó julio. Su hijo adoptivo, Cayo Julio César Octaviano, que fue designado emperador —con el título de augustus— asumió el poder absoluto dando origen al Imperio Romano. En su honor se llamó agosto al mes sexto, pero, dado que el mes sólo tenía 30 días y no podía ser que el Imperator Augustus tuviera un mes con un día menos que su padre, resolvieron agregarle un día más que tomaron del último mes, pasando febrero de tener 29 días a tener 28.
  Como así habían tres meses seguidos con 31 días, se alteró la duración de los siguientes, pasando septiembre a tener 30, octubre 31, noviembre 30 y diciembre 31.
  El año bisiesto fue una innovación del calendario juliano elaborado por el astrónomo griego Sosígenes de Alejandría por encargo de Julio César, que lo difundió por todo el Imperio Romano en el año 46 a.C.
  Ocurre que existía un desfase entre el año solar (el tiempo que tarda la Tierra en orbitar alrededor del Sol es de 365 días y 6 horas) y el año cronológico de 365 días. Así, cada cuatro años se reúnen las horas suficientes para formar el día suplementario.
  Este añadido hace que el año bisiesto tenga 366 días. Este día extra se añade al final del mes de febrero, por lo que este mes pasa a tener 29 días.
  Y este día extra se le añade al mes de febrero, no solamente por ser el más corto, sino por ser el último del año. Así Julio César decretó que el 23 de febrero, día de Terminalia, tuviese 48 horas cada cuatro años.
  Comoquiera que los romanos nombraban los días de los meses en referencia a las calendas (primer día de cada mes) y los idus (día 15 de marzo, mayo, julio y octubre, y 13 de los demás meses), el día suplementario se conoció como bis-sextus dies ante calendas martii (repite el sexto día antes del primero de marzo). El nombre es demasiado largo, así que lo de bis-sextus derivó a bisiesto.
  Posteriormente, el calendario gregoriano, introducido por el Papa Gregorio XIII en el año 1582, modificó la periodicidad de los años bisiestos para regularizar el desajuste acumulado desde la implantación del calendario juliano, para lo que dispuso 97 años bisiestos cada 400 años. Ocurre que la duración del año solar es exactamente de 365 días, 6 horas, 13 minutos y 59 segundos 365 días, 5 horas, 49 minutos y 12 segundos, así que, con el calendario juliano resultaba un año civil de 365,25 días y, por lo tanto, sólo 0,0078 días más largo que el año solar verdadero.
  La modificación introducida en la regla de los bisiestos, y que redujo la diferencia a 0,0003 de día, fue seguir considerando bisiestos los años múltiplos de cuatro excepto el último de cada siglo cuyas centenas no sean múltiplo de cuatro. Así que el año 2000 lo fue, pero no lo será el 2100. La regla gregoriana de los años bisiestos se podría enunciar como sigue: “Un año es bisiesto si es divisible por 4, a menos que sea divisible por 100 y no por 400″.

2 comentarios :

  1. solo una observación el calendario maya no es ese el calendario azteca

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  2. gracias, amigo lector, hice las correcciones, cualquier otro tema cméntelo, por favor. Un saludo fraterno.

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