Aparte de tener siempre a mano esta pieza única del conocimiento de Cuba y su historia musical en el siglo XX que me condujo desde hace más de una década a transmutar en admiración y gratitud el cariño que he sentido por su autor desde los tiempos de nuestra juventud, lo he recomendado y obsequiado constantemente como si esa fuera una obligación para con mis contemporáneos de todas las edades.
Puedo seleccionar y agrupar aquí, sin
necesidad de ordenarlas atendiendo a regla alguna, las razones que me han
animado a partir del contacto con este material de estudio. Leonardo Acosta ha
registrado en él los nombres y las historias de músicos que influyeron en su
tiempo y que no aparecen mencionados en recuento alguno. Hechos tan curiosos
como el protagonismo, muchas décadas atrás, del joven Roberto Sánchez Ferrer en
un grupito de jazz o la destacada labor de Félix Guerrero como guitarrista en
esa expresión.
Al igual que sucede en cualquier obra de este
músico e investigador -ni en balde declarado Premio Nacional de Literatura en
2006- desde la sustanciosa Introducción, párrafo a párrafo, su lectura nos va
sembrando en una historia que nos pertenece gracias a esa necesidad de
sucederse, generación tras generación, que deviene hilo conductor y se deja
registrar, como tal, de la mano de Leonardo Acosta.
Felicitaciones a quienes, desde la editorial
del Museo de la Música, han velado por la calidad de esta entrega. (Por
Marta Valdés)
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