Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Benny Moré: te quedaste en Cienfuegos

Por Mercedes CARO NODARSE
Observando la mascarilla de Benny Moré en Museo de Lajas.
Vea albúm en FlicKr sobre la figura de tan destacado músico cubano

 Mañana19 de febrero, Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez (Benny Moré), el Bárbaro del Ritmo cumpliría 52 años de su deceso. La inigualable voz del bardo cienfueguero nos recibe cada hora en el Bulevard de Cienfuegos y una estatua, ubicada en el Prado "camina" junto a su pueblo, gracias a la magia de la plástica. Una escultura en bronce —nacida de las manos de José Villa Soberón—, nos lo recuerda cada día.
  En una lluviosa mañana visité la casa museo Benny Moré, en natal Santa Isabel de las Lajas. Estar tan cerca de sus objetos personales, escuchar a las museólogas narrar tantas anécdotas, o al primo del Bárbaro del Ritmo intrepretando algunas de las canciones más populares del bardo lajero, resultó una experiencia inolvidable. Pero lo más impresionante fue encontrar allí una mascarilla del cantor popular. Les comparto algunas fotos de esa visita y dos crónicas dedicadas a la figura que tanto le cantó a Cuba y sus poblados.

¿Y quién no tiene una foto como esta en sus álbumes?
Bastón y Batuta en alameda cienfueguera

 La empuñadura del bastón del cantante Benny Moré reluce tanto en esta ciudad como la punta de la barba del Caballero de París, personaje de la leyenda popular, al costado de un convento habanero.
  En ambos casos son las caricias de sus admiradores las encargadas de pulir el bronce, tanto en una como otra pieza, esculpidas por el artista cubano José Villa Soberón.
  El bastón que solía convertir en batuta para dirigir su orquesta lo lleva quien fuera una gloria de la música popular nacional bien apretado bajo el brazo derecho, a prueba de coleccionistas de fetiches.
  Es que el escultor José Villa quiso evitar a toda costa la experiencia de los anteojos de su John Lennon, sentado en un parque de la barriada capitalina del Vedado, cuyos lentes metálicos se convirtieron en el amuleto preferido de algunos ladrones ilustrados.
  Con el mismo atuendo de cuando a ritmo de sones, mambos y boleros se hizo icono latinoamericano y caribeño, pero de bronce, el genial cantante cubano Benny Moré camina por la principal alameda de esta ciudad portuaria.
  El sombrero de ala amplia, el saco largo y holgado, los pantalones llamados de batahola    por su excesiva anchura- y los zapatos de dos tonos hacen inconfundible la figura del cantor, venerada por caminantes coterráneos y forasteros.
  En la expresión facial del modelado prevalece la cordialidad de una sonrisa, como si Moré invitara a los transeúntes a seguirlo a una parranda en el centro histórico de la ciudad, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2005.
  Realizada a escala natural, la figura alcanza al centro del Paseo del Prado el metro con 83 centímetros que medía el bien llamado Bárbaro del Ritmo.
  Con el estreno de la escultura a fines de 2003 la ciudad de Cienfuegos, 250 kilómetros al sureste de La Habana, retribuyó el homenaje del cantante, quien dejó claro en su testamento musical que esta era su preferida entre las poblaciones de la Antilla Mayor.
  Además de perpetuar a Moré, nombrado el Sonero Mayor, al el ex-Beatle Lennon y al Caballero de París, José Villa acodó a Ernest Hemingway en la barra del mundialmente famoso bar Floridita, en La Habana Vieja.
  También salieron de la espátula del creador cubano, en los últimos años, representaciones de la Madre Teresa de Calcuta, el líder estudiantil antimperialista Julio Antonio Mella y el bailaor flamenco español Antonio Gades.
  Cientos de personas posan cada día junto a la escultura del Benny, como si quisieran dejar constancia gráfica de que por un momento habitaron el mismo espacio de una leyenda.
  En la popularidad de la obra de arte debe influir, además del arraigo popular de la figura esculpida, su escala humana y la ausencia de un pedestal que la encumbre sobre el espectador.
  La gente se siente tan cercana al homenajeado que lo mismo le tira un brazo sobre los hombros, le palpa los faldones del traje o le coloca una flor en la propia mano del bastón pulido, porque la izquierda la lleva metida dentro del bolsillo del ancho pantalón, donde quizá busque la billetera para pagarse el próximo trago de ron.
 Villa Soberón dejó explícita la intención de que Moré caminara en busca del cercano Boulevard de San Fernando, vía peatonal que hace de corredor turístico en el Centro Histórico Urbano de Cienfuegos, Patrimonio Cultural de la Humanidad desde julio de 2005.
  Como parte del homenaje cotidiano de la "ciudad que más me gusta a mí", en esa propia calle un sistema de megafonía indica las horas en punto con antológicas piezas musicales de Bartolomé Maximiliano Moré, su verdadero nombre, de cuyo natalicio se cumplirán 93 años este 24 de agosto.
  Fernandina Radio, voz de la Oficina del Conservador de la Ciudad, inicia cada día, a las 10 en punto de la mañana, su programación cultural a los acordes de la canción que el artista nacido en al cercana Santa Isabel de las Lajas dedicara a Cienfuegos, 250 kilómetros al sureste de la capital de la República.
  El artista, inscripto al nacer como Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, vino al mundo el 24 de agosto de 1919. Tuvo por cuna un hogar de descendientes de esclavos africanos en la villa de Santa Isabel de las Lajas, a unos 40 kilómetros al noreste de esta capital provincial.
  Falleció en un hospital habanero el 19 de febrero de 1963, con apenas 43 años de edad. Tres días antes se había presentado por última vez ante el público que lo idolatraba en el pueblo de Palmira, muy próximo a Cienfuegos.


Girasoles


“Benny Moré puso a cantar el hígado, una tarde de agosto,
(…) hígado dando vueltas bajo la aguja del alcohol y el tedio”.

                                                                          Alexis Díaz-Pimienta


  La amante misteriosa se escurre entre las líneas del horizonte. Nadie la vio nunca. Husmearon sus huellas en las mañanas, pero el rastro se perdía, una y otra vez, y los intrusos chocaban contra muros que jamás existieron o daban vueltas en círculo. Su perfume aún rodea la estatua.
  Se enamoró de él hace mucho tiempo, y todavía se acomoda junto a la ventana, enciende el tocadiscos de su padre, y lo recuerda, besándolo en la distancia. Es fiel a la memoria y él le corresponde saliendo de entre las notas e invitándola a bailar. Así transcurre la noche y nadie sospecha lo que sucede dentro de aquella casa.
  La noticia de la muerte de su amado la sorprendió, quizá, lavando algunas ropas, que debieron caérsele al suelo y hacer un estruendo enorme, o tal vez se despertó agitada sobre la cama y lo lloró de inmediato. Recuerda el funeral bastante a menudo, y renacen las imágenes del pueblo entero inundando las calles con los cuerpos deshechos.
  Ella le advirtió sobre lo terrible de aquella afición por la bebida, miles de veces, pero él apenas agitaba el bastón, golpeaba el suelo al ritmo de alguna guaracha y disolvía las palabras de ella en el mismo vaso de ron. Pasaban meses sin verse y ella soñándolo, conociendo de sus esposas por lo diarios y de sus éxitos en el extranjero por la radio.
  No pasó un solo día sin que ella rezara hasta al cansancio a los santos, les pedía compasión, compasión y un milagro, luego soltaba el humo del tabaco y se persignaba ante la foto de él. Quizá por eso, él compuso sin límites y sin conocer absolutamente nada de música, quizá por eso, llegó a ser el Bárbaro del Ritmo, y eso tampoco nunca nadie lo supo.
  La amante lo fue en un principio y lo será por siempre. El día que trajeron la estatua ella vigiló las maniobras desde el inicio. ¡Se parecía tanto a él!, que estuvo sollozando el resto del día. Cuando lo plantaron en el cemento, en el Prado, ella tuvo alucinaciones benditas y renovó sus votos ante los pies rígidos. Ella ama al bronce tanto o más, como lo amó a él.
  Todos los días, o casi todos, los que miran un poco más allá de lo común y se apartan del consumo de la cotidianeidad, verán la sombra de la amante junto a la escultura. Ella tuvo que esperar algunos años, pero al fin es la novia, única, al fin él la conoce y se dan besos bajo la frialdad de las noches. Y ella, como acto pleno de amor eterno, le deja entre el bastón y la mano, un ramo de girasoles.
  El misterio nos sobrevive a muchos, que nos preguntamos quién será la amante de la estatua del Benny en el Prado de Cienfuegos, pero lo cierto es que poco importa, basta con la flores.
  Quizá un día, cuando a ella la sorprenda el tiempo, la encontremos con el tocadiscos, tendida al lado de su amado, encima del polen; y con mucha suerte, cuando vengan los médicos, un color cobrizo le estará subiendo entre los pies.


Mis fotos en el Museo Benny Moré, de Santa Isabel de las Lajas


2 comentarios :

  1. Manuel Izquierdo Oropesa (Manolo)9 de marzo de 2015, 19:03

    Estimada Mercedes: Es muy cierto, en las mañanas cuando me dirijo hacia mi trabajo puedo ver los girasoles colocados sobre el bastón de el Benny, ese grande de Cuba y del mundo. Me gustó mucho el trabajo y es impresionante ver la foto de la mascarilla del Bárbaro del Ritmo. No sabía que existía en el Museo de Lajas. De seguro ahora iré allí para ver todos esos recuerdos inolvidables.

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  2. Mercedes Caro Nodarse9 de marzo de 2015, 19:07

    Mis saludos Manuel. Le sugiero que visite el Museo de Lajas, es de verdad una experiencia muy bonita. Allí uno de los primos del Benny Moré interpreta sus canciones, con una voz casi similar. Además, estar entre todos esos objetos que le pertenecieron... no tiene comparación alguna. Le agradezco su comentario. Un abrazo

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