BATALLÓN FEMENINO DE LAS MILICIAS DE CIENFUEGOS
Por Mercedes Caro Nodarse
En medio de la tarde, la memorización
de las protagonistas se une a pequeños relámpagos, que esbozan representaciones
vitales de aquellos días grises, donde el cielo de un azul abierto exhalaba
humo y ruidos horrorosos. Ellas estaban ahí, en la retaguardia, cubriendo el
espacio dejado por los hombres que cargaban los fusiles, y las granadas; y las
sonrisas, y los besos olvidados en la madrugada. Ellas estaban ahí para
proteger el futuro. Ellas eran las integrantes del Batallón Femenino de las
Milicias Nacionales Revolucionarias.
Son las marianas de entonces
y de ahora, porque siguen ahí, enhiestas, con las mismas banderas de ayer, sin
importarles el temblor de las manos, los cabellos blancos, los rostros cortados
por las arrugas. A pesar del tono triste y trágico de las fábulas, gozan de una
sensibilidad enorme que desprende amor y sacrificio por los poros de la piel;
una verdad hecha historia que vuelve a repetirse una y otra vez, donde las
palabras se confunden con las lágrimas.
La senectud contrasta con la aureola de símbolo, con el resplandor
santo de reliquia, con la gracia melancólica de recuerdos. Vienen a narrarnos
la epopeya para que no se olvide. Estamos en tiempos en que pretenden hacernos
olvidar. Ellas no lo permiten.
Durante los días de la gesta
de Playa Girón, el recio arquetipo de la mujer cienfueguera estuvo por los
rincones de la ciudad. Un Cienfuegos sitiado
como otras urbes de Cuba, como consecuencia del bombardeo llevado a cabo por
aviones B-26 contra los aeropuertos de Santiago de Cuba, Ciudad Libertad y San
Antonio de los Baños. Quinientas mujeres, integrantes del batallón femenino
cubrieron puestos en la defensa de la región.
“Cuando el ataque mercenario
las mujeres, de manera voluntaria, se incorporaron al Batallón, y a pesar de
los prejuicios y los problemas de aquella etapa estuvimos movilizadas 75 días.
A través de un altoparlante convocaban al combate por las calles”, rememora
Lutgarda Balboa Egües, quien fuera la jefa del batallón. Salían los
cienfuegueros a ocupar su lugar, algunos sin tiempo para calzarse los zapatos,
otros sin terminarse de abotonar el uniforme. Los rostros contrariados, pero
firmes.
Y protegieron los puntos clave de la ciudad, los centros que habían sido nacionalizados, las plantas eléctricas. “Trabajamos en la fábrica de refrescos para garantizar la producción, limpiamos calles, condujimos ómnibus, asumimos todas las actividades que los hombres habían abandonado por marchar al frente”, dice Deysi Díaz Castillo.
Y protegieron los puntos clave de la ciudad, los centros que habían sido nacionalizados, las plantas eléctricas. “Trabajamos en la fábrica de refrescos para garantizar la producción, limpiamos calles, condujimos ómnibus, asumimos todas las actividades que los hombres habían abandonado por marchar al frente”, dice Deysi Díaz Castillo.
Eran muy jóvenes, tan solo muchachas de 15, 16, 17 años. ¿Dónde dejaron los sueños, las inquietudes propias de la edad? “El deber se impuso, acota Lidia López Fuentes. Con el sonar de los primeros disparos me vestí de miliciana y me fui para el cuartel”. Y lo sacrificaron todo. Los hijos dejados con los familiares más cercanos. “Si no regresamos, los educan”, decían las que ya eran madres.
“Curábamos a los heridos, custodiábamos el hospital, hasta les conseguíamos piyamas a los enfermos, era un trabajo muy lindo, de gran abnegación", comenta María Margarita Rebollido Román. “Estamos satisfechas por haber contribuido a gestar esta paz, expone María Orquídea Artiles Ruiz. No hubo aquí ni un sabotaje en esos duros días, desafiamos la contrarrevolución interna, fue un ejemplo de entrega de la mujer cubana”.
En
menos de 72 horas los contrarrevolucionarios, la CIA y los halcones del Pentágono tuvieron que
lamentar la derrota. Un símbolo imborrable fue el rotundo disparo que el propio
Comandante en Jefe le asestó al buque de transporte Houston, con un cañón
autopropulsado SAU-100, que había llegado cerca de Playa Larga.
Aquella
sangrienta aventura, una rotunda victoria para las armas y la razón en horas de
la tarde del día 19, labró el presente cubano y hoy fulguran las memorias, como
homenaje al aniversario 56 de la proclamación del carácter socialista de la Revolución. La
estampa de este pueblo singular, petrificado como una isla inconmovible sobre
los oleajes de la historia está escrita con nombre de mujer, el de sus
heroínas, y el de las integrantes del Batallón femenino de las Milicias
Nacionales Revolucionarias.
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