Por Mercedes Caro Nodarse
@eidita
Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el
alba y reverencia el mar que la corteja. Resulta imposible citar a Cienfuegos
sin aludir a esa simbiosis de océano y resol, génesis de sus epítetos y suntuosidad,
especie de sortilegio de esta ribera caribeña.
En sus olas, rayos centelleantes devienen
presagios eternos de la magnificencia de su gente, su complexión, su hálito
vital, y dan fe de la premonición aborigen sobre la prosperidad de la tierra de
Jagua, “...por la clara visión de sus hombres, es Cienfuegos la amada del
sol...”. Y cómo no serlo, si para los aborígenes Jagua era riqueza, mina,
manantial.