Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

jueves, 31 de marzo de 2016

Los Naranjos, 90 años de excelente música cubana



  Este 3 de abril el Conjunto Tradicional de Sones Los Naranjos cumplirá sus nueve décadas de fundado. La cultura nacional se enorgullece de contarlo entre sus abanderados. Aunque contorno inextricable de la cienfuegueridad, su grandeza nos traspasa. Son de Cuba, del globo. Tanto sus actuaciones en España, Francia, Canadá, Japón y Colombia como los cinco CD con Ahí Namá/ Bis Music/Eurotropical y los tres fonogramas producidos por la EGREM lo refrendan. Pero, básicamente, lo hace su legado en el tiempo, en el arte.
  Dicha institución de la música criolla (Premio Jagua) remite a cátedra, historia, credo, autoctonía, acervo, militancia activa en el arte. La mente ignara que pudiera relacionarlos con fósiles, dinosaurios o arcaica representación de otra época solo demostrará, al apuntarlo, su propia carencia formativa.

  Concitan admiración y respeto, en virtud de preservar la raigalidad de nuestro patrimonio sonoro, de forma ininterrumpida, desde que aquel 1926 decidieran formarlo, bajo la dirección de Gumersindo Soriano Zayas.
  Casi un siglo después, el septeto es dirigido por el cantante y trompetista Bartolomé Abreu Thompson (Pelencho), al frente de la agrupación desde 2005 y con notables aciertos en su conducción.
  La integran los cantantes Luis Martínez y Luis Ramos —es proverbial la calidad vocal de Los Naranjos, llegaron a tener cuatro y hasta cinco vocalistas—; Giraldo Pérez, en la guitarra; el tresero Luis Brito; María del Carmen Rodríguez, en el bajo; y el percusionista Feliciano Cárdenas.
  Por el segundo grupo más longevo perteneciente a la Empresa Provincial Comercializadora de la Música Rafael Lay han transitado glorias de nuestra música, como el fallecido Felito Molina. En entrevista publicada en esta página, nos decía que a Los Naranjos había que cuidarlos, preservarlos. Sabias palabras, en tanto estamos frente a una reliquia, cuyo valor identitario resulta invaluable al día de hoy, cuando suelen esfumarse esencias, trastocarse nociones y diluirse jerarquías.
  En su política de protección de la vanguardia artística, la UNEAC los/nos ha favorecido mediante las peñas semanales que les instauró en sus Jardines. Cada domingo, además, regalan un concierto en el Salón Minerva, y el Café Teatro Terry tuvo a bien insertarlos en su programación semanal. Año por año nos representan en Expocuba.
  Sin embargo, Los Naranjos precisan mayor visibilidad. A todos los planos. De forma fundamental, en la antena de recepción del universo juvenil, tristemente divorciado —en buena medida— del tan cubano perfil de su propuesta musical. ¿Sería descabellado que, por ejemplo, ofrecieran conciertos en las escuelas el Día del Educador¿ ¿Constituiría un contrasentido llevarlos a las universidades? ¿Resultaría ilógico que estos maestros del pentagrama diesen eventuales clases de apreciación musical en nuestras aulas ¿Sería inconveniente la organización de programas radiales y televisivos —fijos— con ellos?
  No ofendería a ningún joven el repertorio activo de tales artistas, el cual durante una jornada típica está conformado por Veinte años, de María Teresa Vera; El repellito, El palomo y El florero, a la gloria de Rafael Ortiz (Mañungo);  El carbonero; de Arsenio Rodríguez; Sandunguera mujer, escrita por Marcelino Guerra (Rapindey); Déjame vivir en paz, Sabrosura y Como gota de rocío, tres de Felito Molina; textos de Eusebio Delfín, Benny Moré u otras muchísimas maravillas.
  Más de 200 números imperecederos del cancionero tradicional vertebran la propuesta del nonagenario colectivo. La mayor parte, no nos engañemos, no resultan conocidos por las nuevas generaciones.
  Tenemos en casa una gema que, no obstante las acciones a favor de auparlos, los documentales rodados en torno a su obra y el respaldo invariable del ente patrocinador, precisan más luz pública e interacción con distintos tipos de receptores.

  La casa de Gumersindo, Miguel Ángel Molina, Osvaldo Abreu, Nano y tantos grandes cuenta en sus pilares con la madera necesaria para magnetizar con su arte, doquiera, más allá de los tiempos, las edades, los gustos. (Julio Martínez Molina, del periódico 5 de Septiembre)

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...