Por Mercedes CARO NODARSE
La
sensibilidad y el humanismo resultan esenciales cuando del transporte público
se trata, pues ese sector —uno de los más deprimidos en la última década del
siglo pasado y que aún no acaba de resolverse a pesar de las múltiples medidas adoptadas—,
precisa de alternativas, como la de los carretones -ni coches, volantas,
quitrines o calesas. El encomiable sucedáneo permite a muchos jóvenes llegar
temprano a la escuela, a los obreros a sus centros de labor; a otros a una
consulta médica…
Estos medios
irrumpieron en la ciudad en la década de los 90 del pasado siglo —ascienden a
más de 400 en Cienfuegos, Cuba—, como paliativo a la carencia del transporte
urbano. Sin embargo, ya cuesta mucho decidirse si vamos en ellos hasta el
destino final, pues definitivamente, entre el alto precio de los alimentos y de
los artículos de primera necesidad, ahora los cocheros aumentaron el de sus
carromatos a 2.00 pesos hacia el Hospital —antes lo habían hecho en el trayecto
de Pueblo Griffo, Tulipán y Circunvalación-Buenavista—, con una hipersensitiva
falta de conciencia a las necesidades de la población.
Por mucho que
se esfuercen en sacarme cuentas ¿chinas? la mía siempre resulta más abultada.
Con una capacidad de ocho personas, en cada viaje de ida y regreso recaudan 32
pesos, o sea 16 por cada uno; si dan diez ¡que son muchos más, sino pregúntenle
a los caballos! serían 320 y ahí me quedo, para que cada cual saque sus propias
sumas. Ganan en un día lo que un profesional en un mes.
Me he visto
“forzada” en estos días de utilizarlos, acompañando a mi hermano al centro
asistencial; durante siete jornadas (convertidas en catorce, multiplicadas por
cuatro) desembolsé 56 pesos de mi salario.
Cuando una persona sube cualquiera de estos
medios solo escucha quejas de sus conductores: que si les subieron el impuesto
—les aseguro que pueden pagarlo en dos días—; que si deben comprarlo todo…;
oigan el llanto es muy largo en verdad y hasta tedioso. Aunque a decir verdad,
a mí me causa enorme rabia, porque ¿quién los viera en nuestro lugar? Lo peor
es que existen personas prestas a darles la razón ¿vivirán solo de su salario?
Nada puede
impedir que, aunque los materiales sean adquiridos a expensas de su propio
peculio, los guías de carretones estén sujetos a las leyes y cánones de
convivencia regidas en esta sociedad; por tal motivo, al formar parte del
ejército de trabajadores, aún siendo cuentapropistas, no están exentos de
practicarlas.
Desde acá
vuelvo a llamar a la conciencia del hombre, su solidaridad, no creo que toda
esté perdida, un hálito de humanidad deberá quedarles y percibir la importancia
de su cometido social, pero sin explotar a los semejantes.
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