Por
Antonio Enrique GONZÁLEZ ROJAS
Aunque suene contradictoriamente provinciano
y micro-chauvinista en esta época de disolución de las fronteras culturales,
donde toda noción de lo tradicional, nacional y regional delata crisis,
Cienfuegos no puede dejar de abrogarse el mérito prístino de ser el kilómetro
cero desde donde comenzó el artista Leandro Soto Ortiz, hace más de cuatro décadas,
su ininterrumpido periplo creativo hasta el presente. Ejecutoria extensa e
intensa la suya, donde la universalidad cultural, la confluencia de saberes y
estéticas, además de la pluralidad formal, son los signos más reconocibles.
Acometida desde inicios de la década de 1970 en Cuba y luego en casi todo el
mundo, el discurso de este performer, pintor, curador, profesor, intelectual,
actor, diseñador teatral, instalacionista y videoartista, se sustenta también
en Cuba y casi todo el mundo, delatando unas concepción y percepción
ontológicas de la cultura humana.
Hasta la visita reciente (unos dos años
atrás) del artista a su espacio natal, apenas un mural urbano restaurado,
retocado y modificado una y otra vez como parte de la iconografía local,
quedaba como huella palpable de quien décadas atrás reconnotó herética y
precursoramente las calles rectas de Cienfuegos, con performances,
instalaciones y happenings, para luego expandirse hacia el mundo. Parte de este
fue traído al Museo Provincial en la forma de amplias pinturas realizadas sobre
telas de manufactura india, frutos de la visita del creador a esta región
asiática, de su aprehensión y diálogo con esta cultura centroasiática.
Imposibilitado en esos momentos de estar
presente en dicha exposición y luego en las interacciones con los públicos
asistentes, perdí la oportunidad de acercarme a Soto y entrevistarlo en
persona, por lo cual el código binario y los espacios virtuales mediaron por
obligación. Fue el cuestionario enviado vía E-mail, retornando prontamente las
correspondientes respuestas, enjundiosas, extensas y a la larga muy
esclarecedoras del obrar de uno de los cienfuegueros (una y otra vez retorna el
inevitable orgullo provinciano del aldeano vanidoso) más universales de nuestra
época, a la vez que poco conocido para sus congéneres más inmediatos.
RESPUESTA:
Desde los tiempos de cuando era estudiante en la Escuela Nacional
de Arte (ENA) de 1972 a
1976 y luego en el Instituto Superior de Arte (ISA), de 1980 a 1982, en donde fui
diseñador e instructor asistente en las clases de teatro, estuve siempre
interesado en aprender todas las artes. En estas instituciones se estudiaba
formalmente una sola disciplina artística: música, danza, ballet, teatro, y
artes plásticas, pero los estudiantes compartíamos lo que aprendíamos en las
aulas, en los dormitorios, y discutíamos de las variadas manifestaciones
artísticas, demostrándonos, los unos a los otros, técnicas diversas,
instrumentos, movimientos, textos teatrales, etc.
Por
ejemplo, en la ENA,
gracias a la amistad con estudiantes de teatro, fui invitado varias veces a
diseñar las obras que ellos dirigían como parte de su aprendizaje o en las que
actuaban. Con los estudiantes de música, aprendí de la complejidad de sus
instrumentos y de apreciación musical. Con los de danza y ballet emulaba a
imitar sus técnicas hasta donde se podía y los estudiantes de artes plásticas
asistíamos a sus clases en los salones para dibujar la figura humana en
movimiento. Pero tengo que decir que desde la infancia ya tenía interés en el
arte desde un punto de vista multidisciplinario.
Ingresé de
estudiante de artes plásticas a los 11 años, en la Escuela de Iniciación
Artística, (E.I.A) y más tarde en la Escuela Provincial
de Arte (E.P.A), luego incluso tomé clases en la Escuela Nocturna
de Arte para trabajadores Rolando Escardó, todas en Cienfuegos. Y para todo
este interés en el arte, siempre encontraba espacios en la ciudad donde
satisfacerlo. Había buenos artistas que trabajaban con mi padre Victorino Soto,
el creador del taller de decoración de la ciudad. A ellos los visitaban en sus
estudios: Andrés Ugalde, Pedro Damián, Aldo Menéndez, entre otros. Y si quería
ver buen teatro, estaba el Centro Dramático que presentaba en esa época muy
buenas obras en el Teatro Tomás Terry, con muy buenos vestuarios y
escenografías, y además el Grupo de Teatro Guiñol, muy creativo en sus puestas.
Desde
temprano siempre quise integrarlo todo al hacer creativo, incluso el escribir.
El Museo Provincial de Cienfuegos tiene una pieza mía que es un arte-libro: La
carpa cuadrangular. En México, de 1988 a 1994 estuve escribiendo críticas de arte
para varios periódicos de Villahermosa, en Tabasco, y tengo publicados dos
libros sobre mi tiempo vivido con los indígenas mayas:
Chol con los choles: historia de una amistad y El Tesoro de Tumultué: Arte
desde el trópico, este último en Arizona, con la editorial Orbis Press. Pienso
que me convertí en antropólogo cultural de forma espontánea y he investigado
culturas, formas artísticas de creación (en cualquier parte del mundo en donde
estén) que me dieran un mapa, una guía del hacer artístico. Donde más he
encontrado respuestas a muchas preguntas es en las culturas de Asia, en la India, en China, en Japón,
pero también en las culturas de África y las indígenas de América.
Seguir el
modelo occidental centroeuropeo no me aportaba nada nuevo, y esta conciencia de
búsqueda hacia otras direcciones estaba también en varios de los artistas del
grupo Volumen Uno en 1981, con la previa exposición Pintura Fresca, en la Galería de Arte de
Cienfuegos. Cada forma de arte, en cada cultura, tiene un fundamento distinto,
a veces muy lejano de lo conocido por nosotros en Cuba y por supuesto una
manera de ver el mundo y sentirlo muy particular. ¡Es sorprendente ver toda
amplia la creatividad del ser humano!
El arte
como un hecho total, integrador no es algo nuevo. En las culturas antiguas era
así y en las que no han sido afectadas por la “modernización”, esto sigue
siendo un elemento básico. Es solamente después del establecimiento de la Sociedad Industrial
que se promovió la especialización. Hoy día, en el siglo XXI, estamos en otra
época donde la interdisciplinaridad es una necesidad, no un lujo.
R: “Sí”, y
“No”. “Sí”, en el sentido de expresarme en varias manifestaciones artísticas
con el mismo nivel de responsabilidad y entrega a lo que se hace, como los
maestros italianos que además de ser expertos pintores y escultores, cantaban
en un coro, componían y tocaban varios instrumentos musicales. Y “No”, en
cuanto que están hoy día integradas en mi hacer, muchas prácticas y expresiones
que no son para nada de origen europeo y se orientan hacia un sentir muy
diferente tanto en el artista como en quien consume la obra. Por ejemplo una de
mis prácticas más constantes es el arte del Sumi-e, el cual lo aprendí
directamente de una maestra de Japón, alumna avanzada de un maestro de ese arte
al cual consideran un “tesoro nacional de Japón”. También, por ejemplo, el uso
de las máscaras en el teatro y los performances, lo aprendí de los indígenas en
Tabasco, cuando vivía en sus pueblos como maestro de arte y participaba en sus
ceremonias y carnavales. La danza creativa la aprendí de los yoguis y sufíes en
la India, con
la práctica avanzada del Yoga y la meditación, entre otras más cosas. Pero
tengo que decir que en Cuba también estudié Yoga, Tai Chi, Judo y mucho de las
danzas populares y de origen africano: Rumba, Guaguancó, Columbia;
especialmente el trance creativo, este último en un concepto que he visto en
otras culturas. Mi interés fundamental ha estado en encontrar aquello que
transciende el discurso individual basado en el ego y los problemas personales.
P: A propósito de esta última aseveración ¿Estámos
hablando de una renuncia a la individualidad en pos de la comunicación, de la
encarnación en el artista de lo cultural colectivo, o de una integración
dialógica entre el ser y su cosmos, una suerte de aprehensión del universo desde
el reconocimiento de la persona como un segmento indisoluble de una esencia
monádica universal que es todo y todo lo contiene, siendo uno en lo
diverso?
R: A estas
dos posibilidades puedo responder positivamente. Lo individual está basado en
el trauma personal, en problemas psicológicos y cosas parecidas que definieron
la formación de la personalidad desde la infancia. Hay muchos artistas que usan
su obra para hacer auto-terapia, “para descargar” sus problemas y esto, aunque
ha motivado interesantes piezas, a mi no me interesa hacerlo. Quizás sea que
fui educado todo el tiempo estando becado y el único espacio para la
individualidad era debajo del mosquitero. Luego
vinieron las experiencias con los indígenas de México: viviendo en la comunidad
no existe sentido del Yo y si lo hay, no esta muy definido. Esto me interesó
muchísimo pues hasta los sueños allí son colectivos. Veo la obra como
catalizador de un problema, como un estimulo colectivo, especialmente los
performances que responden al momento. Detrás de esto tengo el teatro, donde el
trabajo en grupo es importantísimo. Luego está además, como mencionas, el
aspecto cósmico, transpersonal del acto creativo: si realmente estas haciendo
algo nuevo, el pasado, lo que no responde al instante debe ser eliminado. En la India me impartieron el
ejercicio de creación en el momento sin pasado. Esto me lo dio un maestro de
los Himalayas y es un ejercicio que para cumplirlo necesitas estar del todo en
el ahora y aquí.
R: Esta
pregunta es muy interesante. Acuérdate de aquello que dijo José Martí de que “Yo vengo de todas partes y
hacia todas partes voy, arte soy entre las artes y en el monte, monte soy”. Al parecer este verso martiano, al
repetirse como si fuese un mantra, desde la infancia, motivó el deseo de saber,
de descubrir, de buscar las raíces del “Yo” en todo lugar posible. ¿Qué quiso
decir con “venir de todas partes”?
¿No estaría hablando de la condición caribeña, de tener de todo un poco en la
formación del ser cultural? ¿Y con aquello de “y hacia todas partes
voy”, es decir el explorar
infinitamente hasta dónde llegan los límites de ese ser caribeño? No he estado
en un país, hasta el día de hoy, en el cual no sienta alguna conexión, o una
relación que se crea instantáneamente. Y esta disposición para aceptar y
encontrar lo que te acerca (no lo que te distancia o diferencia), la aprendí en
Cienfuegos: de niño, vivíamos frente al malecón y de los barcos mercantes
salían marineros de ultramar, que se paseaban por el área buscando con quien
compartir y conversar. También había turistas que hablaban varias lenguas y me
preguntaba cómo podría aprender a hablar como ellos. En los barrios vivían
emigrantes chinos, gallegos, asturianos, polacos, franceses, mexicanos entre
muchas más nacionalidades que hacían el ambiente muy variado. Acuérdate que el Caribe, desde sus comienzos en la etapa colonial ha
contenido de todo, hay presencia de muchas culturas: las europeas, varias de
Asia, muchas de África y por supuesto las nacidas en el continente americano
con todas su variantes. Pero tengo que recordar que en la biblioteca de
Cienfuegos, estaba el primer disco de música de Raga, de la India, que grabó Ravi
Shankar y se recibía mensualmente la revista El correo de la UNESCO, con uno de sus números
dedicado a Sri Aurobindo y a la ciudad de Auroville, la cual pude visitar hace
7 años en la India.
Aceptar la complejidad cultural, vivir con ella diariamente
es un reto que nos obliga a integrar lo que aparezca, no importa de donde
venga.
P: ¿Pudiera clasificarse a
Leandro Soto como un “artista mágico-religioso”?
R: No creo que esa clasificación me defina totalmente.
Y aunque a mi ya me dejaron de preocupar las clasificaciones, encontré una con
la cual podría negociar: la de ser un “artista con identidad transterritorial, un artista global, que no se
limita a un solo país o nacionalidad, pero que está en constante tránsito a
través de bordes y comunidades sociales”.
Después de la aparición de la
Internet y la facilidad para comunicarse desde distancias
lejanas instantáneamente, los espacios virtuales se han incrementado. Lo
mágico-religioso es parte de mi obra, pero esta definición no lo incluiría
todo. Hay muchos elementos filosóficos y conceptuales que en esa clasificación
quedarían fuera.
P: Ya que en
su obra confluyen muchos elementos, tanto mágico-religiosos como filosóficos
¿Pudiera ampliar acerca de este corpus gnoseológico sobre el cual articula su
obra?
R: La obra
prácticamente se articula sola, por sí misma. Uno como artista es un instrumento
entrenado, el testigo de un proceso a través del cual la manifestación creativa
se comunica con los demás. Es más tarde, después
que el proceso creacional se ha completado, que uno puede tener un acercamiento
intelectual al trabajo. El centro intelectual en el organismo es más lento que
el centro emocional; las emociones saben cuando algo es bueno, la teoría viene
después cuando uno se sienta en frente de lo sucedido y comienza a
intelectualizar y a preguntarse qué fue lo que pasó. Uno se vuelve crítico de
la propia obra, pero cuidado: ¡si el crítico interfiere en el proceso a la hora
de hacer, todo se detiene!
P: La crítica socio-política signa otra parte
importante de su creación, desde su desempeño en Cuba con el performance Mi familia revolucionaria, hasta la
más actual Ispirazione Italiana.
¿Considera que el Arte debe ser crónica urgente del devenir humano?
R: El
aspecto más social de mi trabajo está en los performances, en las acciones
plásticas. En ellos abordo situaciones que afectan en un momento vivencial dado
o están “en candela”, según el decir popular cubano. Esto tiene conexión con el
teatro, con lo actoral, con lo que sucede “ahora y aquí” y con el uso del
tiempo y lo audiovisual en la obra, pero especialmente la presencia humana. En
las instalaciones, pinturas y esculturas es diferente, hay más
introspección en ellas, pues por lo general el trabajo del artista en su
estudio es como una meditación, un viaje hacia adentro. En la obra La Familia Revolucionaria,
pieza del año 1984, se hacía un recordatorio a los primeros años de la Revolución, a los
ideales de esa época. La pieza evocaba una especie de romanticismo social que
en esos años 80’s estaba en cuestionamiento. En Ispirazione Italiana (2009), se
rememora el arte Povera italiano, en un crítico momento político y económico de
la sociedad norteamericana que estaba afectando a varios sectores sociales,
incluyendo el educativo, el académico y a los grupos minoritarios.
P: Ya que
apunta respecto a La familia revolucionaria que “evocaba una especie de
romanticismo social que en esos años 80’s estaba en cuestionamiento”, ¿cuál
considera sea el rol del creador dentro de la cartografía socio-política de una
nación, y si pudiera especificar (sin que la pregunta suene reduccionista), dentro
del panorama socio-político de Cuba en aquellos momentos y ahora, por qué
no?
R: La obra
por lo general, transciende al creador, como ya dije, y mientras mejor la obra,
más transcendencia logra. Aquí hay que mencionar que pertenezco a la primera
generación totalmente formada después de la Revolución desde la
escuela primaria. No nos interesaban los temas políticos en esa época de los
80’s a los jóvenes que estábamos haciendo arte, a escala de pintar héroes y
líderes como las generaciones que nos precedieron, sino más bien la
experimentación visual y conceptual del arte mismo y su posición en la
sociedad. Recordarle a quienes nos veían como “ovejas descarriadas” desde sus
posiciones administrativas, que nosotros éramos la generación nueva, el “Hombre
Nuevo”, que esperaba el cumplimiento de la Utopía, era muy importante. Hay que leer el texto
escrito en todo el marco de la pieza con caligrafía infantil, donde se dice al
final y yo de pionero niño. Pero en ese momento yo ya tenía 28 años, todo un
adulto formado. No se como pueda leerse esa pieza en la Cuba actual, donde la foto
imagen del Che, de Korda se ha convertido en objeto turístico y de consumo. Quizás la pieza ya tenga otras “lecturas” que no
puedo yo mismo determinar. Sé que sigue gustando mucho incluso a escala
internacional, pues al parecer define una época. ¿Cómo lees o decodificas tú
como espectador esa obra hoy día? Me parece que
no tiene sentido esperar una respuesta de mi parte, como dije antes la obra
transciende al hacedor de ella.
P: ¿Cómo era crear en Cienfuegos y en Cuba
durante las décadas de 1970 y 1980?
R: A ésta
pregunta tengo que responder que la creación no depende del lugar en donde uno
esté, sino de la respuesta creativa que uno da, en un tiempo y en lugar dado.
Las circunstancias difíciles pueden motivar muchísimo, las limitaciones son
necesarias, sin límites no hay creación. Crear aquí en esa época era muy
especial: en la ciudad se sentían las huellas de cosas que habían pasado por
ella (lo que llaman el Quinquenio Gris), de artistas que habían vivido y hecho
su trabajo en la ciudad, que luego partieron para La Habana o viajaron fuera del
país, de complejas relaciones con un pasado que aunque ignorado, estaba
presente en testimonios visibles por todas partes: en la arquitectura, en los
monumentos, en las calles, en las decoraciones interiores, en la postales
viejas, etc.
En esa
época de los 70’s, el Teatro Terry casi no se usaba, había una actividad de vez
en cuando en el escenario, pero casi siempre estaba vacío. Los jóvenes de
entonces queríamos hacer algo nuevo, diferente. La galería no se usaba, no
había exposiciones en ella. En 1976 trabajaba en Cultura Provincial como
diseñador y usé la galería de arte prácticamente como estudio, donde
voluntariamente asumí como director. Programé varias exposiciones entre las
cuales estaba Pintura Fresca (antecedente de Volumen Uno) y otras de jóvenes
artistas locales y del resto del país. Mi generación, que fue la primera
formada integralmente después de la Revolución, no podía seguir pintando las mismas
imágenes de mártires y héroes, teníamos que crear nuestro propio lenguaje, que
respondiera a lo que sentíamos y a lo que habíamos aprendido en La Habana con profesores de
varias partes del mundo como Polonia, la República Checa,
Argentina, Alemania, España, Uruguay, profesores
soviéticos y hasta de los Estados Unidos, por mencionar a algunos, y por
supuesto los profesores cubanos, como Antonia Eiríz, Tomás Sánchez, Antonio
Vidal y en teatro, Vicente Revuelta, Flora Lauten, Tomás González, miembros del
Grupo de los Doce, por mencionar solamente a algunos de los tantos.
Si bien
Cienfuegos era mi lugar preferido, también se me hizo un tanto limitado: no
todo lo que tenía aún que aprender estaba allí. La Habana fue el lugar elegido
y desde ella me movía al resto de país, gracias principalmente al nuevo
movimiento teatral que requería nuevas soluciones, menos tradicionales, de un
escenógrafo y muchos artistas de mi misma graduación estaban en esos grupos,
como actores, músicos, y directores. Nos apoyábamos los unos a los otros en las
exploraciones de nuevos lenguajes.
Como dije
anteriormente, los 80´s fueron los años de salida a la calle de los primeros
artistas formados totalmente después del triunfo de la Revolución en las
escuelas de arte. El ambiente cultural no estaba del todo preparado para
aceptarnos, pues para hacer algo nuevo teníamos que reditar lo que hasta ese
momento se había hecho, incluyendo puntos de vista e ideales de los que nos
habían formado. Nuestros padres en esos tiempos no nos entendieron, tomaron
nuestras actitudes creativas como desafío a sus valores generacionales. Muchos
malentendidos se motivaron, en varios niveles, algunos de los cuales crearon
problemas que hasta el día de hoy no se han ventilado del todo. Los hijos
estábamos mejor preparados que los padres, teníamos más cultura universal. La
exposición Volumen Uno fue parte de esto, finalmente fue aceptada y ha quedado
en la historia del arte cubano como el un momento de giro, pero esto es el
pasado.
Por suerte,
la madurez incluye la aceptación de lo que “es” y en el caso del artista su
obra es la que transmuta, digiere y justifica este proceso. Y aquí vale citar
un verso de Rabindranath Tagore: “A cuántas puertas ha de tocar el viajero
antes de llegar a la suya propia”. Regresar a la ciudad a traer lo que se ha
hecho en otros lares o lo que se está haciendo y ser reconocido y tratado como
un “Maestro”. Esto es algo que lo compromete a uno como ser
social-cultural, con deberes para con la comunidad cienfueguera.
P: ¿Cómo pervive Cuba o lo cubano en una obra
como la suya, nutrida por las más diversas experiencias culturales?
R: Ésta es
una pregunta difícil de responder por el mismo artista que hace la obra, aunque
puedo repetir algunos comentarios de gente que me han contactado personalmente
para compartirlos conmigo. Algunos me han dicho que el acto mismo de “jugar a
ser el otro” o “el ir bien lejos a buscar la fuente”, es parte definitiva de la
cubanidad, pues somos complejos, lo cubano no es algo cristalizado, sino algo
que está siempre definiéndose frente a una situación dada, vamos a decir “de
cierta manera” y a “un ritmo”, frente a circunstancias que lo exigen. No se
sabe bien cuán cubano uno es hasta que tienes que vivir en otro país, con otra
cultura.
Mi más
reciente trabajo es Carpentier en Barbados, basado en las visitas que el
escritor hiciera a la Isla
desde su exilio en Venezuela. Barbados fue el lugar donde terminó de escribir
El siglo de las luces. El proyecto fue inicialmente un performance que ha
generado documentaciones fotográficas, instalaciones realizadas con los objetos
supuestamente encontrados de él en la
Isla y toda una imaginería de las cosas que Carpentier
escribió o recolectó para si mismo, como estímulo para su novela. Viviendo en
el Caribe anglo, me he hecho cuestionamientos culturales muy similares a los
que el escritor se hizo entre 1956 y 1958. Este performance lo presenté por
primera vez en Cuba, el año pasado, en Cienfuegos, en la salita de Teatro A
cuestas, en la calle peatonal de San Fernando.
P: ¿La nostalgia por Cuba inspira la obra de
Leandro Soto?
R: No hay
nostalgia por lo que uno lleva adentro, bien integrado y que uno despliega
dondequiera que uno se establezca, aunque sea por un sólo día. Cuando hay
nostalgia de un lugar es porque algo aún falta por incorporarse, algo que no
está completo y que uno no tiene o uno no es. No tengo ese problema con Cuba, la Isla está siempre presente,
pues uno no puede negar las raíces, la mezcla (todo lo contrario, hay que
integrarlas), usarlas de la mejor manera posible, investigarlas y siempre
comenzar por ver lo que uno tiene en común con el nuevo territorio a donde
llega, desde lo cubano. Tengo muchas obras con temática cubana, cada cierto
tiempo aparece en motivos, a veces no muy obvios. Alguien me dijo una vez que
el sabor caribeño está en todo lo que hago aunque estuviese pintando en medio
de desierto de Arizona.
Excelente entrevista. Lo conozco a Soto de sus años recientes. Vale la pena decir que su evoación martiana de las artes es lo que lo que le ha permitido ser el individuo colectivo que viene y va a todas partes y siempre tiene de si mismo.
ResponderEliminarorestes