Atilio Jorge Caballero Menéndez
es el más notorio de los escritores cienfuegueros contemporáneos. Licenciado
en Teatrología y Dramaturgia, por el Instituto Superior de Arte
(ISA), y graduado de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los
Baños en la especialidad de guión cinematográfico, ha
obtenido numerosos premios, tanto en Cuba como
a nivel internacional. Tiene publicados más de una
decena de libros -teatro, ensayo, poesía, novela, cuento,
traducciones literarias- y ha sido antologado en disímiles publicaciones,
reafirmando su versatilidad como escritor.
El galardón obtenido recientemente, Premio Alejo Carpentier, con el volumen
de cuentos Rosso lombardo,
figura como uno de los más representativos dentro de su carrera.
Te desenvuelves muy bien como poeta,
narrador, teatrólogo y guionista cinematográfico: ¿cuál de ellos se identifica
más con Atilio?
"Gracias por tu apreciación sobre mi
desenvoltura como poeta y narrador. Pero no soy, estrictamente, ni un
teatrólogo ni un guionista; más bien un hombre de letras dedicado al teatro,
y en particular a la dramaturgia y a la dirección escénica; y un amante
incondicional del cine, que estudió las técnicas de la escritura
cinematográfica, conocimiento que de vez en cuando intenta transmitir a otros. Si
alguno de -todos- ellos se identifica [más] conmigo, sería la narrativa".
¿Para quién escribes?
"Escribo para mí. ¿Para quién más
podría un escritor escribir? Por lo general, sucede que siento
la urgencia de decir algunas cosas que, de no ser así, reventaría. Una obsesión
que, como la incontinencia urinaria, llega el momento en que no se puede
soportar más. Quiere decir que algo se ha sedimentado, tiene un peso, comienza
a establecer asociaciones con otras cosas: ahí entonces comienza la escritura.
Que es, sobre todo, lenguaje. Si luego eso tiene alguna repercusión en otros,
si dice algo a otros, pues… felicidades. Decía Nabokov que el buen lector, el lector admirable,
no se identifica con los personajes del libro, sino con el escritor que compuso
el libro".
¿Cuánto de enriquecedor fue el trabajo,
primero como instructor en Cienfuegos, luego en La Habana, y más tarde como
asesor teatral en Nicaragua?
“Siempre me he sentido un escritor que hace
teatro, lo que no quiere decir que este último sea una especie de violín de
Ingres, de profesión secundaria, sino más bien una/otra ocupación enriquecedora,
al menos para mí. Y la precisión del génesis es importante, porque de ahí
quedó el trabajo con un grupo que fundé en esta ciudad hace más de veinte años,
llamado Teatronuevo, y que en ese entonces fue una experiencia
importante, artística, humanamente hablando. Luego en La Habana resultó una labor
algo más rutinaria, al menos al inicio, salvo por el hecho de
que trabajaba en Regla, un lugar de esa ciudad al que
ya de por sí el solo hecho de llegar y caminar por esas calles, constituía una
aventura y una sorpresa constante.
“Y luego, Nicaragua:
casi treinta años después de aquella experiencia, aún lo sigo viendo como el
período más feliz de mi vida (y he tenido algunos de verdadero gozo radiante).
Nicaragua no solo fue el primer viaje, algo de por sí trascendente en la vida
de cualquiera, sobre todo desde la (nuestra) insularidad, sino también, y sobre
todo, la sensación de libertad, la libertad total, en
plena consonancia con el deseo de entregar todo lo que uno tiene o sabe cuando
siente la intensidad con que es recibido -y apreciado- ese saber.
Allí trabajé como asesor teatral en
lugares tan distintos como Granada, Masaya o la comunidad indígena de San Juan
de Oriente; creo que también era bueno e intenso para ellos”.
Has obtenido, entre otros, los premios Pinos
Nuevos, Calendario y UNEAC de novela y de teatro; ¿con qué madurez llega
Atilio al 'Carpentier' con Rosso lombardo?
"Rosso lombardo
es sólo el libro más reciente, un volumen que fue articulándose por sí
mismo, por así decir. Algo que uno ve en forma de libro solo
cuando se percata de que la mayoría de los textos que están dando vueltas en un
alrededor cercano -terminados recientemente, por terminar, etc.-, tienen lo que
se suele llamar cierto denominador común, que en este caso era el tema del
viaje. El viaje físico, geográfico, y también el viaje al interior de uno
mismo, igual de intenso. Y junto a ello la insistencia de una
interrogante: ¿quiénes somos? O lo que es lo mismo, preguntarse
seriamente sobre eso que llaman identidad,
sentido de pertenencia -por diversos motivos o factores- a un lugar específico.
Sentirse lejos de algo y de repente sorprenderse con la pregunta: ¿lejos de
dónde?".
En una ocasión aseveraste que:
"cualquier dramaturgo debe conseguir un discurso rotundo a la hora de
hacer su producción". ¿Cómo ha funcionado esta máxima en la obra teatral
de Atilio?, ¿existen secretos detrás de una buena narración?
"Intentar conseguir un discurso rotundo
-y no solo en la dramaturgia- debe ser la ambición de cualquier creador.
Discurso rotundo como expresión de una profundidad conceptual, filosófica
también; de una densidad formal, un espesor de signos (Barthes). No hay
secretos detrás de una buena narración. Creo que la primera -y
casi la única- condición de un buen estilo es tener algo que decir. O como se respondía Bolaño a su propia
pregunta: "¿Qué es una escritura de calidad?
Pues lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar
al vacío, saber que la literatura es básicamente un oficio peligroso".
Faulkner mencionó alguna vez que un escritor
necesita tres cosas: experiencia, observación e imaginación, y que a veces una
sola de ellas podía suplir la falta de las otras. ¿En tu caso?
"Tenía razón Faulkner (la tenía acerca de casi todo lo relacionado
con la literatura) sobre esas tres necesidades esenciales para
el escritor, pero no estoy tan seguro de que, como también
afirmaba, a veces una sola de ellas -experiencia/observación/imaginación-
podría suplir la falta de las otras (por mucha experiencia que tengas,
si no hay imaginación, no hay literatura, etc.). Aun así, creo
que tampoco basta con las tres: incluso estando en posesión de ellas, ¿cómo
haces para desarrollar tu obra si no dispones de tiempo para ello? Y aun
teniendo tiempo, es imprescindible la disciplina, el rigor de trabajo
sostenido. El calvario comienza cuando se tiene un poco de todo ello".
Si tuvieras que salvar
un libro suyo, ¿cuál sería?
"A salvar… Naturaleza muerta con abejas".
En su opinión, ¿en qué
radica la utilidad del escritor?
"En
términos prácticos, el escritor, como el sa-zen, no sirve para nada.
No tiene una utilidad determinada (la descripción de una cama no sirve para
dormir encima) dijo Platón hace muchísimo tiempo; por algo los dejó fuera
de su república modélica: él también lo era, los conocía bien, y sabía cómo
podían complicarle las cosas en un pretendido orden social ideal. Sin ir más
lejos: ¿cuántos escritores conoce usted que pertenezcan hoy en día a algunos de
nuestros órganos principales de Gobierno? Hablo de una utilidad
pragmática, la única visible para una mayoría. Sobre las otras utilidades no
vale la pena insistir: quien todavía no las haya entrevisto, jamás conocerá la
virtud".
Atilio Caballero presentará tres nuevos
volúmenes en la venidera Feria Internacional del Libro. El primero de ellos se
nombra Cuaderno de cuatro años (Ediciones Holguín),
traducción del último libro del poeta italiano Eugenio Montale; el segundo
recoge cuatro obras teatrales y se titula Cuarteto
(Editorial Letras Cubanas); y el último: Díptico,
saldrá bajo el sello de Reina del Mar Editores y contiene otras dos obras
teatrales.
Actualmente Atilio dirige el grupo
Teatro de la Fortaleza,
fundado por él en la antigua Central Electronuclear (CEN) y es uno de los más representativos de la
provincia. Las obras que han llevado a escena, a lo largo de los diez años del
conjunto, han sido a partir de investigaciones que involucran la vida y los
sucesos del lugar.
La profesionalidad de Atilio con las letras,
la profundidad de referencias en sus obras -musicales, cinematográficas y
literarias-, lo anecdótico de su poesía, el lenguaje coloquial de los textos,
la conciencia de los escenarios, el dominio vasto de las descripciones y el uso
de un contexto que casi siempre involucra la vida incierta -o los problemas- de
lugares con los que ha interactuado, lo convierten en el más versátil, y me
atrevería a asegurar: importante, de los escritores cienfuegueros. Los premios
lo aseveran, pero más allá de eso, sus obras, enriquecidas con historias
subterráneas de sentido o mostrando el iceberg
de Hemingway, provocan a los más ávidos lectores.
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