Flama y brisa se imbrican en tibia caricia. Nodriza del crepúsculo, la ciudad aguarda el alba y reverencia el mar que la corteja. Simbiosis de océano y resol; génesis de sus epítetos y suntuosidad; especie de sortilegio de esta ribera caribeña... Cienfuegos, la Perla del Sur.

viernes, 18 de mayo de 2012

Confieren en EEUU premio a poeta cubana Nancy Morejón (+Poemas)


  La escritora y poeta cubana Nancy Morejón Hernández afirmó estar sorprendida por el premio de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (Lasa) por la obra de la vida, recién otorgado en San Francisco, California.
  “Me tomó por sorpresa, no lo esperaba”, dijo a la prensa la Morejón, autora de Piedra pulida. “No es un libro, ni una ponencia, es un lauro importante que distingue la trayectoria de un autor”, destacó.
  Nancy es miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua desde 1999 y Premio Nacional de Literatura 2001, ostenta también las Insignias de Oficial de la Orden al Mérito de Francia.
  Lasa está considerada la Asociación más grande del mundo y agrupa a personalidades e instituciones dedicadas al estudio de Latinoamérica. Tiene como principal misión fomentar el debate intelectual, la investigación y la enseñanza sobre la región.

  Amplia es la producción lírica de la Premio Nacional de Literatura, Nancy Morejón Hernández. Poeta, ensayista, crítica literaria y traductora, nació en el barrio de Los Sitios en la ciudad de La Habana (Cuba) en 1944. Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana. En 1962 publicó su primer libro de poemas, Mutismos, y en 1964 aparece su segundo libro, Amor, ciudad atribuida. Este mismo año finaliza sus estudios de licenciatura en Letras con especialidad en Literatura francesa y una tesis sobre la obra del poeta caribeño Aimé Césaire. Desde ese momento la poeta se destaca por sus traducciones de las obras de Moliére, Roumain Rolland, Aimé Césaire, entre otros.
  La poesía de Morejón expresa su identidad como mujer cubana de ascendencia africana e incluye temas relacionados con La Habana, la familia, la historia, la búsqueda de identidad, los temas de negritud y la integración de la mujer, especialmente la mujer negra, como parte de la historia. En una entrevista del año 2000, Nancy Morejón resume así parte de su obra poética:
  “Yo creo que ha evolucionado, tiene varias fases. Hay una fase que se inicia en Mutismos (1962), pero que se queda inconclusa y más tarde serán retomados varios poemas de este libro. Aparecen en muchos de mis libros esa expresión como un poco sonámbula, definida así por Nicolás Guillén; pero, por ejemplo, no aparece en Amor, ciudad atribuida (1964), ya que aquí es el momento en que entran los tonos de la conversación de La Habana. Y es en mi siguiente libro Richard trajo su flauta y otros poemas (1967) donde tienen una gran presencia los tonos de la conversación de La Habana y marcan el ritmo del libro. Al mismo tiempo en Richard... hay otros elementos como poemas muy sonámbulos, [...]    También poemas de contenido amoroso, el tema del amor es un tema muy proteico, el cual tiene muchas formas. En cambio, en Parajes de una época (1979) ya entra el tema político de una forma más explícita, después tenemos Elogio de la Danza (1982) y en ese mismo año aparece también Octubre Imprescindible, donde el tema político se consolida. Pero en Elogio de la Danza el lenguaje es totalmente diferente [...] y es un libro muy especial en el que reaparece el yo poético de Mutismos, en donde ese ‘yo’ se amplía y se respira nuevamente.
  “En cualquier caso, para mí Richard... y Piedra Pulida (1986) son los dos pilares de mi obra. Cronológicamente le siguen Paisaje Célebre (1993) y Baladas para un Sueño. Hay que decir de Baladas para un Sueño que es un libro que nadie registra del año 1987”. (María Dolores Alcantud Ramón. "Nancy Morejón: poeta vital, mujer comprometida con la realidad". Entrevista realizada el 14 de mayo de 2000 en Alicante).
  Reconocida como una de las voces más destacadas de la poesía cubana contemporánea, Nancy Morejón ha recibido varios premios dentro y fuera de Cuba. Entre ellos el Premio Nacional de Literatura (1991), Premio de la Crítica (1997, 2000), Premio Escritora Galega Universal (2008). Morejón se ha destacado además como directora del Centro de Estudios del Caribe en Casa de las Américas y como presidenta de la UNEAC (Unión de Artistas y Escritores de Cuba).
  La obra de esta intelectual cubana se conoce por los temas de injusticia social y, como ella misma señala, "escribo porque necesito hacerlo, el impulso de escribir es irracional. A mí me gustaría mucho que mi escritura sirviera para despejar incógnitas, para mejorar cosas de la identidad nacional, de las relaciones entre las culturas, de las relaciones de carácter familiar, de la familia, de la familia cubana”.
  Dentro de su obra ensayística destacan, entre otros títulos: Lengua de pájaro (1971), Recopilación de textos sobre Nicolás Guillén (1972), Ensayos críticos (1974), Nación y mestizaje en Nicolás Guillén (1980), Poetas del mundo latino (1988).
  Entre sus poemarios sobresalen Mutismos (poesía), 1962. Amor, ciudad atribuida (poesía), 1964. Richard trajo su flauta (poesía), 1967. Parajes de una época (poesía), 1979. Octubre imprescindible (poesía), 1983. Piedra pulida (poesía), 1986. La Quinta de los Molinos (poesía), 2000, entre otros, aunque también en su producción ensayística, particularmente en sus estudios sobre la poesía de Nicolás Guillén hay un fuerte acento lírico, desde la apropiación subjetiva de la palabra.
  Algunos poemas suyos los ofrecemos como una de las más hermosas lecturas dentro del discurso literario cubano en el siglo XXI:       

A un muchacho

Entre la espuma y la marea
se levanta su espalda
cuando la tarde ya
iba cayendo sola.
Tuve sus ojos negros, como hierbas,
entre las conchas brunas del Pacífico.
Tuve sus labios finos
como una sal hervida en las arenas.
Tuve, en fin, su barbilla de incienso
bajo el sol.
Un muchacho del mundo sobre mí
y los cantares de la Biblia
modelaron sus piernas, sus tobillos
y las uvas del sexo
y los himnos pluviales que ancen de su boca
envolviéndonos si como a dos nautas
enlazados al velamen incierto del amor.
Entre sus brazos, vivo.
Entre sus brazos duros quise morir
como un ave mojada.


Apodaca

Todavía despoblada,
brillando en el corazón sin habla
de la peregrina,
entro hacia tus corrientes
sumida por ahora bajo las presiones
de un golfo mudo
que toca el fondo de las islas.
Un mono pequeñito
asoma sus ojazos de lechuza intranquila
y acecha en la penumbra la sombra de la Reina;
monito vivaz
como un colibrí chiapaneco.

Y un gavilán levanta vuelo.

Transcurren las horas
como un agua tibia que saltara entre piedras,
ante cada puerta vieja,
ante cada umbral de humo,
entre vitrales cenicientos y rejas escondidas,
destartaladas,
enrojecidas por el sano viento del Prado.
Y rueda la mañana
para que esta peregrina vaya recorriendo
la estrecha y larga calle habanera que llaman
Apodaca.


Chiriboga

Suelta mi trenza
para que dance
en el mojado viento...
Vuela, bailotea,
con asustadas alas
y al revolotear
revela su origen africano.
Mi cabellera crespa
trae un furor,
un oleaje,
un ancestro
que viene desde lejos.
Aquel brillo tan negro
arrastra códigos milenarios.
Detrás de estos rizos
con su voz quebradiza
asoman mis abuelos.


Impresiones

El frío cala los pies
y esta premura de la rosa
nos conmueve, al nacer.
Estamos en una presa de trentaidós kilómetros
y los papeles del universo giran
ante esas hojas de flamboyán
que dan sombra en verano.
Los enamorados se tumban en el sol
sobre el suelo de un yate,
mientras respiran con válvulas mojadas
por el soplo del mar
que viene del Sur.
Entra una brisa tímida
y nuestra oreja ríe para la eternidad.


Madre

Mi madre no tuvo jardín
sino islas acantiladas
flotando, bajo el sol,
en sus corales delicados.
No hubo una rama limpia
en su pupila sino muchos garrotes.
Qué tiempo aquel cuando corría, descalza,
sobre la cal de los orfelinatos
y no sabía reir
y podía siquiera mirar el horizonte.
Ella no tuvo el aposento del marfil,
ni la sala de mimbre,
ni el vitral silencioso del trópico.
Mi madre tuvo el canto y el pañuelo
para acunar la fe de mis entrañas,
para alzar su cabeza de reina desoída
y dejarnos sus manos, como piedras preciosas,
frente a los restos fríos de enemigo.


Un eco de un eco

Nada más que una marimba,
un guasá, un bombo
y la astilla de un grito
para poner el cielo
al nivel de mis pies.
Sube un temblor
asentado
en la raíz misma
de mi ancestro.


Una rosa

Los ojos de Abel Santamaría
están en el jardín.
Mi hermano duerme bajo las semillas.
Santiago alumbra
las frescura del tiempo
que nos tocó vivir.
Un niño baila
el dulce aire de julio
en la montaña.
Alguien escucha su canción
bajo el estruedo puro
de una rosa.  

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