Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

martes, 6 de agosto de 2013

De loco como Dalí; incomprendido y admirado

Eduardo Puebla Peñate, artista de Cienfuegos.
Por Mercedes CARO NODARSE

 Contemplamos el desfile de los sin rostro y sus imprecisos rasgos. Resulta más: la cotidianidad convertida en arte con las manos. Una humanidad doliente y afiebrada hecha de realidad, la cual no deja de luchar para que florezcan sus mejores ramajes, sin máscaras ni dobleces; donde los colores y las sombras, son la expresión de sus sentimientos; no un disfraz de la hipocresía. Cada obra suya penetra en la sensibilidad del espectador, quien atónico, inseguro, no sabe qué ve, pero lo siente. Entonces, Eduardo Puebla Peñate, artista cienfueguero de la plástica, descifra el mensaje, y es como si la luz penetrara suave en medio de las imágenes.
  Suele levantarse el cinturón con los antebrazos, tres, seis, diez veces en un instante. Con pasos cortos y apurados anda siempre el artista, inquieto, ansioso… De profesor de Historia, Ciencias Sociales y Derecho, pasó a metodólogo de Artes Plásticas; o no, la pintura vino primero, “desde niño llevaba muy dentro esta afición, enriquecida por Hilda Echemendía Martínez y Mateo Torriente”.

  Un día decidió dejar de lado las caricaturas y pinturas para dedicarse por entero a la tridimensión.  “El modelaje, talla en madera, escultura me cautivaron, pero finalmente me decidí por el papel, porque funciona como medio de expresión artística, con extraordinaria flexibilidad a los cambios surgidos en el proceso de creación, permite mucha libertad y manipulación, además de ser más económico. Son inagotables las posibilidades brindadas, constituye un material muy humilde, tanto como a las personas a quien va destinado el producto artístico”, acota.

   Tiene mucho de Quijote el pequeño caballero, lo desgarbado y la triste figura. “Me ha marcado el personaje, porque soy un poco como él, tal vez por mi niñez, muy dura y solitaria, al quedar huérfano y pasar mucho tiempo en internados”. Puebla resultó ganador, en 1963, de un premio en la modalidad de dibujo, convocado por la India, y nueve años después, en 1972, obtuvo otro, nacional, en la feria de arte popular. Sucediéronse después varios reconocimientos importantes.

 
Érase una vez y otra vez.
  Su madera de pedagogo la manifestó en los talleres impartidos a adultos, en el municipio de Abreus, donde comenzó como metodólogo de Artes Plásticas en 1990; cinco años más tarde, llegaría a la capital provincial con una expresión artística más depurada, la cual encontró asidero en los niños. De esos pupilos surge la joven figura que le acompaña en las últimas composiciones, Gustavo Mena Álvarez, discípulo talentoso, graduado de la manifestación y profesor de la misma en Trinidad, primero; y hoy, en la Escuela de Instructores de Arte Octavio García.

  “Amo el arte comprometido, polémico. Reconozco que soy incomprendido, quizá por aquello de ir a la raíz de las cosas, y por lo escabroso de los argumentos. No quiero hacer una obra bonita, sino profunda. Mis creaciones van a la indagación del hombre y sus necesidades más pedestres. No están destinadas a una élite; me interesa más saber el sentir de la gente común. Son de y para el pueblo; por eso existe una identificación con ellas, la sienten como propias. Los temas surgen en las bodegas, placitas, en las esquinas, en los sitos donde se reúnen las personas a conversar, desinhibidas”.

  La primera de sus obras enmarcadas en el conceptualismo fue Contraviento (1995), nominada entre las diez finalistas al Premio de la UNESCO. Luego llegaron otras erótico-sexuales: Adán y Eva, Un turista en baja, Golosinas (mención en el Salón 5 de Septiembre), considerada, ésta última, como un hito.

  Sobre el mismo asunto, creó para el salón Hecho a Mano, A pesar de… (1999 / primer premio). Con De lo real maravilloso (2006), galardonada en el Salón del Mar, comienza la saga con su discípulo Gustavo Mena de quien dice “es mi hijo artístico”. Érase una vez y otra vez (2006) (primer premio / Hecho a mano) y El gran ajiaco en cazuela abierta (2007), forman parte de la trilogía de ambos, con una gran riqueza conceptual y costumbrismo; ésta última muy controversial, incluso vetada por algunos jurados locales.

  “Ha habido muchos cuestionamientos acerca de ‘La bota’, como le dicen popularmente. Eminentemente costumbrista, irónica, relacionada con la vida cotidiana del cubano, lleva implícita una crítica a lacras de la sociedad, la doble moral, pérdida de valores, el arribismo; el oportunista, aquel vendedor ilegal, los falsos religiosos, el maceta y sus miserias humanas..., una bota que aplasta y redime. Símbolo de trabajo, con tradición mambisa, lucha de liberación; un yunque potente, que demuestra cómo aunque a la Revolución le aquejen algunos males se mantiene firme, resiste los embates de los derroteros y los vence”, acota.

  Al respecto, Miguel Barnet refirió: “Puebla ha logrado con ella una hermosa y barroca cornucopia de lo real maravilloso americano, en una bota. ¡Qué no puede el arte!”. De igual forma, la doctora canadiense en Antropología, Cristiane Paponet Cantat, la interpreta como un grito visceral salido a través del artista, violento y fuerte.

  Otra de sus producciones, Las alucinaciones de Don Sancho en la ínsula de Barataria, participó en la Bienal de La Habana, desarrollada el pasado 4 de diciembre, donde  acudió junto a Gustavo Mena.

  Puebla no se siente artista. “Uno continúa siendo un aficionado, por eso me considero un aprendiz. Charles Chaplin, lo decía. La vida no da para más. El creador siempre está inconforme, busca una y otra vez para volver a quedar insatisfecho. Ese proceso interno no lo puede explicar el artista. El acto creativo constituye un proceso de sufrimiento, tal como expusiera Dostoievski.

  “Participo en los salones, pero no son mi prioridad, no los concibo como un espacio para medir fuerzas, cual circo de gladiadores, sino como un terreno para expresar el talento artístico con decoro, sea cual fuere la técnica empleada. No trabajo para un premio. Si viene, estimula, reconforta. Quizá el no llegar, es lo que te hace grande”, comenta.

  Eso sí, prefiere socializar en una relación obra-público, por eso se le ve siempre en los alrededores de la Galería cuando las tiene expuestas. “Escucho lo expresado, cómo se sienten, mirarles a la cara y apreciar la incertidumbre, el asombro, tratando de adivinar el mensaje, verlos reír, aplaudir o simplemente irse con una mueca entre los labios”.

  Ya nada puede detenerlo. Sus reflexiones como creador llevan el aderezo del lector voraz, cargado de una gran sapiensa personal a la hora de ejercer el pensamiento con hondura. De ahí el merecido triunfo.

 

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